Por: Luis Alberto Paz
Foto: Mhrezaa
Escena 1
PERSONAJES:
NARRADOR.
THOMAS, hombre de más de ochenta años, protagonista del libro Últimas notas de Thomas F. para la humanidad del autor Kjell Askildsen.
MATELA, mujer mayor, protagonista de la novela Cuanto más deprisa voy, más pequeña soy de la autora Kjersti Annesdatter Skomsvold.
El escenario tiene una única luz que apunta al narrador.
NARRADOR: Patrick Ness es un autor americano que radica actualmente en Londres, o eso creo. Es famoso por escribir el libro Un monstruo viene a verme , del que incluso hay una película; seguro la viste ¿ah, no? Bueno, no importa. Como mar; en uno de sus libros (que no es el del famoso monstruo) la contraportada dice:
Junto al narrador, una segunda luz ilumina poco a poco a THOMAS, quien sostiene un libro entre las manos frente a un estante repleto de otros volúmenes. El narrador cuestiona a Thomas:
NARRADOR: “¿Qué pasa si no eres el elegido? ¿El que se supone que tiene que luchar contra zombies, fantasmas devora-almas o lo que resulten ser las luces azules y las muertes misteriosas? ¿Por qué si no vas a salvar el mundo tu vida no puede ser especial e interesante? ”.
THOMAS: Pues claro, ¡eso mismo digo yo!
NARRADOR (dirigiéndose al público) : Esas preguntas, que ni siquiera fueron hechas por el autor, sino por algún especialista en mercadotecnia, avezado en enganchar lectores con algunas frases interesantes en la contraportada de los libros, fueron lo que impulsó a Thomas a tomar una decisión que trastocaría sus octogenarios días.
Thomas sale del escenario con el libro entre las manos.
THOMAS: Eso mismo digo yo, ¿por qué no voy a tener una vida interesante siendo yo quien soy?
NARRADOR: Ahora, no vayan a pensar que Thomas es viejo cascarrabias cualquiera. ¡No! Thomas es un viejo cascarrabias, pero no uno cualquiera, pues es el protagonista de un libro poco conocido, aunque bastante simpático, que surgió de la mente de un autor noruego llamado Kjell Askildsen ( si hay dudas sobre cómo pronunciar correctamente el nombre, el narrador puede hacer mofa de ello ). Thomas, como buen protagonista nórdico, es parco, taciturno y poco afecto a la interacción con otros, más si consideramos que ha vivido lo suficiente como para terminar de desencantarse de la humanidad.No obstante, ahora que la historia en su libro ha terminado, y dado que el final que le asignó su autor no resultó muy esperanzador, ha decidido, impulsado por esas preguntas en la contraportada del libro Los demás seguimos aquí, que merece una vida más interesante. Es por ello que se las ingeniará para tener una cita con Matela, la protagonista de otra novela noruega, quien apenas comienza el capítulo 15 de su propia historia.
Una luz en otro punto del escenario ilumina a Matela . Ella realiza las acciones que dicta su monólogo.
MATELA: Tengo que ir a la tienda a comprar azúcar por si June necesita que le «preste» más. Mentiría si dijera que no tengo la esperanza de encontrarme con el hombre sin reloj en el camino. Antes de irme me echo perfume, esta vez me conformo por vaporizarme un poco por detrás de las rodillas. Y con unas gotitas detrás de las orejas. Y finalmente pulverizo un poco en el aire ante mí y lo atravieso.
En el bosquecillo el hombre aparece como por encargo.
Thomas entr a en escena. Las luces del escenario se apagan salvo por la que ilumina al narrador.
NARRADOR: Matela es fruto de la imaginación de la autora Kjersti Annesdatter Skomsvold. ¡A saber cómo se pronuncia correctamente eso! No me vean así, les aseguro que un noruego deberían los mismos problemas para pronunciar correctamente Xochimilco, Quetzalcóatl, Teotihuacán o Huitzilopochtli. Bueno, el caso es que Matela se encuentra inesperadamente con Thomas, que no es el hombre sin reloj que ella esperaba.
Matela y Thomas están sentados en una banca, la luz poco a poco los ilumina mientras el narrador deja de ser iluminado.
THOMAS: El mundo ya no es lo que era. Ahora, por ejemplo, se vive más tiempo. Yo tengo ochenta y muchos, y es poco. Estoy demasiado sano, aunque no tenga razones para estar sano. Pero la vida no quiere desprenderse de mí. El que no tiene nada por qué vivir, tampoco tiene nada por qué morir.
MATELA: ¿No es así como da inicio el primer capítulo de tu libro?
THOMAS: Sí.
MATELA: ¿E interrumpiste mi historia para contarme la tuya?
THOMAS: No.
MATELA: ¿Entonces?
THOMAS: Pasa que hace poco leí un libro donde decía que aquellos que no tenemos que salvar el mundo también nos merecemos una historia especial e interesante.
MATELA: ¿Lo leíste en un libro? ¿Tú, un personaje literario lee libros?
THOMAS: Sí.
MATELA: Menudo pasatiempo.
THOMAS: Cuando menos es mejor que llamarse a sí misma para crearse la ilusión de que se es una persona ocupada.
MATELA: A mí de eso no me eches la culpa, que si a mi autora se le ocurrió darme esos tintes patéticos, yo no tengo nada que ver. Pero lo que sí es cosa tuya es dedicarte a leer libros en tu tiempo libre. Eso no es siquiera metaliteratura, es un reverendo disparate.
THOMAS: ¿Y qué esperabas que hiciera?
MATELA: No lo sé, pero no leer. Podrías resolver crucigramas o sudokus.
THOMAS: Pero leer es la mejor manera de enterarse del chisme sobre lo que ocurre en otros lados.
MATELA: Podrías ver televisión.
THOMAS: ¿Cómo tú y Epsilon?
MATELA: Sí, como yo y Epsilon.
THOMAS: ¿Y eso cómo para qué? Para terminar solos y vacíos el uno junto al otro hasta que él muera y tú te suicides.
MATELA: ¡Shhhhhh! No digas el final de mi historia en voz alta. Alguien podría estarnos escuchando tras los arbustos .
THOMAS: ¿Y, qué importaría? Da igual lo que hagamos, Matela, estamos jodidos. Supeditados a los caprichos de nuestros autores: unos locos y pusilánimes con una vida lo suficientemente aburrida como para preferir pasar tiempo con nosotros, que ni siquiera existimos, en vez de disfrutar de la aventura que debe ser vivo y sin ataduras ficcionales.
MATELA: ¿Ah, sí? ¿Y qué harías tú sin ataduras ficcionales?
THOMAS: Me enamoraría, debería tener una historia especial e interesante.
MATELA: ¿A tu edad?
THOMAS: Pues claro, a mi edad. Me buscaría una mujer que, como yo, estuviese aburrida de lo cotidiano, de la norma: vive, envejece, muere, olvida, sé olvidado. La llevaría a pasear a los paisajes de otros textos, mientras más exóticos mejor, y en un lugar y una époque que no fuera ni la suya ni la mía, le haría el amor como un loco, primero con ternura, claro, pero como un loco después, la llamaría con el nombre de mi esposa y después con el de cada una de las mujeres que amé, o creí amar. Ella se molestaría, posiblemente, pero entonces le explicaría que si la llamo por esos nombres es porque ella condensa todo eso que ame. ¿Y sabes por qué?
MATELA: No, no lo sé.
THOMAS: Porque ella será la última mujer con la que haría el amor, y por ello la más especial, lo más cercano al recuerdo para mi piel, para mis labios.
MATELA: ¡Ay, Thomas! Esos son sueños guajiros.
THOMAS: ¿Guajiros? Eso es una palabra mexicana.
MATELA: Sí.
THOMAS: ¿Y de dónde la has sacado?
MATELA: De por allí.
THOMAS: ¿De por allí? ¡Mis narices! Conozco bien a tu autora, es parecida al mío, y ella jamás diría una cosa como “sueños guajiros”. Esa frase la ha tomado de la literatura mexicana. De modo que tú también ha leído libros de otros autores.
MATELA: ¡Cállate ya!
THOMAS: No. Dime dónde lo ha leído.
MATELA: Ya no lo recuerdo. Fue hace mucho.
THOMAS: ¿Hace mucho? Pero si tu primera edición fue en 2009.
MATELA: Déjalo ya, Thomas. Para los personajes como nosotros más vale conformarnos con lo que se nos ha dado: una historia con un final que no podemos cambiar.
THOMAS: Pero ¿por qué conformarnos? ¿Por qué no podemos tener una historia especial e interesante?
MATELA: ¡Para ya de repetir eso de “especial e interesante”!
THOMAS: Pero ¿por qué no podemos, Matela?
MATELA: Porque no sabríamos qué hacer con ella, ¿no es obvio?
THOMAS: No, no lo es.
MATELA: ¿Ah, no? ¿Y entonces qué es ese disparate de “hacer el amor a una última mujer”? No me hagas reír, Thomas, que a nuestra edad una risa muy fuerte nos puede mandar al panteón antes de tiempo. Y yo he de morir ahogada y sólo hasta después del funeral de Epsilon y no de un ataque de risa con un personaje que ni siquiera es parte de mi novela.
THOMAS: ¡Espera, Matela! No te vayas. No te vayas por favor.
MATELA: ¡Ay, Thomas!
THOMAS: Matela.
MATELA: Thomas.
THOMAS: Matela.
MATELA: Thomas.
THOMAS: Matela.
MATELA: Si dices mi nombre una vez más me largo y no regreso.
THOMAS: ¡Pero qué genio! ¿Tan mal te va con Epsilon como para estar de ese humor?
MATELA: Tú no sabes nada de Epsilon ni de mí.
THOMAS: Claro que lo sé. He tenido más tiempo que tú en el mundo literario y me he enterado de cosas.
MATELA: ¿Cosas? ¿Qué cosas?
THOMAS: Cosas como que hay una mujer noruega de cierta edad que, además de llamar por teléfono para sentirse muy ocupado, le gusta recitar en el baño el monólogo de una loca.
MATELA: ¿Una loca?
THOMAS: Una loca. Una reina loca. No, mejor dicho, una emperatriz loca. Una emperatriz que no estaba loca pero que se volvió loca cuando mataron a su amado Maximiliano. Una emperatriz que comenzó una vez su historia diciendo: “Yo soy María Carlota de Bélgica, Emperatriz de México y de América …”
MATELA: “Yo soy María Carlota Amelia, prima de la Reina de Inglaterra, Gran Maestre de la Cruz de San Carlos y Virreina de las provincias de Lombardovéneto acogidas por la piedad y la clemencia austriacas bajo las alas del águila bicéfala de la casa de los Habsburgo… ”
THOMAS: “Yo soy María Carlota Amelia Victoria, hija de Leopoldo Príncipe de Sajonia-Coburgo y rey de Bélgica, a quien llamaban el Néstor de los Gobernantes y quien me sentaba en sus piernas, acariciaba mis cabellos castaños y me decía que yo era la sílfide del Palacio de Laeken .. ”
MATELA: “Yo soy María Carlota Amelia Victoria Clementina, hija de Luisa María de Orleans, la reina santa de los ojos azules y la nariz borbona que murió de consunción y de tristeza por el exilio y la muerte de Luis Felipe, mi abuelo, que cuando todavía era Rey de Francia me llenaba el regazo de castañas y la cara de besos en los Jardines de las Tullerías … ”
THOMAS: “Yo soy María Carlota Amelia Victoria Clementina Leopoldina…”
MATELA: “… sobrina del Príncipe de Joinville y prima del Conde de París…”
THOMAS: “… hermana del Duque de Brabante que fue rey de Bélgica y conquistador del Congo y hermana del Conde de Flandes, en cuyos brazos aprendí a bailar cuando tenía diez años, a la sombra de los espinos en flor.”
MATELA: “Yo soy Carlota Amelia, mujer de Fernando Maximiliano José, Archiduque de Austria, Príncipe de Hungría y de Bohemia, Conde de Habsburgo, Príncipe de Lorena, Emperador de México y Rey del Mundo, que nació en…”
THOMAS: ¡Silencio! ¡Ya basta!
MATELA: ¿Por qué has hecho esto? ¿Por qué has parado el sueño?
THOMAS: Porque me he dado cuenta de que tienes razón. Nosotros, los personajes de las novelas, no sabríamos qué hacer con la libertad, no sabríamos qué hacer ante la posibilidad de romper por fin el yugo de la ficción que nos contiene y constriñe. Tú, por ejemplo, no podrías ser la Emperatriz Carlota que imaginó el mexicano Fernando Del Paso en sus Noticias del Imperio; tú, si pudieras ser algo más, serías de nuevo sólo Matela, la esposa de Epsilon, el hombre que te dio una caja de madera para hacer una cápsula del tiempo que a nadie le importará desenterrar cuando mueras, porque no habrás sido sino una vieja loca y, cuando mucho, lo único que la gente pensará al ver la inscripción de amor al fondo de la caja será: pobres desgraciados.De igual forma, yo no puedo ser en mis últimos años un Emperador Romano como Adriano y, por tanto, a pesar de mi vejez, jamás podré darme cuenta de que, como descubrió Marguerite Yourcenar en las memorias ficticias del Emperador: “mi cuerpo, ese amigo más seguro y mejor conocido que mi alma, no es más que un monstruo solapado que acabará por devorar a su amo ”.
MATELA: Eres muy cruel.
THOMAS: Así hemos sido concebidos: yo un hombre cruel y tú, una mujer ingenua. ¡Maldita sea nuestra suerte! Como bien dices, somos lo que somos y ya está.
MATELA: Espera, no te vayas.
THOMAS: ¿Por qué no?
MATELA: Porque no sé a dónde irás.
THOMAS: ¿Y eso qué más te da si conoces el final que tendrá mi historia? Ante un destino inexorable la ruta es lo menos importante.
MATELA: Que si no sé a dónde vas no podré seguirte ni toparme de nuevo contigo.
THOMAS: ¿Y para qué nos veríamos de nuevo?
MATELA: Para que te enamores y me hagas el amor como a la última mujer de tu vida.
THOMAS: ¿Pero ¿y Epsilon?
MATELA: Si los dos acabaremos muertos, no creo que le importe demasiado, además, antes que yo ya hubo una Madame de Bovary.
THOMAS: ¡Matela!
MATELA: Thomas.
THOMAS: Matela.
MATELA: Me largo ahora mismo si no me das un beso.
Matela y Thomas se besan mientras el escenario queda oscuro.
NARRADOR: Noruegos, mexicanos, franceses, da lo mismo la latitud, todos buscamos una historia especial e interesante.