Atentxs al tiempo en que vivimos, lxs poetas de este dossier hablan desde el vértice entre la memoria y el desarraigo, donde el «yo», que se dice de muchas maneras, aquilata su propia energía ante una ciudad que se refracta y aleja.
Julia Wong, narradora y poeta que viene de publicar el texto híbrido Pessoa por Wong (Hanan Harawi Editores, 2017), nos entrega un poema inédito desde la memoria familiar, donde la operación del recuerdo despliega un mapa de desafíos políticos aún latentes. Nilton Santiago, ganador del Premio Internacional de Poesía Vicente Huidobro 2015 con La historia universal del etcétera, duplica y remueve la vida cotidiana sin volverla extraña, con un sentido del humor que pareciera querer acompañarla a como dé lugar. Rosa Granda, cuyo Torschlusspanik fue publicado por Editoriales Liliputienses en 2017, desliza una estrategia para comerciar con el mundo exterior desde el ensayo y la metafísica. José Miguel Herbozo, autor del reciente Las Ilusiones (2019, Alastor Editores) habla desde la memoria más sutil, quizá en su punto de desvanecimiento
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JULIA WONG
El dragón brujo
Allí está la ciudad
Toda roja ella y prohibida
Ni mi padre, ni mi enjuto abuelo pudieron pisar sus arcos pétreos
árboles habitan adentro
Sus frutos imperiales sólo serán tocados
Por manos de seda delgadas y enjuagadas en sal del Himalaya
Junto a una puerta otra puerta
Junto a mi padre, mi abuelo materno
Junto a la corona de nuestro apellido, la sangre herida del pueblo chino
Allí está la avenida más Grande de un país dorado y sediento de equilibrio
El humo de sus maquinarias glandulares
Traspasa mi ojo cibernético y me convierte en pasaje de tren
El chofer de taxi me muestra las calles vacías de Pekín
en silencio trato de recordar los años prohibidos
Siempre estuvo todo prohibido para aquel que no fuera dragón
O tigre de oro
Caminamos en silencio cerca a la pared roja, acabada de pintar
Le tomo una foto.
Nunca le habían pedido hacer un viaje alrededor de Tiannamen Square a las 4 am
Vamos!!!, casi implora. La devoción siempre va acompañada de un enorme temor.
Allí está el mismo árbol del que hablaba mi padre
Escuálido su tronco
Ha sobrevivido 7 años, me ha esperado
Parece que morirá mañana
Las tazas de mi padre eran azules con blanco
Cada cierto tiempo un artista pintaba su perfil con tinta
Mi abuelo solo tenía almanaques rojos en las paredes sucias
Allí está la puerta de mi padre junto a la puerta de mi abuelo paterno
En la sala de mi padre hay un enorme sillón y árboles de frutas enanas
En la casa de mi abuelo hay muchos juguetes y golosinas para niños
¿por qué viven tan cerca uno del otro si se han declarado la guerra?
Mi padre se levanta, hace yoga, toma una taza con té hermoso, hirviente
Sus hojas traídas del Himalaya
Mi abuelo cocina agua y la vierte en un sobre de fideos en bolsa
Hace 3 años repite el ritual de los fideos cada día
Su mujer fuma y mira tele
Mi abuelo tuvo cuatro hijos más en Macau. Nunca vio la ciudad prohibida.
Mi padre tampoco llegó a ver las paredes rojas de Tianmen, estaba ciego para esa belleza
me esperó en su sillón de mimbre en un balcón de Macau.
Y me dijo
Tú eres mi hija
La enorme ciudad es un conjuro
Recuerdo el árbol y la pared roja
El hombre del taxi no sabe que durante años consecutivos
Fui una oruga ambivalente
Un espía de un amor prohibido que
Ha cruzado todos los umbrales
Corrí por los patios vacíos
Cuando no había turistas
Cuando ningún estudiante había muerto
Cuando alguna bendición del tiempo
Me condujo a ciegas hasta aquella esquina de la pagoda principal, donde cae el sol en Pequín
Cuando sabes que ya has atravesado todos los límenes
Que ya no perteneces ni a la casa de tu padre
Ni a la casa de tu abuelo.
Allí queda cada noche que he soñado con el amor
Fuera de la contienda entre la ceguera de mi padre
Y los pequeños pasos que daba mi abuelo
Allí están dos hombres embrujados por el dragón
Y ese mismo hechizo me empuja fuera de la envoltura
Las alas enormes salen con dificultad
Y saben que el vuelo durará lo que alcance rodear la ciudad del poder.
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NILTON SANTIAGO
UN VAGABUNDO HA TROPEZADO CON EL ORIGEN DEL UNIVERSO JUNTO A WASHINGTON SQUARE
Esta mañana un vagabundo cree haber encontrado el origen del universo.
Lo lleva en su carrito de la compra junto con varios trozos de su corazón
y otras chatarras.
El vagabundo, elegante como un mandril republicano,
ha metido el origen del universo en un sobre
y lo ha dejado debajo de la puerta de una oficinista de la que está muy enamorado.
El sol da un pequeño bostezo y desaparece en las lágrimas de los taxistas.
Son las seis de la tarde en el reloj de arena de la nostalgia
y un copo de nieve acaba de llegar dando botes hasta el bolsillo de la muchacha.
Es diciembre y los días son como cubos de hielo
en los que se pueden guardar instantes rotos.
Cuando sale del trabajo, la oficinista compra un perrito caliente y fuma.
Ahora nievan copos de avena, pero igualmente ella se queda de pie,
observando cómo varios niños esquían en una pista de hielo
del tamaño del escote de su falda.
La oficinista es una mujer de negocios con el sentido del humor de un cactus
y, mientras le pone mucho kétchup a su perrito,
una alarma en el móvil le recuerda sonreír.
Mientras tanto, el vagabundo se sienta frente a la casa de la oficinista
y comparte un trozo de pizza con una gata callejera.
En ese mismo momento, a quinientas mil estrellas de distancia,
un coche bomba explota en Kabul.
Pero aquí las ofertas del día siguen brillando en los escaparates.
Nadie ve que varios “sin techo” buscan entre la basura un abrazo desechable.
Después de cenar, el vagabundo se afeita con un abrelatas y espera.
Entonces ella llega a casa y, mientras busca las llaves,
pisotea sin querer las flores que él le ha dejado.
Al entrar se encuentra el sobre en el suelo
/ lo abre /
El origen del universo es ella misma que se ve reflejada en el vacío.
El vagabundo la ve de lejos
mientras le da un buen sorbo a su botella de vodka.
Se pone de pie y sonríe
en el mismo momento en el que es atropellado por un tranvía nocturno.
Pasarán horas hasta que alguien venga a buscar su cuerpo.
Es hora punta y hay que llegar antes de que las tiendas cierren.
En esta ciudad nada es lo que parece,
la oficinista se acaba de tomar un frasco completo de barbitúricos
y, mientras amanece,
las ofertas del día siguen brillando en los escaparates.
A quinientas mil estrellas de distancia,
otro coche bomba explota en Kabul
y parece que las tristezas ya se han cansado hasta de llorar.
Y yo sigo aquí,
donde dicen que nada es lo que parece,
como que la Coca Cola originalmente era verde
o que el Vaticano ha prohibido la dispersión de las cenizas de los muertos.
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ROSA GRANDA
ABC’s
Mi nombre es una metáfora simple
A veces una metáfora de complemento
Una oposicional A B
…otras, metáfora pura…
Recuerdo que el 2007 tuvo 17 días/ como brotes de bambú después de lluvia
primaveral (que es la expresión china para indicar abundancia)
Resulta difícil comprender al hombre en términos humanos ¿Es humano por su
sentido de subordinación al destino. Sus emociones y pensamientos más íntimos
son producto de los procesos que sufre?
Recuerdo las ecuaciones. Hoy que hemos conversado la sensación de entrar en
contacto con el mundo exterior me ha vuelto teoría y mis pequeñas palabras un
manojo de nada
Mi nombre es una metáfora simple
(No hay que creer que la acumulación estadística sea un resultado al azar) Hay
aquellos que no creen en nada. Y sentir claramente es creer.
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JOSÉ MIGUEL HERBOZO
Todas esas avenidas que habitan tu memoria
no traerán la armonía soñada de la infancia
en páginas escritas pensando en lo seguro:
cómo viajar solo por los libros de la mente
o internarse en la ciudad que multiplica el sentido
mientras la luz persiste jugando con las formas.
Ningún milagro cambiará cuanto está en curso,
ningún instinto vibra bajo el impulso acechante
con que la noche redobla.
Escribir es triste, dices,
tus amigos no entienden pero aplauden, no sabes
si lo piensas; no lo piensas, y luego no lo dices. Mejor
es esperar encerrado en el sueño profundo, y decir poco
sobre el mar que acompaña cada sueño de gloria.
No diré de cuánto espero para mí, sino del ansia
de dominar el vidrio ardiente, del silencio estirándose
mientras el mundo desordena la secuencia de las notas.
Cruzaste todas esas avenidas persiguiendo el eco
de tu propia memoria: ahora emergen otros árboles,
y su sentido ha mudado hacia lo oculto en tus instintos
por el brillo de una luz que obsesiona. Burlaré su signo
para imitar el canto de la piedra rodando en los abismos
y reprimir los espejos que multiplican el mundo
y conjurar el ruido que transtorna.
El horizonte me ha borrado de sus líneas,
me ha enseñado a olvidar los actos de la especie,
a escribir de la luz que enciende si despiertas
y nadie te puede ver. Quedará una calma luminosa,
vestigios de instantes cruzados como un sueño
donde se nubla el sol de tu memoria. Las avenidas
serán duras o limpias para otros, serán el miedo
de lo ido en las demoliciones, la plegaria inoida
de quien busca un sentido oculto en la deshora.
Las calles te confunden, se burlan de tu instinto
para saltar fronteras, para cruzar mapas como jardines
que van a florecer en edificios. La ciudad repite sus palabras,
multiplica las transformaciones en el plano al infinito
y vuelve en tu alegría, te empuja desde cualquier lugar
hacia donde sea que elijas existir, y no volver a pensar
porque eres nadie, y tu risa frente al sol es irrisoria.