Gabriel Giorgi—Presentación
A mí me parece muy lindo el encuentro de hoy, en un contexto como el de los Estados Unidos en el que se está discutiendo mucho algo que podemos llamar “the closing of political imagination”. Es un momento en el que la imaginación política parece bloqueada, donde las intensidades parece que no pueden circular y no se pueden producir algo de nuevo, me parece que Ni Una Menos es el contra-ejemplo perfecto. Justamente como una invitación y una posibilidad de abrir la imaginación política, de crear espacios y de crear formas de intervención, y de reinventar el espacio de lo público, que me parece que es absolutamente decisivo para el momento presente. Ayer en una conversación con estas activistas, que estuvo maravilloso, Cecilia hablaba de cómo este es un movimiento social pero sobre todo es una marea. Entonces la idea de la marea, el movimiento físico de la marea es algo que tiene que acompañarnos en la conversación de hoy. La idea entonces del encuentro de hoy es básicamente hablar un poco de la experiencia argentina, un poco de la experiencia militante, e insisto la apertura de la imaginación política a partir de la experiencia Ni Una Menos Argentina, pero también, y esto es algo que las tres invitadas pidieron, también quieren escuchar qué está pasando acá, y qué se está pensando, y qué posibilidades se abren también. Sobre todo de conexión, de relación, de abrir redes porque precisamente este tipo de lucha no se puede entender, ya no es algo inteligible en el marco de lo nacional. Entonces, brevemente, todo el mundo conoce a nuestras invitadas, pero en caso de que haya algún despistado, algún despistada, muy brevemente les cuento que Marta Dillon, además de haber escrito un libro absolutamente maravilloso, que, si no lo leyeron, dejen de hacer lo que están haciendo y léanlo (después de esta conversación obviamente), que se llama Aparecida, de 2015, además de escribir este libro, es una una periodista en Página12 con iniciativas decisivas para el periodismo contemporáneo, y además con una tradición de activismo en derechos humanos y en feminismo y en militancia LGTBQ. Verónica Gago, obviamente además de haber escrito un libro que es una referencia esencial para los debates sobre el neoliberalismo que es La razón neoliberal, además de eso, también es profesora en La Universidad de San Martín, en la Universidad de Buenos Aires y periodista. Y, last but not least, nuestra muy querida Cecilia Palmeiro, que, además de haber escrito un libro que es una referencia para todos nosotros que es Desbunde y felicidad, además acaba de publicar su primera novela, Cat power: la toma de la tierra. Acaba de salir… ¡imagínense! Cecilia es profesora en NYU Buenos Aires, y obviamente una activista queer y feminista. La idea de hoy es que las invitadas van a hacer una breve presentación, y después abrimos para una conversación que nos ayude a pensar posibilidades. Quiero agradecer especialmente al King Juan Carlos Center, a su directora Ana Dopico por la posibilidad de albergarnos; la oficina de NYU Global que nos ayudó mucho, y al departamento de español y portugués de NYU, el departamento de Latin American and Iberian Cultures en Columbia University y el departamento de Comparative Literature at Princeton. Entonces, sin mayor demora, por favor démosle la bienvenida a Marta, Vero, y Ceci.
Marta Dillon:
Lo que estaban viendo durante la presentación son imágenes de las manifestaciones que hemos hecho con Ni Una Menos y también del encuentro nacional de mujeres que ahora les vamos a contar un poco que es. Para poner en contexto, queremos mostrarles dos videos que dan una idea del modo en que se toma la calle cuando decimos Ni Una Menos.
[Vídeo 1]
¡Abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer!
¿Cómo quieren que nos cuidemos si al mismo tiempo, desde los medios de comunicación nos dicen que las que nos vamos solas y amanecemos muertas tenemos la culpa? ¿Cómo quieren que tengamos paciencia, si nos sacan la jubilación por amas de casa y no toman en serio el trabajo que significa cuidar la familia? Sí, trabajo: el 76 % de los trabajos no remunerados los hacemos nosotras. ¿Cómo se atreven a decirnos que nada de esto es tan grave, cuando quita la capacidad de autonomía económica a miles de mujeres, cuando las echan de sus trabajos, cuando nos bajan los sueldos, cuando nos amenazan con paritarias cada vez más bajas? ¿Cómo quieren que esperemos cuando nos morimos por abortos mal hechos y nos encarcelan si vamos al hospital con un aborto espontáneo? Y así podríamos seguir. Nadie quiere hacerse cargo de estas preguntas, y menos quieren pensar respuestas que nos incluyan, no solo como víctimas, muertas, cosas, sino como protagonistas con voz propia. Nosotras sí queremos insistir, exigir, preguntar, elaborar respuestas juntas, porque no queremos víctimas de más ningún tipo. Por eso, nosotras paramos y este pedido se vuelve regional. Bolivia, Chile, México, Perú, Uruguay, Costa Rica, Guatemala, el Salvador, en América Latina nos acompañamos entre todas. Porque América Latina será toda feminista. Por todos los feminicidios, y por toda la precariedad de nuestras vidas, ¡nosotras paramos! Y decimos: ¡Ni una menos! ¡Vivas nos queremos!
Lo que vimos recién son imágenes de, como decía, el 19 de octubre [2016] que fue el primer paro nacional de mujeres que hicimos en Argentina. Ahora lo que vamos a ver es del 8 de marzo [2017] cuando participamos en el paro internacional de mujeres.
[Vídeo 2]
Estamos acá porque cuando las mujeres del mundo nos organizamos la tierra tiembla.
¡Sí se puede! ¡Hacer un paro a Macri se lo hacemos las mujeres! Porque somos parte de una historia colectiva e internacional. Esta lucha feminista es la que nos tiene a las mujeres organizadas contra el patriarcado de las calles, en las plazas, o en las camas. Paramos las ocupadas y las desocupadas. Las asalariadas y las que cobramos subsidios. Las cuentapropistas y las que realizamos tareas domésticas. Hoy somos millones las mujeres movilizadas en todo el mundo y salimos a las calles en defensa de nuestras vidas y por nuestros derechos como mujeres y como trabajadoras.
¡Vivas, vivas, vivas nos queremos!
Contra el ajuste cruel que encara nuestro país, el gobierno de Macri y la alianza Cambiemos. Reclamamos el acceso a todas las categorías en igualdad de condiciones que los varones. Representación de mujeres en las cúpulas sindicales. Déjennos hablar a nosotras. Somos productoras de sentido y luchas en todos los ámbitos. ¡Ni una menos!
¡Vivas nos queremos!
¡Ni una menos! ¡Vivas nos queremos!
EMERGENTE
Por si les queda la curiosidad, “Emergente” es un colectivo de medios-activismo que también formó parte del grupo…pueden seguirlo por Facebook. El tema de la información y la contra-información es central en todos lados y en Argentina por supuesto también. Buena parte de la comunicación, de las acciones que hacemos, se hace por medios alternativos y no por los medios hegemónicos que se ven obligados a cubrir las manifestaciones por su masividad, pero suelen silenciar toda la preparación; de hecho, tratar de corrernos de la escena política, sacarnos en las secciones más colaterales como “sociedad” y no ponernos en las páginas de política cuando lo que estamos haciendo es política.
Dicho esto, en principio agradezco muchísimo la oportunidad de estar acá y de compartir nuestro activismo; de compartir las ganas de expandir esta forma de movilización feminista, así que muchísimas gracias a todas las personas responsables de habernos permitido de estar acá. Es un enorme privilegio.
Ni Una Menos es el nombre de un colectivo de periodistas, intelectuales, escritoras, todas relacionadas con la palabra de algún modo, que empezó a reunirse en 2014, en principio para una primera maratón de lectura; para una primera acción reclamando el derecho al aborto. Después, nos volvimos a reunir en 2015 a principios de año con otra maratón de lectura en El museo de la lengua y el libro, en una acción muy pequeñita y muy endogámica. El 3 de junio 2015 salimos por primera vez a la calle. Pero, Ni Una Menos no es solamente el nombre de un colectivo sino que también es un grito, es un llamado, y es a la vez un movimiento social que se articula con organizaciones formales e informales (organizaciones formales como los sindicatos, partidos políticos, centros barriales), pero que también organiza, convoca y articula con muchos sectores sociales no completamente organizados pero que forman parte y se sienten interpelados, son y somos parte de un movimiento social que ha transformado de alguna manera el modo de decir la palabra “feminismo” que hasta hace muy poco era una palabra devaluada, como bien ustedes sabrán; no es algo regional. En el mundo, decir “feminista” siempre fue algo peliagudo en el sentido de que hay muchísimos prejuicios y que hay imágenes ya montadas (hay toda una tecnología de imágenes que convierten a las feministas en personas incómodas, marginales).
Cuando Ni Una Menos salió a la calle a principios del año 2015, respondiendo a la aparición continua de muertes –en Argentina las estadísticas no oficiales (no tenemos estadísticas oficiales) decían que en el año 2015 una mujer moría cada treinta horas a manos de la violencia machista–; o sea, había un femicidio cada treinta horas. En este momento estamos registrando, insisto sin estadísticas oficiales, sino a través del relevamiento de las noticias en los medios, una mujer muerta cada dieciocho horas.
Cuando nosotras decidimos salir a la calle, lo que se reiteraba era que esto es cíclico. El modo en que los femicidas ejecutan sus muertes siempre es performático, pero la performa que eligen suele repetir durante algún tiempo. Al principio de 2015 lo que se reiteraba era la aparición de cuerpos de mujeres envueltos en bolsas de basura, descartadas en basurales, o descartadas en containers que después llegaban a las basurales, o sea, un acto performativo que claramente, sin necesidad de pensar mucho, estaba dando cuenta de que hay cuerpos que valen menos, que los cuerpos de las mujeres valen menos. Contra eso, se hizo el primer llamado a ocupar la calle, a decir basta. Ese primer llamado, justamente lo que puso en escena es que nuestros cuerpos cuentan y que nuestros cuerpos juntos pueden hacer la diferencia. Nosotras hablamos de la creación de un cobijo hacia lo abierto. Ayer yo hablaba de la palabra “shelter” no sé si es la adecuada, la traducción, pero la palabra que más cómoda va es esta sensación de cobijo.
Ese día hubo 250,000 personas en la calle, en el Congreso en la ciudad de Buenos Aires. La manifestación se replicó en 80 ciudades en todo nuestro país y también en algunos otros países del mundo. Esta sensación, aún estando en la intemperie de la calle, aún sintiendo la intemperie que significa la violencia machista, generó una sensación de abrigo hacia lo abierto. Siendo invierno, y estando protestando por algo tan doloroso como la muerte de mujeres. ¿Por qué fue tanta gente ese día a la calle? Por un lado, podemos decir que el haber elegido esta consigna Ni Una Menos tiene que ver con una frase que surge de un poema de una poeta mexicana que se llama Susana Chávez Castillo. La línea del poema dice “ni una mujer menos, ni una víctima más”, y nosotros tomamos so-
lamente el “ni una menos”. Era lo suficientemente amplia para interpelar a todo el mundo; a quienes estaban convencidas ya de la necesidad de un feminismo que cuestiona la violencia machista y a quienes que nunca habían pensado sobre este tema. Podríamos decir entonces que, con una herramienta de comunicación bastante “marketinera”, digamos, con una idea de poner algo que podría parecer una marca, llenamos de sentido, en principio primero de cuerpos y, después a lo largo de las cuatro manifestaciones que ya hicimos en estos dos años de vida que tiene el movimiento Ni Una Menos, también los sentidos se fueron profundizando y radicalizando.
¿Por qué la sensación de cobijo? Porque esta marcha masiva, esta posibilidad de ocupar masivamente la plaza, no solamente tenía que ver con el número sino también con el modo en que las mujeres sintieron que ese día sus voces estaban jerarquizadas. Esta posibilidad de hacer contar nuestros cuerpos, de ponerles valor a nuestros cuerpos para que estando juntos expresaran claramente un mensaje, a la vez habilitaban la escucha. Ser cronista ese día en la calle era escuchar cientos de historias de violencia, de mujeres que necesitaban contar su propia historia enfrentándose a la violencia machista, porque ese día no estaban siendo puestas en duda por nadie, que es lo que suele pasar cuando las mujeres denuncian, cuando las mujeres piden ayuda. Lo primero que suele pasar es cuestionar si son “buenas víctimas”. En este caso, las mujeres hablaban, las mujeres se escuchaban, las mujeres llegaban a la plaza juntas del brazo, y la sensación de poder o de potencia que corría entre nosotras hacía que aún terminado el acto (el acto terminó, digamos, a determinada hora), tres horas después de terminado el acto nadie quería irse de la plaza. Había grupos que se habían quedado, que estaban bailando, que compartían comida, hacia lo abierto. Esta sensación de cobijo, de un estar entre nosotras y para nosotras, no es algo que sucedió en la calle y que se terminó con el acto, más allá de la necesidad de permanecer en la calle, sino que es algo que nos devolvió, a todas transformadas, a nuestros lugares (nuestras casas, nuestros lugares de trabajo, nuestros lugares de estudio); transformadas en el sentido de sentir que ese cobijo no se terminaba. Porque Ni Una Menos empezó a funcionar como había funcionado en toda la preparación (hubo un mes entre el llamado y la primera salida a la calle). Empieza a funcionar como contraseña. Cuando alguien se enfrenta a un hecho de violencia, decir Ni Una Menos era hablar de la violencia machista. Este término “machista”, que lo elegimos en contra de la violencia de género, para ponerlo en el documento y para ponerlo a circular, no es inocente. Tiene que ver con señalar un perpetrador, digamos señalar un sistema perpetrador. Más tarde hablaríamos de patriarcado, no en este primer momento, pero sí, salir de la nominación violencia de género, violencia doméstica, era fundamental, en principio porque la violencia machista no es solamente doméstica, y en segundo término porque era necesario tejer lazos más allá de los ámbitos universitarios donde se entiende mejor de qué hablamos cuando hablamos de género. La palabra “género” no es una palabra popular y lo que estábamos intentando, o al menos la apuesta, era diseminar un lenguaje que pudiera ser reapropiado por todas y por todos también. Ese lenguaje fue reapropiado y de hecho, a partir de ese momento, el decir Ni Una Menos fue apropiado de múltiples maneras: apropiado en el sentido de decir, por ejemplo, ni una trabajadora menos cuando se habla de derechos laborales, o decir ni una travesti menos para ubicar una identidad en particular, o ni una menos también en las cárceles. Ni Una Menos se utiliza como contraseña, pero a la vez, se sigue situando; porque esta posibilidad de abrir un espacio de cobijo masivo daba cuenta de una movilización que nos atravesaba en el cuerpo de todas y que a la vez, al atravesarnos el cuerpo, al sentirnos narradas, una en la historia de la otra y viceversa porque eso era lo que pasaba, nos estábamos narrando en esa plaza a nosotras mismas y contando historias que muchas veces no habían sido expresadas nunca. Estábamos hablando de una movilización masiva que sale de la primera persona, que tiene este doble movimiento. Esta idea de cobijo se lleva después a cada quien a sus lugares de trabajo y sigue profundizándose, sigue funcionando como respaldo para dar las discusiones o para fortalecer incluso a cada centro de mujeres que venía discutiendo el tema de la violencia de género, o quienes atendían casos de violencia de género, fueran centros de salud o dependencias del estado que estaban desjerarquizados, de repente comienzan a jerarquizarse.
Nosotras estábamos hablando del modo en que habíamos sido victimizadas, pero era fundamental no ser solamente víctimas, y de hecho no fuimos solamente víctimas. Esto es algo muy importante en el sentido que al corrernos del lugar de la víctima, también nos corremos del lugar de ser solamente sujetos asistenciales; sujetos que solamente pueden demandar al estado por políticas públicas o que, otra vez, necesitan que alguien más hable por nuestras voces. Esto también se leyó de manera muy clara en la calle a través del modo de habitar la calle, respondiendo a otras narrativas que hablan de la violencia de género, la violencia machista. Pienso que si hacemos un mínimo ejercicio de memoria, cuando se habla de violencia machista en general lo que aparecen son imágenes de mujeres golpeadas o mujeres tristes. El imaginario mismo es opresivo. Cuando ven las imágenes que aparecen en relación a Ni Una Menos, lo que se ve es que habitar la calle es también una fiesta, que sobre el duelo, se generó una celebración. En ese sentido, decimos “no somos solamente víctimas” y lo que estábamos poniendo en común, al convertir el duelo en potencia, que es algo que aprendimos de alguna manera o que nos inscribimos en la lucha, por ejemplo de las Madres de Plaza de Mayo que hicieron de su dolor un acto político…al hacer esto, también estábamos poniendo en común no el saber de las víctimas sino el saber de quien ha sobrevivido a las heridas que imprime la violencia machista. Nos consideramos, no en el lugar de víctimas, sino poseedoras de un saber particular, que es el que significa haber sobrevivido, y haber resistido, y tener conciencia de que sobrevivir implica esta resistencia, el saber implica una fuente de poder que también se veía en las calles, se veía en los carteles que muchas portaban y habían hechos en sus casas con marcadores y cartones, de manera muy artesanal, con las pintadas que se ven en la calle.
Yo ayer les contaba que hay algunos carteles que está bueno mencionar. Uno por ejemplo decía esto: “Con pollera o pantalón, respétame cagón”. Había otro que es muy simpático que también dice: “Acá están la concha de tu hermana y la puta que te parió exigiendo respeto”. Ese es el tono que permitía a esto, hablar, ser quienes gritamos por las mujeres muertas por femicidio que ya no tienen voz, pero a la vez poder bailar, poder festejar, poder poner los cuerpos en una situación de fiesta. Esta sensación de cobijo, más esta posibilidad de apropiarnos de nuestros saberes compartidos como es el saber de la resistencia, de la supervivencia, y ponerlos en valor, no nos permite volver iguales a nuestras casas, a nuestros lugares de trabajo y de estudio. Por el contrario, nos hace posible pensar justamente en abrir el imaginario político; empezar a pensar cuáles son las razones por las que venimos tolerando la violencia machista, y dónde se estructura esa violencia machista.
El umbral de tolerancia frente a la violencia se modificó radicalmente. El que Ni Una Menos funcione como contraseña habilita que muchas mujeres se sientan respaldadas a la hora de denunciar a la justicia formal, pero también a la hora de generar estrategias de resistencia dentro de los barrios particulares porque no todas quieren ir a la justicia. Sobre todo, se empieza a generar, a reapropiar el discurso feminista que antes estaba encerrado en guetos o entre las que estábamos convencidas. El discurso se empieza a democratizar, al punto que cualquiera puede ahora –y eso se vio en el segundo Ni Una Menos que fue en 2016 y después en los dos paros de mujeres que hicimos– valerse de un montón de herramientas que antes parecía que había que explicarlas antes de mencionarlas. Por ejemplo, la palabra “patriarcado”. Nosotras la pusimos a circular, bueno, no es que la pusiéramos a circular, sino que estas movilizaciones masivas permitieron la reapropiación de estas herramientas para poder leer nuestras propias vidas, nuestra historia. Funciona como si fuera una iluminación “otra” que construye una genealogía particular de nuestro movimiento y que a la vez ilumina la vida de cada una. Siempre pasa en estos dos niveles: en el nivel de lo personal y en el nivel de lo colectivo. Así es como por ejemplo las Madres de Plaza de Mayo que, cuando surgieron en los 80, apenas terminada la última dictadura militar en Argentina, no tenían diálogo con el feminismo. Consideraban que el lugar de las Madres era un lugar conservador y que ubicarse de ese lugar para reclamar por sus hijos era conservador. Hoy las madres se reconocen como feministas y el feminismo reconoce a las madres su propia genealogía. Es un movimiento intergeneracional pero además es un movimiento de reiluminar nuestra propia historia para poder hacer crecer este movimiento social.
A esto, es lo que llamamos una “revolución sensible”: una revolución micropolítica en el sentido que las relaciones personales se modifican, pero también se modifican permanentemente las relaciones políticas y también buscamos las relaciones políticas, porque por ejemplo en 2015 hubo elecciones, y en todas las plataformas, más allá de quien haya ganado las elecciones, tuvieron que incorporar propuestas relacionadas a temas de género y a la violencia machista que antes ni figuraban en agenda. Pero a la vez en las casas se discute, y la forma de relacionarnos entre nosotros y nosotras y adentro de los hogares también se modifica. El sistema sexo-genérico como un sistema de poder, y el patriarcado mismo, digamos, visibilizar estos sistemas de opresión es una de las maneras en que los adolescentes sobre todo se están empezando a politizar por primera vez. Antes que por ver otras relaciones de poder, entienden la relación de poder dentro de sus propias vidas y así acceden a los centros de estudiantes, a reunirse con otros y con otras, a pensarse políticamente. Así es que este movimiento se impone como sujeto político dentro de un panorama bastante cerrado en Argentina con el triunfo en las últimas elecciones de Mauricio Macri, lo cual ha hecho mucho más agobiante el clima social. Emerge este actor político que además tiene la capacidad de narrarnos desde lo personal hacia lo colectivo y de poder encontrar lazos entre las mujeres en espacios que son transversales a las organizaciones políticas. Porque cuando decimos Ni Una Menos no solamente nos oponemos a los poderes establecidos, sino también estamos demandando a las organizaciones de las que somos parte por una democratización o por el fin de la violencia machista que también se da dentro de nuestras propias organizaciones.
Entonces, el último punto sobre el que yo quiero hablar es una sensación que tiene que ver con una pintada que también se lee en las paredes después de las manifestaciones y los encuentros de mujeres, que después se quede contarnos de lo que se tratan los encuentros de mujeres, que dice “el miedo está cambiando de bando”. Esta sensación de empoderamiento, porque estamos restando poder a quienes siempre lo tuvieron, y porque además nos permite, nos da respaldo para poder enfrentarnos en la intimidad y también en el espacio público a las violencias machistas. El miedo siempre estuvo en nuestro lado. De hecho, estamos hablando de que cada 18 horas está apareciendo una mujer muerta en nuestro país. La violencia no ha mermado. Por ejemplo muchas chicas, sobre todo las más jóvenes obviamente, ven amenazadas su propia circulación por el espacio público, y se lamentan de tener que estar preguntando, pidiendo “avisame cuando llegás” a cada rato. Sin embargo, entendemos que nuestra potencia, tal como la leemos nosotras, y esta posibilidad de enfrentarnos, que puede generar más violencia, también da cuenta justamente de que quienes sienten sus privilegios, los privilegios que les otorga el patriarcado en riesgo, se sienten amenazados, y que esa amenaza solo puede ser leída de este lado como potencia. Estamos en un momento complicado, en ese sentido, porque hay un reacomodamiento de las fuerzas sociales, pero entendemos que el movimiento de las mujeres está cada vez más fuerte, cada vez articulando con más sectores, y difuminando, digamos, esta forma de un feminismo que se hace en la práctica. Porque estas plazas que nosotros vimos y que se ven en las imágenes no siempre se llaman a sí mismas “feministas”, pero en su práctica son profundamente feministas. A medida que se va extendiendo esta marea, cada vez más la palabra feminismo se convierte en algo que no solamente no es degradado, sino que genera orgullo.
Verónica Gago:
Muchas gracias a todxs lxs que nos invitaron acá y a todxs lxs que vinieron. Está aquí con nosotras otra compañera del movimiento, Natalia Fontana. Natalia es delegada sindical y fue para nosotras una aliada estratégica en esto que voy a comentar que es cómo, a partir paro del 19 de octubre de 2016, y luego en el periodo que se abre entre ese 19 de octubre y el paro internacional de mujeres del 8 de marzo de 2017, la herramienta de la convocatoria a un paro nos habilitó para pensar no solo en la movilización sino en qué significa parar.
Esta idea de paro empezó como una reacción: frente a la aparición de un cuerpo. Lucía Pérez fue asesinada por empalamiento en Mar del Plata en el mismo fin de semana que 70,000 mujeres nos reuníamos en el XXXI Encuentro Nacional de Mujeres, realizado en Rosario.
Al volver y reunidas en asamblea, comenzamos haciendo esa lectura de cómo el poder nos devolvía esa muerte en contrapunto a nuestra potencia tan masiva y callejera, expresada en una enorme multitud de mujeres tomando una ciudad. Esta idea del paro nos habilitó justamente no solo a marchar y movilizarnos para protestar sino a dar un paso más y decir, ¿qué pasa si paramos las mujeres?
Paramos la violencia y la brutalidad y por eso decimos ya basta de femicidios, pero esta herramienta del paro también nos sirve para empezar a pensar qué significa un paro hecho desde las mujeres. Esto fue una interpelación que nos permitió profundizar, intensificar y de alguna manera cualificar de otro modo la búsqueda de alianzas y de complicidades, porque básicamente nos abrió el trabajo de empezar a conversar con grupos, empezar a discutir de otras maneras y empezar a conectarnos con una serie de organizaciones con las cuales, por relaciones diversas, muchas venimos trabajando, pero que también ya venían construyendo en relación a estas nuevas maneras de entender el feminismo.
La cuestión del paro lo que tuvo de interesante, justamente, es que instaló en un plano de dimensión pública, la discusión de la violencia de las mujeres, conectada con la violencia a la violencia económica. Ese fue también un momento de radicalización que se extiende del 19 de octubre al 8 de marzo con el paro internacional de las mujeres. Como decíamos al principio, los sindicatos no tuvieron mucho tiempo de reaccionar para este primer paro del 19 de octubre. Se dio esta situación de velocidad, de salir a demostrar la rabia y la furia que teníamos por el asesinato de Lucía. Pero también, a medida que fueron pasando los meses y que se empezó a gestar y a conectar esta idea de un paro internacional de mujeres, los sindicatos vinieron a decir, por supuesto: “ustedes no pueden convocar al paro, el monopolio de la herramienta del paro lo tenemos nosotros”. Nosotras empezamos a ampliar todo lo que entendíamos o lo que se podía entender en esa relación cuando se desmonopoliza: es decir, quién está en posibilidad de parar y qué significa parar en situaciones de trabajo que son radicalmente heterogéneas.
Una de las alianzas fundamentales para nosotras fue con las trabajadoras de la economía popular, que en Argentina además es un sector muy dinámico que tiene su vínculo histórico con lo que fue el movimiento de desocupadxs y que además ahora están lanzando una iniciativa de sindicalización, es decir una herramienta gremial de la economía popular. Esta experiencia, a partir del paro del 19 de octubre, ha incorporado al interior de su organización, la discusión feminista. Fue con las mujeres de la economía popular con las que algunas de nosotras primero conversamos sobre qué significa el paro cuando no sos salariada, cuando no trabajas bajo patrón y cuando cobras subsidios. Entonces ¿cómo se reconfigura qué implica parar? Eso fue muy interesante porque ellas por ejemplo fueron las primeras que nos dijeron “si nosotras paramos un día de trabajar, ese día no comemos porque no llevamos plata a nuestras casas pero nosotras vamos a parar y vamos a inventar de qué formas vamos a parar. Vamos a ir a vender a la marcha, vamos a pensar cómo hacemos de una manera colectiva para hacer que nuestra fuerza y nuestra forma de trabajo no sea una debilidad para la herramienta del paro sino que justamente haga más compleja la noción que tenemos de paro”. Esto por supuesto nos permitió enlazar con un montón de discusiones de un archivo feminista riquísimo que se actualiza cada vez que se pone en discusión práctica con, por ejemplo, la cuestión de trabajo doméstico, la cuestión del trabajo reproductivo, la cuestión del trabajo del cuidado y cómo eso en América Latina en particular se conecta con situaciones de crisis. Con esto me refiero a situaciones de autogestión en los barrios: desde los comedores populares hasta las formas de emprendimiento y de ferias que son parte hoy de la economía, y que no solo deben entenderse como de subsistencia porque ese es siempre un término peyorativo. Estas iniciativas son parte de las economías populares, que tampoco son simplemente economías informales porque es el pasaje de la caracterización de informal a popular lo que muestra un grado de politización y de organización de esas economías. Entonces, este tipo de alianzas, este tipo de discusiones, tomaron un estado de asambleario público a partir de la cuestión del paro y también fue una interpelación muy fuerte a los sindicatos. Pero no solo a las cúpulas sindicales; lo que nos empezó a pasar es que se empezaron a dar alianzas, de hecho, con las trabajadoras o con las comisiones internas, de base, de los sindicatos.
Es decir, lo que se armó también fue un estado de ebullición al interior de los propios sindicatos. A las asambleas del paro no venían las cúpulas sindicales pero sí venían comisiones internas y decían: “nosotras queremos parar”. A la vez, gracias a esta especie de trabajo de hormiga de conversación permanente, que acercaba a muchas compañeras, nos permitió entender que para delegadas muy jóvenes, incluso delegadas que por primera vez salieron como mujeres electas en sus sindicatos a partir del 19 de octubre, había una confluencia natural entre su experiencia en el movimiento de mujeres y su participación en el sindicato. Para las líderes más grandes justamente la participación en el movimiento de mujeres y la participación en las estructuras sindicales aparecía como una contradicción irresoluble. Entonces esta dimensión generacional también al interior de los propios sindicatos fue algo riquísimo.
Todo este proceso del paro a la vez tuvo caldo como cultivo, como verdadera cocina, la dinámica de asambleas. Nosotras insistimos: la asamblea es una dinámica totalmente trabajosa pero a la vez te da una posibilidad de roce real con las 200 organizaciones de muy diverso tipo que venían a las asambleas que convocamos en Buenos Aires. Entonces, esto también permite un lugar de
dramatización de todas las discusiones que están sucediendo y que son fundamentales para el movimiento de mujeres que tienen que ver con trabajo sexual, con trata, con economía popular y precarización, etc. Es decir, una cantidad de debates que en otros lugares se congelan, se rigidizan, o circulan bajo la forma de estereotipos, en la asamblea tenían una capacidad de elaboración colectiva. Eso lo logramos plasmar en el documento del 8 de marzo, que realmente fue un ejercicio increíble de construcción de esta transversalidad e interseccionalidad de las que venían hablando mis compañeras. Este documento a la vez logra reunir demandas super singulares y específicas, gracias a los grupos dedicados a cada una de las temáticas o problemáticas que abordamos en el documento y al mismo tiempo de manera no contradictoria, no abandona un plano de radicalización que se expresa en esta consigna-deseo: queremos cambiarlo todo.
Esto implica también que empezamos a practicar un tipo de relación con las instituciones, en particular con el Estado, que no excluya al Estado pero que tampoco lo toma como un horizonte de realización. Es una especie de versatilidad, de manejo con las instituciones y con una agenda muy específica de reclamos; pero a la vez decimos que el movimiento no se reduce a una serie de demandas. En general cuando se pretende infantilizar algún movimiento se lo traduce a una serie de preguntas, bueno ¿ustedes qué quieren?, ¿lo pueden decir en cinco puntos? Si alguien no puede contestar rápido esos cinco puntos es que no sabe hacer política. Bueno, efectivamente lo que logramos hacer es desarmar ese tipo de infantilización con la que se nos suele responder desde el poder. Esta idea de alianzas insólitas, que es un concepto que hace muchos años lanzó el colectivo boliviano Mujeres Creando, nosotros lo trajimos a nuestra experiencia porque nos servía mucho para pensar este mapeo práctico que veníamos haciendo con distintas organizaciones y que además muchas otras organizaciones hacen entre sí.
Hubo otra dinámica clave en la organización y en las asambleas: los colectivos migrantes, porque además en Argentina en particular desde los últimos meses el gobierno neoliberal de Mauricio Macri tiene una ofensiva racista así sin pausa. Entonces ese fue otro componente del movimiento que para nosotras fue fundamental y que también es clave para pensar la cuestión del trabajo, de la producción, del cuidado más allá de los estereotipos que suelen circular como la mano de obra sumisa. Hay una cantidad de elementos comunes entre el trabajo feminizado que compartimos mujeres y migrantes que allí se politizaron también, tuvieron su espacio, digamos de difusión pública, pero al mismo tiempo de auto problematización. Para nosotras era clave esa idea de poder conectar la cuestión de trabajo y como decimos en el documento: mapeamos el mundo del trabajo desde una perspectiva feminista. Esto nos permitía volver a discutir de una manera radical de qué hablamos cuando hablamos de trabajo y qué significa parar no solo una hora, como nos propusimos en principio el 19 de octubre para coincidir todas estuviésemos en el lugar que estuviésemos, sino parar como un modo de abrir otra medida de tiempo también. Parar es multiplicar la idea de tiempo de paro y entender, por ejemplo, que durante ese día las 24 horas hacemos cosas dedicadas a poder estar juntas. Paramos el día entero para poder parar una hora, para poder movilizarnos y también para sustraernos de los roles jerarquizados en que la división sexual del trabajo nos ubica. Entonces también empezamos a multiplicar los sentidos y las temporalidades de lo que hablábamos cuando hablamos de paro. Estábamos diciendo muchas cosas y empezábamos a sentir cómo esa multiplicidad de la herramienta del paro le permitía hablar a muchísimas. Mujeres, lesbianas, trans y travestis que tal vez con una primera interpelación como trabajadoras se sienten que no les toca directamente porque no trabajan en una fábrica o porque no tienen empleo estable, pero cuando comenzamos a multiplicar las imágenes de interpelación se produce un efecto práctico de inclusión por medio de la diferencia. Esa fue la apuesta de hacer una cantidad de videos, con voces de mujeres muy distintas, que decían o leían parte de este llamamiento que lanzamos en enero que circuló y se tradujo mucho. Eso también fue como una especie de multiplicación de las lenguas y de las modalidades en que ese paro se fue construyendo.
El otro punto que quería marcar es la dimensión de alianzas también que tuvimos con América Latina que nos permitió nutrir de nuevo esta imagen del paro, en su temporalidad amplia del 19 de octubre al 8 de marzo, con una cantidad de temáticas y de conflictos que justamente ponían al paro como un elemento de enlace de conflictividades sociales. Entonces, las compañeras de Paraguay nos mandaron un video donde ellas decían: “nosotras paramos contra las agrotóxicos”. Compañeras de Honduras y Guatemala con las que estamos en contacto gracias a una asamblea feminista latinoamericana decían: “nosotras hablamos de femicidio territorial porque nos matan porque lideramos los conflictos neoextractivos contra las empresas multinacionales”. Entonces se empezó a tejer una especie de bordado de esta imagen del paro, empezó a ser inclusivo en un sentido de radicalización. Ese es otro punto que nosotras sentimos muy fuerte con el 8 de marzo. Es decir: es un movimiento que es masivo de una manera novedosa. ¿Por qué? Clásicamente para lograr masividad se tiene que ir moderando el discurso ¿no? Acá pasó lo contrario. Sí, era masivo en la medida que más nos radicalizábamos y esta radicalización tiene que ver con la capacidad de componer imágenes tan distintas y realidades tan diversas evidenciando que todas estaban atravesadas por esta experiencia común de poner el cuerpo, ponerlo en la calle, pero también ponerlo en el hogar, en la plaza, en el barrio. Es decir, poder conectar la experiencia cotidiana con el momento álgido de movilización callejera. Y esto es lo que también nos permitió hacer el cruce y la intersección entre violencia de género y violencia económica, sacándonos del ghetto en que muchas veces se nos quiere confinar, como si la cuestión de género fuera sinónimo estricto de victimización. Ese lenguaje de la victimización le queda muy bien a los ONGs, a las financiaciones internacionales y a la iglesia. Sentimos muy claro que cuando nos desmarcamos de ese discurso-corset venían las reprimendas y comentarios del tipo: “Ah bueno pero ahora se politizaron. No solo hablan de violencia de género. Están mezclando todo”. Lo que efectivamente molestaba es que nos estábamos corriendo del guión que supuestamente tenemos que tener las mujeres cuando hablamos de violencia de género. Eso también nos dio una señal de que estábamos por buen camino ¿no? De que estábamos haciendo las conexiones que había que hacer justamente porque era lo que permitía vincular cómo implosionan los hogares todos los días por violencia doméstica y la relación que esto tiene con el tipo de explotación que sufren los varones en sus lugares de trabajo o como desocupados. Es un discurso complejo que conecta con cuestiones que vienen problematizando las organizaciones populares comunitarias. Y esto también es algo que sentimos que está muy fuerte por lo menos en América Latina, donde se empieza a conjugar la noción de feminismo con feminismo popular, feminismo comunitario, feminismo villero, feminismo indígena. Es decir, estamos ante un enraizamiento territorial de esto que llamamos feminismo y que es lo que le permite también al feminismo ser una especie de lenguaje común y poderoso. Es decir, ya no es esa palabra un poco rara, un poco de jerga, un poco liberal, un poco académica que en muchos lugares generaba prejuicio, sino que está nombrando hoy una experiencia muy situada que permite una lectura de las violencias en sus sentidos múltiples: desde los conflictos con el despojo territorial hasta la conflictividad del salario o del subsidio o de las horas que se trabajan y no se reconocen, o del endeudamiento. Toda esta conexión entre explotación, extractivismo, precarización de las vidas y violencia, nos da una clave de inteligibilidad, de lectura, de comprensión mutua, pero también de esta especie de feminismo que podríamos llamar inclusivo por radicalización. Me parece que es un concepto que de alguna manera da cuenta también de un nivel de novedad de lo que estamos experimentando.
Termino con algo que nos preocupa mucho y es el tipo de contraofensiva que se levanta frente a la fuerza del movimiento. Una cuestión es la “ideología de género”, conceptualizada por un teólogo argentino. Con esta idea la iglesia, en alianza con las derechas conservadoras, diagnostica una suerte de depravación de hábitos, costumbres, de los programas educativos y de las políticas públicas. Creo que hay que analizarla en la saga de las doctrinas contrainsurgentes. El otro punto que vemos además como estrategia fundamentalmente mediática es la culpabilización de las mujeres. El argumento (o la pregunta envenenada) es el siguiente: ¿cómo puede ser que las mujeres cada vez se movilizan más, tienen la ilusión de que son más fuertes y cada vez las matan más? Se trata de culpabilizar a las mujeres de su propia movilización y de su propia sensación de fuerza y también desmentirnos: “cuidado que es sólo una ilusión la fuerza que ustedes creen que tienen. Porque vuelven a sus casas y las matan, vuelven a sus barrios y las matan”. Se trata de dos formas reactivas que quieren hacer cundir de nuevo el terror sobre los cuerpos. Las leemos como la expresión de miedo frente al modo en que estamos haciendo temblar la tierra. A la potencia de la dimensión internacionalista del movimiento que para nosotras es de una fuerza imparable.
Cecilia Palmeiro:
Quería agradecer a los organizadores del evento, estoy emocionadísima de estar acá, en NYU, que también es mi casa de hace muchos años. La primera vez que vine acá fue hace 14 años, así que bueno, estoy felicísima de verlos a todos ustedes, encontrar alumnas y alumnos de distintas capas geológicas, pero que seguimos en contacto y que están, por cierto, participando de este movimiento.
Yo quería tomar el tema de la marea. Quería presentar este movimiento desde dos imágenes o dos conceptos que son el grito colectivo y la marea, y ver la trayectoria justamente desde la enunciación de #NiUnaMenos desde que salimos a gritar Ni Una Menos hasta que ese grito se formó en otra cosa mucho mayor y que atraviesa el mundo y atraviesa fronteras, lenguas, identidades, que está plasmado en movimientos masivos de mujeres o de mujeres moleculares, como decimos mujeres biológicas, cuerpos sexuados, en general. Nosotras tenemos una pequeña genealogía de este movimiento de cientos de miles de cuerpos en la calle que arranca el 3 de junio de 2015 con la primera marcha de NiUnaMenos, con doscientos cincuenta mil personas que fue realmente impresionante y además inesperado, sorpresivo. El 7 de noviembre de 2015, se introduce NiUnaMenos en España, también muy masivo. El 24 de abril de 2016, en México, se hace la primera marcha de Ni Una Menos: Vivas Nos Queremos. A partir de ahí, nosotras también tomamos el Vivas Nos Queremos, justamente para hacer hecho de esta complicidad que vamos creando entre distintas nacionalidades justamente para atravesar y derramar sobre los bordes. Después, el primero de junio de 2016, se hace la primera marcha en Brasil contra de la cultura de la violación, también con cientos de miles de mujeres en la calle. El 3 de junio de 2016, vuelve en Argentina la segunda marcha #NiUnaMenos, ya está Vivas Nos Queremos. Enorme también. El 13 de agosto, se hace en Perú la marcha Ni Una Menos, que es la mayor marcha hecha en el país. El 3 de octubre de 2016, se hace el paro de mujeres en Polonia como una protesta contra las restricciones a la ley de aborto y obviamente, esto nos envía el tono muchísimo.
Ya veníamos jugando con la idea del paro pero parecía que era una cosa imposible, que era como casi un chiste entre nosotras, y de pronto cuando vimos esto de las polacas, dijimos “ah bueno”, entonces sí podemos. Ahí se dio una coincidencia trágica el 12 de octubre mientras el movimiento de mujeres celebraba el cierre del Encuentro Nacional de Mujeres con una enorme manifestación, que eran como 70 mil mujeres tomando la ciudad de Rosario en Argentina, ocurre un hecho dramático: un femicidio terrible en la ciudad del Mar del Plata, donde, el año anterior, el movimiento de mujeres había sido reprimido violentamente en una articulación aparte siniestra de la policía del gobierno del PRO y grupos neo-nazis metidos adentro de la iglesia provocando un horror total. Y eso es lo que vuelve intolerable la situación, y decimos bueno hay que llevar esto al “next level” y ahí dijimos “paro de mujeres”. Ese paro fue increíble y se preparó en cinco días. Inmediatamente, cuando decimos “paro de mujeres”, a todas se nos ilumina la cara porque era un sueño hecho realidad: hace mucho que se habla y se sueña…
A partir de este paro el 19 de octubre comenzamos a tener diálogo con, por empezar, las mujeres de Polonia, también mujeres de Corea, que habían hecho también un paro en septiembre. Las compañeras italianas también empiezan a participar. Hacemos una primera acción internacional el 25 de noviembre, el día Internacional de Lucha para la Radicación de la Violencia Contra las Mujeres. Ahí participaron un montón de países, se trata de la primera vez que se hace una acción de este tamaño. El 26 de noviembre se da la histórica marcha en Italia Non una di meno, que es uno de nuestros grupos aliados favoritos, nuestras hermanas. El 21 de enero de 2017, se hace la enormísima marcha de mujeres en Estados Unidos, con réplicas en 600 ciudades del mundo, y nosotras pensa-
mos que esta marcha también es parte de esta genealogía, y tiene que ver con este movimiento masivo en la calle. Llegamos al 3 de marzo del 2017 con ya yendo a lo global con el paro internacional de mujeres que se realizó en 55 países, miles de ciudades en el mundo, por ya en la Argentina eran 120 ciudades y en Brasil eran también como 100, en Polonia, bueno en fin, era incontable en realidad porque el mapa siempre estaba incompleto, y estamos siempre trabajando con el mapa en Google Maps y siempre nos faltaba algo porque aparte también parar para nosotras significaba no solo no ir a trabajar, si no también dejar de hacer lo que se supone que tenemos que hacer. Juntarse aunque sea en pueblos, en el medio del campo se hizo el paro, se juntaban un par de compañeras y tomaban la foto diciendo acá estamos parando, acá estamos manifestándonos.
Entonces justamente tomamos el concepto de marea de las compañeras italianas, también que ya se viene trabajando desde España con estas movilizaciones, y es incluso más lindo pensar que no empieza con las compañeras italianas, si no que ya es un concepto que se va formando en la calle y atravesando distintas textualidades, idiomas, filosofías, y quería empezar pensando el tema del grito. El grito, la palabra NiUnaMenos que, a veces nos da mucha bronca que los medios hablen del hashtag #NiUnaMenos, pero no es meramente un hashtag como tal, o sea que también es un hashtag pero sobretodo es un grito que se ha transformado en un hashtag como un modo de comunicación masiva, justamente para usar ese rizoma que son las redes para potenciar y básicamente para mover los cuerpos en la calle. No es un movimiento, si lo quieren algunos, online o de redes sociales, sino que es un grito que ponen los cuerpos en la calle. Este grito es un resultado de una búsqueda poética. El movimiento nace de estas dos lecturas de poesía y no es casualidad que seamos un grupo colectivo original, un grupo de escritoras de distintos órdenes, que nos dedicamos a esto, y que hemos puesto nuestras capacidades al servicio de una transformación social. Esto, obviamente, nos ha dado un sentido enorme a nuestra tarea cotidiana y nuestro trabajo intelectual mucho más allá de la mera supervivencia a la que estamos sometidas como trabajadoras precarizadas y jornaleras. Entonces, aparece como una búsqueda de una contranarrativa pero nutrida por el lenguaje poético, nutrida justamente por el intento de articular cuerpo y lenguaje que no quede, digamos, en un lenguaje político vacío o un lenguaje político burocratizado.
La idea es que decimos grito, no un nombre, es un grito porque pone en juego la vibración corporal. Es un grito que rompe el lenguaje político que es obviamente un territorio de machos. Por eso es un grito que está nutrido entonces por miles de tradiciones, pero a mí me interesa una que tiene que ver con lo que llamamos las lenguas de las locas. Locas somos todas los que aparecemos en un espacio público que está reservado para hombres. Locas fueron las Madres de la Plaza de Mayo, las locas, las viejas. Locas también han sido el primer movimiento de LGBTQ, es de locas, y fue tratado explícitamente de una política de las locas con el frente de la liberación homosexual en los años 70 en la Argentina, después se tradujo esto a Brasil. Hay una genealogía de locas que tiene que ver, locas somos las mujeres, locas son los gays, locas son las trans, locas son las viejas. En fin, locas somos todas las que no somos machos. Locas somos todas las mujeres moleculares. Entonces esta lengua de locas, que es una lengua entrenada y ejercitada en la poesía y que explota en los cuerpos e irrumpe en este lenguaje político, aunque los diarios quieren ponernos en suplemento mujer en la página de atrás y demás, justamente como un modo de poner a disposición una lengua capaz de expresar la protesta social. No una lengua estandarizada; los impulsos de transformación que vienen obviamente del cuerpo, esto que nos pasa todos los días, choca normalmente con una lengua que no puede transmitir eso. Entonces eso para nosotras es super importante, es nuestra forma de comunicación porque es lo que sabemos hacer.
Esta puesta a disposición de un lenguaje político nuevo tiene que ver con la creación colectiva o sacar las individualidades de la escritura y producir un dispositivo colectivo de enunciación como lo pensaba Deleuze y Guattari en términos de la literatura menor. Nosotras tenemos una lengua menor justamente porque es una lengua de locas, que se empieza a discutir como cuando nos hemos sentado a discutir con los sindicalistas, la CTA, etcétera, es verosímil un grupo de locas podamos ir a llamar un paro y jódanse. Convocamos esto a cuerpos sexuados a un devenir mujer. La teoría encontró un campo real, porque devenir mujeres es un concepto importantísimo como clave para la acción política. De pronto empieza a pasar en el cuerpo lo que venimos trabajando en la teoría y de más, cosa que es fascinante, sobre todo para las que venimos trabajando con esto. Este devenir, justamente, genera una explosión creativa, que es lo que vemos en las marchas, vemos en los cuerpos, como vemos, muchísimas mujeres van topless con escrituras, con obras de arte en el cuerpo. También se ha producido una explosión artística, no solo para las marchas en sí, sino en la vida en general, porque justamente esta micro revolución transforma quiénes somos. Dejamos de ser mujeres en el sentido capitalista o en el sentido tradicional de ser mujer, que es estar en el espacio privado, ser subalterna, poder hacer ciertas cosas y no otras. Estamos liberando potencias y aprendemos a hacer cosas que no sabíamos que podíamos hacer como cortar la calle o subirse a un escenario y gritar y hablar con doscientas mil personas o sentarnos a imponernos en sindicatos y a los partidos políticos y demás.
Esto también ha generado una revolución artística, me parece, justamente con una compañera, cuando seguíamos preparando el paro del 19 de octubre al 8 de marzo nuestra vida pasó a ser como una locura de otro planeta porque pensamos entonces que ahora podíamos hacer cualquier cosa. Perdimos el miedo y los límites sobretodo. Con una compañera, Fernanda Laguna, es una artista y escritora que hemos estado en este mismo lugar hace doce años presentando belleza y felicidad, hicimos una recopilación de todo lo que se había creado pero no nosotras sino nuestras amigas, los distintos colectivos, en fin muchísimos colectivos, toda esta, no sé cómo decirlo, una cosa nueva que no es arte, no es político o es arte y política juntos pero superando también esa politización del arte; porque es como otra cosa, es como poner esto a disposición de imaginar un mundo nuevo. Porque lo que estamos haciendo finalmente es imaginar un mundo nuevo.
Nosotras siempre decimos “nosotras ponemos en práctica el mundo en que queremos vivir”. Eso es lo que hacemos en las marchas, donde se experimenta una sensación increíble de encuentro, de mismidad, no es que somos todas mujeres uniformes, pero hay algo, que las mujeres, las locas, las trans, varones trans, todas las monstruas que vienen. Tenemos algo, que hay una correspondencia de forma de todas nosotras. Hay algo que se está comunicando y conectando que está más allá de las palabras. Por eso ponemos los videos, para que se vea las caras, lo que sentimos en esos momentos. Pero también las asambleas, aunque también las asambleas hay mucha pelea, pero también en nuestras reuniones, cuando nos sentamos a escribir juntas, osea salimos de nosotras mismas para crear como un cuerpo colectivo. Y en ese encuentro, como decía Marta, hacemos de nuestro dolor poder. Transformamos nuestras lágrimas en diamantes. Eso aparecía en unas de las obras que pusimos en la muestra que se llama “Mareadas en la marea”, porque justamente estamos inmersas en esta marea donde la marea no tiene dueñas, no tiene líderes, no hay representación en la marea. En la marea estamos todas y cada una puede venir a poner lo suyo y es siempre recibido en la marea y entonces se nutre de lo que todas venimos a traer. Hacemos también del duelo una fiesta. En la marcha del 8 de marzo quedó muy claro porque hicimos literalmente una fiesta. Vino un grupo, un colectivo de jóvenes que se llama Kids, que son DJs, y pusieron sus equipos de música, parlantes, y armaron una fiesta rave, que duró, se extendió después de la marcha. Esto es lo que levanta el patriarcado, pues no podía aguantar esta alegría y este desborde que sentimos. La marcha terminó siendo violentamente reprimida por la policía que con 25 compañeras detenidas con apremios ilegales, maltrato, golpes, una violencia extrema que nosotras no imaginábamos que iba pasar. Esto también nos muestra que justamente hay miedo del otro lado. Cuando nosotras nos empoderamos, bailamos, gritamos y nos imponemos, hay otros que tiemblan, no solo la tierra tiembla, tiemblan los machos.
Para pensar un poquito lo de la marea, la marea es un movimiento de deseo. Literalmente una marea del mar es un movimiento de fluidos por fuerza de atracción entre cuerpos celestes: la tierra, la luna y el sol. Esto me parece como una imagen muy linda para pensar esto que sentimos, este reconocimiento y estar juntas, que tiene que ver con esa atracción. La marea también afecta la vida. Las mareas transforman; entra el agua, no es un tsunami o algo que viene y rompe todo, pues no nos organizamos para cambiarlo todo, pero a cambiar con paz y amor. No queremos combatir la violencia con más violencia. La marea entra y transforma el hábitat, transforma los ecosistemas, transforma las relaciones entre los individuos, entre las formas de vida y crea, entonces, nuevas formas, nuevos arreglos, nuevas constelaciones entre los cuerpos. La marea tiene como método la horizontalidad. Las fuerzas que mueven las mareas en la Tierra, digamos desde el punto de vista de la escenografía, son fuerzas horizontales. También es una clave para nuestro movimiento. La horizontalidad, la no-representación, la transversalidad, es decir, la construcción de alianzas y la inclusión de distintas frentes de lucha, de distintos contextos, distintas generaciones, religiones, etnias, nacionalidades, lenguas, trayectorias políticas, y la interseccionalidad que tiene que ver con entender las formas de violencia desde distintas perspectivas. No es lo mismo la violencia que sufren las mujeres de clase media urbana que la que sufren las mujeres en un ámbito rural. Nos nutrimos entonces de distintas experiencias del feminismo, del feminismo negro, del feminismo de pueblos originarios, que en este momento, está liderando luchas por la preservación de la naturaleza, contra las agrotóxicos y el extractivismo.
Hemos conectado con la ecología desde una perspectiva mucho más radicalizada. Incluso, estamos hablando de una ecología del 99%. El feminismo del 99% hace máquina con todas estas luchas y las va incorporando. Por eso, en principio, empezamos con femicidio, y logran instalar el tema femicidio en los medios como no hechos aislados, no violencia doméstica, sino como una violencia sistemática. Hemos logrado conectar eso con la violencia económica, donde lo que quedó con nosotras ya era evidente, pero se ha vuelto evidente masivamente. Por lo menos se ve en las plazas, en las comunicaciones de ya miles de colectivos de Ni Una Menos que existen alrededor del mundo, y es que la violencia contra las mujeres es un problema estructural del capitalismo. No es un accidente. Este movimiento se ha transformado en un movimiento anticapitalista, antineoliberal, anticolonialista y anti-racista. Así es como crece la marea también con la traducción con una política de la traducción y quiero mencionar que están presentes muchas de nuestras traductoras. Hemos logrado crear estas alianzas insólitas, justamente por la solidaridad. No quiero decir esto pero lo voy a decir, y es que también en mis clases de GLS hemos hecho talleres de traducción. Ni Una Menos se mete en todos lados y explota toda la situación y transforma todo. Incluso transforma nuestras prácticas académicas. De hecho, hoy estamos acá en ese mismo sentido. Lo que se genera son alianzas insólitas –personas, clases, etnias, que tienen luchas separadas o que se percibía mutuamente con tensión y de pronto logran estar juntas. En esa unión, es donde justamente nos volvemos infinitas.
Esta micro revolución que nos pasa en el cuerpo hace que nosotras logremos transformar funcionalmente o refuncionalizar la tecnología de comunicación, que es una tecnología de control y de consumo, pero hemos logrado transformar las redes en una convocatoria. El movimiento es una red de gente, pero sacando gente de la computadora o de la vida virtual y poniéndolos en la calle como uno de los grandes desafíos para la cultura digital. Y también las medidas de fuerza, como el paro de mujeres. El paro siempre está convocado por cúpulas sindicales, está burocratizados y cuando nosotras decimos “Paro de mujeres”, hacemos algo que es totalmente diferente. Nos apropiamos de la herramienta. Decíamos cuando estábamos promocionando que nos apropiamos del tiempo, deseamos y paramos porque es un movimiento donde nos mueve el deseo. Como nos mueve el deseo, esto es una cuestión de energía. Ni Una Menos se ha transformado no solo en una contraseña sino, también para mí, en palabras mágicas.