Por: Jimmy Santiago Baca
Traducción por: Lucía Ortega Toledo
Cuando camino por esa puerta, Soy:
La búsqueda de una madre inmigrante
La sangre navega por sus muslos,
brota de sus rodillas
que parecen cáscaras de papa
en una tabla de picar.
Las piedras y la tierra atestiguan
Las piedras piden
Las piedras toman
Las piedras dicen:
Acuéstate en nosotras, susurran,
Absorberemos tu tristeza.
Tonal murió. Yo y mi bebé Joaquín
vamos al Norte, “pa’l norte”, como él quería,
para escapar de la ira de la mafia.
En cada puerto y en cada frontera
nos encontramos con vigilantes,
administradores oficiales uniformados
y turbas descontroladas
gritando el mismo estribillo
“¡Regrésate a tu país!”
En la radio en inglés,
en el mercado y desde las ventanas,
celebridades en programas de entrevistas
nos etiquetan como
marginados, rebeldes,
criminales y narcotraficantes;
responden a nuestra miseria
con un pensamiento cuadrado, de cuatro paredes
(paredes que prometo derribar un día,
una solitaria y distante mujer
con el fuego del acantilado
ardiendo en mí, ardiendo en mí).
Los expertos afirman no saber
de nuestra opresión,
cómo somos torturados y asesinados
y rechazados en cada puerta.
En vez de las personas reales que somos –
hambrientos, amables, trabajadores,
soñando con una educación y vida pacífica,
sus ideas nos reemplazan con estereotipos
que se ajustan a sus necesidades egoístas.
No hicimos nada malo.
La balacera ha quitado el centro
fuera de mí,
y deja cascos de cartuchos de escopeta
donde solía estar mi corazón,
en mi centro, quemando…
cómo Tonal iba camino a casa
después del trabajo,
bolsa de papel del almuerzo apretada en la mano,
medalla de San Martín de Porres alrededor de su cuello
un anillo de bodas de plata con turquesa
que su tío Tomás, un platero Pipil hizo para nosotros,
un tatuaje de corazón con nuestros nombres escritos en su pecho,
y Joaquín, mi amor, por siempre, en su antebrazo izquierdo.
Empaco lo que tengo y huyo pa´l Norte
(creo en las palabras de mi esposo,
creo en ellas con todo mi corazón).
Con Joaquín amarrado a mi espalda
cuatro veces brincamos trenes en marcha
cuatro veces fui violada por pandilleros,
por predadores y por la policía,
y mientras cada hombre me monta,
una voz en mí habla,
“¿Les contarás que el infierno no es un sueño
y que has estado allí?, ¿les dirás?”
Y en voz muy baja, digo, lo haré.
En El Paso, Texas, pido asilo,
me mandan en autobús al
Centro de Procesamiento del Condado de Otero,
Centro de Detención de Inmigrantes
en el condado de Otero, Nuevo México
y “la migra” (autoridades de ICE)
toma a mi bebé Joaquín
y a mí me meten en una celda.
Dos oficiales
me violan esa noche,
sus lustrosas identificaciones y pistolas y cinturones de cuero
brillan bajo las fluorescentes luces del techo,
su sudor y su lengua zigzagueante, escurriendo saliva
salpican mis mejillas y mi frente;
venas pulsantes en sus cuellos,
caras enrojecidas, hinchadas
y ojos vidriosos de ira
destellan locura.
El Centro de Procesamiento
administrado por la compañía de prisiones privadas en Otero
es una máquina que gira sus crueles engranes y ruedas de la fortuna
fabricando, fabricando, fabricando
mentiras empaquetadas que dicen que soy una mala mujer
(quiero ser yo, quien soy dentro de mí,
volver a mí misma, bendecida de conciencia,
vulnerable, suave conmigo misma y con los demás,
espero que un día pueda volver a vivir).
Soy violada otra vez
por un oficial de la migra,
él gime y chilla como un cerdo, y
las piedras y la tierra atestiguan.
Las piedras piden,
las piedras toman,
las piedras dicen:
Acuéstate,
Absorberemos tu tristeza.
Cierro mis ojos y juro nunca
convertirme en una escort de la cárcel, en una puta por favores,
por cocas, papas y cigarros.
Cierro mis ojos y veo a Tonal
flotando en el aire alrededor de mí,
“está sangrando”, escucho la voz de un oficial de la migra
decir a su pareja, quien, encima de mí, contesta:
“¿Y qué va a hacer? ¿llamar al 911?” después ríe,
“Deja que se muera la perra,
mientras más mueran, mejor estamos”.
El brillo de los ojos de Tonal y de Joaquín crece
con una luz cegadora sobre mí,
quemando sus olores, tacto y risas,
quemando los disparos que mataron a Tonal,
que aún convulsionan mis sueños con gruñidos
y me asustan,
quemando
mafias, clubes, bombas, partes del cuerpo mutiladas
sembradas en las calles; escuadrones paramilitares de la muerte
que me asustan,
quemando
el hambre de sangre del patriotismo
que devora, mutila y silencia a los hijos de El Salvador––
una democracia que nos acecha
y vaga por la tierra oscura de nuestra pena
sofocada en las llamas y la sangre de nuestros seres queridos––
Las piedras y la tierra atestiguan.
Las piedras piden,
Las piedras toman,
Las piedras dicen:
Acuéstate en nosotras,
absorberemos tu tristeza.
When I Walk Through That Door, I Am:
An Immigrant Mother’s Quest
Blood surfs from his thighs
ladles out
from kneecaps
that look like potato peelings
on the cutting board.
The stones and dirt witness
The stones ask
The stones take
The stones tell
Lay on us, they whisper,
We will absorb your sadness.
Tonal died, me and my baby Joaquin
go North, `pal Norte, as he wanted,
to escape the wrath of the gangs.
At every port and border,
we encounter vigilantes
uniformed official administrators
and unruly mobs,
shouting the same refrain,
“Go back to your country!”
and from American language radios
at the Mercado and from windows
talk-show celebrities
label us rebellious outlaws
criminals and drug-dealers,
answering our misery
with four-walled thinking,
(walls I vow to smash down one day,
an aloof and solitary woman
with mountain cliff fire
burning in me, burning in me).
The experts claim not to know
our oppression
how we are tortured and murdered
and turned away at every door,
instead of real people that we are––
hungry, kind, hard-working,
dreaming of an education and peaceful life,
their ideas replace us with stereotypes
that suit their selfish needs.
We did nothing wrong.
The shooting has taken the center
out of me,
leaves cartridges of shotgun shells
where my heart used to be,
in the center of me, smoldering,
how Tonal was on his way home
from work,
paper lunch sack clutched in hand,
San Martin De Porras medal around his neck
a turquoise/silver wedding band
his tio Tomas, a Huichol silversmith, made for us,
a heart tattoo with our names in it on his chest,
and Joaquin, siempre mi amor, on his left forearm.
I pack what I can carry and flee `pal Norte,
(I believe my husband’s words,
believe them with my whole heart).
Joaquin strapped to my back,
four times jump trains as they are moving,
four times gang-raped
by predators and the police,
and as each man mounts me, a voice
in me speaks,
“Will you tell them, hell is not a dream
and that you’ve been there, will you tell them?”
And I whisper, I will.
In El Paso, Tx., I plead for Asylum,
they bus me to the
Otero County Processing Center,
Immigration Detention Center
in Otero County, New Mexico
and ICE authorities take my baby Joaquin
and I am placed in a cell
and two ICE officials
rape me that night,
their glossy badges and pistols and leather belts
shimmering under the fluorescent ceiling lights,
their sweat and tongue-flickering spit
sprinkles my cheeks and forehead,
veins pulse at their necks
reddened faces
swollen and eyes glazed angry
sparkle with madness.
The Cibola County Correctional Center
run by CoreCivic in Otero county,
is a machine that turns its cruel amusement-wheels
manufacturing manufacturing manufacturing
packaged lies that I am a worthless villain––
(I want to be me, who I am inside myself,
back to myself, blessed with awareness,
vulnerable, gentle with myself and others,
hope that one day I might be able to live again).
I am raped
by an ICE officer again,
he grunts and squeals like a pink pig, and
the stones and dirt witness
The stones ask
The stones take
The stones tell
Lay on us,
We will absorb your sadness.
I close my eyes, vowing never
to become a prison company-whore for favors––
cokes, chips and cigarettes.
I close my eyes and see Tonal
hovering in the air around me.
“She’s bleeding,” I hear an ICE officer’s voice say
to his partner on top of me, who replies,
“What she gonna do, call 911?” he laughs,
“let the bitch die, the more
the better off we are.”
Tonal and Joaquin’s bright eyes grow
with blinding sunshine over me,
burning away their smell and touch and laughter,
burning away the gunshots that killed Tonal
that still shudder my dreams with snarls
and scare me,
burning away
gangs, clubs, bombs, body parts
strewn in the streets, paramilitary death squads
that scare me,
burning away
patriotism’s blood-hunger
that devours, maims, silences Salvador’s children––
a Democracy that stalks us
and roams the dark land of our sorrow
smothered in flames and blood of our loved ones––
The stones and dirt witness
The stones ask
The stones take
The stones tell
Lay on us,
We will absorb your sadness.
Nota: Este es un fragmento del poemario Cuando camino por esa puerta, Soy: La búsqueda de una madre inmigrante (Beacon Press, 2019).