Sylvia Molloy es un ícono de la literatura y la crítica latinoamericana. Aunque podemos hablar de ella desde su lugar como licenciada y Doctorada en Literatura Comparada por la Universidad de París; catedrática de las Universidades Yale, Princeton y NYU o autora de novelas como En breve cárcel (1981), El común olvido (2002), Vivir entre lenguas (2016), entre otras; hoy queremos hablar de (con) ella sobre su lugar como fundadora de la maestría de escritura creativa en español de NYU en 2007.
A propósito de este número temático y en celebración de los 10 años de MFA, tuvimos la oportunidad de hacerle una breve entrevista para saber qué pasaba en la Sylvia de hace una década para fundar este programa y cuál es su perspectiva del mismo en el presente.
¿Cómo se te ocurrió crear un programa de escritura creativa en Nueva York y específicamente en una Universidad como NYU?, ¿qué estabas esperando formar en ese momento?
Confieso que la idea no se me ocurrió a mí pero pronto la hice mía. Hace tiempo que yo venía hablando de jubilarme. Fue entonces cuando el entonces jefe del departamento de español, James Fernández, muy hábilmente me tentó a que me quedara proponiéndome un proyecto nuevo. Me propuso crear un programa de escritura creativa en español, en colaboración con otras dos escritoras que enseñaban en el departamento, Lila Zemborain y Mariela Dreyfus, prometiéndonos todo su apoyo. Me dejé tentar, gustosa, y confieso que no me arrepiento.
Me propuse – o nos propusimos – un programa que no fuera simplemente una serie de cursos o talleres aislados sino también un lugar de encuentro y de conversación para escritores. Conseguimos atraer a jóvenes escritores de América Latina, de España, y también a escritores de Estados Unidos, en su mayoría hispanos, que querían escribir en español.
Para mí fue una experiencia sumamente estimulante porque justamente esa mezcla cultural que buscábamos dio lugar a un diálogo literario y a una reflexión sobre los procesos de escritura sumamente provechosa, tanto para los estudiantes como para los profesores. Recuerdo concretamente la sensación que tuve en el primer taller de ficción que di, la sensación de se daba allí una reflexión sostenida sobre lo literario en la que todos participábamos. Y pienso que esa debe de ser también la sensación de muchos de mis colegas, escritores – y maestros – notables como Diamela Eltit, Sergio Chejfec, Antonio Muñoz Molina, entre otros.
Ahora que el MFA cumplió 10 años y puedes ver las cosas retrospectivamente, ¿cuál es tu perspectiva del programa en la actualidad? ¿Sientes que ha cambiado mucho desde su creación hasta ahora?
Me parece que el programa de escritura, pionero en su momento – fue el primer programa de escritura exclusivamente en español del país – sin duda ha cambiado y evolucionado al incorporar acercamientos nuevos a lo literario, y pienso que esto seguirá siendo el caso bajo la sabia dirección de Rubén Ríos Avila. Los jóvenes escritores que vienen a cursarlo son escritores, sí, pero también son lectores de realidades no literarias e incorporan discursos otros, cruces con otras técnicas creativas. Me interesa ver cómo muchos de los que vienen al programa se interesan por esas intersecciones, patentes en una ciudad tan diversa como lo es Nueva York, y cómo trabajan en y desde ellas. La desubicación, por otra parte, es siempre lugar de experiencia fecunda.
¿Cuál consideras que es la importancia de un programa de escritura creativa en español desde Nueva York, en tiempos políticos tan complicados?
En este momento me parece importantísimo. Dada la mentalidad que reina actualmente, desconfiada de la diversidad, temerosa de la extranjería, y defensora del monolingüismo, es importante mantener lugares donde se pueda escribir en otras lenguas, mirar la realidad desde otras culturas, cuestionar identidades monolíticas y asentarse en lugares precarios. Nuestro programa de escritura creativa reúne y esas características. Es importante que las mantengamos.
Imagen: Juan José Richards