Por: Arlett Cancino
Desierto sonoro , por Valeria Luiselli . Editorial Sexto Piso, 2019. 459 páginas
Supongo que todas las historias comienzan
y terminan con un desplazamiento; Qué
todas las historias son en el fondo una
historia de traslado.
Valeria Luiselli
La vorágine de la escritura hecha por mujeres cobra fuerza y se desenfrena por lindes cada vez más amplios. Los estilos y los temas que ellas abordan son tan diversos, como diversa es la mirada desde la que observan y narran, esa que por mucho tiempo estuvo sepultada bajo el anonimato de una tradición que no confiaba en las escritoras. Ahora su voz es impetuosa y el reconocimiento se hace inminente como lo demuestra la última novela de Valeria Luiselli.
Lost Children Archive se publica en febrero de 2019 y ese mismo año sale a la luz su versión en español por la editorial Sexto Piso bajo el nombre de Desierto sonoro , traducida por la autora y Daniel Saldaña París. Para 2020 la novela ya ha acumulado dos galardones, el Premio Rathbones Folio, que por vez primera reconoce a una mujer, y el Premio Fernanda Pivano por la versión italiana de la obra.
Valeria Luiselli inicia esta novela poco antes de su trabajo ensayístico Tell Me How it Ends: An Essay in 40 Questions ( Los niños perdidos. Un ensayo en 40 preguntas ) que aparece en 2017 y donde aborda la crisis de niños migrantes en los tribunales de Estados Unidos, pues durante algún tiempo ella trabaja como traductora voluntaria en la corte de migración y ayuda a los menores a conseguir abogado. La autora se sirve del cuestionario de cuarenta preguntas que se les hace a los infantes para conocer sus motivos de migración y así reflexionar sobre los temas expresados. Estos elementos son el telón de fondo de la trama de Desierto sonoro y la conversión en una novela de desplazamientos, traslados y migraciones;es la historia de una familia que lleva cuatro años junta y que la vida, inevitablemente, separa.
Una pareja de documentalistas sonoros con sus propios hijos se une porque comparten un proyecto: la recuperación de los sonidos emblemáticos de Nueva York. Una vez terminado el trabajo, cada uno se encuentra en la búsqueda del siguiente paso vital y tal parece que lo que elijan los llevará por caminos separados. Entonces emprenden un último viaje hasta Arizona, donde se desarrolla el nuevo proyecto del padre; recorren viejas carreteras del territorio norteamericano y las documentan con polaroids , grabaciones y relecturas.
Los narradores son la madre y su hijastro. Ambos reflexionan sobre los paisajes desérticos que ven a través de la ventanilla del coche y que el niño captura con su cámara. Al mismo tiempo, rumian recuerdos y pasajes familiares. La madre reconstruye el pensamiento de su hijastro y el niño el de su madrastra; juntos verbalizan la voz del padre y la hija. Durante las conversaciones de los cuatro, poco a poco, esta diáspora familiar se vuelve metáfora del exilio de niños refugiados que cobran vida a través de la lectura de Elegías de los niños perdidos , obra inventada por Luiselli, para abordar las posibles anécdotas de los niños migrantes que desafían a La Bestia: ese tren al que se montan para llegar a Estados Unidos.La desintegración de esta familia es también alegoría del desplazamiento forzado de nativos americanos, de los apaches chiricahuas, el nuevo objeto de estudio del padre. Todos son personas del presente y del pasado que, de alguna u otra manera, parten o se ven obligados a irse.
Desierto sonoro tiene muchas virtudes, una de las más emblemáticas es el amplio juego intertextual que late desde sus orígenes a través de los ensayos de Luiselli y de su labor como traductora, hasta de la estructura de la obra. La novela se divide en cuatro partes, en las que se encuentran las siete cajas de viaje que cada uno de los personajes llenos con sus pertenencias más importantes. Tales cajas contienen cuadernos, libros, discos compactos, carpetas, folletos, mapas, polaroids , entre otras cosas; elementos que representan la personalidad de los integrantes de la familia y que son abordados en la trama como ambientadores, motivos de reflexión y símbolos familiares.
Luiselli mete en esas cajas obras de diversa índole y las pone a conversar con los personajes y su situación de vida; con ellas, instaura un diálogo semántico que fortalece su historia. Asimismo, maneja la incursión de los otros autores de manera sincera y espontánea ya que las lecturas de esos textos forman parte del bagaje cultural y emocional de la familia. Por ejemplo, recurre a los diarios de Susan Sontag para abordar la crisis matrimonial que vive la pareja y, al mismo tiempo, para reflexionar sobre la epifanía que un buen texto provoca en su lector.Esta es descrita como un cerillo encendido en medio de un negro pasillo que evidencia la oscuridad circundante de todo lo que ignoramos, para concluir que la admisión de dicho desconocimiento es más importante que la acumulación de saberes.
En la novela también se hallan las voces de Carson McCullers, William Golding, Ezra Pound, Anne Carson, Juan Rulfo, Augusto Monterroso, Virginia Woolf, TS Eliot, Rilke, etcétera; algunos más evidentes que otros a través de citas textuales o paráfrasis de sus ideas. Todos ellos son mencionados en la última parte de la novela donde la autora se encarga de enlistar las obras que emplea.
De este modo, Desierto sonoro es ejemplo de la gran capacidad narrativa de Valeria Luiselli, así como de su amplio conocimiento y manejo de la literatura universal. Es también un franco cuestionamiento a la crisis migratoria en la frontera entre México y Estados Unidos, en específico, a la situación de riesgo en la que se encuentran los niños migrantes cuando emprenden el exilio hacia las tierras del sueño prometido; circunstancia metaforizada a través de cuatro personajes que están a punto de exiliarse de su propia vida familiar.