Enamorarse, gustarse y tantearse son el único pavimento de los tres caminos sin retorno en los que se desarrolla la historia afectiva y solitaria de Un amor para toda la vida (Ed. Libros del Laurel, 2018), del argentino Sergio Bizzio.
El relato, lejos de ser una apuesta para describir una alocada y torpe juventud, se centra en la interioridad y los matices del primer enamoramiento que los mejores amigos Lalo, públicamente, y Bruno, en absoluto secreto, tienen en sus vidas. Y aunque en un principio parece un escenario de amor divertido, sometido a una competencia unilateral, resulta, a la larga, desolador.
Quien recibe el amor y la atención de ambos es Lisa, una suspicaz y elocuente compañera de colegio que llega al pequeño y aburrido pueblo que habitan ambos niños, donde la vida escolar y familiar son las únicas razones por las que viven estos personajes, además de ser el hilo que borda la vida personal de Lalo, el chico popular del colegio que carga con el abandono de sus padres y la adulación y envidia de sus compañeros, y Bruno, quien tiene una vida familiar envidiablemente estable y que a ratos, a causa de su retraimiento, parece ser una sombra para todos; para todos, menos para Lisa.
De Lisa “todos estábamos enamorados”, reflexiona Bruno en uno de sus melancólicos relatos. En Un amor para toda la vida, reeditado este año en Chile por la editorial Libros de Laurel, y publicado en Argentina en 2004 como parte de Chicos, cada una de las historias de los tres personajes que convergen corre sola y bajo la mirada y voz de Bruno. El es el único que tiene información suficiente para comunicarse con Lalo sobre su relación con Lisa, así como para no contarle que pudo tener algo con ella, mientras era realmente su novia, con la que no quería tener sexo porque quería tener un amor verdadero y duradero. Y, sobre todo, Bruno tenía la información suficiente para sufrir sin poder decir siquiera una palabra cuando sólo a Lalo le llegaban cartas de amor y recuerdos que Lisa mandaba desde Brasil, donde finalmente parte a vivir.
La profundidad de los sentimientos que Bizzio le otorga a sus adolescentes personajes es, a ratos, abrumadora en su desesperanza en la adultez. Eso, pese al éxito, a dejar un lugar para habitar otros mejores y pese a que Lalo prefiere congelar su propio tiempo y espacio augurando un final mejor.
Un amor para toda la vida es la historia del recuerdo de un amor que se sostiene en el tiempo y que sólo se confirma como tal cuando Bruno, al igual que Lisa, abandona el pueblo, pierde contacto con Lalo y se reencuentra, ya adulto, con la mujer que lo enamoró durante su infancia en Buenos Aires. Lo que ocurre después, es fiel a la suspicacia de quien jugó a enamorar a ambos amigos y que luego, igual de atrevida, intenta retomar un romance que por circunstancias inevitables y desfavorables, es imposible volver a cultivar.