Ilustración: Manuela Caicedo
Lavadora de tambor
—Dossier El otro-animal—
Tuve una montonera de casas de infancia/adolescencia. Una de ellas fue José Miguel Carrera 462, Santiago Centro. Mi madre llevaba tiempo escuchando un ruido continuo en el baño, pero mi padre revisaba, la nana revisaba, mi abuela revisaba y no pillaban nada. Y el ruido seguía y sobre todo de noche, como en las películas. Una tarde, con mis hermanas quedamos al cuidado de mi abuela. Este es el último día que en mi casa escucho cosas raras, dijo. Se dio cuenta, después de investigar toda gibada, que el ruido venía del fondo de la lavadora. Teníamos una lavadora de tambor junto al lavamanos, de esas antiguas, que daban la corriente y tenían el motor expuesto por abajo. Mi abuela la dio vuelta, mis hermanas y yo mirando. Debajo, en la parte hueca llena de cableado, había un nido hecho con restos de telas, basura y bolsas de plástico, de donde colgaban unas diez crías de rata, rosadas, sin pelo, así, recién paridas. Cuando la rata mayor —la madre, dice mi memoria— nos vio, pegó un salto largo que la dejó enganchada a la pared, sobre mi cabeza. Mi abuela cerró la puerta del baño con todos nosotros dentro. La forma de huir de la rata fue saltar sobre nuestras cabezas mientras mis hermanas y yo chillábamos. Recuerdo harto manotazo. También diría que las crías y la rata chillaban, mirándonos y sacando los dientes, pero años después leí que en verdad las ratas escapan en silencio y es uno el que pone efectos especiales. La rata se agarraba de la pared con las uñas y se aplanaba: el estómago, el tórax, todo lo aplanaba y quedaba lisa contra la pared. Mi abuela, enceguecida, le chantaba escobazos a las colonias de mi madre, a las cremas, a la bolsita con cera depilatoria, y con mis hermanas nos agarramos de un mueble de mimbre que se vino abajo con todas las toallas. La gritadera. Hasta que la rata se metió a un cilindro gordo y alto que teníamos para la ropa sucia. Mi abuela le puso una toalla encima, tensa, a modo de tapa, y giró el cilindro sobre su base hasta que lo sacó del baño. Último día que en mi casa escucho cosas raras, dijo, y siguió girándolo y girándolo hasta que el cilindro terminó en la calle. Mis hermanas detrás, tomadas de las manos. En la calle mi abuela tiró el cilindro de costado y le dio escobazos en la base, una y otra vez, pero la rata no salía. Le pegó por los lados, le metió la escoba. Se aburrió. Dio vuelta el cilindro y esparció la ropa por José Miguel Carrera 462, con toda esa gente que regresaba de sus trabajos, que descansaba en la plaza, que jugaban a la pelota, con todos esos chicos mirando los calzones sucios de mis hermanas y ellas gritando más agudo que la rata.
Nicolás Hip (Chile, 1986). Diplomado en Escritura Creativa en la Universidad Católica de Valparaíso en 2020 y Universidad Diego Portales en 2021. Magíster en Escritura Creativa en NYU 2024. Titulado en Bioquímica y en Ingeniería Civil Industrial. Más despierto que los monos. Fundador de la www.escueladeescritura.cl y actual coordinador de sus docentes y talleres. Actualmente desarrolla una novela sobre el Cometa Halley en 1986, en el contexto de la dictadura chilena.