Por Nieves Pascual
Medios para un fin
A sus 63 años, Maribel Pacheco se fertilizó in vitro y quedó embarazada. Todos a
quienes amaba lo desaprobaron. “Vas a parecer una abuela en vez de una madre”, “No
es natural”, “¿ Cómo vas a hacerte cargo de un bebé a tu edad, con tu problema?”.
Maribel tenía una atrofia senil en el pie izquierdo que le obligaba a usar un andador. “Ya
veremos”, contestaba ella, sin dejar de pensar en su sueño.
En su séptimo mes de embarazo, Maribel tomó un taxi a la terminal 4 del
aeropuerto. Había comprado un billete de avión desde Madrid a Dubái en el Airbus
A380. Un joven de chaleco amarillo la esperaba en el vestíbulo con una silla de ruedas.
El joven plegó el andador y lo cruzó sobre los apoyabrazos. Tras recoger la tarjeta de
embarque se dirigieron al mostrador de la puerta C-44. Maribel se identificó como
embarazada y solicitó un asiento cerca del baño. Luego se sentó a esperar y el joven se
marchó. Cuando el bebé pegaba patadas, se acariciaba la tripa con la palma de la mano.
Una vez despegó el avión, Maribel llamó a la azafata.
— Creo que estoy de parto — dijo con los ojos muy abiertos y sujetándose el vientre
con ambas manos — . Mi cuello uterino es algo corto y necesito una cama para relajar al
bebé.
— Por supuesto — respondió la azafata y corrió como una gacela hasta primera
clase — ¿ Quién de ustedes podría ceder su asiento a una anciana embarazada en
situación de discapacidad?
Un hombre de mediana edad se levantó presto. Bajó su maleta. “Gracias,
caballero”, respondió la azafata y regresó para ayudar a Maribel con el intercambio.
Mientras, otra azafata desplegó el asiento del caballero en una amplia cama de dos
metros.
Con un leve gruñido de dolor y lágrimas en los ojos, Maribel se extendió sobre la
cama. La primera azafata le ofreció un vaso de agua. La segunda le masajeó los pies. Al
rato, cuando se encontraba mejor, le sirvieron el almuerzo: chuletón de res de 226
gramos bien hecho con costra de frutos secos y un postre de chocolate deliciosamente
sano. Maribel vio un par de películas en su pantalla LCD personal de 23 pulgadas
mientras sorbía un Shirley Temple sin alcohol. Tras la sublime cena, durmió hasta el
desayuno.
Aterrizó en Dubái 7 horas y 25 minutos después. En la puerta del Airbus A380 otro
joven de chaleco amarillo la esperaba con una silla de ruedas.
— ¿ A la salida, madame?
Ella giró y levantó la cabeza.
— No, Puerta 14, por favor.
Una vez despegó el avión, de vuelta a Madrid, Maribel respiró profundo, orgullosa
de sí misma. Cuando se apagó la señal de cinturones llamó a la azafata : “Creo que estoy
de parto”.
Huracán
Desde su jubilación, el marido de Micaela se levanta al alba para comprobar el
tiempo atmosférico en su iPad. “Habrá huracán”, le dice durante el café. La rutina es la
misma todas las mañanas: a las seis de la tarde, cuando Micaela termina de ver la
telenovela que tanto le gusta. . Lo único que cambia es la categoría en la escala
Saffir-Simpson.
A las seis, Micaela apaga la tele, prepara la merienda y agarra su toquilla. “Ya”,
dice.
Corren al garaje cogidos de la mano. Entran y, luego, él abre la puerta de alta
seguridad a la habitación del pánico que construyó hace años con sus propias manos.
Ella finge miedo, tiembla y llora. Él la tranquiliza, le toca la mejilla, le besa el
cuello, desliza la mano hacia el final de su espalda, la aprieta contra él y la lleva a la
cama.
Cuando el huracán ha pasado Micaela se levanta atusándose el pelo y va por la
cesta de la merienda.
—¿Categoría tres? —pregunta él.
—Al menos cinco —responde ella.
Listas
La mujer se levanta temprano y prepara café. Mientras toma un sorbo coge el
móvil y, como todas las mañanas, abre la página de su horóscopo: “Hoy alguien le
traicionará. Ándese con ojo”. Cualquier otra mujer se daría lástima a sí misma y desearía
no haber leído el horóscopo. Cualquier otra mujer empezaría a actuar ya desde el rencor
y las ganas de venganza. Quizás algunas mujeres crearían un drama innecesario. Pero
ella coge su cuaderno y sus rotuladores de colores y hace una lista porque lo que más le
gusta en este mundo es hacer listas. Le encanta. “Personas en quienes confío”, escribe en
el encabezado de la hoja. Parpadea un momento evaluando si sería mejor llamarla
“personas en quienes no confío”, pero vuelve a su plan inicial porque, a decir verdad, no
hay traición sin confianza.
● Marido
● Padre
● Madre
● ¿ Hermana?
● Amiga íntima primera
● Amiga íntima segunda
● Amiga íntima tercera
● Cuñado
Resalta el título en amarillo fosforescente.
Después hace otra lista con los signos del zodiaco de cada uno. Señala las
correspondencias con vectores de fechas verdes bidireccionales. Revisa todos los
horóscopos en el móvil. Solo uno augura traición. “Hoy Leo traicionará a alguien”. Como
su marido y su tercera amiga íntima son Leo, tacha en rojo “padre”, “madre”,
” ¿ hermana?”, “amiga íntima primera”, “amiga íntima segunda” y “cuñado”.
Empieza otra lista con posibles causas de la traición, pero solo se le ocurre una:
infidelidad. La abandona.
Pasa la hoja y escribe :”Plan de acción”:
1. Aceptar la situación
2. Realizar un proceso de duelo
3. Analizar cuáles eran mis expectativas
4. Hablar con las personas
5. Perdonar
Hace sub-listas para los pasos 1, 2 y 3.
Llora en silencio, se seca las lágrimas, se detiene a pensar en el futuro, toma un
sorbo de café y tacha las sub-listas. Se levanta, se anuda la bata y camina al dormitorio
para despertar a su marido. La luz está encendida. El hombre, recostado sobre la
almohada, está anotando algo en un cuaderno y cuando ella entra se la queda mirando
fijamente, como si no la esperase.