Sebastián González
Foto: Martina Abello
A cinco minutos caminando del aula 223 de 19 University Place, lugar donde imparte clases, Kirmen Uribe, profesor de nuestro MFA de escritura creativa de NYU, se toma una taza de capuchino. Se sienta a conversar con nosotros sobre su taller de no ficción, los cuatro años que lleva en Nueva York, de su última novela, La vida anterior de los delfines, y de la traducción de su primera novela al inglés Bilbao-New York-Bilbao. En definitiva, se sienta para reflexionar sobre una gran pregunta: ¿qué es la literatura?
Fue a mediados del año 2018 cuando Kirmen Uribe llegó al verano de Nueva York. Se vino junto a su esposa, Nerea, y sus dos hijos, tras ganarse una beca de escritura del Centro Cullman de la Biblioteca Pública de Nueva York. Cuenta que como Álvaro Enrigue o Alejandro Zambra, muchos escritores pasan por la beca Cullman para pasar una temporada en la ciudad. Kirmen hizo lo mismo y luego golpeó puertas para extender su permanencia. Fue la Universidad de Columbia que lo recibió con una beca para dar un curso de literatura. “Al principio fue como un cuento de hadas: llegar con beca, a Nueva York, te dan dinero. Lo difícil fue para ellos, para los niños. Al principio lo pasaron mal: el cambio de idioma, de lugar, de todo. Y bueno, los niños se hacen enseguida, pero esto que dicen los padres ‘lo que he hecho yo por mis hijos’, y yo digo lo contrario: ¡lo que han hecho mis hijos por mí!”.
Fue Antonio Muñoz Molina quien lo presentó al máster de escritura creativa en español de NYU y tras una conversación con Rubén Ríos Ávila llegó para conformar su taller de no ficción en los semestres de primavera, de enero a mayo. Vivió con su primera clase toda la transición que provocó la pandemia: de la presencialidad al Zoom. A principios de 2022 dio su segundo taller con máscaras puestas y espera que para el principio de 2023 pueda dar clases como empezó.
¿Con qué te has encontrado en el MFA?
Con muy buenos escritores y escritoras. Me he encontrado con gente que tiene una historia que contar y yo lo que procuro en el taller es que escriban sobre ellos. Hay muchos estudiantes que han optado por la autoficción y por contar la historia de su familia, su propia historia, y cuando hacen eso es brutal. Pueden hacer ficción con ello, pueden contar su historia noveladamente, con un punto de ficción pero no de invención, que yo creo que son dos palabras diferentes, ahí está la delgada línea. Y siempre procuro que las acaben. Yo estoy muy emperrado en eso: que los textos que se escriban en la maestría no se queden ahí, sino que salgan, que se publiquen. “¡Publícalo, publícalo!” Hay que buscar vías para eso, que no se queden ahí en 50 páginas para decir, “bueno hice esto cuando estaba en Nueva York…” ¡No! Escribe otras 20, 50, acábalo y publícalo. Hay muchos ojos puestos en el máster y los estudiantes no se dan cuenta de eso. Entonces, joder, hay que acabar los textos.
¿Cómo se construye tu taller?
¿Qué hizo Sebald? Voy a meterme en el texto y voy a contar lo mío también, ¿por qué el autor ha de quedarse fuera del texto? A partir de Max Sebald todo ha cambiado y de Bolaño también. Vamos a meternos en el texto, vamos a contar lo nuestro porque es lo que interesa. Ahora mismo, uno debe hacer muy buena ficción para que enganche, para que emocione, para que sea interesante para el lector, porque el lector es muy inteligente, es muy culto, no es un lector de hace 100 años. Ahora valen las historias de verdad, ahora vale el alma. Y ese movimiento se está dando a nivel mundial, de contar cada uno su historia de una manera que sea interesante para los demás, de una manera en que los demás se vean en tu historia y hacerlo de una manera innovadora. No vale solo con tener una buena historia, sino que hay que contarla bien y de manera diferente, utilizando todos los resortes que nos dan las nuevas tecnologías. A ver, el cine cambió la literatura, el periodismo por supuesto que cambió la literatura. Sin el cine no se puede entender Faulkner, sin el periodismo no se puede entender Capote, o toda la mayoría de la literatura latinoamericana que es increíble a nivel de crónica. Entonces, las nuevas tecnologías nos tienen que inspirar. No es que hagamos libros en la red, no, no, vamos a hacer libros de papel pero la manera de contar ha cambiado, la manera de vivir ha cambiado y la manera de leer ha cambiado. Entonces son dos cosas: una buena historia, que sea la mía; y dos, contarla de manera diferente. Eso es lo que procuro.
Hace un ratito nombraste “la delgada línea” entre la ficción y la no ficción. ¿De qué manera se entrelazan en tu obra? ¿Dónde está esa delgada línea?
Yo creo que ahora lo transgender está en todo. Las personas son trans o son no binarias, las personas estamos caminando entre identidades y yo creo que la literatura también. Las mejores novelas tienen no ficción ahora mismo. ¿Quién dice qué es ficción y qué es no ficción? Lo más bonito es viajar, traspasar esa frontera y derribar los muros que hay entre géneros. Por ejemplo, incorporar la poesía en la novela, uno puede hacer muchísimas cosas en ese sentido. Y luego, creo que la no ficción, ahora mismo, está muy presente en todo, en el cine, en las series… No lo sé, es como si la sociedad necesitase de autenticidad, de tocar la tierra, de saber que esto pasó o pudo pasar. La no ficción, en ese sentido, está muy presente, de contar historias silenciadas, historias que no se han contado, puntos de vista que han sido apartados de la literatura y en eso la no ficción ayuda muchísimo. De decir, “yo soy gay y cuento esta historia”; “yo soy lesbiana y cuento esta historia”; “soy bisexual, soy afroamericano, caribeño, yo soy mujer –por supuesto– y cuento esta historia”. Todas estas perspectivas han estado más o menos fuera de la literatura, hasta ahora. La no ficción te posibilita eso, de contar mi historia: “oye yo también existo, aunque me han silenciado durante siglos, aquí estoy”. Por eso yo soy un enamorado de la no ficción, pero no en el sentido de la crónica periodística, sino en el sentido de la autoficción, de poesía de no ficción, lo que hace Claudia Rankine que es una maravilla. Las nuevas biografías, hablamos de Sara Stridsberg que escribió la biografía de Valerie Solanas que fue la que intentó matar a Andy Warhol, pero es una biografía tan loca en donde la propia biógrafa aparece y le habla a la muerta. Son maneras abiertas de literatura y es lo que más me interesa, cosas diferentes, los híbridos, la no ficción que se mete como caballo de Troya.
En el homenaje del MFA a Sergio Chejfec leíste un poema. ¿En qué minuto el poeta Kirmen Uribe pasó a ser novelista?
(Se ríe) Soy poeta y no lo oculto. Yo empecé como poeta, desde adolescente que escribía poemas, poemas malos por supuesto. El escritor se hace con los años, no nace. Cualquiera nace escritor, pero luego hay que hacerse escritor. Yo empecé con la poesía, la poesía urbana, sin adorno, cercana a las letras de rock, que contaba historias. Poesía bastante narrativa, con distintas voces. Y luego ya con mi primer libro de poemas quería contar la vida de mi padre que era marino, pescador. Quería contar su vida pero los poemas no me daban para eso, había demasiado material y de ahí salté automáticamente a la novela. No sé si llamarlo novela, o como dijo Sergio Chejfec en el video que vimos en su homenaje, “artefacto”. Mi primera novela es más un artefacto literario, experimental, loca, inspirada en las redes sociales: son como links, un texto te lleva a otro. Es una novela en la que yo mismo voy en un avión, en un vuelo donde vengo a Nueva York y estoy pensando en la novela que quiero escribir pero que nunca termino escribiendo. Y estoy metido en un avión y esas ocho horas de lo que tengo metido en la cabeza termina siendo la novela. Así pasé de la poesía a la novela, pero no sé si es novela o un poema largo que también puede serlo, un poema épico, no sé lo que es pero me salió eso. He escrito otras tres novelas pero la poesía siempre ha estado ahí. La poesía lo que te enseña es a elegir bien lo que cuentas. La poesía es cruel, me encanta, tiene unas tijeras muy grandes. El hecho de ser poeta te ayuda a eso, a prescindir de aquello que es prescindible. También en la facilidad para crear analogías, para ir de un texto a otro, para crear transiciones entre escenas, pero sobre todo en la utilización de la elipsis, que es tan importante, incluso en una novela. Y lo otro es la música, es el ritmo del poema lo que te va dictando las palabras y no puedes romper ese ritmo.
Tu primera novela, Bilbao-New York-Bilbao, publicada en 2008, fue todo un acontecimiento literario: Premio Nacional de Literatura en España, y se presenta ahora la edición en inglés. Del euskera al inglés, después de 14 años, ¿cómo vives este proceso?
El 4 de octubre presento la traducción de mi primera novela al inglés. Se vive muy bien el proceso, faltaba Estados Unidos. Es una novela que cuando salió era muy extraña pero ya han ido saliendo novelas parecidas y formas de narrativas más abiertas. En aquella época no era muy conocida esa manera de escribir novelas como rotas y yo creo que le dieron el premio por eso, por ser diferente. Y eso costó llegar a Estados Unidos, que el lector de acá reconozca una novela así. Pasó lo mismo con Olga Tokarczuk y Flights (Los errantes), estuvo diez años sin ver su novela en inglés y de repente le dan el Man Booker y el Nobel, pero estuvo diez años a la espera que el público estadounidense se reconociese en un texto así porque el texto de Olga es muy diferente, nadie sabe lo que es, si es una novela, un libro de viajes, un ensayo, una autobiografía, es todo. Pero ahora mismo estoy muy contento porque la editorial que lo publica es una independiente muy buena que ha entendido la novela y por eso la publica. Es lo que hay que buscar: editores que se enamoren de la novela, que no la publiquen porque está de moda. A todos los estudiantes de la maestría les digo eso, que busquen editores que se enamoren de vuestros libros, que digan: “wow, esto merece la pena, hay que publicarlo”. Y eso pasó con Lizzie Davis y la editora Coffee house press.
Todo esto coincide en un 2022 que vio la publicación de tu última novela, La vida anterior de los delfines, que fue el resultado de lo que investigaste en la beca Cullman cuando llegaste a Nueva York, ¿se cerró un ciclo?
Ha sido un gran año. Es un ciclo que se cierra y se abre al mismo tiempo, es como un espiral. Fue muy bonito, es el resultado de cuatro años de trabajo, incluida la beca Cullman y la verdad es que acabé contento con la novela. La vida anterior de los delfines salió en Siex Barral y ahora la está traduciendo Megan McDowell al inglés. Es una novela diferente porque parte con la no ficción, parte de mi trabajo en la biblioteca sobre un libro no acabado sobre una sufragista. Abría las cajas y veía las pruebas, veía diferentes versiones de un mismo capítulo y tenía todo ese material para viajar a la ficción. La segunda y la tercera parte del libro son ficción. Es plantearse de dónde surge la ficción, con una primera parte de lo que realmente pasó y una segunda parte con lo que yo me imagino. Pero surge de la lectura de ese libro inacabado.
¿Cómo es el proceso de escritura para un escritor bilingüe de nacimiento?
Es trabajo doble. Se parte del euskera, es un gesto mío porque es la lengua menor, es la minoría, es mi raíz, es mi música que también parte del vasco. Con La vida anterior de los delfines fui escribiendo las dos versiones a la vez, pasaba de una lengua a otra. Alguien me dijo, “¿y por qué no publicas la novela así: bilingüe?” ¡Hubiera sido genial! Pero al final, por razones comerciales y de sentido común, porque tengo que comer, opté por hacer dos versiones del mismo libro. Es curioso porque la versión en euskera es más desnuda, el lenguaje es más claro, y el lenguaje en castellano es mucho más elaborado, entonces cada lengua me lleva a un territorio diferente. Me encanta esto de viajar entre lenguas.
¿Qué pasa con los escritores migrantes? ¿Es más complicado para un escritor escribir desde lejos, buscando estabilidad emocional en dos mundos?
No. Para mí es más fácil escribir desde fuera, creo que tienes todo mucho más claro. Incluso el tiempo y el espacio son parecidos. Cuando uno escribe sobre un suceso y ha pasado el tiempo, lo ve de una manera más clara. Lo mismo con el espacio, si uno toma distancia espacial, lo ve todo de manera más clara. La historia de la literatura está llena de libros de migrantes y buenísimos, vamos, qué hubiera sido Cortázar sin París, qué hubiera sido Bolaño sin Barcelona, Joyce sin París y muchísima gente que ha venido aquí a Nueva York también. Tomar distancia ayuda, te da claridad. Además, escribir una lengua que no es la lengua mayoritaria que se habla en el lugar en el que vives, también es interesante, es una especie de refugio, de meterse en ti mismo. A mí me gusta, ha sido muy positivo, he aprendido mucho de muchas cosas y de mí mismo estando aquí.
¿Qué ha significado para ti vivir en NY?
Yo vine a Nueva York para aprender. Soy una persona que está enganchada al conocimiento, quiero conocer, al sobrestímulo, a crecer como escritor y a cambiar. Antes se vivía una sola vez, mis abuelos vivieron una sola vida, nosotros vivimos tres o cuatro veces una misma vida y el hecho de cambiar de lugar de residencia te ayuda bastante en eso. He aprendido mucho aquí, y creo que he mejorado como escritor viniendo aquí.
¿Y qué pasa con ese Nueva York de las películas?
Nueva York tiene dos lados. Es una ciudad con una energía positiva muy grande, con una luz muy bonita pero luego es una ciudad dura, muy dura. Sobre todo con la gente que no tiene papeles. El alquiler es caro, es una ciudad cara, uno ve escenas muy duras en la calle y vive momentos muy duros. Pero bueno, yo me quedo con la solidaridad que se establece entre los migrantes, la gente se ayuda mucho aquí, creo que más que allá, de verdad. Si te hace falta algo, incluso dinero, la gente te da dinero; si no tienes piso te acogen casa, la gente se ayuda mucho aquí. Es una ciudad muy social, aparte de ser la ciudad de Wall Street y los ricos del mundo, es muy social y la gente se ayuda mucho. La gente protesta, las minorías tienen mucho movimiento. El mito surgió aquí, el episodio de Christopher Street ocurrió aquí y por eso surge el 28th of June, el movimiento queer, la ciudad es muy viva en el sentido social. Es la ciudad más cosmopolita del mundo pero es dura.
La entrevista es interrumpida por un hombre mayor, de pelo largo, que se acerca por detrás de Kirmen para preguntar: “Who is this guy?”. Antes de responder, el escritor nacido en Ondárrea, en la provincia de Vizcaya, se da vuelta para sorprenderse con lo que parece ser un conocido. Kirmen se para de la silla y le da un abrazo. “How are you?, ¿Qué tal?”. El misterioso hombre le pregunta “¿estás trabajando?”, ahora en español. “Estamos en una entrevista, pero quédate”, responde Uribe. “No quiero molestar”, dice el hombre, con acento español. “Quédate”, insiste el profesor. “Estamos ya en la recta final”, me atrevo a intervenir. “¿Eres argentino?”, me pregunta. “No, chileno”, decimos al unísono con Kirmen, para invitarlo a sentarse. Todo indica que se quedarán conversando tras la entrevista. “Me quedo de espía entonces, permiso”. Seguimos.
¿Cuál es tu visión de la literatura en el futuro?
Hay que escribir textos literarios, no hacer guiones de películas o guiones de serie en forma de novela, no. Ser literarios. ¿Qué es literatura? Es la gran pregunta que nos debemos hacer.
Bueno, ¿qué es lo literario? Busquemos eso, textos literarios y no escribir para que luego nuestras novelas se conviertan en películas. Trabajar mucho el estilo, la estructura novelesca, no el argumento y la historia, sino cómo está escrita. Que esté escrita literariamente.
De lo último que has leído, ¿qué recomiendas?
Ahora mismo estoy leyendo el libro de Joshua Cohen.
“Los Netanyahu”, se adelanta el espía. “Sí”, dice Kirmen Uribe, y continúa: “¡Me encanta la voz que ha construido! No, no, no, es un profesor de historia ya retirado y está basado en un hecho real y en gente real de carne y hueso, pero la voz narradora es ficticia. Me encanta cómo lo cuenta. ¡Anótenlo!”
¿Lugar favorito de NY y por qué?
Me encanta el McSorley’s, la cervecería, ¡está muy bien! Me encanta andar en bici por Riverside Park y luego caminar. Mira, en Nueva York he conseguido hacer dos cosas: primero, me despierto con la luz y no con el despertador, que es increíble, me encanta, vivo con la luz. Y segundo, camino mucho, yo soy de caminar no de correr. Correr me agobia, me da estrés. Prefiero caminar y lo hago mucho. Recomiendo caminar por Nueva York, caminar de aquí (Washington Square), al Upper West, de aquí a Brooklyn, o toda la ribera del Hudson. Caminar, caminar, caminar. Es curioso, en la ciudad más cosmopolita y salvaje del mundo, me despierto con la luz y camino. ¡Es como si viviese en un pueblo!
Las preguntas terminan con una risa de Kirmen, una contagiosa que acompañó todas sus respuestas. Antes de despedirnos, nos presentamos cordialmente con nuestro invitado inesperado: “Eduardo Lago, mucho gusto. ¿Tú? ¿Cómo te llamas?”. Me marcho mientras nuestro profesor de no ficción se va caminando con su colega, el reconocido autor español Premio Nadal 2006 y traductor de autores como David Foster Wallace y Henry James y que vive hace 35 años en Nueva York.
Kirmen Uribe (Ondarroa, 1970) es autor de cuatro novelas y dos poemarios. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en España por su primera novela Bilbao-New York-Bilbao. Su obra está traducida a más de veinte idiomas. En 2018 obtuvo la beca Cullman de escritura de la Biblioteca Pública de Nueva York. Sus textos han aparecido recientemente en The New Yorker o The Paris Review. Imparte clases de escritura creativa en español en la Universidad de Nueva York (NYU).