Por Eduardo Goldman
Oscuridad. Se enciende la luz. Entra Clara por telón del fondo, con una cartera grande. Mira alrededor, despectiva. Detrás entra Esteban. Lleva un ataché.
CLARA: ¿Dónde carajo me trajiste?
ESTEBAN: Es el bulo de un amigo. ¿Sabés la de minas que me traje aquí?
CLARA: (seca) Me imagino.
ESTEBAN: (se le acerca, seductor) Y ya que estamos… digo… podríamos aprovechar para jugar un poco nosotros. Total, ¿quién nos apura?
CLARA: No seas tarado. Esto es negocio, nada más.
ESTEBAN: Es verdad. Negocio, y espero que sea bueno.
CLARA: Mi merca es de prima. Supongo que habrás oído hablar de mí.
ESTEBAN: Siempre pido referencias. (señala la cartera) Mostrámela.
CLARA: La guita primero.
ESTEBAN: Nunca saco la guita hasta ver lo que compro. Es un hábito que aprendí.
CLARA: Vas a tener que desaprenderlo, porque veo la guita… o me voy.
ESTEBAN: (la mide, sonríe) Está bien. (da palmaditas al ataché) Te dejo ganar esta. Soy un caballero.
CLARA: Sos un hijo de puta. Sé de lo que sos capaz.
ESTEBAN: (sarcástico) ¿Me conocés?
CLARA: Yo también pido referencias.
ESTEBAN: Entonces… debés saber que soy muy bueno en la cama. (se acerca) ¿Tenés idea de lo que haría con vos? (le pasa el dorso de la mano por la cara) Te puedo hacer sentir como nunca imaginaste.
Ella le agarra la mano, como entrando en el juego de seducción.
CLARA: Yo también puedo hacerte sentir cosas.
ESTEBAN: ¿Ah, sí? ¿Cómo qué?
CLARA: Como dolor.
Ella le muerde la mano, con odio. El grita de dolor y aparta la mano.
ESTEBAN: ¡Hija de puta! ¡Sos una hija de puta!
CLARA: (ríe) Ya me vas conociendo.
Él saca una navaja del saco y la agarra del cuello mientras le apoya la hoja en la cara.
ESTEBAN: ¿Qué tal si te dejo un recuerdo? ¿Eh? ¿Qué te parece una cicatriz de oreja a oreja?
CLARA: ¿Y a vos qué te parece un agujero en la panza?
Esteban mira hacia abajo y descubre que ella le está apuntando al estómago con un revólver. Se aparta.
CLARA: ¿Qué decís, rico? ¿Te hago un ombligo nuevo?
Se miran tensos. Suena el teléfono.
ESTEBAN: Tirá… y tu hijita es boleta. (Clara se queda dura) Tu nena es muy linda. Va al colegio Nº 14, ¿verdad? El que llama es mi socio. Si no atiendo va a entender que pasó algo malo… y tu nena se muere. Decidite antes de que decida cortar.
Ella lo mira dudando y por fin le da el arma, con bronca. Él sonríe y vuelve a guardar la navaja en su saco. Atiende el teléfono.
ESTEBAN: Hola… (sonríe) No… número equivocado. (cuelga)
CLARA: ¡Sos una basura!
Él agarra el bolso de Clara y lo abre.
ESTEBAN: (con sorna) Permiso.
Saca del bolso un gran sobre blanco, lleno de algo. Lo huele y sonríe.
CLARA: (amenazante) No te atrevas.
ESTEBAN: Uy, qué miedo.
CLARA: Robame la merca y sos boleta.
ESTEBAN: ¿Te olvidás de que el revólver lo tengo yo?
CLARA: Sabés que trabajo para el Tuerto. Si vuelvo sin la plata y sin la merca te las vas a ver con él.
ESTEBAN: ¿Y quién dijo que vas a volver?
Deja el sobre encima de la mesita. Tira el bolso.
CLARA: (tensa) Él sabe que me encontraba con vos. Lo sabe todo. Si me pasa algo… él te va a buscar y…
ESTEBAN: Shhhh… Basta de charla. Sentate.
CLARA: (muy tensa) ¿Qué?
ESTEBAN: ¿Sos sorda? Sentate.
Ella se sienta en un sillón. Él se sienta en el otro, sostiene el arma.
ESTEBAN: Ahora… sacate una prenda. Cualquiera.
CLARA: Ni lo sueñes.
ESTEBAN: (le apunta) Una prenda, cualquier cosa. El vestido… la blusa… un zapato. Lo importante es que sea sólo una.
CLARA: (confusa) ¿Qué es esto?
ESTEBAN: Un juego que inventé. No me preguntes el nombre porque todavía no se me ocurrió ninguno. Dale, una prenda.
Clara lo mira dubitativa y por fin se saca un zapato.
ESTEBAN: Muy bien… y ahora contame una historia sexual que hayas tenido. Algo bien erótico.
CLARA: Estás loco.
ESTEBAN: Muy loco. (amenazante) Dale… contá.
Ella se queda dudando, sabe que no tiene salida y debe ganar tiempo.
CLARA: Una vez yo… lo hice con un mecánico.
ESTEBAN: Lindo titular. Ahora dame la noticia.
CLARA: ¿Qué?
ESTEBAN: Detalles, nena. Detalles. Eso que dijiste no sirve para nada. Es lo mismo si dijeras… Boca empató con San Lorenzo. Vamos, quiero saber qué pasó, qué pensabas, cómo lo hicieron, dónde. (sonríe) Y sobre todo… cómo acabó la cosa.
CLARA: ¡Sos un enfermo!
ESTEBAN: (jugando con el arma) Un enfermo muy impaciente.
CLARA: (pausa) Fue… en el taller mecánico. Yo había llevado el coche por un problema en… el motor o algo así.
ESTEBAN: Je… El motor o algo así. Típica definición femenina.
CLARA: El tipo… bueno… creo que yo le gustaba y… y pasó lo que tenía que pasar… fue inesperado… pero pasó.
ESTEBAN: Hablamos de sexo, no de un fenómeno meteorológico. Vamos, che. Contame qué sentiste, dónde te tocó, cómo te bajaste la bombacha.
CLARA: (se enoja) ¡Me la bajé como se la bajan todas, boludo!
ESTEBAN: ¿Qué fue lo que te calentó de él? ¿Una palabra? ¿Una mirada? ¿La forma en que manejaba las herramientas?
Clara lo mira como aceptando el desafío.
CLARA: El bulto. Me calentó el bulto. ¿Estás satisfecho?
ESTEBAN: Todavía no. Contame dónde lo hicieron? ¿En un auto?
CLARA: Debajo de un camión.
ESTEBAN: (sorprendido) ¿Cómo?
CLARA: Puso un colchoncito en… uno de esos agujeros en el piso que tienen para ver los motores. Fue debajo de un camión.
ESTEBAN: (riendo) Mirá qué finoli resultaste.
CLARA: ¡Pará de burlarte! ¡Pará o…!
ESTEBAN: ¿Por qué lo hiciste?
CLARA: ¿Por qué hice qué???
ESTEBAN: Coger con el mecánico.
CLARA: ¿Pero vos me estás cargando? ¡Ya te dije! ¡Me calenté!
ESTEBAN: Una mujer se calienta de golpe y con cualquiera cuando su vida está fría por todos lados. Vos sos casada, eso también lo averigüé, y con un maestro. ¿Qué pasa con el flaco? ¿No le funciona la tiza?
CLARA: ¡Eso a vos no te importa!
ESTEBAN: Te equivocás, en este juego me importa. Y mucho.
CLARA: ¡Mario es un buen tipo! ¡No lo metas en esto!
ESTEBAN: Ya me lo dijiste todo. “Un buen tipo”. Es lo que dicen las mujeres cuando no quieren aceptar que se casaron con un boludo. Ya me imagino. Es uno de esos que se la pasa metido en su trabajo, cobra dos mangos y coge con vos una vez por mes. ¿Me voy acercando?
Ella se para, furiosa.
CLARA: (grita) ¡Andate a la mierda!!!
Ella agarra su zapato y escapa renqueando hacia la salida. Esteban no se mueve. Clara sale. Se oyen dos golpes en la puerta.
CLARA: (off) ¡Puta madre!!!
Ella vuelve, furiosa.
CLARA: ¡Le pusiste llave!!! ¡Abrime!!!
Él amartilla el arma. Ella lo mira aterrada, vuelve a sentarse frente a él.
ESTEBAN: Así me gusta, que no abandones el juego. ¿Sabés?, no me gustan los malos deportistas. Como esos que empiezan un pócker y al rato se cagan en las patas y se quieren rajar. Creo que uno debería jugarse por todo o nada. ¿No pensás lo mismo?
CLARA: (angustiada) ¿Qué querés de mí? ¿Se puede saber qué querés???
ESTEBAN: ¿Qué quiero? Ya te dije… jugar. No me digas que no te gusta jugar. A propósito, es mi turno. (Se quita el saco y lo arroja al piso) Una vez lo hice en un ascensor.
CLARA: ¿Y a mí qué mierda me importa???
ESTEBAN: Fue en un hotel cinco estrellas, no debajo de un “mionca” lleno de grasa, como vos. Perdón, eso estuvo demás. Sigo. Ella era… ¿cómo se dice? Trabajaba en una exposición de computadoras que se hacía en el lobby. De esas minas con uniforme que te dan un montón de folletos que nunca leés. La cosa es que me la empecé a conversar… y entre risita y risita me la llevé al ascensor. Y ahí nomás la entré a besar. No sabés lo fácil que era esa mina. Seguro que estaba casada con un “buen tipo”… como vos.
CLARA: ¿Por qué no te morís???
ESTEBAN: Ni me acuerdo de la flaca esa, digo, la cara. Porque si me preguntás no tengo idea de cómo era. Sí que era flaca, sin nada de tetas. También me acuerdo que no me gustaba. Pero, bueno… eso era lo de menos. La cosa era hacerlo en el ascensor. Era lo único que me importaba. Daba igual si con la flaca o con una gorda. Es el peligro lo que me excita, ¿entendés? Esa sensación de que te van a sorprender y se pudre todo. (la mira) ¿Te parezco raro?
CLARA: Me parecés un enfermo, como todos. A ningún hombre le importa con quién cogen. Lo único que quieren es coger. Y después ir a contárselo a sus amigos. En lo que a mí respecta, ustedes son todos putos.
ESTEBAN: ¿Tu marido también? (ella lo mira, turbada) ¡Se va la segunda! Dale.
CLARA: ¿Qué querés?
ESTEBAN: Ahora son dos prendas. Sacátelas.
CLARA: ¡Basta! ¡Yo no juego más!
ESTEBAN: No estás en condiciones de decidirlo. Vamos, sacátelas.
CLARA: ¿Hasta cuándo vas a seguir con esto???
ESTEBAN: El juego es… hasta que no te queden prendas que sacarte. Hasta la verdad absoluta, la sinceridad de un cuerpo desnudo. ¿Estás en condiciones de mostrarte sincera?
CLARA: Por favor… ya no tengo más nada para contar. Dejame ir.
ESTEBAN: Sacate dos prendas. ¡Ya!
Ella lo mira resignada. Duda. Se saca el otro zapato. Luego se saca la blusa y queda en corpiño. Silencio.
ESTEBAN: ¿Y?
CLARA: (suspira) Una vez yo estaba sola en el departamento de un amigo. Él había viajado y yo tomaba sol en la terraza… en top-less…
ESTEBAN: Mmmm… me gusta. Dale, seguí.
CLARA: Tenía anteojos oscuros y escuchaba algo en FM. Ricky Martin, creo.
ESTEBAN: (entusiasmado) Bien. Así… con todos los detalles.
CLARA: En un momento sentí que alguien me estaba mirando. Me dije que era imposible porque yo estaba sola en el departamento. Pasó un rato y la sensación de ser vigilada no se me iba. Entonces me saqué los anteojos… y ahí lo vi. Era en el balcón de al lado. Un pendejo como de… quince años. No me sacaba la vista de encima.
ESTEBAN: No me digas que te tapaste porque me enojo.
CLARA: No. Me quedé allí, mirándolo, dejándome mirar. Yo le encantaba, eso era obvio.
ESTEBAN: ¿Y qué hiciste?
CLARA: Me puse los lentes… y seguí tomando sol.
ESTEBAN: ¿Como si nada?
CLARA: No… ahora era distinto. Sabía qué el chico no se perdía ni un centímetro de mi piel. Y entonces…
ESTEBAN: (ansioso, excitado) ¿Entonces qué?
CLARA: Levanté una pierna… me la acaricié… sabía que el chico se volvería loco.
ESTEBAN: Loquísimo… ¿Qué más?
CLARA: Me acaricié los pechos… Luego humedecí mis labios con la lengua… Y en ese momento escuché un ruido. Pensé que el chico había saltado a mi balcón, era fácil ya que estaban casi pegados. Esperé que en cualquier momento sentiría el contacto de su piel. Esperé que me agarrara de las muñecas… que me forzara… Esperé ser sometida…
ESTEBAN: ¿Y??? ¿Qué pasó???
CLARA: Nada. Luego de un rato me saqué de nuevo los anteojos y vi que el chico se había ido. Creo que lo asusté.
ESTEBAN: (decepcionado) No te puedo creer… Ese chico era gay.
CLARA: No… era sólo un chico. Y yo me sentí avergonzada por lo que hice.
ESTEBAN: Pero esto no vale. No pasó nada. Nada.
CLARA: Me pediste algo erótico… y fue el momento más erótico de mi vida.
ESTEBAN: (la mira) También el mío.
CLARA: ¿De qué hablás?
ESTEBAN: Me dejaste caliente con la historia. Al palo me dejaste.
CLARA: Problema tuyo.
ESTEBAN: ¿Vos te creés que es problema mío nada más?
CLARA: ¿Qué querés decir con eso?
Esteban se saca afiebradamente la corbata y la camisa.
ESTEBAN: Me toca a mí.
CLARA: Dijiste que ya terminábamos con esto.
ESTEBAN: Y así es… Pero tengo que completar la ronda. Una última historia. Escuchá que te va a interesar.
CLARA: Si no hay más remedio.
ESTEBAN: Una vez tuve que encontrarme con una minita para una… transacción comercial. Mucho la idea de negociar con una mina no me gustaba pero, bueno… negocios son negocios. Era buena merca. Así que nos encontramos en el departamento de un amigo.
Ella lo mira con cierta alarma.
ESTEBAN: La tipa era de un carácter pésimo. Una bruja, ¿viste? Pero estaba buena. Muy buena. Y enseguida me dije… a esta me la trinco.
CLARA: (defensiva) ¡Oíme!
ESTEBAN: Shhhhh… quiero seguir con la historia. Entonces inventé un juego erótico para… digamos… hacerla entrar en calor. Pero me resultó todo al revés porque ella seguía fría y el que entró en calor fui yo. Qué problema, ¿no?
CLARA: Dejame salir de aquí. Vos me lo prometiste.
ESTEBAN: Yo estaba caliente y ella estaba fría. Parecíamos las dos canillas de una pileta. Ella era inmune a mis encantos masculinos, y por más que trataba de seducirla, ella sólo buscaba escapar. Entonces pensé… ¿qué hacer en un caso como éste? Y enseguida encontré la solución. ¡Una prótesis! ¡Una prótesis de virilidad! (le muestra el revólver) Como ésta. ¿Ves? Te apunto con esto y ya me mirás de otra manera. Me encanta que me mires así, con miedo.
El la agarra de un brazo y la arroja al piso. Ella desespera.
CLARA: ¿Qué vas a hacer???
ESTEBAN: Voy a seguir con mi historia. Tengo curiosidad por ver cómo termina.
El se le echa encima y le empieza a besar el cuello.
CLARA: No… No…
Ella al principio resiste pero enseguida entra en el juego y empieza a besarlo. Las luces parpadean y ambos hacen movimientos de coito. Con gemidos. La luz vuelve. Luego él se incorpora y se cierra el sierre del pantalón.
ESTEBAN: Ridículo, ¿no? Habiendo una cama en el dormitorio, venimos a acostarnos en el piso. (la mira) ¿Y? ¿Qué te pareció mi historia?
CLARA: (seca) Ni mal ni bien. Fue una historia, eso es todo.
ESTEBAN: Vos no te ablandás más, eh.
Él se da cuenta de que no tiene el arma. La busca.
CLARA: ¿Buscás esto?
Ella le apunta con el revólver.
ESTEBAN: Veo que lo encontraste.
CLARA: (incorporándose) El que busca encuentra.
ESTEBAN: Odio las frases hechas.
CLARA: A mí me encantan. Ahorran mucho tiempo.
ESTEBAN: Y… si no es molestia… ¿podrías decirme qué pensás hacer ahora?
CLARA: Irme con la merca. (Recoge el ataché) Y con tu guita.
ESTEBAN: (sonríe) Es un buen plan, pero tiene un defecto.
CLARA: ¿Ah, sí? ¿Qué defecto?
ESTEBAN: Que no te voy a dejar salir de acá con eso, y que voy a matarte.
CLARA: (ríe) ¿Estás loco? Yo tengo el arma.
ESTEBAN: No te va a servir de nada.
El va hasta su saco tirado en el piso. Ella lo vigila tensa.
CLARA: Quedate quieto. Quedate quieto o…
ESTEBAN: ¿O qué? ¿Vas a disparar? No. Conozco a las mujeres. No pueden, sencillamente no pueden. (Saca la navaja del bolsillo de su saco) No importa que deban defender su vida. No importa que tengan el dedo en el gatillo. No pueden disparar. (Se acerca a ella con la navaja) Es regla general que las mujeres no matan.
Ella dispara. La cara de él se transfigura y cae al piso, inmóvil.
CLARA: Soy la excepción que confirma la regla, idiota.
Va hasta teléfono y marca. Espera.
CLARA: (al teléfono) Hola… ¿Tuerto? Voy con la guita… (sonríe) Y también con la merca. (pausa) Sí, fue un trabajito fácil. Muy fácil.
Mientras habla, Esteban se incorpora herido, empuña la navaja y se acerca por detrás de ella. Levanta la mano y le clava la navaja en la espalda. Ella abre grande la boca, sufriendo. De pronto estalla en carcajadas. Él ríe y la abraza
CLARA: Tenía razón mi analista. Un matrimonio que cae en el aburrimiento y el tedio… puede revivir jugando. Está buenísimo esto de jugar…
ESTEBAN: (mimoso) Sigamos jugando, pomponcita…
CLARA: (mimosa) Sí, pomponcito…
Se besan mientras bailan al son de una canción romántica. Va bajando la luz.
FIN