Por: Ethel Barja
Santificado sea tu nombre. Poesía reunida 1977-2017, por Santiváñez, Roger. El Ángel Editor, 2020. 671 páginas
Esta publicación reúne cuarenta años de escritura de un autor devoto de la palabra que ha cultivado su oficio como un místico profano; es decir, como quien a lo largo de los años ha cultivado un compromiso simultáneo con una escritura a lo humano y a lo divino. Este libro constituye un valioso aporte para el archivo de la poesía peruana contemporánea ya que permite observar en toda su amplitud el desarrollo de la obra de Santiváñez. Su poesía constituye una apuesta radical por la incorporación de diversos registros del español peruano al lenguaje poético de forma no jerárquica y desprejuiciada.
Además de una espiritualidad de factura singular, los diecisiete títulos que componen esta compilación y los poemas no recogidos en libros son testimonio de una poética telúrica, magnética y fonética. Desde los años de Antes de la muerte (1979), Homenaje para iniciados (1984), Insane Asylum (1989) y Symbol (1991), el lenguaje poético de Santiváñez hurga en el pasado familiar, la afectividad, el amor ideal y carnal, y persigue una integración productiva del decir “peruano limeño” con la introspección. Se trata de un temblor interior que en relación con Symbol revela intensidades situadas entre la experiencia y la escritura: “El corazón habla en lo oscuro o se remece / es lo mismo mientras nadie se te acerca / porque nosotros olemos a esa fiera repentina / Que ya no se usa tiembla la palabra cuando / Quiere no hacerse ver, ser discreta como ella” (141). No obstante, el despertar del inconsciente en la página toma caminos inesperados. Más allá de una tendencia surrealista de imágenes irracionalmente motivadas, la poesía de Santiváñez plantea lo que comprendo como una búsqueda de un inconsciente lingüístico. Si el psicoanálisis planteaba un estudio de la subjetividad que buscaba la estructura del inconsciente en el lenguaje, la poesía de Santiváñez emprende una búsqueda de un inconsciente lingüístico en la propia materialidad del lenguaje. El objetivo se convierte en hallar el núcleo de la realidad lingüística donde el yo poético pueda verse como en un espejo anómalo; esto es, un lugar donde pueda alcanzar otro modo de ser. Esta práctica de escritura implica que toda la biografía de una palabra se invoca en su aparición en el poema y el poeta encuentra la novedad creativa y, con ella, encuentra una versión inédita de sí mismo.
La orientación hacia esta concepción poética se da con “Lauderdale” (1999), texto clave para comprender lo que se ha leído en la crítica como la transición hacia el neobarroco en la obra de Santiváñez. El poema permite observar un detenimiento simultáneo en la voluptuosidad erótica y sonora, que dialoga horizontalmente con la definición de poesía neobarroca de Roberto Echavarren: “Es impura: ora coloquial, ora opaca, ora metapoética. Trabaja tanto la sintaxis como el sustrato fónico, las nociones como los localismos. Y pasa del humor al gozo” (10). En los libros posteriores de Santiváñez, estos atributos se acentúan mediante una superposición singular de motivos cultos asociados a la rica herencia barroca hispana y un sustancial intimismo, a veces nostálgico y a veces hedonista, como se muestra el poema “La lata china” del libro Santa María (2001).
Aún conserva el fino aroma del té.
Increíble su constancia en una esquina
de la vieja cocina de mi madre.
A través de los años y los viajes
la he visto inmóvil en su sitio,
encima del lejano aparador
en la casa de Junín 381, muerta
niñez y pubertad infinita aquí
en Santa Isabel de nuevo la alacena,
el lavadero y la esquina con su lata.
Nadie la usa. Olvidada permanece y
es roja y es negra y es dorada.
La miro diariamente y no entiendo
qué hace allí embadurnada de tiempo.
No he podido tocarla, quizá si la abro
brote un genio oriental
el espíritu de este fino atardecer,
su dueña original. (209)
Respecto a la diversidad expresiva de Santiváñez, en Roberts Pool Crepúsculos (2011) puede observarse una imaginación pictórica que evoca a las bañistas de la obra de Pablo Picasso, y como él se aventura a una actualización de motivos neoclásicos, que tienen su originalidad en composiciones musicalmente llamativas, sensitivas y provocadoras. La presencia simultánea de armonía y desenfado se adopta para favorecer el gozo de los sentidos, pues como define Santiváñez: “Poesía en el chorro de tu corazón –insular corazón- tu trigueña bondad me rumba sin novedad. Busco volver a tu condición excelente para el placer. En todos estos años multitudinales” (Kloaka Antología poética 92). Así se puede constatar en los siguientes versos:
6
En tal suavidad surca la noche clara
El sueño de tu cuerpo puttino & desasido
Despierta bañado en lágrimas sonoras
Viento respirado en tu flotante cabello
Era mar con su oleaje envolvente
O neblina de Lima a la hora más húmeda
La orilla tintinea de burbujas solares
Serena soledad cual gaviota planeando
Contra la cresta más verde de las olas
Estabas tú con uvas italia entre las manos
Ofreciéndome el paraíso porque en tu cuerpo
De diosa portabas a Dios blancura de rosa
En la playa soñada (Roberts Pool 366)
El editor de Santificado sea tu nombre (El Ángel Editor, 2020), el poeta e investigador Alex Lima compara acertadamente la obra de Santiváñez con la arquitectura barroca, en términos de un exceso sinestésico que desde una visión profana imprime una “mística negativa” (9). En este sentido, Santiváñez ha realizado en su trayectoria ejercicios poético-espirituales; una continua práctica que persigue en la materia poética una iluminación interna a su realidad sonora. Por ejemplo, las repeticiones vía anáforas y aliteraciones funcionan como una suerte de conjuro que instaura una dimensión ritual en la palabra por la cual cada invocación trae más de lo invocado: un exceso creativo que renueva al oficiante del rito; es decir, al poeta devoto, como se puede observar en estos versos de “9 [Sandy]” del libro Sylva (2015):
El río está puro tras el paso salvaje de
Sandy la humedad gruesa de la tierra
Ha sido el lecho de las aguas desbordadas
Mas el bordado de las hojas autumnales
Son fractales sarduyanas a la luz de
La mañana un jovencito sol dora la
Orilla de enfrente aún frondosa & claro
Verde claridad sorpresiva nitidez
De la corriente nuevas fronteras
Ichu gringo en las márgenes del pantano
Arbustos trasnochados mochos en Moche
& en el cielo paralelas de nube cruzan
El lodo seco revuelto con palos astillados
Empieza el invierno quizá distinto modo
De abrevar los aires del silencio. (453)
El paisaje norteamericano con su propia musicalidad y sus vocablos se entretejen en este poema con el decir del español peruano: “hojas autumnales”, “ichu gringo”. De ese modo se confirma la vocación relacional de la poesía de Santiváñez que pone en diálogo lenguas, culturas y temporalidades. Severo Sarduy, escritor y teórico neobarroco, es invocado al mismo tiempo que la cultura precolombina Moche. En la misma dirección relacional, se encuentra la recurrencia del procedimiento intertextual por el que se elaboran lazos con una familia poética extendida que convocan a José María Eguren, César Vallejo, Ezra Pound, José Lezama, Martín Adán, etc. Esta tendencia indica que en el concierto neobarroco de Santiváñez siempre se convoca a un coro de voces. Se trata de una noción colectiva del propio quehacer poético, que Santiváñez considera vital como parte de la práctica poética y que se corresponde con su participación en el Movimiento Hora Zero y con su fundación del Movimiento Kloaka. Esta tendencia es un impulso por la colectivización de la poesía que muestra que el intercambio dialógico es el hogar del lenguaje poético, siempre abierto a la heterogeneidad del lenguaje.
Ante un horizonte posterior a las grandes utopías revolucionarias que plantearon la hegemonía de la colectividad, presentes en la insurgencia de grupos guerrilleros y de izquierda radical, Santiváñez se ha afirmado a lo largo del tiempo en otra dirección: “soy hinostroziano no creo //en las guerras no creo en nadie” (239). Esta negación de tono anarquista no ha impedido que la poesía de Santiváñez proponga lo que entiendo como una utopía de la lengua que consiste en una celebración conjunta de la memoria, de la naturaleza y del erotismo realizada en la fibra íntima del verbo.
Obras citadas:
Echavarren, Roberto. “Prólogo”. Medusario: Muestra De Poesía Latinoamericana
Buenos Aires: Malsalva, 2010. 9-13.
Dolores, Zachary. Kloaka: antología poética. Madrid: Amargord, 2014.
Santiváñez, Roger. Santificado sea tu nombre. Quito: El Ángel editor, 2020.