Ilustración por Sol Undurraga Machicao & Mujer Gallina
Una ballena es un país
Isabel Zapata
México, Almadía, 2019.
108 pp.
Una ballena es un país es un texto híbrido, un artefacto a caballo entre la poesía y el ensayo, dedicado a los animales. Por sus páginas desfilan bellas imágenes de distintos tipos de animales: enormes como ballenas, tiburones, rinocerontes, leones, gorilas y osos; cotidianos como cerdos, aves, monos, zorros, conejos, topos, tortugas y ratas; sorprendentes como pulpos -con más neuronas y corazones que los seres humanos-; extintos como tilacinos o tortugas gigantes de las Islas Galápagos; pequeños como tardígrados y hormigas; y microscópicos como algunos invertebrados o unicelulares.
El primer verso de “La voz de las ballenas” dice: “Me interesa el lenguaje de los animales” (p. 94) y eso puede percibirlo el lector cuando se enfrenta a la obra de Isabel Zapata. A lo largo de todo el libro, se nota el interés de la autora por los animales, por su intimidad, por escuchar sus voces, por intentar entender cómo se comunican, por imaginar qué querrían decirnos o qué querrían decirse entre ellos. Un caso ejemplar es el de Koko, célebre gorila que gracias que recibió lecciones de lenguaje de señas pudo lograr una comunicación fluida con los seres humanos y a la que la autora le dedica un poema. Este es una muestra clara de que Una ballena es un país es un libro sonoro, un libro que gana si es leído en voz alta.
Las ballenas, como lo indica el título, están muy presentes en el texto. Hay varios versos sobre estos mamíferos, los animales más grandes del mundo. Entre sus especies la azul es la más grande, puede llegar a pesar 180 toneladas (el equivalente a 33 elefantes, dicen los expertos, como si pudiéramos usar a los elefantes como unidad de medida) y tener casi 30 metros de longitud. Estos enormes animales sorprenden por muchas razones, como su comportamiento, su canto, su modo de vida y, sobre todo, por la majestuosidad de su tamaño:
“Una ballena es un país de fronteras difusas,
un país que no aparece en los mapas,
[…] Vista desde arriba una ballena es una isla de piedra
flotando a la mitad del océano” (p. 25).
Isabel Zapata nos lleva orgánicamente de las enormes ballenas hasta los diminutos caracoles. Al leerla, recordé las caminatas que hacía con mi padre cuando me acompañaba al colegio. Caminábamos por una calle empedrada con bardas enormes llenas de enredaderas hasta llegar a la puerta en la que me dejaba con mi maestra. Disfrutaba mucho esa caminata, particularmente en los días de lluvia porque, escondidos entre las piedras de las bardas, encontraba caracoles. Mi padre y yo jugábamos a contarlos, a ponerles nombre, a inventarles historias. Desde ese momento aprendí a ver los detalles más pequeños de lo que me rodeaba y, sobre todo, a interesarme en los animales, en cuidarlos, en respetar su vida, en tratar de aprender de ellos. Quizás por eso me pareció comprensible que el poema “Razones para no pisar un caracol”, de una belleza apabullante, fuera uno de los textos preferidos de niños y niñas. Lo reproduzco íntegramente:
“Porque son machos y hembras al mismo tiempo
Porque su concha crece con ellos
Porque Apicio los cocinaba con vísceras de pescado
Fermentadas.
Porque su baba quita las arrugas.
Porque su apareamiento dura tres horas.
Porque tienen veinte mil dientes microscópicos.
Porque el papa Pio V dijo que eran peces para poder
Comérselos en cuaresma.
Porque duermen siestas de una semana.
Porque Leonardo Da Vinci los preparó con
Mantequilla y perejil.
Porque caminan con el estómago.
Porque crujen, porque saben amar sin rigidez” (p. 87, énfasis mío).
Por otro lado, nadie pondría en duda que los animales más cercanos al ser humano son los perros. Fieles, dóciles, cariñosos son tan solo tres adjetivos con los que suele describírseles. Domesticados hace cerca de 35 mil años, los perros hoy son considerados miembros de una familia, como se menciona en “¿Ves el humo que corre detrás de esos árboles?” (p. 73).
Se han escrito varias reseñas de este libro centradas en los poemas sobre las ballenas. En cambio, a mí me gustaría detenerme justamente en uno dedicado a una perra. Considero que “Para Laika” merece una mención especial porque, desde mi punto de vista, es un texto que destaca no solo por ser entrañable, sino por su apuesta estética e imaginativa y por su gesto político y ético. Se trata de una carta ficticia de Vladimir Yazdovsky, el científico médico encargado de entrenar a la perrita Laika, la “perra espacial soviética” que en 1957 fue lanzada al espacio a bordo de la nave Sputnik 2 con el propósito de orbitar la Tierra. Debido a que no se sabían los efectos de los vuelos espaciales en los seres humanos, se experimentó con la perrita callejera Laika. Lamentablemente, murió horas después del lanzamiento por las altas temperaturas. En el poema de Zapata, el fantasma de Laika atormenta a Yazdovsky, quien insinúa su arrepentimiento, como puede preciarse en las siguientes citas:
“Me hiciste falta desde que besé tu nariz fría antes de abrocharte el cinturón. Unos días ante de la misión, te llevé a casa a jugar con los niños. Corrías feliz de un lado a otro y ellos te daban salchichas, te ponían suéteres y bailaban haciendo círculos alrededor de ti, aullando como perros para divertirte” (p. 48). “Ofrecimos tu vida como prueba de la nuestra. El éxito ha sido enorme y absurdo. Laika, Limonchik, rizadita: olvidaré lo que aprendimos, pero no olvidaré tu nombre” (p. 49).
El texto está acompañado por una fotografía de Laika, un golpe visual tremendo. Pensemos que, aun sin elegirlo, Laika se quedó flotando en el espacio, maravillada viendo las estrellas, la luna y el azul del planeta Tierra, como Major Tom.
Una ballena es un país es un libro sobre la vida, sobre la naturaleza y es también una postura ética ante los demás. ¿Es ético experimentar con animales? ¿Encerrarlos, encadenarlos, explotarlos, no solo al servicio del entretenimiento, sino de los experimentos científicos? Un poema lanza esta tercera pregunta “¿Qué dice de nosotros que asesinemos lo que deseamos conservar?” (p. 30).
La escritura de Isabel Zapata es sensible, apuesta por una revaloración de los animales, por cuestionarnos nuestra relación con ellos, por tomar conciencia de su sufrimiento, por ser considerados con ellos. Su libro estimula la reflexión sobre la situación de un mundo antropocéntrico que ha cargado la balanza hacia los seres humanos, olvidando o utilizando a los animales, y a todos los seres vivos, en su beneficio. Una ballena es un país invita a pensar en los animales no como seres inferiores o al servicio del ser humano, sino como cohabitantes del mismo planeta. Es un libro que, como lo explica su autora, busca “tender puentes de empatía que solo la literatura es capaz de provocar” (p. 14).