Tres poemas del escritor venezolano Franklin Hurtado. El ascenso de la violencia, la instauración de un tiempo nuevo donde el silencio no es posible.
Otra fiesta
No hubo diferencia
era mi cama mis libros
eran mis manos
me levanté desconfiado
llamé y nadie vino
de la impaciencia empecé
a caminar por las paredes
me detuve y al voltear
observé una plaza
y un festejo
dos hombres caían
a machetazos
a una familia
otros dos vendían
en brasa su carne
fue suficiente
Me quité la cobija
hacía calor
aún era oscuro
lo lejos escuchaba
otra fiesta
voces que salpicaban
el silencio de sangre
En consuelo me dije
hace tiempo
yo solía soñar
con banquetes distintos
El tambor justo
El niño golpea el tambor justo
cuando el sol quiso detenerse
su iluminada furia
rasga navaja las horas
cállenlo digo
quítenle eso
el niño golpea y golpea
con la alegría del animal
y la presa en los dientes
¿Qué es el silencio?
estúpido pregunto
¿ha existido?
lo conozco por ausencia
no escucho el mar y queda
al frente de mi casa
el niño golpea este sol
a la hora de siempre
a todas las horas
Desespero
escucho un tambor
escucho un tambor
y no vendrá la calma
ni siquiera se cumplen
los deseos más simples
he aprendido a salir
de mí para concentrarme
el niño golpea feroz
en espanto y risa
La realidad toca mi puerta
y cuando abro con ansias
me saca la lengua
y sale corriendo
con su rabo de papel
entre las piernas
con la garra sin duda el niño
golpea y golpea el tambor
Hasta que decido salir
con mi mente lúcida lo juro
el sol se detuvo en mi frente
con su propia baqueta
golpeo y golpeo su cabeza
y descubro que el niño
es más alto que yo
y no se rompe su cresta
aunque lleve igual ritmo
aunque imite su nervio
con su propia risa
golpeo y golpeo su cabeza
y no revienta
El niño es más fuerte que yo
el niño es más no que yo
el niño es más hombre
Al margen
Cuando los nombres aún
no brotan en negras
gotas de la página
y toda verdad es entrelíneas
algún espeso modo
de oír que desconozco
sombras o cuerpos
deslindados de la boca
el peso de su oscuro
alojado en la nuca
cuando callo y atiendo
ese goce de la materia
su rumor
corriente e indistinto
el gruñido de fondo
rasgando lo que suponía
lo que no consigo
y aquello que yo diga
de la textura de la luz
de los aromas
no será convincente
para quien sabe del orden
y le teme
para quien gusta de anécdotas
y ágil arma cualquier
trama que oculte
el delicado resto de vida
tomado por ruido
latente y constante
al margen del poema