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El primero de mayo es el Día Internacional del Trabajador. Se conmemora en casi todas partes del mundo. En Estados Unidos no. Aquí usan el 2 de septiembre y lo llaman Labor day, día del trabajo. Se lo considera el último día de vacaciones. Qué desajuste.
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El primero de mayo de 2019 intenté reproducir el experimento que llevó adelante Georges Perec los días 18, 19 y 20 de octubre de 1974, y está recogido en Tentativa de agotar un lugar parisino. No perderé tiempo explicándolo, una búsqueda simple les dará toda la información. Por ejemplo, un artículo de 1992 de Jorge Monteleone sobre la traducción de Jorge Fondebrider publicada por Beatriz Viterbo. Esto es solo una excusa mía para celebrar la coincidencia, Georges-Jorge-Jorge. Mi tentativa de agotar tuvo una diferencia. Yo no me tomé tres días. Fue una sola jornada en Washington Square Park, New York. Una jornada de ocho horas.
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El gesto es obvio. El dispositivo simple. Las alarmas se activan: ¿tiene sentido hacer un ejercicio de escritura así? Y se derivan: ¿tiene sentido reflexionar acerca de eso? En el espacio de la no ficción parece haber tantos otros temas de superior valor. Me apronto a dividir el mundo en una escala arbitraria de sucesos y catalogarlos de menos a más trascendentes. Veo la ironía: el esfuerzo de la tentativa de agotar ataca toda naturalización de prioridades, mientras mi neurosis moralista se resiste. Hay alguna conclusión rica sobre el trabajo de la escritura, sospecho.
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Entre el 19 y el 21 de abril de 2019, estuve en Chicago por motivos académicos, es decir, turísticos. Mi hermano, erudito del anarquismo, me instó a visitar el Haymarket Memorial, así le contaba qué tal era. Lo busqué en los mapas, la ubicación era poco clara, no entendí. Llegué a un sitio, una calle cualquiera; un estacionamiento, ¿un baldío? un edificio de departamentos. La trivialidad urbana por excelencia. Y, luego, una escultura al costado del camino, con forma de carro, rodeado de hombrecitos á la Keith Haring, pero en 3D. Obra de Mary Brogger. Adjunto una foto de la web y un detalle mío. ¿Estaba donde tenía que estar? Leyendo la marabunta de placas e insignias me enteré de que la revuelta de Haymarket fue el 4 de mayo, no el primero. Se me ocurre que se adoptó el primero para rememorar porque el marketing es una ciencia interclase. Leyendo Wikipedia aprendí que hay otro monumento para los trabajadores, en el cementerio, erigido en 1893.
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Resulta que en Estados Unidos el primero de mayo es el “Loyalty day” y el “Law day”. Un día para reafirmar el amor a la patria —o algo así— “for the reaffirmation of loyalty to the United States and for the recognition of the heritage of American freedom”. La mañana del 21 de abril, mucho antes de dudar de si me encontraba ante el monumento correcto, caminé de sur a norte por distintas plazas junto al lago Michigan. Me encontré con el Soldier Field, frente al Chicago Police Memorial. El Soldier Field es una estructura imponente y ecléctica. Vidrio curvo, aluminio brillante, pulcrísimas columnas romanoides, altoparlantes escupiendo al espacio público “Welcome to the Jungle” de Guns ‘n’ Roses, seguido por “Seven Nation Army” de The White Stripes. En un ególatra arrebato contradictorio de jactancia antiimperialista y esteticismo aristócrata, sentí orgullo por el mal gusto ajeno. Puros prejuicios: el Soldier Field no es un espacio de memoria, lo que esperaba mi sensibilidad sudamericana. Es un estadio de fútbol americano con dedicatoria, “to the men and women of the armed services”. Aún, el desajuste.
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Hubo alguna vez otro monumento emplazado en Haymarket Square. Fue la primera estatua erigida en conmemoración a la revuelta. Me corrijo: en conmemoración a los policías caídos ese día. Esa efigie, de 1889, representa a un oficial extendiendo su brazo derecho. Con la palma abierta pide, muy diplomáticamente, paz. Por supuesto, la historia de los atentados e intervenciones contra esa provocación está bien documentada. Hoy la estatua pide calma ante el cuartel general de la policía de Chicago. Una actitud muy all lives matter, muy nadie menos, muy a los varones hetero cis blancos también nos discriminan.
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Perec tenía un motor de motores en el cerebro. Era un genio de los dispositivos. La escritura era un juego y un desafío. Escritura como trabajo real, como proceso, como fabricación. El acrónimo OuLiPo, dicho en castellano, aleja demasiado el significado original. Diré TaLiPo de ahora en más, taller de literatura potencial. La Tentativa de agotar un lugar parisino es una experiencia de obra, de construcción, de taller. Es un ejercicio de la mirada apuntalado por una desmitificación de la creatividad. Todo puede ser escrito, si se está dispuesto a escribir. Perec opera desde una urgencia por la originalidad al tiempo que difumina los márgenes de lo singular. Por supuesto que escribir va de la mano con cómo escribir, y el texto florece en un contexto, y tal. Puedo agregar: qué es digno de ser escrito es muy distinto de qué es digno de ser leído y también distinto de lo digno de ser publicado.
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Además de los apuntes en la tentativa de agotar durante el primero de mayo, tomé notas de antes y después de realizar la transcripción en computadora, el día 6 de agosto. La tentativa de agotar la tentativa.
Por ejemplo:
Perec eligió una plaza de buen tamaño, con un cafecito muy adecuado donde sentarse. Mi falta de presupuesto y locación implicó un hambre determinado y una forma del desamparo ante las inclemencias climáticas. Tuve algo de frío. En mi parque, además, había demasiada acción, y no conté con una mesa donde escribir. Mucha acción se tradujo directamente en mucho dolor de mano. También podría haber dicho: ¿a qué ritmo debe la mano intentar agotar el espacio?
Además, hizo trampa en varias cosas, seguro, como tomar notas y extender después, o seleccionar algunos sucesos para destacarlos de entre los otros. Aunque también podría no haberlo hecho. Cuando yo, luego, transcriba mis apuntes, descubriré que la realidad, por su propia cuenta, prioriza personajes y repite tramas. Esto es dicho sabiendo que mis ojos son los que se percataron de todo, mi propia susceptibilidad confrontada con eventos que, coherentemente, se repiten. Claro que habrá gente con perros en plazas; raro que alguien pasee una iguana.
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Sobre el asunto del Día Internacional del Trabajador en Estados Unidos, se me ocurre, al menos, un bucle más. Según los apuntes en mi diario íntimo, el 20 de agosto, en mi casa se leyó una crónica de Nikole Hannah-Jones publicada en The New York Times Magazine en el marco de The 1619 Project. Antes de profundizar: sí, tengo un diario íntimo; sí, en mi casa se lee. El proyecto 1619 propone repensar el origen de Estados Unidos, míticamente parido en 1776, para reconocer un nuevo comienzo en agosto de 1619, la llegada del primer cargamento de esclavos africanos a este territorio. Ese material de lectura me parece ineludible y lxs exhorto a que lo lean. Se imbrican los vectores del trabajo y los ejercicios de memoria.
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Eso. Escribir es un trabajo y un ejercicio de memoria. Una práctica lúdica. Un método de autoconocimiento. Una forma de lucha. Una resistencia. Esto no se va a convertir en un manifiesto inspirador, lo juro. Solo digo: toda persona que trabaje con la escritura ha hecho, o debería hacer, una experiencia de este estilo. Es intuitivo. Adolescente, me parece. Uno se ubica en un lugar y detecta, reconoce, desmenuza lo que hay. La invención y el aparato creativo se precipitan luego. Les dejo un consejo raso: algún día que tengan tiempo, siéntense en un espacio público durante al menos dos horas y tomen nota del mundo alrededor.
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Una muestra de media página de escritura del día primero de mayo. Sin editar, sin corrección. Yo no hago trampa como Perec.
Más gente sentada en estos bancos: somos 12. Veo más gente aún, sentada en los bancos de los caminos laterales, es incalculable.
Una mujer con bebé + perro. Una técnica de cine llevando una valija tipo para lentes.
Un tipo se para y me mira, quieto, activamente. Por primera vez alguien me mira. Siento su olor, aunque estaba a unos pasos. Ahora mira por los bancos del sector S.E., habla con alguien sentado que leía.
El hombre está vestido de azul, con remera sin mangas (¿no tiene frío?), gorra girada hacia atrás, la remera dice “I ♡ NYC”. Lo veo perderse tras la fuente en el sector SW.
Paran dos tipos llevando un changuito tipo de supermercado pero lleno de escaleras, escobas, y elementos de trabajo (¿pintores, obreros?).
Mujer con tres perritos.
Con diferencia de pocos minutos, dos tipos de unos 50/60 años se sientan a mis lados, casi equidistantes. Uno limpia sus lentes, el otro tiene auriculares.
Pasan unos padres con su hijita de máximo dos años, ojos celestes, me mira mientras se sostiene del banco, me sonríe, miro al padre, nos sonreímos, luego la niña dice “hi!”, al tipo de anteojos a mi derecha, responde “hi”, responde “hi”, responde “hi”, pasan de derecha a izquierda dos técnicos de cine haciendo ruido empujando carros pesados, lo nublado empieza a cambiar.
Un instante tímido de sol, lo siento en mi nuca.
Una pareja sentada en el borde N. de la fuente se moja cuando la dirección del viento cambia y aumenta de súbito. Se sacan una selfie.
La chica sigue leyendo en los asientos S.E.
Los tipos siguen sentados a mis lados.
Más gente.