Veronica Carchedi
La habilidad de expresarse a través de la palabra escrita es un poder exquisito; representarse con las propias palabras permite al sujeto mostrar el mundo de manera única, según su percepción individual. Juan Francisco Manzano tiene esta capacidad, que lo distingue de la mayoría de los esclavos de la Habana en el siglo diecinueve. Su rara facultad con el lenguaje le inspira a alcanzar un nuevo nivel de libertad, a pesar de su estatus como esclavo. En Autobiografía de un esclavo, se manifiesta la voz de Manzano, pero no completamente libre, debido a la manipulación del texto por los abolicionistas que lo publican. La contradicción de la libertad y la autoridad es una batalla constante a lo largo del texto, en la cual triunfan los “liberadores” y los parámetros que imponen en el texto para seguir sus propios motivos.
Autobiografía demuestra varias escenas en que Manzano parece perder control de su cuerpo, particularmente cuando está castigado por sus dueños. En una viñeta destacada, Manzano describe un castigo utilizando para ello la analogía de la Crucifixión. Usa una serie frenética de verbos, “me sacan,” “me atan”, “me cargan y me meten”, que transmiten el sentido de que no tiene dominio sobre su cuerpo, que su destino está en las manos del administrador (Manzano 94). Pero su relato del acontecimiento es una reclamación del control, que realiza de dos maneras. La primera es su decisión de emplear una analogía de Jesucristo, y representar el castigo como la Crucifixión. El “horcón que sostiene el colgadizo” pinta la imagen de una cruz, y después Manzano elige escribir explícitamente que le ataron los manos “como las de Jesu Cristo” (94). Otra referencia es su exclamación—y no es claro si lo dijo a voces en la escena o si lo está añadiendo en su escritura—de “¡Oh Dios!” que es la misma que hizo Jesús en sus últimos momentos. Además de tener el conocimiento de la religión cristiana para formar esa analogía— Manzano cuenta anteriormente como aprendió el catecismo y otros rezos Católicas—que por supuesto difieren de la religión yoruba de muchos afrocubanos. Manzano tiene el poder en su escritura de auto-representarse con la imagen de Jesús. Este poder de construir una analogía le da control sobre la representación de su vida, y en eso aumenta su libertad.
La segunda manera en que Manzano reclama la libertad es su disposición de decidir lo que quiere compartir con la audiencia. Cuando la escena llega a su punto climático, Manzano escribe, “Corramos un velo sobre esta escena tan triste”. Ésta es la segunda cita en que él decide no contar lo que sucede—la primera es el notorio “pasemos, pasemos, en silencio el resto de esta escena dolorosa”—y el lector tiene que imaginar el horror de lo que sigue. Éste es el poder de la selección, de poder representar todo lo que quiere y ocultar lo demás. Al ocultar algunas partes de su vida en las cuales el sufrimiento y la pérdida de control es demasiado, alcanza una especie de libertad. A través de su escritura Manzano reclama el control sobre su pasado, al no tener que representar los eventos horrorosos y de este modo no tener que experimentarlos por segunda vez.
Hay instantes en que Juan Manzano parece perder el control de sí mismo, instantes en que él pierde la capacidad de expresarse con palabras, debido a sus emociones. Perder la facultad de usar palabras para defenderse o expresarse es perder su progresión hacia la libertad. Después de su castigo, cuando su señora le pregunta si él repetiría su crimen, con el dolor del castigo aún fresco y todas las limitaciones puestas sobre él, Manzano escribe, “no quise responder, por poco me sucede otro tanto, y tuve a bien decir que no” (95). La falta de opciones, o las dos opciones polarizadas entre la vida y el castigo, ponen a Manzano en un estado de sumisión. Esa cita tiene algo en común con otra en que pierde control de sus emociones, después de que su madre le dice que él tiene que liberarse para no ser castigado y “lágrimas fue [su] última respuesta” (95). Aunque parezcan momentos opuestos—uno es la supresión de la rabia y toda emoción y la otra es un catarsis de emoción—ambos muestran una falta de autoridad sobre lo que puede decir en la vida real. En su vida como esclavo, esta polarización siempre existe, de tener que reprimir las emociones para sobrevivir, pero liberarlas en momentos cuando la sobrevivencia está en peligro. Lo importante es que el acto de contar estos momentos y escoger las palabras para describirlos es un acto de poder. Al escribir, balanceando y reflexionando en estos momentos de sumisión y emoción, Juan Manzano recupera un poco de control.
Parar allí y decidir que la escritura era un vehículo para que Manzano alcanzara su libertad (aunque este punto de vista tenga alguna evidencia concreta), es una conclusión incompleta de lo que está ocurriendo en el texto. En la evolución del texto, se ve que Manzano verdaderamente no tiene mucho control sobre la representación del mundo que le rodea y de sí mismo. Esto se demuestra en instantes en que el manuscrito no corresponde a la versión española, y en que la versión española no corresponde a su traducción al inglés. Los abolicionistas—concretamente Anselmo Suárez y Romero que lo editó, y Domingo del Monte que lo publicó—tenían motivos políticos y propios para difundir este texto. Para apoyar su lucha, tenían que proyectar una imagen muy oscura de los dueños de esclavos. Gran parte de esa proyección está contenida en la propia experiencia de Manzano, pero hay algunas manipulaciones del texto que se deben marcar. En el mismo pasaje del castigo utilizado antes, por ejemplo, hay un cambio de sintaxis de la versión original a la publicación, cuyo efecto excede al efecto gramatical u ortográfico. En el manuscrito original, Manzano cuenta cómo su Señora lo visitó después de su castigo, y que “su primera diligensia imponerse de si se me avia tratado bien” (321). La versión publicada copia esta frase pero lo pone en cursiva, un cambio muy dramático aunque no lo parezca a la primera mirada. Decir “si me había tratado bien,” en un texto que casi jamás usa el cursiva, enfatiza esa pregunta y, más importante, añade un tono de sarcasmo al texto (95). Ahora se percibe que la Señora no es genuina en sus interrogaciones del estado de su esclavo, y se nota una cierta ironía en el hecho que ella atendió a Manzano justo después de ser la causa de su dolor. Este cambio la transforma de una dueña que quizá a veces tenía momentos cuando era comprensiva, en una persona cruel hasta la médula. Es un tono completamente distinto del manuscrito original, y es una crítica de los abolicionistas, no de Manzano. Esta manipulación del texto beneficia a los abolicionistas porque ellos querían eliminar del texto cualquier instante en que el dueño mostrara compasión por su esclavo, porque esto disminuiría su argumento. Al hacer esto, toma el poder de Manzano de representar el mundo y la gente en la manera que originalmente él concibe.
La traducción además asegura que Juan Manzano no tiene control total de su auto-representación. El ejemplo mencionado anteriormente, de representarse con la analogía de Jesús, no aparece en la versión inglesa de Richard Robert Madden que se publicó para la Convención General Anti-Esclavitud en Inglaterra en el año 1840 (Molloy 407). Madden reemplaza la analogía de Jesús con la palabra, “criminal”. En su ensayo, Silvia Molloy no se detiene en esta manipulación por más de una oración, aunque sea muy notable. Además de socavar el potencial literario de Manzano, Madden excluye la referencia religiosa. Se nota en el texto que Manzano es devoto al catolicismo, ya que cita muchos instantes en que reza y repite himnos, ¿entonces por qué no tiene derecho de emplear esta referencia? Madden reduce la analogía a una palabra blanda y grosera, “criminal”, que no incita ninguna imagen provocante, quizás por presión de su audiencia británica, o por razones y creencias personales. No se sabe, pero lo que es cierto es que aquí se destaca la diferencia entre la población blanca, inglesa de Madden y la negra, esclava de Manzano, en una exclusión que se logra a través de una manipulación del texto original.
Este pasaje de Autobiografía del esclavo muestra los capacidad de Manzano para emplear una analogía, seleccionar lo que quiere mostrar a su audiencia, y asignar sus palabras en momentos que en la vida real no pudo. En estos tres actos reclama control sobre su vida de esclavo y se eleva a un nuevo nivel de libertad a través de su poderes de lenguaje, que le diferencian de muchos otros esclavos. Pero como en el pasaje, que recibe el dinero y todos los recursos para liberarse y no lo consigue, también su facultad con la lengua no le permite alcanzar libertad absoluta, debido a la manipulación del texto de los abolicionistas. Es evidente que, al publicar este texto, los abolicionistas quieren pintar una imagen negativa de los dueños y dueñas de los esclavos. En esto, los abolicionistas creen que están separándose de los ellos. Quieren marcar su diferencia. La verdad es que, al tener la última palabra y la última decisión sobre el texto de Manzano, se encuentran en la misma categoría de los dueños, y muestran su diferencia del esclavo que pretenden liberar. Es lo mismo que le ocurre al Che Guevara cuando trata de separarse de los imperialistas en el Congo, pero se encuentra en el mismo nivel en los ojos de los congoleses. A pesar de buenas intenciones, no puede escapar la división y la diferencia racial, que le pone en un plano completamente distinto de los negros que trata ayudar. Quizás si los abolicionistas o el Che no tuvieran motivos propios de ayudar, para avanzar su propio movimiento o proponer sus creencias propias, será más apto a elevar el esclavo al nivel de igualdad. Como vemos en el fondo de este texto, en que los “liberadores” retomaron el control que proporcionaban a Manzano, ellos tienen la última palabra. Como el verdugo, el administrador en la escena, el destino de Manzano sigue siendo en el mano de los blancos. Su liberación es una ilusión.
Bibliografía
Manzano, Juan Francisco. Autobiografía del esclavo poeta y otros escritos. Ed. William Luis. Frankfurt: Vervuert, 2007. Print.
Molloy, Sylvia. “From Serf to Self: The Autobiography of Juan Francisco Manzano.”MLN 104.2 (1989): 393-417. JSTOR. Web. <http://www.jstor.org/discover/10.2307/2905146?uid=2129&uid=2134&uid=2&uid=70&uid=4&sid=21102208435121>.