Por Diana Hidalgo
El ingeniero metalúrgico Carlos Villachica puede extraer treinta gramos de oro en quince minutos sin utilizar mercurio. Eso podría ser solo el récord personal de un científico apasionado si el mercurio no fuese uno de los diez productos químicos más tóxicos del mundo según la Organización Mundial de la Salud. Y si hoy no fuese la herramienta obligatoria de los mineros ilegales para separar el oro de las rocas y de la tierra. Según últimos reportes del Ministerio del Ambiente, algunos pobladores de las comunidades nativas de la selva peruana presentan cinco veces más del nivel aceptado de mercurio en su organismo. Este metal provoca serios problemas en la salud: desde erupciones en la piel hasta problemas neurológicos en los fetos. El impacto del mercurio en la flora y fauna se traduce en cifras más fatales. Por eso, esta mañana, mientras Carlos Villachica revisa entre sus archivos de la computadora, recuerda que descubrir la manera de extraer oro sin utilizar mercurio fue para él como haber encontrado todo el oro del mundo. Una posible solución para frenar el daño ambiental que hace la minería ilegal. Una necesidad que además señala urgente antes de comentar que en 2009 ya existían veinte millones de mineros ilegales en el mundo que utilizaban 20 mil toneladas de mercurio. Una epidemia.
Es domingo y el ingeniero Villachica trabaja. Tiene sesenta y seis años, las manos arrugadas y manchadas como las de un hombre que intenta mucho, el cabello muy negro y una sonrisa amplia. Su laboratorio y centro de operaciones e investigación en Lima es una casa grande de cuatro pisos y más de diez habitaciones. El primer piso está lleno de máquinas plateadas, baldes con químicos y un cuarto con tubos de ensayo y líquidos. Todo tiene el aspecto de estar bajo prueba. En el segundo piso, hay una biblioteca con libros en inglés sobre física, química y metales. Pero Villachica no siempre pensó en poner a la minería bajo un juicio microscópico. Él nació en la selva de Chanchamayo, rodeado de árboles gigantes, montañas y muchas flores. Cuando tenía quince años y caminaba con sus hermanos para regresar a casa, cruzaban territorio minero y a él le parecía que todo eso era una aventura. Los trajes de los mineros, sus transportes, sus instrumentos y su manera de actuar eran, para él, el escenario de una misión imposible, como las de las películas de acción que veía en la televisión. Todavía no había descubierto el impacto negativo de la minería en el medio ambiente.
En 1982, cuando la minería ilegal aún no era una amenaza para el planeta, Carlos Villachica estaba en Chimbote, al norte de Lima, donde un amigo suyo había descubierto un yacimiento dorado cerca de las playas. Villachica, que ya tenía diez años de experiencia trabajando en uno de los mejores centros de investigación metalúrgicos del mundo, hizo una exploración en la que descubrió que sedimentando las rocas y la arena y, luego, pasándolas por un segundo proceso en el que se absorben los residuos de estas materias, se puede, finalmente, tener oro puro sin necesidad de utilizar mercurio. El mecanismo que desarrolló Villachica para obtener oro sin contaminar la tierra se hace a través de dos máquinas complementarias. En la primera, se echa la tierra en bruto para la primera depuración a través de un método que se denomina gravimetría de precipitación, es decir, cuando se busca separar un elemento de otro de manera que el resultado sea la obtención de un elemento puro. Allí se obtiene casi el 70% de todo el oro. El residuo sobrante se traslada a un tanque de flotación donde se rescata el 30% del restante. Luego, se funde todo lo obtenido con reactivos ecológicos como el óxido de bismuto. En quince minutos —explica el ingeniero— se pueden conseguir 30 gramos de oro que equivalen a 1, 200 soles. A través de los años, Villachica ha perfeccionado el proceso y la maquinaria tras ensayo prueba y error en trabajo tanto de campo, como de escritorio. Una y otra vez.
En 2012, Carlos Villachica comenzó el proyecto de ‘oro ecológico’ en la comunidad nativa de San Mateo, Bagua, donde pasa varios meses del año. Allí instaló un campamento pequeño y un laboratorio de experimentación e investigación. En esta zona —cuenta el ingeniero— solo en el año 2013 se registró más de 12,000 metros cuadrados de excavaciones y pilas de desmonte contaminadas por mercurio. Villachica quiere desarrollar la minería artesanal como actividad sustentable para los 350 nativos de San Mateo, y desea que esto se replique en otras comunidades del Perú y del mundo. También ha previsto montar un taller de joyería en la zona. Tiene, además, una empresa familiar de desarrollo de tecnología ecológica llamada Smallvill, que ya ha desarrollado más de veinte inventos ecoamigables. El ingeniero Villachica no usa plástico y recicla casi todo lo que consume. Sus tres hijas se hicieron ingenieras como él, tal vez para seguirle los pasos.
Texto publicado originalmente en abril del 2015, revista Etiqueta Verde.