Por: Oscar Gonzalo Espinoza Sandoval
Foto: Christian Mackie
ESCENA 1: PATIO, EXTERIOR, DÍA : La cámara sube desde debajo de la mesa. Lo primero que vemos es a María Gracia y Elena (son vecinas), quienes están ordenando una de las cinco mesas con comida en el patio de la casa de María Gracia. Las mesas van a recibir a los invitados a la fiesta que han organizado junto a sus maridos. Elena pone los vasos y María Gracia la comida.
ELENA
¿Trajiste los canapés?
MARIA GRACIA
Si, o sea… los hice yo. Vi un video en YouTube y sabí que no es tan difícil. La Julia le pone mucho cuando dice que cocina tanto en mi casa, si está todo ahí.
Lo dice en voz baja, acercándose a su oído.
Iba a pedir algo como unos ñoquis, algo sencillo, ya último minuto me dijeron que no podría llegar a la casa por todo esto que está pasando. Que había varias calles cortadas y no sé qué otra cosa.
ELENA
Yo hice algo que ya sabía: el pisco sour especial de la Nene. Me quedé, uf.
MARIA GRACIA
¿Pero no que era sin trago la comida?
ELENA
¿Era? Bueno, mira un poquito de pisco no le hace mal a nadie, así se distiende un poquito el ambiente por si las cosas se ponen complicaditas. Hey tú, no, ahí no, el piano tiene que ir más atrás y los parlantes tienen que estar en el patio. Si esta cosa es una fiesta poh hombre.
Elena apunta a los garzones y les da indicaciones para ordenar las mesas.
Que una no pueda descansar.
MARIA GRACIA
Estoy nerviosa, gansa. No sé en qué estábamos pensando cuando le dijimos que sí al José Eduardo ¿Habrá sido una buena idea?
ELENA
Sí, la vamos a pasar bien. Empaparse un poco del olor al metro nunca hace mal. Te hace apreciar lo que tienes.
MARIA GRACIA
Puede ser. Es que tener a tanta gente en la casa no me gusta. Oye, me acabo de percatar de algo ¿Quién los va a atender?
Elena las apunta a ambas.
MARIA GRACIA
La hueá. Ojalá llegue la Cristina para que ayude en algo ¡Ay! ya me estresé. ¿Tienes un poquito de la receta de la Nené?
Elena saca una botella debajo de la mesa y le sirve un vaso.
ESCENA 2: BUS, INTERIOR, DÍA : Se ve el parque Bicentenario por la ventana de un bus privado en el que van Julia (34), Andrea (44), Silvia (71) y Daniela (20), camino a la casa de María Gracia. Las cuatro son empleadas domésticas de las tres familias que van a la comida. Entre ellas no se conocen, por lo que van en silencio y con actitud de molestia y nerviosismo. No saben dónde van. Se miran entre sí y una decide romper el silencio. Andrea habla:
ANDREA
¿Quién las invitó a ustedes?
DANIELA
A mí, el señor Casanova. Me avisó ayer en la tarde cuando me iba para mi casa. Me dijo: no hagas planes para mañana en la tarde. Tampoco tenía mucho qué hacer, así que vine. Si. Mejor que quedarme en mi cama haciendo nada.
JULIA
Uy, te llama el jefe, jajaja. Cuidadito ¿ah? que a los jefes les calientan las venezolanas.
SILVIA
Por favor, esos comentarios.
JULIA
Ay, señora, no se meta. Si ella sabe de lo que hablo, ¿o no?
Daniela baja la mirada, incómoda.
ANDREA
A mí la señora Cristina me mandó un WhatsApp informándome la hora y el lugar en que debe estar. Yo pensé que era para trabajar. Cuando me dijo que éramos las invitadas quedé pa ‘la cagá. No cacho qué onda.
DANIELA
¿Fue una invitación?
ANDREA
Algo así.
JULIA
Lo que es a mí, casi que me obligaron a venir.
ANDREA
¿Cómo te van a obligar?
JULIA
Así fue, poh. Llegó la señora María Gracia y me dijo: ¿Cuál es tu dirección? Te van a pasar a buscar para venir a una comida mañana. Yo también pensé que tenía que trabajar otro fin de semana más. Pero ahí la señora me dijo que era una comida para nosotras. Yo quedé cachúa. No entiendo qué hueá querrán. Ojalá haya harta comida y copete, con eso me doy por pagá por perder un finde en la casa de los patrones.
SILVIA
¿Y dónde la fueron a buscar?
JULIA
A la Santa Olga ¡¿Qué?! ¿Algún problema?
Julia responde de una manera muy agresiva. Las demás se asustan.
SILVIA
No, ninguno.
Silvia se ríe de manera irónica.
JULIA
¿A ver? Dígame, poh ¿No se las sabe por libro, señora?
DANIELA
Chiquillas, no peleen por favor, pasémoslo bien. Parece que es una fiesta para nosotras por lo que dice… ella ¿No es bonito? ¿Una atención de los patrones?
Todas se quedan en silencio mirando a cualquier parte.
JULIA
Soy Julia guachita. Ese es mi nombre.
DANIELA
Un gusto, Daniela Chamorro.
JULIA
Hola. Oye, ¿Y por qué vai vestida así? Parece que vai a la gala del Festival de Viña, hueona.
Julia se ríe y Daniela no entiende de qué está hablando.
ANDREA
Relájate cabrita mejor. Andai muy chorita.
JULIA
Lo siento huacha, soy sincera no má.
ANDREA
Erí mal educada tú, eso es lo que pasa.
SILVIA
Ya, ¡Cálmense las dos! Por favor. Compórtense, parecen pendejas del liceo. Y tú, trabajamos juntas, así que no te hagai la cuica de que no me conoces.
JULIA
Hace unas semanas no más. Con cuea me ha dicho hola usted.
DANIELA
Sí chiquillas, tranquilas. Yo ya estoy súper nerviosa. No pongan mala onda. Es que es rara la invitación ¡Y tan lejos! Yo vengo desde Pudahuel ¿Iremos a sus casas?
JULIA
¿Alguien sabe cuánto falta para llegar?
DANIELA
Sin cacho.
JULIA
Por la chucha, ¡estoy chata!
SILVIA
Esa boca niña, por dios. No, si la juventud habla tan mal hoy en día, no lo entiendo. Antes nuestros papás nos obligaban a hablar bien, si no, correa. Y bien merecida. Ahora claro, los jóvenes hacen lo que quieren.
JULIA
Tengo treinta y cuatro, señora.
SILVIA
¡Bueno, yo tengo 71!
JULIA
¿Y por qué todavía trabaja?
Todas se miran y no responden.
ANDREA
Tranquilícense, ya vamos llegando.
ESCENA 3: EXTERIOR, DIA, CASA DE MARIA GRACIA: Se ve que el bus se estaciona en una calle de Providencia y ellas se bajan.
DANIELA
¿Es aquí o no?
SILVIA
Es la casa de la doña.
JULIA
Oye, es que estas casas son todas iguales. Siempre me confundo cuando llego.
Se escucha que abre la puerta y entra a la casa de María Gracia. La casa es de tres pisos, muy grande y con un patio verde y con varios árboles. Caminan en cámara lenta; tres de ellas caminan en silencio y con timidez. En cambio, Julia, lo hace con decisión, con una sonrisa y hablando fuerte.
JULIA
Estoy súper cansá, me duelen las piernas tantas horas de viaje. Esta hueá queda muy lejos.
SILVIA
¿Y todos los días te quejas cuando llegas?
JULIA
Eh… sí.
ANDREA
Al trabajo se llega feliz, por tener trabajo.
Julia le hace una morisqueta.
Cuando van en la mitad del camino, María Gracia y Elena se acercan a ellas en cámara lenta, muy incómodas y sobreactuadas. La cámara las muestra a las seis.
ELENA
¡Hola! ¡Como están! Qué bueno que pudieron venir. De verdad esta idea se le ocurrió al José Eduardo el miércoles pasado. Lo puso en el WhatsApp de acá, mientras quemaban unas iglesias allá en el centro y al principio pensamos que quizás era un poco hueón, un poco, no sé, peligroso. Pero mira, fíjate que podría ser una estupenda oportunidad para conocernos mejor, hablar de nosotros mismos, eso es súper bueno ¿O no? Necesitamos hablar.
Se produce un silencio incómodo. Las nanas no miran a los ojos a María y Elena.
MARIA GRACIA
Aquí tienen sus nombres en estos papelitos. Es para que sea más fácil comunicarnos, como no nos conocemos todos …
María Gracia se los pasa bruscamente y Elena la mira preocupada. Las cuatro toman los papeles y se miran entre sí, sorprendidas.
ELENA
La vamos a pasar chancho, van a ver no más. Con la María Gracia organizamos unas actividades súper entretenidas, así que no se sientan incómodas. Aquí todos van a ser muy simpáticos e inclusivos. ¿Ya? Vamos, pasen por aquí.
Las trabajadoras sonríen a la fuerza y siguen a las señoras quienes las dirigen hasta el quincho de la casa, donde hay cuatro sillas ubicadas en fila, enfrentado frente un semicírculo de otras sillas. Detrás, cerca de la piscina, hay cuatro mesas donde comenzaron y beben unas veinte personas, invitados también al cabildo. La cámara enfoca a las trabajadoras por la espalda y en la cámara lenta. Al llegar al quincho, Elena les señala las sillas, indicándoles con la mano que se tienen que sentar. Ellas se miran con preocupación y nerviosismo. Sus jefes están sentados en el semicírculo, hablando entre sí y riéndose. María Gracia camina hacia la casa sin mirar atrás. La primera en sentarse es Silvia, luego Daniela, Julia y al final, Andrea.Una vez sentadas, la cámara les enfoca las cabezas, y en el frente se ven sus jefes, quienes las miran. Están José Eduardo, Cristián y Manuel. Estos dos últimos se susurran al oído mirando específicamente a Daniela. Cristian se ríe muy fuerte y Julia lo mira desafiante. José Eduardo, dueño de casa y organizador del cabildo, se percata y se levanta de su silla con aire ceremonioso y amable, acercándose a las trabajadoras con las manos en los bolsillos.
JOSÉ EDUARDO
Hola. ¿Cómo están? ¿Bien? Yo las veo muy bien así, de calle, así, ¿Eh? como dicen ahora, más piola, más relajadas. Silvita, usted como siempre con una elegancia desbordante, por dios. Bueno, usted y Julia ya conocen la casa, pero ustedes no, ¿Cierto? No. Antes de empezar esto, les tengo que decir que no hay cierta preocupación en sus ojos. Tienen que estar tranquilas porque aquí nadie se las va a comer. Quizás el guatón Sepúlveda, pero hoy se comportará, ¿Cierto guatón?
A lo lejos, cerca de la piscina, el Guatón levanta la mano izquierda riéndose; con la otra sostiene un choripán. José Eduardo comienza a pasearse frente a ellas con actitud de superioridad. No las mira a la cara. La cámara lo sigue, viéndose en el fondo a las trabajadoras en desnivel respecto de él, y difuminadas.
Quiero contarles el motivo de esta reunión. Las invitamos aquí hablar las familias Ruiz, Navarro y Goicolea, para poder con ustedes fuera del ámbito laboral. Todo lo que pasó y lo que sigue pasando en el país, nos ha hecho querer acercarnos a ustedes y escucharlas. Eso queremos hoy. Oír de ustedes. Siento, y sentimos, que es el momento de hacerlo. Les voy a contar una historia. Yo me desperté hace una semana en la mitad de la noche con el corazón acelerado. La Mechi se preocupó y me fue a buscar una agüita con azúcar. Respiré hondo; sudaba, el pijama estaba empapado. Cuando me calmé, lo supe. Tenía que hacer un cabildo. Con ustedes.Necesitamos hablar ¿O no? Sí, lo necesitamos. Todos juntos. Necesitamos estar juntos. Unidos.
MANUEL
Sí poh, tienen que sentirse cómodas no más chiquillas, hoy no tienen que servirnos.
Cristián se ríe y José Eduardo sonríe.
JOSÉ EDUARDO
Así que empiecen. Sin miedo. “Con todo si no pa´ qué” como dicen.
Las mujeres se miran incómodas y ninguna toma la iniciativa. Los demás invitados comienzan a reunirse en torno suyo. Julia se acerca a Daniela para hablarle en voz baja.
JULIA
Yo pensaba que querían que limpiáramos el wáter.
Daniela se ríe. Cristián Navarro la mira con reprobación
CRISTIÁN
¡Tú!
JULIA
¿Yo?
Cristian la apunta con la mano, con una expresión de enojo.
Ah, ok ¿Qué, quieren qué saber?
CRISTIÁN
Queremos escucharte, poh ¿No escuchaste a José? Vinieron para hablar, para desahogarse. Para decirnos porque están todos tan enojados. Necesitamos sable. Y ustedes son las que tienen que decirnos lo que pasa.
Julia lo mira con un poco de susto; su actitud desafiante se esfuma. José Eduardo le habla al oído a Cristián y ambos se ríen. José le pega suavemente con la palma en el hombro. La cámara enfoca específicamente ese gesto.
JOSÉ EDUARDO
Perdónalo, Julia, no quiso hacerte sentir mal, sino que todo lo contrario. Lo que queremos es que se sientan en un ambiente de confianza y seguridad para poder hablar de sus vidas, de sus problemas, de sus deseos, de sus sueños. Poder conocerlas de verdad. Hasta hoy, nosotros hemos tenido conversaciones vagas con ustedes, así a la pasada, después del trabajo o camino al trabajo. Ahora nos vamos a tomar este tiempo para parar y escuchar.
José Eduardo cierra los ojos y las mujeres se miran.
JULIA
Prefiero que hablen ellas primero, yo no sé qué decir ahora.
JOSÉ EDUARDO
Silvita, ¿Puede comenzar usted?
SILVIA
Si, señor, por supuesto.
JOSÉ EDUARDO
No, por favor, no me diga señor. Y esto va para todas. Y para los demás. Aquí no hay señores ni empleados. Somos todos iguales.
Los asistentes al evento se miran con extrañeza; las mujeres también. José Eduardo se sienta y la cámara lo enfoca a él, entremedio de Silvia y Andrea. Luego la cámara se enfoca únicamente en Silvia.
SILVIA
Bueno, yo no tengo nada por qué quejarme. Veo a la gente en la calle y la mayoría está enojada, llena de rabia, con ganas de quemarlo todo ¿Esa gente no se acuerda como estábamos antes? No teníamos ni para comer. Si yo digo la JAP, me mirarían con cara de “vieja de mierda”, perdón por la palabrota, pero es la verdad. Así me mirarían. La juventud cree que todo empezó ahora, pero antes, éramos pobrísimos.
María Gracia interrumpe a Silvia desde su asiento, y la cámara la enfoca a lo lejos.
MARIA GRACIA
Pienso igual que usted Silvita, hay mucha envidia en la gente, malos sentimientos. Rencor. Odio. Tenen odio en su corazón.
CHRISTINA
La gente quiere lo nuestro oye, eso es. Es por la plata. Todo el hueveo es por la plata. Nada más. Quieren plata.
Tres jóvenes: Sebastián (21), Francisca (19) y Javier (23), están sentados en un sillón cerca de la piscina. Beben cerveza y miran a sus padres con rostros hastiados.
SEBASTIÁN
Que habla hueás tu mamá ¿ah?
FRANCISCA
Intento no escucharla. Me funciona repetir en mi cabeza: “No tiene talento, pero es muy buenamoza, tiene buen cuerpo y es otra cosa”. No sé porque esa hueá viene a mi cabeza cuando la escucho ¿Es raro no? Podría ser cualquier otra canción, pero es esa. Quizás la cantaba mi vieja cuando era joven.
SEBASTIÁN
Una expolola me decía que escuchaba lo que quería escuchar. Nunca supe si era verdad que no escuchaba. Igual, penca porque me lo decía cuando le hablaba.
JAVIER
Como Piñera.
SEBASTIÁN
Viejo culiao.
FRANCISCA
¡! Ah !! ¡Tengo mucha paja! No debería estar acá. Yo iba a ir a Plaza Italia con la Ximena. Y mi vieja me obligó a venir pa ‘acá.
JAVIER
Plaza de la Dignidad.
FRANCISCA
Como mar. Esto me parece una mierda, un circo. Las traen acá como si fueran una atracción. Mis papás no sé cómo se prestaron para esto.
SEBASTIÁN
Yo encuentro que está bien. Quieren que se sientan mejor
FRANCISCA
¿Y esta es la forma? ¿Te parece? ¿Sentarlas así? Mírales las caras. Parecen pensar que las van a matar.
SEBASTIÁN
Erí muy exagerada, hueón.
FRANCISCA
Ya me aburrieron. Voy a buscar una chela.
SEBASTIÁN
Sí, anda tú no más porque hoy nadie te lo va a traer.
La cámara sigue a Francisca hasta entrar a la casa y continúa mostrando los asistentes al cabildo, escuchando atentamente lo que dice Silvia.
SILVIA
Sí, así mismo como dice la señora. Igualito. Hay puro odio en la calle.
JOSÉ EDUARDO
¿Y cómo crees que esto se puede solucionar? ¿Cómo la gente puede dejar de tener tanto odio en su corazón?
SILVIA
A palos no más. Yo aprendí así. Me acuerdo de que cuando era niña no podía aprender a restar y mi mamá me pegaba cada vez que no podía hacer los ejercicios. Me sentí mal, como cabra tonta, pero ahora si lo miro para atrás, digo: no, estuvo bien. Tenía que aprender, y si solo aprendí a golpes, así no más tenía que ser. Los cabros jóvenes van a tener que aprender igual.
La cámara enfoca al grupo de jóvenes que la miran con rabia, y las demás trabajadoras también.
CRISTIÁN
Pienso lo mismo que usted, Silvita, hay mucha libertad hoy en día.
JOSÉ EDUARDO
Pero Silvita ¿no será mejor el diálogo, la conversación, el entendimiento?
Julia se restriega los ojos en signo de hastío.
CRISTIÁN
Hay gente con la que no se puede conversar, poh hombre.
JOSÉ EDUARDO
Con todos se puede hablar. Por eso estamos aquí. Esa es la razón por la que cree el grupo de WhatsApp. Vivimos en el mismo barrio y muchas veces por la vorágine de cada día no nos paramos en pensar en la vida de los más desafortunados. Nosotros somos privilegio.
María Gracia y Elena beben del pisco sour de la Nené, encubierto en una taza de café.
SILVIA
Es que hay gente con la que no se puede hablar pues, ese es el problema.
MANUEL
La Silvita tiene razón ¿ah? El otro día intenté hablar con un compadre en la fila del supermercado que estaba gritando consignas a favor del “pueblo”, que los derechos humanos, que la represión. Yo le dije: A ver compadre, ¿Si alegai tanto con el alza del metro, con que está todo caro, por qué comprai en el Jumbo? ¿Por qué andai con zapatillas de cien lucas? ¿Por qué tení el tonto celular? El compadre se quedó mudo, hueón. No supo qué decirme ¡No dijo nada! Me cagué de la risa.
Los jóvenes se tapan la cara y los jefes se ríen.
MARÍA GRACIA
A mí me pasó algo parecido el otro día, con una de esas del pañuelo verde, en el banco. La galla gritaba como vaca en matadero. Que la dejaran sola ¡No me toquen! ¡No me toquen!, Decía al ver a los guardias ¡Y nunca la tocaron! tan poco femenina que andaba ¿Quién la iba a tocar?
CRISTINA
A mí me da la impresión de que están pasá a pichí esas minas.
ELENA
A mí, una caca. Parecen cagás.
Cristina se acerca a María gracia y le dice en voz baja.
CRISTINA
A mí me pasa eso con ella (apunta a Julia)
María Gracia se incomoda.
MARÏA GRACIA
Ya no seai mala, hueona.
ELENA
Ay hueona, no te pongas así, si no te va a escuchar desde acá. Debe tener los oídos tapados.
Las tres se ríen. María Gracia con culpa.
CRISTINA
Eso me da la impresión de poco aseo personal. Como de feriante.
MARÍÍA GRACIA
Ya, no, en serio. Me incomoda que hablen así. Puedo hablar de gente que no conozco, pero la Julia es mi empleada, va a mi casa, viste y alimenta a mis hijos. No es lo mismo. No he sentido ningún olor malo. Creo.
Elena y Cristina se miran y beben de sus vasos.
SILVIA
El que trabaja duro tiene una mejor vida; los flojos y resentidos siguen donde mismo. Yo vengo de La Cisterna, y mis hijos son profesionales. Ingenieros y abogados. Trabajan en Ciudad Empresarial.
Silvia habla con orgullo y superioridad. Andrea le habla al oído a Julia
ANDREA
¿Y tienen pega en lo que estudiaron?
Julia se ríe, disimuladamente.
JOSÉ EDUARDO
¿Silvita, usted tiene alguna solución para el momento que vive el país?
SILVIA
Trabajo, trabajo y trabajo.
Los jóvenes se burlan levantando sus manos, imitando a un antiguo candidato. Manuel los ve y les habla muy violentamente.
MANUEL
Oye cállense, respeten, hueón. Parece que es una hueá que ustedes los jóvenes no conocen. Respeto. Nacieron con un celular metido en la raja y creen que por eso todo se puede, ¿no? ¡Respeten!
JOSÉ EDUARDO
Manuel por favor, sin descalificaciones. Llevemos adelante este cabildo en paz y tranquilidad.
MANUEL
Está bien, está bien. Ahora no se le puede decir nada a “los jóvenes”. Son vacas sagradas.
Manuel se va del círculo de la conversación y la cámara se mantiene en la cara de José Eduardo. Los jóvenes toman cerveza y hacen un círculo dando la espalda a los demás asistentes.
FRANCISCA
¿Qué le pasa? ¿Qué les pasa a todos aquí? Es tan raro esto. ¿A quién se le ocurrió esta actividad? ¿De dónde habrá sacado esta idea tu papá? Esto parece una sesión de terapia con Pilar Sordo, una….
SEBASTIÁN
Forma de sacarse la culpa de encima.
FRANCISCA
Eh… no sé si llamarlo culpa, quizás cargo de conciencia.
JAVIER
¿No es lo mismo?
FRANCISCA
La culpa es más grave. Significa que sabías que tenías que hacer algo y no lo hiciste, al propio. Cargo de conciencia es, no sé, hablarle mal a alguien, ¿curarte raja?
JAVIER
Nah. Estos cuicos tienen miedo. Están cagados de miedo que ellas se rebeleny les quemen sus casitas compradas a 360 cuotas, o los denuncien en la Dirección del Trabajo, por explotación.
FRANCISCA
¿Cuicos? No te hagai el abajista tampoco, si voh erí igual de cuico que nosotros. Y estoy segura de que la casa de tus viejos la compraron al contado. Cuatrocientos palos en efectivo.
JAVIER
Que hablai hueás.
Javier se levanta y va a tomarse una cerveza. Sebastián y Francisca lo miran irse. La cámara lo sigue a él y viaja hasta la mesa principal que tiene cientos de botellas de cervezas y comida. Javier toma una cerveza y mira hacia el punto de la reunión. Han estado en silencio por varios minutos y la incomodidad se siente en el ambiente, luego de la intervención de Silvia. Daniela incluso está quedándose dormida. Se toma las pestañas y las tira hacia arriba para mantenerse despierta.
JOSÉ EDUARDO
Daniela, ¿te sientes bien?
Daniela abre los ojos muy exageradamente y asiente con la cabeza.
DANIELA
Qué pena …
JOSÉ EDUARDO
Está bien, no te preocupes. Me gusta…
Daniela lo interrumpe, hablando con la mirada hacia un punto fijo que no es nadie en específico. La cámara ahora se centra en su rostro.
DANIELA
Siempre estoy cansada. No sé por qué. Es algo que me preocupa mucho. ¡Mierda! Perdón, no quería decir una grosería, pero chucha, tengo veinte años. No estudié cinco años en la universidad, no tengo hijos como todas mis amigas del colegio allá en Venezuela, no tengo grandes responsabilidades más que… yo ¡No debería cansarme tanto! ¡Tengo veinte años! Mi viejo tiene ochenta y aún trabaja de lo más bien en su taller de autos. También hace de todo en la casa. Le ayuda mi mamá. Pero yo no tengo energía aquí en Chile. Quizás por eso señora Cristina, usted piensa que yo soy floja, que tengo anemia, que por eso me desmayo tanto, pero se lo juro que es puro cansancio.Después del trabajo no puedo hacer nada ¡Ni cocinar!
Daniela empieza a llorar. Cristina es observada por todos.
CRISTINA
Danielita, esto ya lo hemos conversado. Sabes lo que te he dicho. La proactividad en el trabajo es muy importante, y aunque uno se sienta mal, tiene que hacerlo. Muchas veces yo no he querido ir a supermercado, porque me da una lata atroz, pero hay que hacerlo ¿Si no, quién va a saber comprar lo que yo quiero? ¿Mi queso crema alemán bajo en grasas? Nadie. Tienes que hacer la cama para volver a acostarte, tienes que lavar los platos si quieres volver a comer. Es algo básico. No pido mucho del servicio doméstico.
Daniela queda desconcertada al escuchar a su patrona.
DANIELA
T iene razón. Voy a intentarlo, voy a mejorar.
CRISTINA
Es que debes hacerlo. Hay mucha gente afuera, sobre todo como tú, queriendo trabajar, queriendo esforzarse para salir adelante. Hay mucha competencia allá afuera, considerando la crisis.
Julia se rasca las cutículas con rabia, y Andrea está enfurecida. Silvia asiente.
ANDREA
Perdón por entrometerme ¿ah? pero quizás ella tiene una enfermedad, o se alimenta mal ¿Alguna vez le ha preguntado si almuerza bien? ¿O si acaso almuerza? ¿Sabe esas cosas?
CRISTINA
El almuerzo lo hace la Eliana, mi otra nana, cada día, y me consta que es riquísimo, porque lo he probado un par de veces. Así que mal alimentada la Daniela no está. Yo creo que esto más que enfermedad es flojera, que a fin de cuentas también es una enfermedad.
Andrea se enfurece, pero intenta calmarse.
ANDREA
¿Usted sabe a la hora que se levanta ella para llegar a su casa?
CRISTINA
¡¿Y esa hueá qué tiene que ver ?!
ANDREA
Andar cuatro horas al día en micro cansa a cualquiera.
JULIA
Y eso, sin contar la combinación con el metro.
Las cuatro respiran profundo.
ANDREA
Andar en micro cansa, señora. Quizás ninguna lo dice, porque, ucha, pa qué poh. Una no quiere ser poco proactiva. Aunque no debería ser necesario decirlo para que ustedes lo sepan.
JOSÉ EDUARDO
A veces no podemos vernos. Para eso las invitamos a esta actividad para conocerlas, para conocerlas de verdad.
JAVIER
¡Dile cabildo papá!
Todos lo miran y Francisco se amurra.
ANDREA
Eso está muy bien, me parece perfecto, muy humanitario de su parte. Ojalá nos escuchen de verdad, que este “cabildo” sirva de algo.
Cristina se enoja.
CRISTINA
¿A ver? No me gusta nada tu tonito, te estas sobrepasando tú.
Elena le habla al oído a María Gracia.
ELENA
Y eso que aún no ofrecemos el cóctel, gansa. Estas gallas nos van a sacar la chucha que seguimos así.
MARÍA GRACIA
Apuremos la cosa entonces. Y de paso métele un clon al vaso de la Cristi, que está a punto de pegarle a esa tipa.
ANDREA
No estoy usando ningún tono, así hablo yo, la señora Elena puede confirmarlo ¿Cierto señora?
Despistada, Elena levanta el dedo pulgar y asiente a lo dicho por Andrea con una sonrisa fingida.
ELENA
No sé qué cresta dijo, pero no quiero crear conflictos.
María Gracia le hace un gesto de aprobación.
ANDREA
Soy frontal, digo las cosas a la cara, no me ando con rodeos ¿Cierto señora?
Elena no la mira y levanta el dedo.
Porque también podría decir lo mismo de usted, su tono tampoco me gusta. Es bien agresivo.
Julia le da un apretón en el brazo.
CRISTINA
¿Qué te has creído?
Cristina hace el ademán de levantarse, pero José Eduardo le toma firme el brazo.
JOSÉ EDUARDO
Cálmate. No lo diré dos veces.
Cristina se calma y se vuelve a sentar. José Eduardo se acerca a su oído.
JOSÉ EDUARDO
Pídele disculpas.
Cristina se sorprende.
CHRISTINA
¿Cómo?
JOSÉ EDUARDO
Pídele disculpas.
CHRISTINA
No voy a hacer eso. No voy a rebajarme.
JOSÉ EDUARDO
¿Para qué crees que estamos acá, si no es para eso?
Cristina se queda en silencio unos segundos. Los demás la miran de reojo.
CRISTINA
Disculpa si te sentiste atacada. No fue mi intención.
ANDREA
Gracias.
JOSÉ EDUARDO
Andrea, siento que tienes mucha rabia en tu interior ¿Por qué estás tan enojada?
Andrea se queda en silencio.
ANDREA
Sí, tengo rabia, tengo mucha rabia. Pero no voy a contar mi vida frente a ustedes como si fuera un animal de circo. Algo me queda de dignidad.
La cámara enfoca a lo lejos a Francisca, quien mira a Andrea, sentada en el pasto, junto a Sebastián y Javier.
FRANCISCA
Esa hueona me cae bien. Es valiente.
SEBASTIÁN
Si, pero por chorita se va a quedar sin pega. Y ahí no va a estar tan feliz.
FRANCISCA
Por lo menos es sincera, algo que escasea por estos lados. Oye Javier, tráeme una chela, porfa, ¿ya?
Javier la mira enojado, y Francisca le sonríe y hace pucheros. Javier busca en el suelo alguna cerveza, porque le da flojera ir a la mesa. Encuentra una y se la pasa a Francisca.
JAVIER
Toma.
Francisca la toma y bebe un gran sorbo.
FRANCISCA
¡Oh! Perdón, no te di las gracias. Gracias Javier.
JAVIER
Dale las gracias a tu papi, él las compró, yo solo las traje hasta aquí.
FRANCISCA
No quiero hablarle. Además, a él en verdad no le costó. Diez lucas para él no es nada. Si me la hubiera traido la Andrea, ahí te creo. Sobre todo, ahora con esto del cabildo
JAVIER
Eres una mal agradecida.
Francisca en vez de asombrarse, lo piensa.
FRANCISCA
Sí, un poco. Tienes razón. Supongo que todos tenemos defectos. El mío debe ser no apreciar que mi papá es dueño de un holding internacional y que tenemos plata porque nosotros ganamos cien y los trabajadores, que permiten a mi papá ganar cien, recibe diez, pero está bien, todos tenemos defectos.
Francisca vuelve a beber un gran sorbo de cerveza, y mira fijamente a Javier. Se ve de nuevo a Manuel hablando fuerte con Andrea.
MANUEL
Pero a ver, galla, hay que vivir la vida también ¿O no? No todo puede ser tan malo. Por ejemplo, para mí las cosas no han sido fáciles. No desperté un día y tenía una casa, un auto; una mujer espectacular; dos perros; un hijo. Me costó más que la chucha tener todo eso. Trabajé y trabajé. Y ahora te escucho a ti, y parece que tuviera que pedir perdón por tener plata.
ANDREA
¿Surgiste sin la ayuda de tus papás?