MUCHÍSIMA AGUA
Todo está inundado. En el centro del escenario hay un tejado rojo con chimenea, sobre el que Nana duerme a pierna suelta. Vemos solo parte de la casa, porque el agua ha cubierto el resto de ella. Al fondo hay otros tejados; uno de ellos es verde. Las copas de algunos árboles asoman la cabeza para no mojarse el pelo. Así ve Nana el espacio y así lo imagino yo, aunque más azul por el agua que lo baña todo.
SOL
Los primeros rayos de sol dan en la cara de Nana. Le chafan el sueño.
NANA.– ¡Jo! (Se cubre la cara con las manos) ¡Es muy temprano! (Se da la vuelta y sigue durmiendo. De repente, rueda por la pendiente del tejado y se despierta. Grita y justo cuando está a punto de caer al agua, consigue agarrarse a las tejas coloradas) Por poco… (Se mira el vestido antes blanco, ahora sucio…) ¡No! ¡Me he manchado! (Se levanta y comienza a moverse mientras observa las manchas) ¡No! ¡No! ¡Jo!¡Todo me pasa mí! ¡Qué asco! (Mira los bajos de la parte de atrás, que están llenos de barro) ¡NOOO! (Piensa) Bueno, yo qué sé. Todo tiene solución, ¿no? (Se dirige tan rápido como puede hacia el borde del tejado; coge agua con la mano, la echa sobre el vestido y comienza a frotarlo) ¡Así! ¡Muy bien! ¡Reluciente! El agua está muy fría. Venga, Nana, tienes que ser mayor. Sí. El agua está fría, pero hace calor; así que genial. Estoy hecha una gorrina, pero de todas formas papá no puede enfadarse. Seguro que la lavadora se ha roto y ellos también van a tener que lavar aquí en el tejado. (Se sienta) ¿Qué hora será? Parece muy temprano, no veo a nadie. Estoy más sola que la una. ¡Pero qué bonito se ve todo el barrio así! ¡Parece un cuadro! (Los rayos de sol sobre el agua, entre los tejados, dan un aspecto mágico a todo) Por lo menos me libro del examen, eso seguro. No sé cómo voy a ir al colegio. Quizá venga una barca a llevarnos a todos. (Mira por la chimenea) Papá y mamá están durmiendo. Sí, ahí están tumbados en la cama tan panchos. ¡Mamááá! Mejor los dejo dormir, que ¡vaya noche! Bueno, ¡vaya día! Bueno, ¡vaya días! ¡Menos mal que tengo botas de agua, que si no tendría todos los dedos arrugaditos como orugas! Porque han pasado ya… ¿Hoy es lunes? Sí, porque el viernes me recogió mamá con el coche y ya estaba lloviendo. El limpiaparabrisas pom-pom-pom-pom, de un lado al otro. Al día siguiente se quejó papá de que no venía el del periódico. Llamó por teléfono y le dijeron que con la lluvia el chico no podía venir en la moto. Al día siguiente no pudimos ver el partido porque la antena se chafó. ¿Es lunes? No hubo partido ayer, yo qué sé… ¿el partido? ¡Ja! Mamá decía que como no jugasen al waterpolo no sabía cómo iban a correr los futbolistas detrás del balón… (Se ríe) Seguro que se equivocan y le pegan una patada a un pato. (Se lo imagina y estalla en carcajadas) Y los patos, volando. Ahí va el pato y… ¡GOOOOOOOOOOL de Patooooo! Muy bien.
VOZ.– ¡Naaaaanaaa!
ALGUIEN
Nana se da cuenta del jaleo que estaba montando; se tapa la boca y se agacha.
VOZ.– ¡Naaaana!
Nana se esconde detrás de la chimenea.
VOZ.– Me has despertado. ¡Gritona!
NANA.– (Muy bajito) Perdón.
VOZ.–Ahora que había conseguido dormir, tienes que venir tú con tus tonterías.
NANA.–¡Eh! ¡No son tonterías!
VOZ.– (Imita a Nana) ¡Gol de Pato! ¡Gol de Pato!
NANA.– Perdón.
VOZ.– ¡Uuuuug!
Silencio.
NANA.– Ya te dejo dormir.
Nana se aburre. Camina por el tejado. No sabe qué hacer. Piensa.
NANA.– Oye… (Nadie le responde) Oye, perdona.
Mira a todas partes, intenta localizar la Voz que antes la regañó.
NANA.– ¡Oye! ¡Oiga! ¡Hola!
Silencio absoluto.
NANA.– ¡Oye! (Grita repentinamente) ¡GOOOOOL DE PATOOOOO!
VOZ.–UUUUUUUUUUUUUUUG. ¡Que te calles!
NANA.– ¡Hola!
VOZ.– ¡Mira que eres pesada!
NANA.– Es que estoy aburrida.
VOZ.– Pues duérmete.
NANA.– Me da miedo caerme por el tejado.
VOZ.– Anda ya, miedica, si no me caigo yo que estoy peor…
NANA.– Sí, seguro. No creo que nadie esté peor.
VOZ.– ¿No? ¡Tú te crees el centro de la Vía Láctea! Y no, el centro es el Sol…
NANA.– ¿Quién eres, so listo?
VOZ.– ¿Cómo que quién soy, so lista? ¿No me conoces?
NANA.– No sé. (Busca por los alrededores con la mirada) ¿Dónde estás?
VOZ.– Aquí.
NANA.– ¿Dónde?
VOZ.– Aquí (Ríe).
NANA.– Dame una pista.
VOZ.– ¿Ves el tejado del fondo?
NANA.– ¿Cuál?
VOZ.– El amarillo.
NANA.– Sí, pero ahí no estás.
VOZ.– Claro que no.
Los dos se ríen.
NANA.– Ya, estás más cerca.
VOZ.– ¿Ves las seis plantas del rascacielos que sobresalen del agua?
NANA.– Sí.
VOZ.– Pues cuenta, tres plantas desde arriba y cinco ventanas desde la esquina.
NANA.– Tres… Y un, dos, tres, cuatro y… ¿La ventana apagada?
VOZ.– Pues ahí tampoco. (Ríe)
NANA.– ¡Jo! ¡Ya está bien! ¿Dónde estás?
VOZ.– Busca, busca, búscameeeee.
NANA.– Me da igual. Yo estoy bien sin ti. He pasado toda la noche yo sola, así que no te necesito para nada.
VOZ.– ¡Hola!
Nana no presta atención a la Voz. Juega a dar saltos por el tejado.
VOZ.– ¡Nana!
Nana canturrea.
VOZ.– ¡NAAANAAA!
NANA.– No querías dormir… ¡Pues duérmete!
VOZ.– Ahora no puedo, me has despertado.
NANA.– No sé quién eres y no debo hablar con desconocidos.
VOZ.– Nana, que yo te conozco.
Nana vuelve a canturrear.
VOZ.– ¡Venga, Nana!
La niña tararea más fuerte.
VOZ.– ¿No quieres saber quién soy?
NANA.– No.
Nana canta sin parar. La Voz intenta decirle quién es, pero la cantinela se superpone. Por fin, Nana baja el volumen y se escucha…
VOZ.– ¡GOOOOOOOL DE PATOOOOOOO! ¡GOOL DE PATOOOOOOO!
Nana se ríe.
VOZ.– ¡¡¡GOOOOL DE PATOOOO!!!
Nana se suma a la Voz.
VOZ y NANA.– ¡GOOOOL DE PATOOOO! ¡GOL DE PATO! ¡GOL DE PATO! ¡OEOEOEOEEEOEEEE OEEEE!
Ríen sin parar. Nana se tira por el suelo; bueno, por el tejado.
NANA.– ¡Y al final, en el último minuto, en los penaltis, ganamos nosotros gracias al balón que echó a volar! ¡Bien! ¡Vivan los patos!
VOZ.– ¡Bien! ¡¡¡Gooooool!!!
Se desternillan de la risa.
NANA.– (Incorporándose) Ya sé quién eres.
VOZ.– ¿Sí?
NANA.– Eres Dani, el cartero.
VOZ.– Pero ¿qué dices?
NANA.– Que sí, que he reconocido la voz.
VOZ.– Pero si ese es un viejo.
NANA.– Qué va, es joven.
VOZ.– ¿Qué tiene, treinta años?
NANA.– No sé…
VOZ.– Yo voy a tu colegio.
NANA.– ¿Pero dónde estás?
VOZ.– Estoy aquí, en el árbol.
NANA.– (Lo busca) ¿Qué haces ahí subido? Es peligroso subirse a los árboles.
VOZ.– ¿Y a los tejados, no?
NANA.– Bueno… Pero mis padres me han subido aquí… ¿Quién eres?
VOZ.– A ver…, yo voy a tu colegio.
NANA.– ¿A mi clase?
VOZ.– No, voy con la seño Pilar. Estoy en quinto.
NANA.– Pues no te conozco entonces.
VOZ.– Que sí. Soy Paco.
NANA.– ¿Qué Paco? ¿El Pegón?
VOZ.– No, yo no pego a nadie.
NANA.– ¿El Tonto?
VOZ.– Ese es Pedro. Oye. ¡Y no es tonto!
NANA.– Ah… Pues no caigo. ¿Puedes asomar la cabeza o algo?
VOZ.– Es que me da miedo caerme.
NANA.– Entonces debes ser Paco el Cagao.
VOZ.– Que no. A ver, voy a intentar subirme a una rama más alta.
El árbol se mueve. Una bandada de pájaros sale volando.
NANA.– Cuidado con los pájaros.
VOZ.– Si lo intento… A ver por aquí.
Asoma la cabeza llena de rizos rojos por entre las ramas del árbol.
NANA.– ¡Anda, si eres el Pelirrojo!
PACO EL PELIRROJO.– ¿Me conoces o no?
NANA.– Claro, eres el Pelirrojo.
PACO EL PELIRROJO.– ¡Soy Paco!
NANA.– Vale, eres Paco el Pelirrojo.
PACO EL PELIRROJO.– Bueno, sí.
NANA.– Es que hay muchos «Pacos» en el mundo.
PACO EL PELIRROJO.– Yo soy Francisco José Pérez de la Encina.
NANA.– Eso es muy largo. Eres Paco el Pelirrojo.
PACO EL PELIRROJO.– Bueno, de acuerdo. Y tú entonces eres Nana la Morena.
NANA.– ¿Conoces a más Nanas?
PACO EL PELIRROJO.– Mmmm… No.
NANA.– Pues entonces soy Nana; a secas.
PACO EL PELIRROJO.– Jo.
Suenan ocho campanadas y los pájaros revolotean.
PACO EL PELIRROJO.– A esta hora estaríamos cogiendo el autobús del colegio.
NANA.– Pero no creo que haya colegio.
PACO EL PELIRROJO.– Ya, supongo que no. A lo mejor dan clases de natación.
NANA.– Seguro.
PACO EL PELIRROJO.– Sería genial nadar con los compañeros por el patio, por las escaleras, por la clase…
NANA.– Ya. Aunque aquí tampoco se está del todo mal. Se ve preciosa la ciudad desde tan alto.
PACO EL PELIRROJO.– Yo no veo bien con las ramas. Me duelen un poco los pies de guardar el equilibrio.
NANA.– ¿Y tú vives en ese árbol?
PACO EL PELIRROJO.– Qué va, yo vivo por allí. (Señala)
NANA.– ¿No vives en esta calle?
PACO EL PELIRROJO.– No, no vivo ni en este barrio, creo.
NANA.– ¿Y qué haces ahí?
PACO EL PELIRROJO.– ¿Y tú ahí?
NANA.– Esta es mi casa.
PACO EL PELIRROJO.– Pues… cuando subió el agua, empecé a nadar y a nadar. Primero a perrito, con las dos manos; fui cogiendo confianza y me arranqué a crol, luego a braza…, y al final me puse a bucear, hasta que me cansé. Probé a mariposa, pero no me sale. Un rato de espaldas… Y, de repente, me arrastró una ola. Suerte que me agarré a este pino…
NANA.– Eso no es un pino, los pinos son más finitos.
PACO EL PELIRROJO.– Pues será un pino gordo.
NANA.– Eso es un roble.
PACO EL PELIRROJO.– Pues, de chiripa, pillé este roble…
NANA.– Sí, la verdad es que ha sido una suerte, porque así podemos hablar.
PACO EL PELIRROJO.– Así nos hemos conocido.
NANA.– Es raro que juguemos en el mismo patio del mismo colegio y que nunca hayamos hablado hasta ahora.
PACO EL PELIRROJO.– Eso es muy raro.
NANA.– Suerte que te agarraste a ese roble.
PACO EL PELIRROJO.– Sí, qué potra; si no, ahora estaríamos los dos aburridísimos. A mí el agua no me da miedo; me da más susto estar solo.
NANA.– Yo ya no sabía qué hacer. (Mira por la chimenea) Mis padres siguen durmiendo. Los pobres están agotados. Todo el día subiendo muebles y electrodomésticos de una planta a otra.
PACO EL PELIRROJO.– Yo pensaba que estabas sola.
NANA.– No, pero no quiero despertarlos todavía.
PACO EL PELIRROJO.– Claro. Yo parezco un periquito aquí en la rama.
NANA.– ¿Te quieres venir a mi tejado?
PACO EL PELIRROJO.– Pues me encantaría, pero…
NANA.– ¿Qué?
PACO EL PELIRROJO.– No, no sé, prefiero no molestar.
NANA.– Anda, anda, si no es molestia.
PACO EL PELIRROJO.– Bueno, ya, pero no sé cómo bajar de aquí.
NANA.– ¿Y si saltas?
PACO EL PELIRROJO.– Está muy lejos, y el agua está muy fría.
NANA.– Aquí hay sitio para jugar.
PACO EL PELIRROJO.– Me encantaría. Ahí se pueden estirar bien las piernas.
NANA.– Y brincar.
Paco el Pelirrojo intenta saltar, lo hace muy flojo, de nuevo bandadas de aves salen volando desde el árbol en todas direcciones.
PACO EL PELIRROJO.– Bueno, mejor me quedo quieto…
Nana se sienta.
PACO EL PELIRROJO.– La verdad es que tienes una suerte…
NANA.– Bueno, sí, no lo había pensado.
Los niños se miran en silencio. Tras un instante, Paco el Pelirrojo se arma de valor.
PACO EL PELIRROJO.– Voy a acercarme.
NANA.– Pero ten cuidado.
PACO EL PELIRROJO.– Esa rama parece gorda.
NANA.– Paco, con cuidado.
El niño sube y baja por las ramas hasta que llega a una por la que puede andar un poco. Se queda a la mitad y se sienta. Están mucho más cerca.
NANA.– Ahí está bien. Eres un valiente, Paco.
PACO.– ¿Ya no soy Paco el Pelirrojo?
NANA.– No, aquí no hay más «Pacos».
PACO.– Vale, mejor. Aquí subido soy Paco el Cacatúa.
Los dos se ríen.
PACO.– Bueno, yo también tengo suerte.
NANA.– ¿Por el árbol?
PACO.– Sí, al menos este está al lado de tu casa, y así no estoy solo.
Los niños se miran. Se saben juntos.
PACO.– Bueno… ¿Jugamos a algo? Por pasar el rato.
NANA.– Aquí no tenemos nada para jugar.
PACO.– Podemos jugar a cualquier cosa, a algo sin enchufes… Es raro…, lo sé, pero…
NANA.– Vale…, aunque así de lejos…
Paco coge una bellota de la rama y se la tira a Nana.
NANA.– ¿Pero qué haces?
PACO.– No sé… Jugar.
NANA.– ¿Y no sabes jugar sin hacer daño?
PACO.– Vale, a ver, a ver: (Piensa) «Veo, veo…».
NANA.– ¿En serio?
PACO.– ¿Se te ocurre otra cosa?
NANA.– Los ordenadores estarán empapados…
PACO.– Veo, veo…
NANA.– La tablet… La videoconsola…
PACO.– Una cosita… ¿Vas a llorar por esas tonterías?
NANA.– No voy a llorar.
PACO.– Puedes llorar si quieres, no pasa nada, Nana, yo a veces lloro…
NANA.– Venga, calla. Juega.
PACO.– Qué dura eres Nana… Voy… Veo, veo…
NANA.– ¿Qué ves?
PACO.– Una cosita que empieza por la letra…(Piensa) por la letra…: «H». Creo.
NANA.– ¿H?
PACO.– Bueno por la «he».
NANA.– No sé, vaya, ¿no hay nada más fácil?
PACO.– Está chupado.
NANA.– Pues… (Mira por todas partes) He… he… ¿Hermano?
PACO.– ¿Pero dónde ves tú un hermano?
NANA.– He… he… Esto… he… ¿Hermoso?
Paco se sonroja.
PACO.– ¡No!
Empieza a levantarse un viento que progresivamente se hace más violento.
NANA.– He… He… ¿Hemisferio?
Paco niega. El viento viene acompañado de un ruido sonido fuerte.
NANA.– He… He… Si lo hubiera sabido… ¿Y si jugamos a «Piedra, papel o tijera»?
El viento mueve el pelo de los niños, las hojas de las ramas, hace ondas en el agua… Nana mira hacia arriba y contesta.
NANA.– ¡Claro! ¡Helicóptero!
PACO.– ¡Sí!
De Nana en el tejado, Premio SGAE de Teatro Infantil 2013 (Coed. Fundación SGAE y Grupo Anaya, 2014).