Juan Luis Landaeta y Eduardo Espina
Eduardo Espina nació en Montevideo. Sus trabajos en la escritura van desde la poesía hasta el ensayo. Su obra incluye los poemarios: Valores personales (Buenos Aires, 1982), La caza nupcial (Buenos Aires, 1993), Lee un poco más despacio (New York, 1999) y El cutis patrio (México, 2006). Resultó dos veces ganador del Premio Nacional de Ensayo en Uruguay por los libros: Las ruinas de lo imaginario y Un plan de indicios en los años 1996 y 2000 respectivamente. Fue ganador del Premio Municipal de Poesía en Uruguay y su poesía ha sido traducida al inglés, francés, italiano y portugués. En 1980 fue el primer escritor uruguayo invitado al International Writing Program en University of Iowa. En 2010 recibió la beca Guggenheim.
Si algo no se puede hacer con sus textos es leerlos de pasada. Hay una propuesta de “suspensión” del tiempo cronológico para dar paso al tiempo interno de la lectura, el tiempo del poema. Espina tiene a Zenón y tiene a la repercusión. Hábleme de su perspectiva del tiempo.
Es una gran aspiración mía llegar al poema infinito, me refiero al poema infinito en que la resonancia sea el proceso grafotécnico de construcción de una visualidad escrita, como a la resonancia de la invisibilidad, el rastro que deja el poema, que podría ser un momento efímero que prolifera, como sería un haiku, pero al mismo tiempo otra versión podría ser la que propongo: la de un poema que nunca va a terminar, que termina en un momento, pero en realidad no es por un fin, es por una pausa. De ahí, esa forma rigurosamente estructurada de mis poemas que están conteniendo al tiempo, domesticándolo, pero domesticándolo pasajeramente. Es decir, ningún poema termina, el último verso de un poema es el inicio de una pausa que rompe el próximo poema y así sucesivamente. Esto también me sucede con los libros, de ahí que no escribo poemas sino libros de poemas. Es decir, enfrento una masa temporal a la cual le inyecto otra temporalidad que es la que pueden traer las palabras, una temporalidad más precisa, una frase tiene unas letras que se pueden contar mentalmente, lo que entendemos como unidad de sonido es precisamente el tiempo cronológico. Y esto es lo extraño de la poesía porque, si bien busco captar esa velocidad, esa anomalía de la lentitud que plantea el espacio de escritura, el poema a su vez no requiere la paciencia que requiere leer una novela, sino una velocidad desarmada. Es decir, una velocidad que pierde abstracción, que es distinta a la velocidad de los carros a toda velocidad, velocidad silábica. El número de letras y también (esto es lo interesante) el tiempo que aporta la voz, que es en definitiva el único tiempo definitivo. Uno se sienta y lee un poema y descubre que el tiempo del poema escrito es diferente y no se había dado cuenta. Quizás la mejor definición del tiempo espasmódico que se achica como un chicle después de masticado la haya dado Marilyn Monroe, quien leía poesía y que respondió a ¿Por qué lee poesía? Con un exacto: I save time.
Lo leí comentar en una entrevista que era progresiva e inevitable la incorporación del español al uso diario y a la cultura en los Estados Unidos. ¿Piensa en un neobarroco en inglés? ¿Sería posible?
Lo veo difícil, pues no hay tradición de literatura barroca. Podemos hablar de un barroco inglés, del cual podríamos citar por ejemplo a John Donne, Alexander Pope, Gerald Hopkins, pero creo desde mi perspectiva como lector que en ese caso estamos hablando de un hermetismo controlado. El barroco es un hermetismo descontrolado, proliferante, el primer barroco trabajaba formas métricas como Góngora, Sor Juana, pero que el lenguaje desborde el contenido imposibilita el control, porque además, la poesía no puede tener control, el barroco representa la maquinaria de la mente. ¿De qué está hecha esa maquinaria? ¿Cuáles son los componentes? No lo sabemos, ni la neurología lo sabe, no nos puede decir cómo es que soñamos, cómo es que recordamos. El neobarroco intenta hacer un cientificismo lingüístico del funcionamiento de la mente. Y cuando digo intento, no me estoy refiriendo a la idea de hacer algo para ver qué pasa, sino más bien a un meticuloso trabajo de prueba y error. Creo que hay una consciencia en los poetas neobarrocos con respecto a ello. Los barrocos estaban muy restringidos por la métrica, los neobarrocos desbordamos las posibilidades creativas de la mente, de ahí que el poeta neobarroco como si fuera un gran masturbador, vuelca como referente de su acto lo primero que esté al alcance. Y eso, en un periodo de tiempo, te puede dar un muestreo de infinidad de cosas al alcance. Quizás deberíamos ver a la poesía neobarroca, sobre todo a la de los poetas fieles a ese trabajo de investigación de prueba y error, como un acto de mapeo de la mente. Y dentro de ese mapeo: el deseo, la memoria, la visión, es decir, todos los atributos de conocimiento que tiene el ser humano. Por eso que cuando dicen que el neobarroco es inentendible estamos hablando de personas cuya imbecilidad es total. Es como si alguien que desconozca el significado de la palabra “física” diga que la teoría de la relatividad es difícil de entender. Y me animaría a decir que el neobarroco ha aportado algo que ahora resulta innegable, incluso para la tradición anglosajona (desde su reciente edición, el neobarroco aparece en la Enciclopedia de Princeton University). Dejémonos de boberías si está de moda o no está de moda. ¿Después de esto qué se puede hacer? ¿Qué viene después? Jardiel Poncela decía: “los barbaros búlgaros huyendo de la vacuna” pues bien, no se puede huir del neobarroco, está ahí, no es un accesorio, no es una moda. Es un planteamiento de cómo la poesía puede seguir haciendo un escrutinio de la mente a partir de todo esto y seguir adelante. Creo y más que creo, estoy convencido de que con el neo barroco la poesía ha dado un paso adelante, porque ahora se puede escribir de todo, sobre todo y con todo.
¿Se acercan otras disciplinas artísticas a su escritura?
La cercanía es con la música. Mi resonancia anímica siempre me lleva a la música y sobre todo a ciertos instrumentos como la guitarra eléctrica y también el piano, quizás el fraseo acústico tenga que ver con el fraseo tipográfico, que resuelve la vida primera de un poema. Aunque resulte un exceso de la presunción, trato de que las frases toquen la guitarra y se distorsionen lo máximo posible. Es interesante, porque la mayoría de los escritores supuestamente cultos, son oyentes de música clásica o jazz, lo cual, obviamente, queda más cool que decir “me gusta Ozzy Osbourne” o bien la música que escucha un camionero. Me gusta la música del “White Trash”, esa música con cero educación literaria pero ¿qué voy a hacer? La vida me ha tratado de esa manera, haciéndome adicto a ciertas resonancias, que la mayoría de la población del planeta y otros planetas detestan y la llaman simplemente: ruido.
Una primera aproximación a la estructura de sus textos podría emitir dos juicios. El primero, que la métrica está supeditada a brindar esas estructuras rectas en la página y la segunda, el despojo del lirismo. ¿Pero cuál lirismo? ¿Qué es el lirismo?
Creo que mi poesía es muy lírica, lírica para mí. La concibo como un vehículo audiovisual, no es un discurso prosaico como puede ser por ejemplo, gran parte de la poesía declamativa de Ernesto Cardenal, o de otro poeta, que está declarando intenciones en el poema. Menciono a Cardenal porque muchos poemas me parecen muy buenos. Yo creo en que el poema debe tener una estructura interna. En un principio, empecé escribiendo sonetos que nunca publique y no pienso publicar, porque me parece que un artista debe aportar formas y estructuras diferentes y el soneto y la décima no son formas para nuestra época ¿Cuál es la forma de nuestra época? No lo sé y cada vez lo sé menos, por la sencilla razón de que en la generación de Twitter de los 140 caracteres, quizás un poema de más de diez o veinte versos será visto como algo totalmente anacrónico, inabordable. Creo que nunca antes en la historia de la literatura, ha habido casi una obligación, un mandato de hacerse la pregunta por lo menos: ¿Qué escribir?, ¿Cómo escribir? No sobre qué, eso no importa cuando estamos en la era de la distracción, el entretenimiento y lo breve. ¿Cuánta gente hace uso completo de los 140 caracteres que permite un Twit? La mayoría no llega a eso. 140 caracteres les parece un exceso. Obviamente estamos nosotros diciendo: “la literatura sigue teniendo importancia” eso yo no lo discuto, lo que sí digo como una observación es que quizás habría que plantearse otras formas de acceso a la escritura del poema, como por ejemplo el híper haiku, o un esplendor fragmentario. Los comerciales en TV, duran 40 segundos y en esos 40 segundos no hay narración, solo imágenes a veces con comentarios inconexos y sin embargo llegan al público que quieren llegar entre 14 y 25 años. Nunca antes la literatura enfrentó un déficit de atención tan grande, sin embargo, creo que el único género salvable es la poesía. Por la sencilla razón de que un gran verso puede ser tan poderoso como un slogan que diga “priceless”. Una novela nunca alcanza eso, la poesía puede alcanzar, digamos, la resonancia redimensionada en un segundo, la resonancia propia, esa, “la del segundo” lo que dura nada, pero deja ecos.
Leí unas citas suyas de “Las Confesiones”, ese pequeño gran libro de San Agustín. Es en ese mismo libro donde Agustín dice que en lo creado está el creador. ¿En su relación con la naturaleza, el entorno y la vastedad, considera la naturaleza barroca? ¿La naturaleza apunta hacia el pliegue?
La naturaleza es el único neobarroco que no pasa de moda. El otro día, vi, a una vaca con tres pájaros diferentes encima del lomo y debajo una tortuga. Estaba parada encima de por lo menos cuatro o cinco tipos de flores silvestres. Ante esa imagen esplendorosa, uno se hace la pregunta ¿por dónde empezar a mirar? Extrañamente, la crítica literaria, crea un modelo artificial de acercamiento a la obra mediante el cual, cree que puede entrar en el núcleo de esa obra a través de un progreso lineal: un comienzo, desarrollo y conclusión. Sin embargo, lo que aprendo con la naturaleza todos los días, mirándola, es que la naturaleza como la poesía, no tiene comienzo ni tiene final. Es y está en un determinado momento. Es de eso de lo que escribo, de lo que es y está en un determinado momento. Mi vida coincide justamente con ese momento, por lo tanto, ¿no será el neobarroco una forma de realismo más fiel que los demás llamados realismos que simplifican y sintetizan? Todo está en la naturaleza, todo está en lo que está y es. Me pareció que uno de los pájaros era un robin, pero no estoy seguro.
Muchos poetas en la madurez de sus vidas han confesado preferir cierta paz, cierta tranquilidad (que no la del reposo) a la felicidad. Nos ha dicho que actualmente la conciencia de la muerte es un tema que le llama la atención, ¿siente la paz como una resignación frente al deseo? ¿es el frenesí la antítesis de la reflexión? La muerte alimenta esos polos.
La felicidad es una enorme abstracción y la calma es una abstracción determinada por el tiempo. Yo no persigo, más bien sigo al deseo, el deseo es lo que me ha guiado, el deseo que me lleva a escribir un poema, a comer, a todavía desear a las mujeres. Al deseo no le podemos encontrar una finalidad, creo que buscar la felicidad y buscar la calma es una forma de conformismo, porque en el momento que uno entra en la estela del deseo, sabe que está jugando a la ruleta rusa con el fracaso. Uno empieza un poema creyendo que está inspirado y le puede seguir un poema peor de los que escribía Santos Chocano. Lo mismo pasa con una mujeres, nadie dice estoy con Mademoiselle Ivonne y tampoco nadie dice “estoy con ella porque me da felicidad” quien dice eso es un conformista. Está con ella porque no puede estar con otra, porque el amor es polígamo, pero el deseo la mayoría de las veces es obsesivo con un objeto y es por lo general, monogámico. En otras palabras, creo que la poesía es llevada por el deseo de alterar el orden que es lo que uno hace cuando ama, juega porque le incrusta a la calma, la vulnerabilidad.
En su poesía hay una interpretación propia de los elementos del mundo: obras, personas (Magallanes, Da Vinci) y pensamientos. Muchos textos parten de aporías. ¿Cómo se implica con el pensamiento, el reino de las ideas?
Puede ser una aporía, una imagen, un sentimiento, una observación, la poesía es siempre un comentario posterior sobre algo. El que diga que “mi poesía es sobre nada o no tiene tema” no ha pensado la poesía. La poesía es el arte de transformar el comentario en el referente que está antes del comentario mismo e invierte el orden de los factores. En última instancia, la poesía es caníbal, hace desparecer la aporía y se convierte en tema de sí misma.
Ha hablado del deseo y me hace pensar en la productora de Almodóvar (con esos curiosos “El Deseo presenta…” y después viene una historia) y también, de hecho, en la película “La ley del deseo”. A su vez nos comentó que prepara un texto de largo aliento sobre la belleza (estética y verdadera) en la historia. En la noción heredada de Grecia, la verdad, que podría ser carroña o cruel, es bella. El deseo, esa fuerza desprovista de sujeto alguno, mueve al mundo: se mata, se ama, se vive por deseo. ¿Es el deseo lo que finalmente motiva su poesía?
Es la primera vez que me hacen una pregunta excelentemente respondida por la pregunta. Si vos te das cuenta, estamos hablando de grandes abstracciones que al mismo tiempo podemos ver reflejadas con exactitud en la realidad empírica, ahora que me haces esta pregunta tan inteligente, recuerdo el comentario que me hizo el oncólogo que trató a mi madre poco antes de que muriera. Yo le pregunté ¿cómo la ve a mi madre, doctor? Y él me dijo “no perdió el deseo de vivir”. Me di cuenta en ese momento de que la gran belleza de la vida es no perder nunca el deseo. Puede ser un deseo con mayúscula, como es el deseo de vivir, o también el deseo de comer un helado de chocolate o de escribir un poema, sabiendo que quizás nadie lo va a leer, pues, la escritura de un poema, como el acto de comerse un chocolate es autocomplaciente. Yo creo que he construido mi poética en base a eso, a no tener expectativas de ningún tipo, salvo una: que la escritura de un poema como el comer un helado de chocolate, me sigan realzando el deseo de vivir. Y es, después de todo, un deseo intransferible, aun a alguien que se quiere suicidar yo no le puedo hacer una transfusión de mis ganas de vivir, o al que odia o no le gusta la poesía, no le voy a insistir: lea mi poema. Por lo tanto, cuando escribo un poema donde celebro de la forma que quiero celebrar el deseo de vivir, me digo en voz baja, para que no me escuche mi vecino por la dudas, soy mi poeta favorito.
La máquina barroca: Uruguayan poet Eduardo Espina from temporales NYU on Vimeo.