Todos saben que vivo, que respiro
1.
Quieto. Descubre la pastosa consistencia de mi lengua,
este placer amargo que sin pensar te entrego.
Y te entrego un secreto:
mis secreciones sigilosas fluyen
de la salud al mal.
Oscuro túnel, vena donde se agita
este líquido enfermo, que cada dos por tres
una de blanco ha de pulsar, mientras aprieto el puño.
2.
Hospitales. Un olor a lejía
invade sus paredes verdes.
Allí, bien pueden salvarte la vida
o quedarse con tus huesos para siempre.
Y aquí está mi osamenta.
Éste es el débil cuerpo que pasean de consulta en consulta.
Éste el espectro, que concede:
estira la lengua, respira profundo, relaja las piernas, escupe.
Un Cristo divinamente clavado en la pared
proyecta el sufrimiento hasta su límite.
3.
Llevo años luchando tras la imagen que acierte
con este malestar.
La sensación de deslizarme por un terraplén,
galerías de espejos donde un viento cruel
me deposita en la apatía, el dolor, la soledad.
A ratos intuyo mi interior como una cueva
cuyos tejidos se contraen y aferran
a una forma seca.
Entonces asciende un ácido a la boca.
4.
Otra vez anestesia para calmar la máquina,
la prodigiosa máquina del tiempo.
Años y años y la insensata gira sin parar.
Alguien me tiende en la camilla a repetir el rito:
todo es silencio, blanco y estirado alrededor.
Ahora este cuerpo por el que anoche navegaste sin parar
es una masa floja; un tubo de ensayo que espera el veredicto.
Media hora. Cuarenta minutos. Setenta.
Todo el aire se carga con un solo presagio.
5.
Abrir el contenido de este cuerpo no lo librará del mal:
absurdo rastrear lo que no asoma pero en el fondo está.
Lo viscoso, el peligro, lo fatal, ¿importan tanto?
Ni el frío cirujano ni el escalpelo ardiente hallarán su camino.
Este corte ha logrado desatar
ha desatado
el frágil hilo de salud que aún me ataba al mundo.
Imagen
Ahora que tendido nuevamente a mis pies, tu cabeza
en mis muslos, reposas,
pregunto por el clima que sugiere esta escena,
distraigo la mirada / apunto hacia el espejo
y busco detener nuestras formas calmadas
en una imagen que nos ligue al tiempo.
Dos animales huyendo de la muerte:
tal la instantánea que nos capta.
Y otro ángulo revela:
genitales de espuma
textura y vellos
tu vientre de mercurio en mi vientre de espliego
un crispado equilibrio entre el placer y el miedo.
No importa, amor. Qué más da si ahora somos
este par de jinetes extraviados / perdidos
el afán y una mañana
por el juego de holgar en nuestros cuerpos.
Todo lo cambiaría por esa plenitud, ese efímero grito,
esta membrana ardiente que se entrega al delirio.
[9]
Grávida geometría de la madre:
senos como triángulos
vientre circunferencia
piernas en espirales infinitas y altas cual gaudí.
Y en medio,
la carnosa certeza del ombligo,
tripa que comunica el afuera
y adentro, donde un cuerpo
invasivo se aferra a otro cuerpo.
Se colora el abdomen de azulados canales
el matiz de las venas que bombean
duplicado el volumen de la sangre.
Redondísima forma es la silueta
de la madre crecida y parturienta:
esculpida en el tiempo y la materia
en la dermis, el músculo y el nervio.
Del pecho fluye ya el calostro río
y el puente de la pelvis se levanta.
Pero el centro es la esfera -digo, el vientre-.
Su convexa armonía y su balance.
Vientre: cántaro y fuente,
esférica mansión labrada en carne.
*
After the first death, there is no other.
Dylan Thomas
POR EL CANAL del nacimiento asoma
un muerto la cabeza tendida ya no llora
no hay sangre que fluya hacia los pies
ni pies que marchen un lábil cuerpo
como un bulto los ojos apretados
ciego el futuro de este crío en las
aguas del Estigia ha dejado de
dar coces de mostrar ese gesto
de la filmina que lo volvía simiesco
pero atento como una O la boca
se entreabría era un llamado
que la madre podía interpretar
en cada prueba amniótica y feliz
la familia iba creciendo
prominente el ombligo
como un cuerpo que dentro
de otro cuerpo se gestaba
y de pronto esos dos corazones
que al ritmo del tambor de
la existencia oh se detienen
por una ranura se infiltra
el cero que intercepta los latidos
es una crónica roja un vértigo
azul el oxímoron mejor elaborado
el de la muerte viva el reino
de las sombras triunfando
en el instante en que debió brillar
la luz y yo no quiero hacer de esto
un epitafio ni recordar sobre el papel
en blanco la presencia de los heraldos
negros emisarios no voy a declarar
un ganador no es cierto que antes
de que la vida se expanda o desenrede
los dados han sido ya lanzados y nada
podrá abolir este azar de llevar de blanco
al niño el catafalco el olor de las flores
invadiendo un espacio donde debió correr
otra energía las moléculas que ahora
son mosquitos al pie del camposanto
oh cómo agrego con pericia el eufemismo
cómo apuesto por este breve minúsculo
episodio que en el reino de los vivos
nos coloca para danzar tal vez amar
o acaso pronunciar una palabra
una sola palabra que nos salve.