Ilustración por Sol Undurraga Machicao & Mujer Gallina
Orfelia escoge fruta en el mercado
Somos animales
pero más tristes. Dime
que heredamos todo
excepto la verdad. Dime que todos
me han visto hacerlo,
que el dolor es la raíz que me ata al mundo.
Mira.
Tus manos hicieron esto.
Nadie
tiene hambre en el inframundo, pero yo
quiero tocarte.
Quiero tocar el sentimiento del sentimiento.
Te esperé
todo el verano bajo tierra
alimentándome
sólo de granadas.
La oscuridad bien templada
me lavaba los pies.
No éramos tantas, sólo yo
y mis cicatrices.
Imagínate. No llegaste nunca. Y así
sucesivamente.
Orfelia ve Planet Earth
Desnudos sobre la colcha azul,
me contabas lo que sucedía
en ese documental que tanto te gustaba:
perezosos enormes, luciérnagas tan grandes
como perros y, una vez, un continente
que desapareció. Nuestra vida juntos
era un programa narrado
por David Attenborough.
Esto sucedió cuando
existías por completo,
cada centímetro. Puedo vernos:
aferrados a las sombras, dos cuerpos
que esperan a ser sombras.
Un continente entero sumergido. No
la Atlántida, me dijiste. Tenía otro nombre.
Cuando te habías ido para siempre
lo busqué en línea. Encontré varios.
Wikipedia les llama tierras perdidas.
Atlantis, Hiperbórea, Mu, Última Thule:
cualquier lugar distante
situado más allá del mundo conocido.
El sol nunca desaparecía ahí, me dijiste.
El mar es viejo y manso en ese lado
de la oscuridad. Busco mapas
de lugares que no existen. Eso hago.
Y respirar. Mi vida: sueños
con raíces oscuras. No soy lo que he sido.
Pienso en cuando todos estábamos a salvo.
Sólo que nunca estuvimos a salvo.
Habrá que preguntarle a esos animales
tiernos como muñecos de peluche.
No te preocupes. Es sólo la muerte.
Ese polo de sangre que se queja.
He olvidado cómo mantenerme viva,
aunque a veces escucho las hierbas
crecer entre el asfalto. Ven por mí.
Estoy triste como el inicio del deseo.
Estos poemas forman parte de la colección El reino de lo no lineal (FCE, 2020)