Por Betania Bunster
No estamos encerradas, estamos en una fiesta. Alba, Lucecita y yo y una serie de artistas invitados: los vemos a todo color en la pantalla de la tele. La casa está hecha un desastre pero ¿quién tiene tiempo de ordenar? Qué importa, el comedor ahora es una fiesta. Ponemos las luces de colores y bailamos. Donde sea, en los sillones, en la ducha y en el balcón.
Soledad observa desde las paredes, haciéndome saber que sigue aquí, casi esperando para hacer su show pobre y quedarse con toda la atención. La evito todo lo que puedo.
Miedo entra y sale de la casa y cuando abre la puerta deja entrar una brisa helada que me impide respirar y me hace toser. Me alejo y me quedo quieta bajo las sábanas de mi cama para que no se dé cuenta que estoy ahí.
Ansiedad llega de repente y con ganas de hacer shots. Nos mira insistentemente para consumir todo lo que hay a disposición. Llenamos los vasos, bebemos, se acaba y vuelta a llenar. Vasos de pisco, de vino, de cerveza, de café, de coca cola, de té, de lo que haya pero rápido, rápido, rápido. Que nada esté vacío. Llenamos también las tazas, las fuentes y los floreros, porque beber de un vaso vacío es insoportable.
Me corto la chasquilla para verme bien. Ya tenía un flequillo y no sabía si cortarlo o dejarlo crecer. Decido cortarlo porque significa un cambio. Crecer es esperar y todo lo que hacemos es esperar así que corto para romper con la inercia. Si no hay cambio, la fiesta se acaba.
A ratos solo puedo dormir y cuando sueño, lo hago con fiestas de vampiros. Renuncio a mi pega y lo dejo todo para ir a trabajar con los vampiros, que viven de noche, de fiesta en mansiones doradas con pilares altísimos y suelos de mármol.
También sueño con el amor, particularmente con la primera sensación de amor. Estoy en un lugar lleno de gente y él aparece, lo veo, me ve, nos vemos y hablamos de la lluvia, y no pasa nada más pero mi cuerpo baila desde adentro hacia afuera porque enamorarme me parece como tener una fiesta adentro de mi misma. En ese sueño yo siento que el amor es real. Nos tocamos las manos suavecito y tratamos de no mirarnos cuando todo lo que queremos es mirarnos. Cuando despierto mi cuerpo sigue bailando. Fiesta al desayuno, comiendo huevos revueltos entre vasos con restos de vino y yo sigo enamorada por un par de días más.
Me quiero tirar al piso y quedarme así por horas. Hacer mi mundo desde ahí abajo y mirar arriba como si fuera otro lugar. Pongan las cervezas en el suelo, bajen las papas fritas. Me voy a quedar a vivir aquí, aunque todo tiemble cada vez que Alba galopa por el piso cazando moscas.
Las plantas del jardín no tienen agua. Quiero regarlas y jardinear pero no me quiero ensuciar las manos. Quiero enamorarme como en mi sueño, pero mis manos quedarán manchadas de tierra. Que no se acabe esta fiesta. Que no se acaben las luces y el maquillaje y la ropa brillante y que no quede yo sola, conmigo misma y el mundo de allá afuera que no nos espera.