PERSONAJES:
LUIS, 50 años
ROGELIO, 40 años
La escena transcurre en una habitación de un buen hotel, cerca de la capital del país de Luis y Rogelio. El tiempo es muy parecido al actual. En la habitación no se vislumbra nada fuera de la común. Está la cama, con sábanas y almohadas mal acomodadas; también existe una ventana a la derecha que permite ver el cielo y por donde entra una refrescante brisa. Hay un televisor ajustado a la pared; una mesa, dos sillas, un pequeño sillón con una lámpara y una mesita redonda con un par de libros, cuadros con reproducciones de pinturas famosas; algunas botellas de vidrio de agua vacías, vasos de cristal usados, los restos de la cena de anoche de Luis, una puerta que da al baño al fondo del escenario. Una más a la izquierda que lleva al pasillo del hotel y otra pequeña puerta de madera junto a la entrada. La decoración es sobria pero elegante. Es un excelente lugar para hospedarse si uno viaja a esa capital, y más si uno se hospeda en los pisos más altos, ya que le permiten tener al usuario una excelente vista de las maravillas arquitectónicas de aquella ciudad, entre ellas la sede del Senado y la Residencia Presidencial.
Al iniciarse la escena, no hay nadie visible en la habitación, la música ambiental del cuarto está encendida, es música en inglés ligera; el ruido de la regadera es inconfundible. Luis se está dando una ducha. Unos segundos después tocan a la puerta, no hay reacción. Vuelven a tocar con más intensidad. El sonido de la ducha se detiene y se escucha una voz.
VOZ EN OFF DE LUIS: ¿Quién es?
VOZ EN OFF DE ROGELIO: Soy yo, amigo. Abre, por favor.
Luis, después de unos momentos sale de la ducha, cubriendo la parte inferior de su cuerpo con una toalla. Va a la puerta y abre.
LUIS: Oh, eres tú. Pasa.
ROGELIO: (Entrando, con una mochila negra a la espalda) No sé por qué te sorprende. Dudo que estés recibiendo a personas en este cuarto cada cinco minutos.
LUIS: (Haciéndolo entrar) No, tienes razón. Pero debo ser cuidadoso. Discúlpame un momento, me sorprendiste en la ducha. Ahora estoy contigo. (Regresa a la ducha)
ROGELIO: (Tomando asiento en la cama, se quita la mochila, mira el cuarto. Luis regresa a la ducha a secarse y a vestirse. Rogelio, se para, va hacia la ventana, se deja refrescar por la suave brisa de otoño. Habla fuerte hacia donde está Luis) En verdad tiene una bella vista este lugar. Lo elegiste bien.
LUIS: (Desde la ducha) Conocí este hotel hace un par de años. Me agradó desde mi primera visita. Tiene una hermosa vista de la casa presidencial, y de los demás edificios importantes del país.
ROGELIO: Sin duda, lo estoy viendo.
VOZ EN OFF DE LUIS: ¿Lo trajiste?
ROGELIO: ¿Qué?
VOZ EN OFF DE LUIS: Tu equipo, lo que te pedí. ¿Lo tienes?
ROGELIO: Oh, sí. Lo traje conmigo.
Rogelio toma la mochila y de ella extrae una cámara fotográfica y un tripié. Revisa la mochila y saca algunos otros accesorios como cables, lentes, luces, etc.
ROGELIO: ¿Sabes? No entiendo cómo es que después de todos estos años, no has podido comprarte una cámara propia.
LUIS: (Desde la ducha) La tecnología y yo no nos llevamos bien. Cada vez que intento hacerme con algún aparato nuevo algo sale mal: si compro un televisor, algo sucede con el encendido; si compro una nueva computadora portátil, la batería tiene algún problema; incluso he llegado a comprar películas que vienen mal desde que las fabrican. Así que he decidido no correr riesgo con las cámaras. Por eso te pedí que vinieras con ella. Para ayudarme. Además, dijiste que estabas tomando unos cursos de cómo aprender a usarla mejor. (Luis reaparece ya vestido) Debe ser muy interesante aprender ese tipo de cosas.
ROGELIO: En realidad es algo muy sencillo y fascinante para mí. Creo que no lo sabes pero (toma la cámara) siempre me ha gustado tomar la cámara e irme en largos y solitarios paseos por los parques, o incluso a zonas muy poco pobladas. Encuentro una buena toma: un animal, un paisaje, un árbol… decido el mejor ángulo y, clic, disparo. Un video perfecto de un árbol.
LUIS: (Ríe) Eso si es gracioso, un video de un árbol. ¿Qué interesante le ves a eso?
ROGELIO: Su movimiento.
LUIS: ¿Movimiento de un árbol? Vaya, debe ser tan interesante como captar el movimiento de una roca.
ROGELIO: No lo entiendes, cuando el viento toca las ramas y las hojas del árbol, él se funde en un delicado movimiento. Una danza casi celestial, no todos pueden verla, pero es exquisita.
LUIS: Si tú lo dices. Ey, ¿puedo verla? (Refiriéndose a la cámara)
ROGELIO: (Duda un poco) Está bien, sólo ten cuidado, el lente es delicado.
LUIS: Calma, no la romperé.
Luis, inspecciona la cámara. A medida que lo hace pregunta a Rogelio cosas como: “¿cómo se enciende?”, “¿así?”, etc. Cuando satisface su curiosidad, se la entrega a Rogelio.
LUIS: Pero seguro que esto toma video, ¿no es para fotografiar?
ROGELIO: Actualmente estas cámaras hacen doble función. De hecho las cámaras de video propiamente, pronto desaparecerán; tendrás dos en uno. Por eso los lentes de estas cámaras son tan delicados y costosos. Dan la mejor calidad. High Definition como dicen por ahí.
LUIS: Bien. Si tú lo dices. Servirá para mis planes.
ROGELIO: (Guarda la cámara con cuidado) Luis, ¿de qué se trata todo esto?
LUIS: ¿De qué hablas?
ROGELIO: Ya basta de misterio. Accedí en venir hasta aquí porque somos amigos. Y porque cuando me llamaste te noté bastante alterado. Pero créeme que no me hace ninguna gracia. Tuve que manejar kilómetros hasta aquí, hasta la capital, porque ansiabas verme. Pero qué es eso de preguntar por mi cámara o el tipo de equipo que tengo; sin decirme nada, sin avisar, citándome en este hotel… (Se levanta) Ni siquiera sé por qué vine, no sé por qué estoy aquí, Luis. Mariana se quedó preocupada…
LUIS: ¿Sigues casado con ella?
ROGELIO: Por supuesto. Tú lo sabes. Desde hace años. Sigo sin perdonarte por no ir a la boda.
LUIS: Estuve ocupado… (duda) tenía que hacer… algo.
ROGELIO: Como sea. ¿Me vas a decir por qué estoy aquí?
LUIS: (Una breve pausa. Después dice natural) ¿Tienes hambre? Podemos pedir algo de comer. Lo traerán al cuarto. (Va al teléfono)
ROGELIO: Luis, por favor…
LUIS: Te gustará, ya verás. A pesar de que es comida de hotel está deliciosa. (Al teléfono) ¿Bueno? Señorita, muy buen día. Quiero ordenar servicio a la habitación. (Pausa) Habitación 611. (Pausa) Si, exacto, ayer también solicité servicio. (Pausa) Por favor, tráigame la pechuga asada con ensalada. (Tapando la bocina. A Rogelio) ¿Tú que quieres?
ROGELIO: No sé lo que hay.
LUIS: Hay de todo. (Al teléfono) Un momento, señorita. (Tapando la bocina. A Rogelio) Te recomiendo pidas algunos camarones, los preparan excelente. No puedes irte sin probarlos.
ROGELIO: Está bien, eso.
LUIS: (Al teléfono) Y un platillo de camarones en salsa rosa, por favor. (Pausa) Agua natural está bien. (Pausa) Sensacional. Gracias. (Cuelga) Ya verás, lo traerán en poco tiempo. ¿Sabes que este hotel tiene un servicio muy particular? No es como en las películas que tocan a tu habitación y un mesero trae un carrito con la comida. Para nada. Aquí cuidan de la privacidad. ¿Ves esa pequeña puerta de madera junta a la entrada? (Rogelio asiente) Seguro notaste que hay otra justo afuera. Es sencillo: traen la comida, abren la puerta de afuera con una llave especial, dejan tu orden, y prenden ese pequeño foco rojo, justo ahí, eso te indica que tu pedido está listo. Abres la puertita y “voilà”, la comida está servida. Sin que te molesten, sin ver a nadie, en la comodidad del cuarto. No es por nada pero últimamente no me agrada mucho salir a la calle, mucho menos para comer. Estos se han vuelto tiempos de locos, te lo digo yo, ¡de locos!
ROGELIO: Si… de locos. (Pausa incómoda) ¿Y bien?
LUIS: (Desentendido) La salsa rosa te agradará, no es picante. Y del precio no te preocupes, yo invito, es lo menos que puedo hacer.
ROGELIO: (Acercándose) ¡Luis, por favor! ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué es todo esto? ¡Dilo de una vez!
LUIS: (Comprende que es inevitable. Camina hacia la ventana) Bien, bien. Tú, más que nadie, tiene derecho a saberlo. Tú mereces saber todo. ¿Recuerdas la guerra, Rogelio? ¿Recuerdas esos tiempos?
ROGELIO: Trato de no hacerlo.
LUIS: ¿Has hablado con alguno de los muchachos?
ROGELIO: De esos tiempos ya no busco a nadie más. Sólo a ti. Y mira que algunas veces es peligroso.
LUIS: Tonterías. Yo sí recuerdo la guerra. La recuerdo mucho, más de lo que quisiera recordarla y muchas noches tengo pesadillas: escucho disparos en la oscuridad, me levanto sudando, pienso que aún estoy bajo ese cielo selvático.
ROGELIO: Fue el pasado, y enterrado debe quedar. Hicimos lo que había que hacer. Seguíamos órdenes. La guerra se acabó hace años. Fin de la historia. No hay por qué recordarla.
LUIS: ¿Tú recuerdas lo que hicimos?
ROGELIO: Está enterrado.
LUIS: No había que hacerlo.
ROGELIO: (Seco) Teníamos órdenes.
LUIS: (Mira a Rogelio. Seco también) Al diablo las órdenes… Tú y yo, acabamos con la vida de personas inocentes… Aún veo rostros de niños bajo la lluvia, y las gotas de agua confundiéndose con su llanto, antes de disparar…
ROGELIO: ¡Suficiente! No vine hasta aquí, dejando sola a mi esposa, para escuchar recuerdos de un pasado que para mí se acabó. Dime que no vine hasta aquí para escuchar… nostalgias de un viejo soldado.
LUIS: (Voltea a mirarlo calmado) No, tienes razón. No estamos aquí para eso. Se trata de algo más grande, más importante que una guerra.
ROGELIO: Perfecto.
LUIS: Más importante que una guerra, es la paz.
ROGELIO: La paz que ahora tenemos la obtuvimos por un muy alto precio.
LUIS: Pérdidas incalculables. Pérdidas irreparables.
ROGELIO: Pero nosotros estamos aquí. Regresamos. Tenemos una buena vida. Dimos lo que había que dar. Ahora nuestra recompensa es esta paz.
LUIS: ¿En verdad, amigo?
ROGELIO: ¿Disculpa?
LUIS: ¿En verdad tenemos paz?
ROGELIO: ¿De qué hablas?
LUIS: Cinthia.
ROGELIO: (Con gesto displicente) ¡Por favor! ¡No otra vez! No puedes pasarte la vida pensando en ella. Entiéndelo. Es dañino para ti.
LUIS: Ella nunca es un daño.
ROGELIO: No quise decir eso, pero… De acuerdo, escucha: las primeras semanas entendí tu estado, incluso Mariana entendió que en momentos así debía estar con mi amigo. Llegué a ti y traté de sacarte adelante, y por un breve momento pensé que lo había logrado. Fue entonces cuando regresé a mi casa, y tus llamadas se hicieron cada vez menos frecuentes.
LUIS: Yo debía avanzar…
ROGELIO: Exacto. Debes avanzar.
LUIS: ¡Y lo he hecho! Avancé al siguiente nivel.
ROGELIO: Para pasar al siguiente nivel es necesario dejar ir a Cinthia.
LUIS: (Sin prestar atención) ¡Esa maldita guerra!
ROGELIO: Cinthia no murió a causa de la guerra.
LUIS: ¡No! Cierto, no lo hizo. Pero de no haber existido esa guerra, pude haber estado con ella para hacer algo a tiempo. Todo fue a causa del conflicto armado. Un conflicto en el que nuestro país no tenía por qué meterse. Todo fue a causa de ese asqueroso bastardo, ¡malnacido! Él y sus ambiciones hicieron que fuéramos a la guerra.
ROGELIO: Estábamos en el ejército. Eran nuestras órdenes.
LUIS: ¡No digas esas estupideces! Sé muy bien que tú también sentías que las órdenes estaban mal.
ROGELIO: Aún así, había que seguirlas.
LUIS: Y así nos condenamos… Y yo la condené a ella. (Solloza)
ROGELIO: Luis, no puedes echarle la culpa a un solo hombre sólo porque él ordenó que el país entrara en guerra. Lo que le pasó a Cinthia, nadie lo podía saber.
LUIS: Tienes razón, pero de no haber ido a esa guerra, hubiera estado más con ella, y sé que juntos hubiéramos detectado a tiempo lo que le pasaba. (Encara a Rogelio) Estaría viva, Rogelio.
ROGELIO: Pérdidas irreparables. Tú lo dijiste.
LUIS: Ella no se lo merecía. Debí estar con ella y no en una selva quitándole la vida a otras personas. (Se dirige hacia la ventana) El único culpable es él.
ROGELIO: Detén ya esas frases acusatorias al presidente. ¿Qué tiene él que ver con todo lo que le pasó a Cinthia?
LUIS: Justo para él será mi mensaje.
ROGELIO: ¿Mensaje? ¿Cuál mensaje?
Luis se queda mirando por la ventana mientras el viento lo refresca. Rogelio no comprende bien. Luego va hacia la cama, se sienta. Toma la cámara. La observa por el momento. Al fin cree entender.
ROGELIO: Escucha, Luis, no sé qué cosa estés planeando pero no quiero ser parte de esto… No seré parte de nada.
LUIS: ¿De qué no serás parte? No comprendo.
ROGELIO: ¡Yo si lo comprendo! Estás planeando algo terrible, en lo que no puedo ayudarte.
LUIS: ¿Terrible? ¿Así que lo has descubierto?
ROGELIO: Debo confesar que no entendía por qué me habías citado en un lugar tan extraño como tu cuarto de hotel, con mi cámara, haciéndome recorrer kilómetros, pero ahora lo sé, y te digo que no voy a prestarme para todo esto.
LUIS: ¿Qué esperas que pase?
ROGELIO: No lo niegues. La extrañas tanto que quieres reunirte con ella.
LUIS: ¿Reunirme con ella? Ojalá tuviera el coraje para hacerlo en este momento.
ROGELIO: Tuviste coraje para hacer muchas cosas, para ir a una guerra con la que no estabas de acuerdo, el valor que tuviste en acción fue enorme. No digo que debas estar satisfecho u orgulloso por lo que hiciste, por lo que hicimos… lo que quiero decir es que, si pudiste soportar el horror de la guerra, puedes soportar cualquier cosa. Sin cometer ninguna tontería. Lo que estés pensando hacer no requiere coraje, sólo un acto de estupidez. Y no creo que seas estúpido.
LUIS: (Para sí mismo) Yo pude ayudarla, pude ayudarla de haber estado ahí. La guerra nos quitó los recursos. Todo el dinero del gobierno se destinó a la guerra. Medicinas, alimentos, telas, acero… todo era para la guerra. Y los servicios para los ciudadanos decayeron. La guerra no sólo nos afectó a los soldados, sino a los nuestros. Mientras el presidente ordenaba continuar, se hizo ciego a la miseria que le traía al país. Comenzó silenciosamente: poco a poco los productos se agotaban, cada vez había menos comida en los almacenes, el agua y la luz empezaron a irse. Primero en las zonas más pobres, la gente pensó que era una consecuencia natural de la guerra. Pero después se propagó a todo el país, nadie se salvó. La gente no tenía qué comer, no tenía auxilio. Gente comiendo en la basura, viviendo en el lodo. La salud decayó. La de ella decayó. Sin medicinas ni estudios médicos, Cinthia terminó esperando la muerte en su propia cama. Mi familia me lo contaba en cartas. Hasta el día que murió… llamándome. (Llora)
ROGELIO: Luis, ya todo terminó.
LUIS. ¡No! No ha terminado. No puedes comprender lo impotente que me siento al ver a ese infeliz aún sentado en la presidencia. Perdimos la guerra claro, pero él sigue conspirando para que vuelva a surgir. Para hundirnos más. Y me enloquece, me llena de rabia. (Confronta a su amigo) ¡No puedes entenderlo porque jamás perdiste a nadie!
ROGELIO. (Calmo) Tienes razón, no puedo comprenderlo. Tampoco a ti. No puedo ser sensible a lo que debes estar sintiendo. Pero sí sé que eres mi amigo, que nadie debería pasar por lo que estás pasando. Sólo déjate ayudar.
LUIS: ¿Qué tipo de ayuda crees que necesito? ¿Espiritual, psiquiátrica? ¿Quieres verme en un manicomio?
ROGELIO: Yo no dije eso.
LUIS: Lo piensas.
ROGELIO: No pienso nada. No serviría. Sólo hablamos.
LUIS: (Desconcertado) ¿Qué quieres que haga? ¿Qué finja que nada pasó?
ROGELIO: Luis…
LUIS: No puedo hacer eso.
ROGELIO: No lo hagas. No dije que lo hagas. Pasó, cierto. Todo lo que dices pasó.
LUIS: Ella no tuvo ayuda… No había forma de ayudarla… Todos los recursos fueron para la guerra. (Está abatido)
ROGELIO: Si te rindes hoy, si te rindes ahora, entonces todo habrá sido por nada. La guerra, el hambre, Cinthia… Nada importará.
LUIS: Debemos pagar, debemos pagar por lo que hicimos. Lo que fuimos, lo que somos, tiene un precio.
ROGELIO: No somos los mismos desde la guerra, es cierto. Vivimos con nuestras pesadillas, pero nosotros decidimos si nos gobiernan o no. En nuestras manos está el hacer algo para expiar esos demonios. Y lo estamos haciendo, el país se ha vuelto a levantar.
LUIS: (Como en una epifanía) Tienes razón… En mis manos puedo hacer algo para que el responsable pague.
ROGELIO: Nadie es responsable.
LUIS: Él sí.
ROGELIO: ¿Quién?
LUIS: El presidente.
ROGELIO: ¿El presidente? Escucha, sé que es un maldito que vendería al país en cualquier oportunidad. Nos llevó a la guerra es cierto, y ahora ha vuelto al poder. Pero no creo que nos orille al conflicto armado, no otra vez. Conoce bien las consecuencias que eso tendría, no sólo para el país, sino para él mismo.
LUIS: Jamás estará satisfecho.
ROGELIO: Estoy de acuerdo. Pero ninguna muerte, ni siquiera la tuya, cambiaría su forma de pensar ni su ansia de poder.
LUIS: ¿Mi muerte? ¿De qué hablas?
ROGELIO: No quieras engañarme ahora. Lo he deducido todo. Estás resentido con el presidente por la muerte de Cinthia. Dejó al país en ruinas y sin servicios médicos para poder ayudarla. Ahora quieres que pague, quieres que vea tu muerte grabada en video. (Va hacia la ventana y mira hacia la ciudad) Quieres que tu muerte sea un símbolo de todas aquellas muertes que él provocó con la guerra. Macabra alegoría para su conciencia. Ya veo el cuadro. Un día está sentado en la sala de su casa y le han hecho llegar un video. Se pregunta que será. Lo reproduce y ve una muerte. Cruel, real. La pantalla lo confronta con sangre. Mientras tú lo acusas de ser un asesino. Alguien que no ha visto a la muerte y que por lo tanto no la entiende. Seguramente lo has planeado bien. Algún grotesco método, hablarás con él, lo enfrentarás. Pero créeme, amigo, tu muerte será en vano. Ese bastardo no se inmutará, seguirá adelante con sus planes. Detendrá el video, lo quitará y seguirá sentado en su habitación tomando una taza de café o quizá una copa de whisky. Incluso encontrará alguna forma de que los medios de comunicación lo usen a su favor.
LUIS: Lo descubriste todo…
ROGELIO: (Irónico, ahora mirando hacia la ventana) Lo más gracioso es que ahora que lo sé soy un cómplice… Y no puedo permitirte hacerlo. Vamos, Luis, iremos por un trago y…
Un golpe silencia a Rogelio. Durante todo su diálogo anterior, Luis, que tenía en la mano una botella vacía, da un golpe a Rogelio, quién inmediatamente cae al suelo, no inconsciente pero si aturdido. Luis amaga a Rogelio, mientras este permanece en el suelo, ata sus manos atrás de la espalda, le ordena que no se resista. Rogelio no parece comprender lo que pasa. Cuando Rogelio está bien atado, Luis lo deja, de un cajón toma una jeringa preparada y se la inyecta a Rogelio, quien no opone mucha resistencia. Después Luis saca una pistola. Apunta con ella a Rogelio.
LUIS: ¡Levántate! (Rogelio se duele) ¡Levántate!
ROGELIO: No puedo…
LUIS: ¡Hazlo! El golpe no fue tan fuerte.
ROGELIO: (Tambaleante se incorpora y mira a Luis apuntándole) ¿Qué haces?
LUIS: Pronto, camina. Allá. En medio de la alfombra.
Luis conduce a su prisionero en medio del cuarto. Un lugar visible en donde Rogelio quedará frente al público.
LUIS: ¡Ahí! Ahora, de rodillas.
ROGELIO: Luis…
LUIS: ¡Arrodíllate! (Rogelio lo hace. Luis, sin dejar de apuntarle, va hacia él y ata también sus piernas.) Ahora no te muevas. No luches, Rogelio. (Luis trata de hablar calmadamente) Te inyecté un fuerte sedante, no tardará mucho en hacer efecto. No sentirás nada.
Luis va hacia la mochila de Rogelio, saca cámara y tripié. Durante el siguiente diálogo comienza a colocarlos de modo que la cámara, al final, quede en una posición dando a entender que está grabando una escena macabra, donde Rogelio es la víctima y Luis el verdugo.
LUIS: Te equivocaste respecto a mí. Respecto a todo. Yo no moriré hoy. Lo harás tú. Y así como tú, otros ya lo han hecho, y otros lo harán.
ROGELIO: ¿Qué dices?
LUIS: Por eso me aislé. Para poder actuar con plena impunidad. Guardo los videos de cada uno esperando el momento perfecto para mostrarlos. Deben ser bastantes, muchos. Para que cuando él los vea, se vuelva loco pensando de qué forma voy a matarlo.
ROGELIO: Por favor, aún puedes parar esto. Estás molesto, es todo. Y lo comprendo. Solo tienes que desatarme, juntos podemos arreglarlo. Puedo ayudarte.
LUIS: No, amigo, ya nadie puede hacerlo. Le pondré fin a esta miseria.
ROGELIO: ¿Crees que llegarás al presidente? No podrás. Lo sabes.
LUIS: Tengo mis métodos. Contactos. Además recuerda que fuimos el mejor escuadrón. Fuerzas especiales. No soy el único que odia a ese hombre, varias personas piensan como yo, pero no tienen el valor de enfrentársele.
ROGELIO: Luis, vamos. Desátame. No eres asesino.
LUIS: Lo soy. Lo somos.
ROGELIO: No. Por favor… (El sedante empieza a hacer efecto)
LUIS: Lo soy. Lo fui. Lo fuimos. Recuerda la guerra. Asesinos. Matamos con impunidad. Pero no éramos así. Él fue el culpable. Y tú muerte ayudará a sanar este país. No sólo eso, podrás ayudarme. Siempre fuiste un buen amigo. Estuve pensando mucho este momento. Tú y yo, aquí. Al principio no quería llevarlo a cabo, pero después comprendí que era necesario. (Va hacia la cámara, la prepara para grabar.) ¿Dijiste botón rojo para grabar? ¿REC? (Rogelio queda mudo y en la alfombra. El sedante ha hecho efecto. Luis presiona el botón REC)
Luis ahora se posiciona detrás de Rogelio, mirando a la cámara. De un bolsillo saca un trapo con el que cubre los ojos a Rogelio. Este se resiste, débilmente, pero termina por ceder cuando vuelve a sentir el cañón del arma. El siniestro montaje de un mercenario, grabando a su víctima antes de ser ejecutada queda a la vista del público.
LUIS: (Frente a la cámara y detrás de Rogelio) Video nueve. Tal vez quieras morir así: atado y con los ojos vendados. Cada vez estoy más cerca de ti. Ahora estoy en la capital. Hotel Crator. Calle Olive Grove 10630. A sólo unas calles de ti, maldito. Nunca pudiste verme. (Pareciera que Luis llegará a término con el video. Pausa tensa. Reflexiona). Espera. (Luis cambia su actitud baja el arma, va a la cámara y la apaga. Luego va a Rogelio y le quita la venda. Éste apenas lo ve)
ROGELIO: (Balbuceante) ¿Qué… ha…ces?
LUIS: Soy hombre de palabra.
ROGELIO: ¿Qué…?
LUIS: Soy soldado, tengo honor. Soy hombre, y tengo palabra. (Rogelio no comprende) ¿Lo olvidaste? Te lo dije, te invité a comer. (Se arrodilla frente a él) No te irás de aquí hasta que pruebes los camarones en salsa rosa. Son excelentes.
Luis queda hincado a la misma altura que su amigo. Aún lleva el arma en su mano. Rogelio termina por desmayarse. Luis mira a Rogelio de un modo que no se puede definir. El oscuro se va iniciando gradualmente y antes de que sea completo, el pequeño foco rojo que anuncia los alimentos se enciende. Al final sólo se observa ese punto carmesí en medio de la oscuridad.
TELÓN
Valle de San Fernando, California, 2016 –Valle de Atlixco, Abril 2019