Por: Ramón Acevedo
Retratos (des)de la Locura, por Ramón Ángel Acevedo Arce (Rakar). Lolita Editores, 2017. 208 páginas
En nuestras sociedades pragmáticas, racionales y eficaces, todo pareciera estar estructurado para obligarnos, tácita o explícitamente, a seguir el juego del equilibrio y de los consensos gregarios. La comunidad nos califica de “cuerdos” o “sensatos” cuando participamos de ese juego, y de “locos” cuando nos negamos a jugarlo. El hombre llamará “equilibrio”, a ese malabarismo secreto que se ve obligado a realizar diariamente para no caerse al pozo negro de la locura.
Todos aquellos que se aventuran a descender al depósito profundo de los grandes sueños (ese que Jung llamó el “inconsciente colectivo”) se ven expuestos a ser objeto de exclusión bajo la etiqueta de “locura”, a menos, claro está, que sean considerados artistas o chamanes. Es más, cualquiera que se digne a cultivar sus propios desacuerdos con los demás, o manifieste un comportamiento suficientemente individual o antisocial, podrá ser estigmatizado con ese mismo sambenito. Y es que la locura, en rigor, es un concepto que fija los límites respecto a lo que al hombre le está permitido.
Mientras que durante la Edad Media el “loco” fue considerado un personaje sagrado, ya en el Siglo de las Luces, bajo el prisma de la razón triunfante, la locura representará el pecado de lo distinto y de la inutilidad social; será expuesta, por consiguiente, a la sanción. En su definición moderna, el “loco” designará al hombre que, anonadado por los símbolos de lo inconsciente, ha rehusado vivir en el mecanismo de la norma y en el principio de la realidad.
El artista, por su parte, huirá igualmente de la realidad del mundo circundante para encontrar asilo en su inconsciente y su imaginación. El gran poeta alemán Hölderlin, por ejemplo, en una de sus cartas expresaba: “temo demasiado la trivialidad y la rutina de la vida real”. Lo que hay de común entre el arte y la locura, es el desgarramiento del hombre experimentado ante lo implacable de la realidad. Por supuesto, la sociedad no aplica el mismo tratamiento para uno que para la otra. Mientras el “loco” carece absolutamente de aceptación social (dado que no sólo hiede y viste mal, sino que emite mensajes y palabras ininteligibles para el sentido común), el artista, en el mejor de los casos, será congratulado, puesto que del manantial de los grandes sueños regresa con mensajes orlados con el brillo de la estética resplandeciente, y de los valores predominantes que son convalidados por la mayoría.
Mas, pobre del artista visionario que se atreva a llegar al fondo de sus sueños y luego emita verdades disonantes o incómodas para la colectividad. Hoy nos burlamos de buena gana de los contemporáneos de Van Gogh que no supieron apreciar su pintura. Pero lo cierto es que todos aquellos artistas que llamamos “malditos”, padecen y padecieron en vida el estigma y las variadas formas punitivas de la sanción social: condenación a la pobreza, incomprensión, desamor, locura, suicidio o muerte en desolación. Al paso de los años, cuando el réprobo ha abandonado este mundo, esa misma sociedad condenatoria, restituirá, con los oropeles de la gloria, los sufrimientos y penurias del condenado creador; será, entonces, el momento en que se transen cuadros en millones de dólares, se inauguren retrospectivas, se editen obras completas, y hasta en las universidades se estudie concienzudamente la vida y la obra del malogrado autor.
La cuestión de fondo pareciera estar determinada por lo que la sociedad establecida considera “normal” o “anormal”. La locura, en efecto, no es cualquier “enfermedad”; ella involucra a una multiplicidad de instancias, saberes y poderes que entran en acción. Es más, sería lícito preguntarse si efectivamente lo es. Quizás no sea más que el final ineludible cuando la exploración de la individualidad es llevada hasta los extremos. En cualquier caso, la locura no nos permite la apatía; ella nos inmuta y nos interpela y, al decir de ese gran estudioso de su historia que fue Michel Foucault, obliga al mundo a interrogarse sobre su propia culpabilidad.
Entre los años 1997 y 2001, el autor de este libro, atraído por la imaginería de Goya, y también por la experiencia de aquellos artistas que exploraron hasta el abismo su propia individualidad, se abocará a una de sus obras más ambiciosas: la de documentar fotográficamente los 4 Hospitales mentales públicos de Chile. Durante más de 90 día (en su fase documental), deambulará por galerías y subterráneos manicomiales en medio de alaridos y de hedores que a cualquiera podrían ahuyentar, constatando que aquellas personas que la sociedad llama “locos” (y que son tratadas como tal), son personas que ven demasiado y de una gran sensibilidad.
Expuestos por vez primera bajo la forma de un libro (2017), estos “RETRATOS (DES)DE LA LOCURA” divididos en cinco capítulos y un epílogo (Soy el extraño, soy el hombre, que todos dejan pasar…; ¡Psiquiatría tire!; La epifanía de las sombras; Yo estoy en el mundo, pero no soy del mundo; ¡Qué barras, qué rejas, qué paredes…!; El grito de Artaud – Van Gogh, o el Desquite de la Locura), y en el curso de más de 90 fotografías, nos conducen a un viaje alucinante por los laberintos del internamiento psiquiátrico, en conjunción con los fragmentos testimoniales de dos grandes artistas que se aventuraron más allá de la norma, y fueron recluidos bajo el estigma de la enfermedad mental: Antonin Artaud y Vincent Van Gogh.
“RETRATOS (DES)DE LA LOCURA”, ensayo documental fotográfico que se articula desde la poesía misma como ámbito de subversión, constituye una réplica irreductible al “sentido común” y la razón predominante que reducen al hombre a una norma (la de la vida colectiva), y condenan a la terapéutica de la medicina a todos aquellos artistas y visionarios que, a despecho de la psiquiatría, se aventuraron más allá de lo permitido y fueran recluidos bajo el estigma de la enfermedad mental.
Durante casi 20 años esta obra permanecerá oculta, invisible y obliterada en su propio territorio. Paradojalmente, será acogida con beneplácito fuera de su patria: Mención honorífica en 6ª Bienal de Fotoperiodismo, México, 2006; Exposición Luces y Sombras: Imágenes de la Locura, Centro de Historia de Zaragoza, España 2007; Segundo Premio en VI Concurso de Fotografía Digital del INICO “Las Personas con Discapacidad en la Vida Cotidiana”, Fundación Grupo Norte, Universidad de Salamanca, España, 2008; Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, México, 2009; Festival europeo de Arte para la mejora de la Salud Mental, Atenas, 2016; Centro Cultural San Pablo, México, 2018.
Quizás, algún día, las imágenes perturbadoras de este libro serán historia, y otros ojos lejanos y pensativos (menos contaminados que los de nuestros contemporáneos) se posen sobre ellas y descubran los signos de nuestra propia locura y nuestra noche interior, aquella que el hombre moderno, civil y reglamentado, se empeña tanto en borrar. Quizás estos rostros y miradas, que nos atisban desde la oscuridad insondable de la mente humana, nos ayuden a reconocer desde ya, la profundidad de su misterio y su fulgor.
(El autor).
NOTA DE ACLARACIÓN:
Algunos párrafos incluidos en esta Reseña, corresponden al texto titulado “Arte y Locura: Imágenes de la verdad”, el cual fue publicado en el Catálogo de la exposición “La Locura de Artaud-Van Gogh, o el Desquite de la Locura” (Ediciones El Viaje de Rakar, Chile, 2010), que fuera realizado por su autor.
El mismo texto, bajo igual título, fue publicado en el Catálogo de exposición colectiva “Luces y Sombras: Imágenes de la Locura” realizada en el Centro de Historia de Zaragoza, (España, 2007).
Ambas publicaciones fueron realizadas de manera impresa, y no se encuentran publicadas en ningún medio digital.
Con el propósito de reseñar el actual Fotolibro “Retratos (des)de la Locura”, fueron tomados íntegros algunos párrafos de aquellos textos de Catálogos; otros fueron modificados y adaptados para los fines de esta Reseña, y algunos otros son totalmente originales e inéditos.
Todos los derechos de los textos señalados son propiedad del autor Ramón Ángel Acevedo Arce, quien es, asimismo, el autor del Fotolibro reseñado.