adoro la palabra
Adoro la palabra misfortune
palabra delirio que por
indescifrable parece
juramento y coda
palabra que golpea
sin compasión, lectores
bajo tierra colgando
de la luz amarilla
viviendo
de la luz amarilla.
Adoro los prefijos, porque
de ellos hago existencia
nuevamente. Porque son
desfiladeros del lenguaje
adoro los prefijos.
Puedes sentarte
Puedes sentarte. No hace falta
que te levantes cada vez que
entro. El suelo sigue crujiendo
en esa parte de la habitación y
creo que quieren arreglarlo otra vez.
En el centro cultural de la Fundación
Stavros han colgado móviles de un
artista japonés. Mi favorito es
uno que cuelga sobre los mil
cuatrocientos asientos de la
ópera nacional. Tiene forma de
platillos volantes. Te quedaste
dormida viendo cómo caía la lluvia
y no vaciaste el cubo que ponemos
para que la gotera no empape
la moqueta. Te he dicho que
puedes sentarte. Ahora solo
estoy leyendo, nada más.
Este poema no es nuevo
Este poema no es nuevo
no es futuro ni alianza,
ya silbido en el cielo
ya final de la tarde.
Reconozco el lenguaje
como puente levadizo
lejos de la imagen amable
donde ya no te encuentro.
Luchamos por las hojas
caídas, por ser fiel al
pretexto, por ser nota
precisa en todo lo perdido.
Que el presente nos quiera,
que nos quiera Odiseo,
que lo que vemos sea
la ilusión del regreso.