PACTANDO CON LEONES
Esta mañana desperté con esta frase: “pactando
con leones”. No tenía claro qué quería decir, pero
me sacó de la cama. Mi mujer dijo entre sueños
es domingo, ¿dónde vas tan temprano? A pactar
con leones, le dije. Y bajé despacito al escritorio
sin encender las luces. Un gran círculo de arena
protegía los leones. Adentro (adiviné) hacía calor,
afuera (donde yo estaba) hacía frío. Subí un poco
la calefacción, lo que pareció no gustarles mucho.
Por suerte no dijeron nada, apenas un gruñido.
Entendí entonces que su batalla era otra, que
debía estar preparado. Cuando entré al círculo
recordé a Daniel en el foso de los leones (en
la versión de Rubens), pero no era para tanto.
Advertí la lisura de sus pieles, el calor de sus
melenas, el aliento de los que ocupan un lugar
de honor en la cadena alimenticia. Queremos
que escriba usted sobre nosotros, me dijeron.
Necesito tiempo, les dije. Y recité de memoria
mis leones favoritos. Por prudencia descarté
al león cobarde, por cortesía a Clarence el león
bizco. Los leones escucharon muy atentamente,
tomaron nota y se marcharon inclinando sus
melenas. Me avergonzó recibirlos en pantuflas
pero, ¿qué le iba a hacer? Era domingo por la
mañana. No es usual recibir visita a esas horas.
***
GATO NOCTURNO DESTRUYE SU LEYENDA
No sé si me gustan los gatos. Tampoco
si me gustan los perros. Jamás he tenido
mascotas en casa (tampoco niños), pero
un gato me visita siempre por las noches.
“Debes ser el gato de Baudelaire, le digo.
Veo tus místicas pupilas, tus ojos de metal
y ágata mirarme a través de la oscuridad”.
Pero el gato no responde. “Entonces eres
Micifuz el extranjero o Marramaquiz el
que araña las bibliotecas del Parnaso”.
Pero el gato estira su lomo sin decirme
nada. “¿Has venido acaso de Cheshire
y no entiendes español?, ¿acaso apareces
y desapareces y muestras de noche tu
sonrisa sin gato?” Pero el gato, pardo
como todos los gatos, ni siquiera sonríe.
Pruebo entonces con el gato con botas,
con el gato triste y azul que nunca se
olvida, con el gato filósofo de Natsume
Sōseki “que aún no tiene nombre”. Pero
el gato levanta su cola, da media vuelta y
se marcha, indiferente, hacia la noche fría.