Ilustración: Gabriela Mayorga
Mi recinto infértil
Vierte tu miel, tu sudor de oro, en mi recinto infértil.
Llévame contigo
mediante el recuerdo
de tus caricias en mi piel,
en la desnudez
de la noche diamantada.
Vierte tu sábila platinada en mi recinto infértil.
Regrésame a ese instante
de silencios apacibles
bajo la gema lunar.
Regrésame a ese instante registrado
en la sombra de mi sombra,
cuando tu blanca mano ciñó mi cintura
y ardiente se agitó mi eclosionado palpitar
de rojas amapolas,
mientras susurrabas a mi oído:
«no te irás de mi memoria, no te voy a olvidar».
Vierte tus níveas lágrimas de sueño en mi recinto infértil
y háblame en tu idioma para mí desconocido,
háblame con tu voz que muda de niño a hombre,
de hombre a niño,
en el calor naciente de tu cama
y en el frío que a la avenida ahorma;
con tu voz de seda que envuelve mi piel
y me convierte en maremoto embravecido
al deslizarse entre mis muslos tu gallarda forma.
Vierte tu aceite de hombre, salitre y dulce, en mi
recinto infértil.
Cuando tu brazo levantas, en tu cama recostado,
se desvela en tu axila
un pájaro silvestre enmarañado,
indómito y rebelde.
Acaricio con mi lengua a esa oscura ave
anidada en tus axilas,
a esa criatura: el vislumbre de tu sexo.
Vierte tu lava en mi glaciar recinto infértil.
Dame la fementida esperanza
de no engendrar tan sólo muerte.
Toma mi mano, mi cuerpo de hielo,
y descongélalo con tu aliento.
Cura mi abandono, cúrame del olvido,
irrumpe con tu miembro
ígneo, viril y cristalino
en mis redondos muros de arena,
donde yace mi ovalado ventanal
que alberga en su interior
un sistema de galaxias enteras.
Vierte tu semen flameante en mis fértiles recuerdos.
Me abandonó la cordura
Me abandonó la cordura,
ya mi cerebro contrito
perdióse en el infinito,
en la oquedad de negrura;
me consumió la locura
y en precipicio caí,
mi cabeza flota ahí,
en abismo perfumado
de recuerdos diamantados,
del que yo ya no salí.
Poemas publicados en la novela Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023).