Por: María Negroni
*
lo que debiera oírse
no se oye
ni poco ni mucho
se oye
peor que eso
nunca sabremos
de qué estupor se trata
quién o qué se ausenta
en el Palacio
del Vocabulario
peregrinos
en ropas de silencio
y enseres de alto duelo
cambiamos de rumbo
de estilo
de sepulcro
a veces pensamos
que existimos tan poco
sembramos caballos
prácticamente escasos
por generaciones
ni agua de la roca
ni siquiera albricias
con voz de obsequiar
nada que erradique
la prisión invisible
ningún artista
en su jaula del hambre
*
¿en qué descuido
se nos dejó a merced
de lo que somos?
se hubiera dicho
a plena sombra
a plena dicha
de amantes clandestinos
algo ha de haber
que todavía ya fue
dijimos
alguna asimetría
en las visiones
alguna herida
como certera irrealidad
clavada en el costado
¿lobos ciervos jabalíes?
¿un manzano que trepa de costado?
¿a qué otra cosa
podría compararse
esta rareza?
en el jardín
había tres verbos
matar amar crear
y un carozo de noche también
porque no ver es hermoso
*
¿pueden las aguas
ser la vía láctea?
¿puede andar suelto
un río monosílabo?
siglos habrá
para entender el error
o tal vez no fue error
sino apenas recelo
ante la aguda
sfumatura de las cosas
un terror del cuerpo
a morir de a poco
quién sabe
ahora y en la hora
y en los canteros y la enojada ley
un malestar
rodeando la partida
la clara intemperancia
de la fruta verbal
y ahora mismo estamos
como hijos perdidos
sin opinión
frente al país que anhelamos
adentrísimamente
donde el vacío es un faro
que ilumina tu ausencia
*
somos jóvenes
todavía no aprendimos
la voz de cantar
no sabemos
del pájaro enterrado
en la nuca
del pájaro
y aún así
nos suscitamos
y urdimos grandes alegrías
lo malo ante sus ojos
cuyas son estas cosas
y en ese mismo instante
nos salió el sol
nos ensanchó la boca
la desmesura
y fue como si hiciéramos
en todos los días para siempre
hijos desvalidos
huesos que arderían en la pira
de inútiles combates
algo
nos estaba desertando
y no supimos
qué era
a eso le llamamos
soledad
espesura
donde empieza
la travesía infundada
del desierto a la ermita
de la ermita al oasis
de lo impronunciable
algún conocimiento debe haber
mensajería alguna
que nos dé
en la noche arisca
un libro a comer
con un poco de suerte
se hace un idioma
en la boca
se vuelve equilibrista
la intuición que piensa
*
dijeron los sabios
ha de venir lo que viene
siempre y cada vez
ha de estar cada vez
estando
girando con la luz abierta
como una infancia
poco más es seguro
son blancas las piedras
que el ángel trae
a beneficio
de todos y ninguno
mudos los dones
perecederos
con que inventar ropajes
a lo inexistente
¿será posible?
nada dice el ángel
literalmente dice nada
que pueda representarse
pero los días largos
la oscuridad de afuera
que rima con la de adentro
sigue
y el niño canta
con su voz de río sin río
su voz de arena en el abrazo
que la sombra
tiende a lo que ama
Nota: Éste es un fragmento del poemario Oratorio (Vaso Roto Ediciones, 2021).