Juliana Muñoz Toro y Juan José Richards
A propósito del lanzamiento en Chile y en Nueva York de su novela Las olas son las mismas (editorial Los Libros de la Mujer Rota), acerca de un hombre solo en Nueva York y una pareja de jóvenes que se despiden en Valparaíso mientras escriben una bitácora a cuatro manos, el escritor Juan José Richards nos enseña algunas de sus costuras.
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Empecemos por hablar de la portada del libro. Un hombre solo, tal vez aquel inmigrante que nos cuenta su historia en Nueva York (¿o uno de los amantes que se despide?). ¿Por qué no nos mira? ¿Qué nos dicen esas constelaciones? Háblanos un poco de esa portada por favor.
La portada la realizó el ilustrador Andrés Herrera y él tuvo absoluta libertad para crear lo que quisiera. Supongo que la ilustración personifica la soledad que atraviesa el libro. A mí me pareció bien que ese sujeto, anónimo y potencialmente cualquiera de los personajes de la novela, le diera la espalda al lector porque ese gesto abría un filo: él podía estar negándose a conectar o estar abstraído en esas constelaciones del fondo. Es decir, la conexión iba a ser un asunto en tensión en la portada. Justo leía el otro día “Historias contadas en las estrellas”, de Susanna Hislop donde ella expone que conectar dos puntos es también una forma de escritura. Así que me pareció que para la novela todo cerraba muy bien.
¿Por qué es una buena idea o una mala idea hacer una bitácora de despedida? Pensando bitácora como viaje, que en este caso es un viaje sin retorno.
Me parece necesario hacer una bitácora de todo lo que nos pasa. De los comienzos, de los quiebres, de los puntos intermedios, incluso llevar una bitácora de la nada. Traspasar la experiencia al papel, para mí, es una cuestión vital y también una forma primera de escritura. El poeta Godofredo Iommi decía que en “el viaje todo se vuelve observación” y la verdad es que en cualquier tipo de desplazamiento las anotaciones espontáneas, esos chispazos desarticulados, para mí luego tienen la potencia construir una narración. Entonces no importa si el viaje es con o sin boleto de vuelta.
Del oficio del escritor, como oficio de detalles, de costura fina… ¿cómo trabajaste las dos líneas narrativas (la del joven solo y la de la pareja) para que se cruzaran y que a la vez cada una tuviera su propia fuerza?
Las fui trabajando simultáneamente a partir del agote y la distracción. Elegía una primero, la del estudiante en Nueva York por ejemplo, y cuando agotaba las posibilidades de esa, me distraía con la de la pareja de turistas en Valparaíso. En vez de procrastinar y revisar el mail, Facebook o Twitter, cambiaba de línea narrativa. Así el texto y la propia escritura se iban consumiendo y renovando constantemente. Alimentándose y aburriéndose la una de la otra. Pasaba de la historia de Nueva York a Valparaíso como quien sale a tomar aire y luego vuelve al lugar donde está trabajando sin que una fuera más importante que la anterior. Así que funcionan un poco como una trenza, no existe una sin la otra.
Muchas de las cosas que has publicado son poesía. ¿Cómo te sentiste publicando este trabajo de ficción? ¿Cómo se alimentó esta novela de tu estilo poético?
Antes publiqué poesía pero lo cierto ese hecho no define de ningún modo la intención que persigue esta novela. De hecho este texto surgió de los encargos del taller teórico que dictaba Sergio Chejfec en la Maestría de Escritura Creativa de NYU y ese curso buscaba generar análisis o reflexiones sobre el trabajo de otros autores, independiente de su género literario. Más que de un estilo poético en particular yo diría que “Las olas son las mismas” se alimentó de lecturas críticas y de las preguntas que surgieron al analizar esos textos. Esta es, de alguna forma, una novela parásito que existe a expensas de obras de Perec, Bolaño, Villoro y muchos otros autores que leímos ese semestre.
La historia del joven en Nueva York, sin conocerte, bien podría ser tu historia cuando estudiaste el Máster. Hasta me parece reconocer a S, y a varias de las situaciones que describes. ¿Importa descubrir como lector si todo esto es tu propia vida?
Para mí esta es una novela se trata de la distancia; ya sea la que se abre entre los personajes o la geográfica que supone el viaje o bien la simbólica que plantean dos orillas. Y aunque sea imprecisa, también se trata de la distancia de mi propia vida y lo que está en el libro. A diferencia de la cartografía, que es capaz de medir científicamente las distancias, me interesaba generar una metodología difusa donde los afectos, la memoria y la propia escritura se activaran como herramientas de medida. Quería que los personajes, los recuerdos y los hechos estuvieran a la vez lejos y cerca. Que fuera y no fuera mi vida. Así que supongo que importa y no importa.
El tema de la dictadura parece ser un tema infinito para el chileno de tu generación y quizá de la anterior. ¿Hay algo de eso en este libro de alguna forma indirecta? o ¿quizá luchaste para no abrir ese tema?
La dictadura fue un tremendo tema para las generaciones anteriores, sigue siendo un tema para algunos escritores de mi generación y estoy seguro que seguirá siéndolo para autores de las próximas generaciones. Pero no para todos. Por ejemplo a mí, en este libro, me interesaba explorar otras fracturas.
Recomiéndanos por favor a tres escritores de tu generación que valga la pena conocer.
La cuestión de la generación es bien relativa, pero podría recomendar a tres escritores que fueron compañeros míos en NYU y que para mí fueron y son fundamentales. Además en este último tiempo han publicado sus primeras novelas: la chilena Alia Trabucco, con “La resta”; el colombiano Guiseppe Caputo, con “Un mundo huérfano” y la argentina Paula Porroni, con “La buena alumna”. Los tres absolutamente deslumbrantes.
(Foto del autor tomada por Ariel Vinant)