LA HERIDA QUE NOS ABREN LAS PLANTAS EN LA TIERRA
soy siempre la tonta bellísima allá en la chacra de las fresias
que intenta a golpetones cultivar lo salvaje de la muerte
como si la carne indemne de mis brazos
pudiese alimentar al mármol sin respuestas
molerles pastillas fertilizantes y gotas de agua
hacer una pasta con el sedimento
esparcirla por las hojas
que se haga costra
en silencio lamerle los parásitos a cada una
petricor de enzimas trasplantadas
llueve la sangre de mi sangre
desde la alacena los hongos miran con ojos de animales muertos
como parientes de antes
sus caras se retuercen de té y frutas viejas
este es el rincón más húmedo de la casa
en esa grieta que escarbé con las uñas llenas de tierra
por no estar con los vidrios zumbando por mis gritos
las manos temblorosas buscando la salida
la densidad de las astillas de platos azules de boques de europa
las raíces crujen de hambre
debajo de los cimientos aún queda tierra fértil
envenenada
es la tierra que nos selló las bocas
la que tapió la reja de salida
madre las más niñas
me llaman
tiñen de greda mis faldas
aunque no tengan dedos siento
cuernos de caracoles rajan mis piernas
su baba morando las parras tornasol
moluscos de tierra con dientes
la salmuera es lo preciso
derretirles los ojos
que no sepan que estoy llorando