Por: Alexander Castillo Morales
Rodrigo Bastidas Pérez PhD en Literatura de la Universidad de los Andes, Colombia, nos habla de su última compilación de ciencia ficción latinoamericana El tercer mundo después del sol, publicado bajo el sello Minotauro, en 2021. Conversamos sobre las tensiones epistemológicas en la ficción latinoamericana en relación con lo animal, lo colonial, lo indígena y el género, desde aspectos como: decolonialismo, poshumanismo, ciberchamanismo y new weird.
Esta antología tiene algo particular, cada autor pone junto a su cuento, un texto con su visión de la ciencia ficción, eso no es algo común ¿por qué en esta se hace de ese modo?
Lo había hecho antes en unas antologías de ciencia ficción colombiana que hice en 2017. La idea de esos párrafos extra que están después de cada uno de los cuentos tiene dos raíces, la primera está relacionada con algo que hizo Harlan Ellison en sus antologías de ciencia ficción tituladas Visiones Peligrosas, muy famosas en los años 60 y 70, en las que compiló cuentos que habían sido rechazados por las revistas por ser “políticamente incorrectos”, entonces le pidió a los autores que después del cuento hicieran un pequeño apartado donde pudieran comentar por qué creían que ese cuento había sido rechazado. De alguna forma era una propuesta que planteaba renovar la ciencia ficción al convocar a los rechazados y otorgaba un espacio para que los autores dijeran por qué consideraban su cuento importante.
Por otro lado, durante la investigación doctoral, no encontraba textos académicos o críticas que sirvieran para comprender cómo se iba pensando o configurando la ciencia ficción latinoamericana o colombiana. Entonces, esa carencia me obligaba a inferir qué era la ciencia ficción a través de las narraciones mismas. Debido a esa a falta de producción conceptual pensé en el Rodrigo del futuro, es decir, si alguien quería hacer una investigación de ciencia ficción en el 2080 y quería saber cómo se concebía y se imaginaba la ciencia ficción en el 2020 en América Latina, le iba a ofrecer una pequeña ayuda.
Así como estas reflexiones permiten un sustrato o una idea de cómo los autores mismos conciben el género, no solo de manera narrativa. Esta especie de pequeño filtro ayudará a los del futuro a crear un mapa de cómo se piensa o cómo se imagina la ciencia ficción el día de hoy. La antología además de ofrecer unas narraciones para acercar al público que no conoce lo que es la ciencia ficción latinoamericana, también quiere ayudar a configurar un campo y para la configuración de ese campo, no solamente están los textos narrativos, sino que estos pequeños ensayos pueden aportar conceptualmente al campo de la ciencia ficción latinoamericana.
En el prólogo señala que Mauricio José Schwartz y Braulio Tavares (1993), encontraron a finales del siglo XX un deseo de separarse de la tradición anglosajona y establecer relaciones con la tradición colonial e indígena, ¿cómo se desarrolla esta tensión epistemológica?
La referencia que yo hago a Schwartz y a Tabares es porque legitima de alguna forma los estudios de la ciencia ficción desde The Encyclopedia of Science Fiction, de 1993; donde por primera vez aparece una referencia a la ciencia ficción latinoamericana. En realidad, es una entrada chiquitita, de una columna, en la que nombran lo colonial y lo indígena por primera vez. Eso es importante porque nunca se había hecho esta referencia, hice la cita para demostrar cómo por primera vez desde la academia se presenta una definición de la ciencia ficción caracterizando el fenómeno latinoamericano. Es significativo señalar que se hizo en el 93, lo cual es realmente tardío para una clase de género como la ciencia ficción.
Lo que ocurrió a partir de ese momento fue un desarrolló durante finales del siglo 20 e inicios del 21; así, logra tener un eco muy fuerte en la actualidad porque ocurre un fenómeno interesantísimo: al darnos cuenta de que siempre hemos estado bajo una serie de preceptos científicos de la hegemonía tanto europea como estadounidense, también hemos internalizado una idea de ciencia como lo comprobable, de modo que lo que sale de esa estructura pierde su legitimidad. Y esto es puesto en tela de juicio por la narrativa ficcional latinoamericana. Esto hace parte de la propuesta misma de la antología.
En el siglo 21, a partir de algo que no nombro dentro del prólogo, se está pensando desde lo postcolonial; por ejemplo, desde la perspectiva de Boaventura de Sousa Santos se plantea que los paradigmas epistémicos de occidente nos dicen cómo estamos pensando la ciencia, por lo tanto si se rompen dan espacio a otras formas de pensar lo científico y a otros paradigmas epistémicos. Es ahí donde entran los saberes de los pueblos originarios y estos entran a la ciencia ficción como ciencia. Eso es lo más interesante porque no entran como creencias populares o no entran simplemente como misticismos o no entran como creencias cosmogónicas antiguas o como mitología, entran como formas epistémicas de comprensión del mundo. Ahora, lo que están haciendo algunos autores es tomar esa idea de que los saberes de los pueblos originarios son formas científicas de conocer el mundo y trabajan la ciencia ficción latinoamericana justamente desde ahí.
Hay al menos tres cuentos en la antología que apuntan en ese sentido.
Sí. La pregunta por cómo podemos comprender los saberes de lo indígena como epistemes científicas, es esencial. De allí deriva cómo está cambiando la forma como desde Latinoamérica estamos pensando la ciencia. Considero que desde esta perspectiva se podría configurar una especie de forma identitaria presente en las ficciones latinoamericanas, que en cuentos como por ejemplo en “Les Pi’Yemnautas”, de Teresa T. Mira de Echeverría, conecta la temática de género con referentes indígenas o lo mismo en “La conquista mágica de América”, de Jorge Baradit, en el que se presenta la mezcla de saberes de los pueblos originarios, con ocultismo y alquimia; todo eso dentro de una especie de forma epistémica de comprensión del mundo. En ese sentido, este tipo de narraciones permiten una creación de la ciencia ficción específica y particular dentro de América Latina.
También la carátula del libro va en ese sentido. ¿Cómo se diseñó?
La carátula la hizo Luis Carlos Barragán, autor del cuento “Éxodo X”. Hablamos un montón sobre la visión que tenemos; pensamos que “La chola poderosa” funciona como una especie de posibilidad de identidad de lo propio, de lo autóctono, pero conectado con ese desarrollo del mecha típico japonés. Presenta algunos rasgos que tienen que ver con lo inca, pero sin aspectos específicos de algún grupo en particular, sino con ciertos elementos gráficos que permiten una identificación más general. Con Luis Carlos siempre dijimos que en la portada debía estar ella porque expresa una especie de pequeña semilla revolucionaria.
¿Dentro de esa dinámica postcolonial alcanza a haber cierta forma decolonial?
Claro que sí, cuando hablo de lo postcolonial me refiero a desmarcarse de la ciencia en la lógica que ya expliqué, la de lo comprobable, lo positivista. Luego del acto de desmarcarse viene un movimiento lógico posterior: hacer una creación ficcional decolonial y en ese decolonialismo aparece, por ejemplo, el cuento A través del ávatar, de Laura Ponce, en el que ella retoma elementos básicos del Cyberpunk, típicamente estadounidense y típicamente de tecnología de punta de allá, es decir un montón de ideas del primer mundo a las que les da la vuelta y lo que hace es ubicar ese espacio en el barrio Once de Argentina. Para que se entienda cuál es la importancia de ese barrio, hay que señalar que es uno de esos barrios típicos de América Latina en donde se venden películas piratas, en dónde se refaccionan aparatos, como un San Andresito en Colombia. De ese modo, se conecta centro con periferia.
Ahorita en Colombia estamos en todo un asunto que viene acorde con esta conversación sobre tecnología, lo menciono como anécdota: cuando el presidente Duque dice que somos el Silicon Valley latinoamericano, hace referencia a justamente a las posibilidades de que somos un país en desarrollo que quiere ser algo más que no es. La gente le ha respondido que nosotros apenas llegamos hacer El Lago (se refieren al centro comercial El lago) de Latinoamérica. Entonces ese contraste ideológico es el que me parece muy interesante porque hay dos visiones totalmente claras: por un lado, el hecho de que mientras el presidente todavía está en esa idea colonial de “queremos ser Silicon Valley”, la respuesta popular ha sido somos El Lago, en la cual se puede leer algo de orgullo identitario al hacer esa afirmación. Entonces en el cuento de Laura Ponce hay un gesto espacial, hay un proceso de identidad que ya se acerca mucho más a lo decolonial, en donde no estamos tratando de imitar lo colonial o de soltarnos solamente, sino de crear procesos identitarios de lo que somos realmente como América Latina. Creo que por ese lado se podría ver cómo desde la escritura misma existe esa propuesta casi que decolonial de la visión de la ciencia.
¿Cómo se aborda el mundo animal en estas narraciones de ciencia ficción?
Es una gran pregunta porque una de las temáticas más fuertes dentro de la ciencia ficción actual en el mundo, tiene que ver con la relación entre el hombre y la naturaleza y principalmente en la relación con todo lo que tiene que ver con el Antropoceno. En esta idea, la relación que tenemos con el mundo natural se ha convertido en un eje muy importante para la ciencia ficción, sobre todo porque estamos frente a un espacio en crisis palpable, pensándolo desde América Latina; mientras en la ciencia ficción anglosajona los recursos naturales, el problema del Antropoceno y la crisis ecológica es algo que está ocurriendo como un referente lejano. Reitero, en América Latina ese referente es absolutamente cercano y es un tema mucho más importante; además, porque hay un desplazamiento conceptual en la ciencia ficción que se está escribiendo actualmente en América Latina. Otro género, que comulga con la ciencia ficción, es el llamado new weird o el “nuevo raro” que está tratando de comprender cuál es esa relación del hombre con la naturaleza y cómo esa relación tiene que ver con parte de lo que hace algún tiempo se llamó el giro animal.
Para poner un ejemplo, no de la antología , pero sí de la ciencia ficción latinoamericana, valdría la pena pensar cómo Cristian Romero, autor de Medellín que fue elegido Bogotá 39, piensa en su novela Después de la ira cómo las prácticas de los cultivos transgénicos están transformando la naturaleza animal. Allí la naturaleza animal vive una reacción desde los mundos extrapolados de la ciencia ficción en cuanto las transformaciones que tiene el hombre en la naturaleza. En esta novela, en los cultivos transgénicos, por parte de una multinacional se crean unas langostas gigantes que empiezan a transformar la visión no solamente de un pueblo en especial, que se llama San Isidro, sino de la guerra en Colombia.
En ese sentido, el cuento Éxodo X plantea un deslizamiento de la identidad a través del protagonista; y, a su vez, a modo de pincelada emerge otro desde la transformación interespecie: un ser animal pasa a ser un humano. ¿Qué piensa de eso?
Lo más interesante del cuento es que no la desarrolla completamente, sino que la deja, así como dices, como una pincelada. La deja sugerida y es esta sugerencia la que apunta a la posibilidad del desplazamiento de la identidad. Recordemos que durante mucho tiempo se habló del desplazamiento de la identidad del sujeto interpersonal, con características que tenían que ver con lo humano: un hombre en una mujer, un blanco en un negro, un adulto en un niño; pero todo esto estaba referido a características netamente humanas. Esta pincelada es esa posibilidad de apertura en las que las transformaciones no se hacen solamente en el ámbito de características humanas, sino que ya hay un diálogo en este caso con lo animal. Casi podemos decir que es una propuesta antiespecista para tratar de pensarnos como seres no-humanos, como seres en una forma más amplia; que podemos dialogar más allá de lo humano. Es algo que me parece muy interesante que se está poniéndose en juego en la literatura actual; por ejemplo, la propuesta de la premio Nobel Olga Tokarczuk, está apuntando a esas posibilidades de unos diálogos interespecies que son también los que aparecen en este cuento de Luis Carlos Barragán.
¿Eso antiespecista se puede comprender en términos de poshumanismo?
Claro, como dije, en Éxodo X las personas por medio de una droga tienen la opción de transformarse físicamente en otra persona y también en otros animales, de lo que está hablando es de cómo también la ciencia ficción en el momento en el que está ocurriendo este desplazamiento hacia el new weird, se convierte en un género ahumano. Quiero puntualizar en esto, lo ahumano y lo antihumano conllevan pensar lo humano como especie. El antihumanismo al igual que el new weird desplaza el humano hacia el borde y deja en el centro otros sujetos u otros elementos u otros espacios como pueden ser la naturaleza, lo vegetal, lo animal. Cuando ocurre eso, lo importante tiene que ver con que ya no estamos considerando el humano como especie única y como centro epistémico, sino que estamos en un sistema horizontal y ese sistema nos permite otro tipo de diálogos.
Estos diálogos están ocupando un centro dentro de la agenda temática de la ciencia ficción latinoamericana, tal como he puesto de manifiesto en autores como Cristian Romero o Luis Carlos Barragán. Es un diálogo que se está teniendo por la preocupación y por esa imposibilidad de pensar el futuro a través del deterioro y la crisis ambiental que estamos sufriendo ahora. Es en esa relación temática se está pensando el futuro y se toma en cuenta el cambio climático, que nos lleva a reevaluar las relaciones que nosotros tenemos con la naturaleza.
Volvamos a la conexión con lo indígena. ¿Qué papel juega la naturaleza en las narraciones desde el ciberchamanismo?
Para explicar el ciberchamanismo yo suelo utilizar una metáfora que es muy interesante. El hacker busca conocer el sistema para hackearlo, conoce los códigos, las líneas de programación con el objetivo de alterarlas y transformar cosas de cierta manera. Eso mismo sucede en cierta literatura de Jorge Baradit y de otros autores. Ahora pensemos al chamán como un hacker de un sistema que es la naturaleza. Si nosotros pensamos a la naturaleza como un sistema y al chamán como un hacker muy ciberpunk, como Mr Robot, ese chamán tendrá en sus manos la oportunidad de, por ejemplo, convertirse en Jaguar. Así, cuando nosotros nos vamos hacia atrás y miramos las formas epistémicas de los pueblos originarios de cómo entienden la naturaleza, entonces se asume una lógica cuando el chamán dice: “el otro día me convertí en Jaguar”, ya no es parte de sus creencias cosmogónicas míticas.
De repente los estudios de los sistemas lo que han demostrado es que ese convertirse en Jaguar es una forma de comprender el hackeo del sistema de la naturaleza. Así es como la ciencia ficción está revaluando y retomando esas teorías que hablan de las lecturas de los sistemas de la naturaleza. Eso permite que nosotros como entes podamos ya no verlo desde el punto de vista mágico en oposición con la episteme científica convencional; hay una posibilidad de una lectura mágica de transformarse en animal, pero también hay una posibilidad lógica que tiene que ver con observar la naturaleza como sistema y observar que el ente animal que es el jaguar es a su vez un ente animal que es el chamán.
Lo único que se hace es cambiar una línea de código en ese sistema y ahí es donde ocurren este tipo de cosas interesantes entre lo animal y lo humano. La ciencia ficción permite comprender a los animales dentro de su semejanza con lo humano y no en la diferencia con lo humano. Si nos vamos un poquito hacia atrás tiene que ver con el mismo hecho de que el ADN de lo humano y de lo animal, nos permite comprender ciertas posibilidades de transformación en el código; si pensamos el ADN como código y nosotros pensamos que es posible transformar ese código es porque podemos convertirnos en animal y eso cambia no solamente nuestra visión de nosotros, sino de la identidad entre especies y, por supuesto, nuestra relación con lo animal. Me parece que eso está en el cuento de Luis Carlos y, también se puede ver en otro cuento de la antología, pero desde otro lugar: “La sincronía del tacto”, de Gabriela Damián, donde nos presenta los hongos como posibilidad de un hackeo al sistema natural.
¿Entonces, estamos en un tema de expansión de la consciencia?
Claro, pero vuelvo al asunto científico: si tú le vas a decir a alguien expansión de la conciencia, te responde “hippie”, pero si nosotros pensamos que esa expansión de la conciencia es otra estructura epistémica del mundo, el asunto cambia. No es una expansión tal como se proponía en la ciencia ficción de los años 60, en la que se tematizaban otras formas de búsqueda, por ejemplo, estados superiores de conciencia, por medio de lo religioso, del trance por bailar o a partir de la meditación o de la ingesta de drogas o de hongos; ahora hablamos de otra forma de comprensión sistémica del mundo. Es como si la ciencia occidental permitiera este tipo de creación ficcional y se pudieran comprender estas otras formas de comprensión epistémica del mundo. Repito: no es una expansión “hippie” de la conciencia, es una expansión epistémica del mundo.
¿Hay producción de ciencia ficción hecha por indígenas o estos y sus mundos aparecen solamente tematizados allí?
Sí, son muy pocos. No necesariamente porque no existan sino porque no se conocen. Hay un grupo en México que está interesado en encontrar autores indígenas que escriban ciencia ficción, pero lamentablemente es algo que aún no se ha conocido y no tiene suficiente apertura. El ejemplo que yo pongo siempre es el de Alice Spedding, escritora y antropóloga inglesa que llega a Bolivia, estudia todas las creencias, los saberes, la cultura, el lenguaje de lo indígena y se convierte en una más de ellos, con su ropa, con su cultura, al punto que se va a vivir allá y toma todas sus costumbres e ideas, etc. Ella es una académica que escribió una novela de ciencia ficción, De vez en cuando Saturnina, en donde hay cholas en el espacio. Es una novela que casi nadie conoce; pero en general no hay tanto.
Lo que sí está ocurriendo, es que hay un interés muy fuerte de parte de autores que normalmente escribían ciencia ficción y están incluyendo ciertos saberes indígenas dentro de sus textos, por ejemplo, en Ecuador, que no está en la antología, pero que valdría la pena pensarlo, José Luis Jácome. Él está haciendo una propuesta no solamente literaria sino artística, se llama el “Khipunk”. Consiste en tomar el saber del quipu y basar la ciencia ficción en ellos, pero con estética futurista. Un autor peruano que se llama Daniel Salvo también propone algo que se llama el incapunk. En su último libro, en cuentos como “Quipucamayoc, justamente lo que hace es recuperar lo inca como una posibilidad de ciencia ficción. No hay tantos autores de lo indígena, pero sí hay mucha tematización de lo indígena dentro de los nuevos autores de ciencia ficción latinoamericana. Lo que hace Jácome con el khipunk y lo que hace Daniel Salvo con el incapunk son muy buen ejemplo de eso.
¿Qué particularidades encontró en la producción de ciencia ficción hecha por hombres, mujeres y personas diversas?
Teresa P. Mira es un gran ejemplo de lo que está haciendo la ciencia ficción especialmente en esta vertiente del llamado new weird. Ella en su libro Variaciones sobre el amor que son cuentos de ciencia ficción aborda la temática LGTBIQ. Teresa es una activista, al igual que Barragán, y creo sus propuestas están planteando esa idea de una identidad corporal y sexual móvil. Parte de esta propuesta tiene que ver con algo que yo he analizado desde la academia y es la idea muy particular sobre -género- que en inglés tiene dos excepciones; mientras en español solamente tiene una palabra. En inglés se utiliza genre y gender una para hablar del género literario y otra para hablar del género sexual. En español la palabra es la misma, entonces cuando tú hablas de literatura de género, puedes estar hablando bien sea de literatura de género literario o literatura de género sexual. Esa coincidencia que me parece sumamente diciente hace que haya una especie de cierto desplazamiento casi ideológico que fue tomado por la ciencia ficción. Esta pequeña apertura de la ciencia ficción que mezcla géneros literarios, con terror y con fantasía produce algo que es inclasificable, que ha sido llamado weird o raro. Tomando justamente esa estructura ideológica del desplazamiento que ocurre es que también muchos de los temas van más allá del género literario, tratan el género sexual. En esa línea, autores como Teresa P. Mira de Echavarría y Luis Carlos Barragán utilizan no solamente la ciencia ficción, sino el new weird como una estructura ideológica para plantear en sus cuentos temáticas LGTBIQ. En la antología vemos que también el cuento de Laura Ponce trata del desplazamiento de la identidad, en este caso dentro del juego de vídeo.