Kar Eleggua Luna Olokun Laverde
Mangata
Es de noche.
Siento el viento espeso en mi rostro
y la arena tibia entre mis dedos.
La luna llena se refleja imponente sobre un mar
que se mueve cada vez más lento
claudicando como agujas de un reloj averiado.
Él, llega al mar.
Está frío.
Se sumerge.
Se acuesta sobre la corriente.
Respira.
Exhalo.
Estamos solos, podemos ser nosotros.
Lentamente alza vuelo.
Con una mirada se despide.
Se aleja.
Lo percibe él.
Lo siento yo.
Él sigue ahí,
y yo, veo desde afuera.
La piel se nos cae.
‘Déjate ir’.
Sonrío.
Sonríe.
Una ola se levanta,
sobre el mar, consciente
se arrastra por su piel,
envuelve sus brazos, dedos, piernas,
y finalmente entra en su boca.
Se ahoga.
Cae en la profundidad.
Una nube espesa de petróleo se propaga alrededor.
Veo una sombra inmensa en el horizonte,
ocho hombres hablan, me señalan,
gritan pero no puedo oír lo que dicen,
se acercan, peleo, nada funciona.
¿Qué me ponen en el cuello?
Jamás había visto este material.
Me arrastran.
Yo cierro los ojos
pero él los abre.
Petróleo, delfines y periódicos viejos,
son transportados por la espesa corriente del mar.
Todo está marchito.
Le falta el aire.
Hace veinte años se nos acabó.
Estamos cansados.
Cae contra el filo del coral.
Despierta acostado en mi cama.
Un espejo, una puerta, una cama, un escritorio y una ventana.
Karmairí
Despierta.
Una tela blanca cubre su cabeza.
Se oyen gritos.
Dos hombres conversan.
Se acercan.
Le descubren.
Estamos en una cárcel.
Cura
‘Este es, Señor’
Santodomingo
‘¿Calamari?’
Cura
‘Obediente’
Santodomingo
‘Aquí tenéis’
De una pequeña bolsa de trapo,
Saca un arete.
Cura
‘Nada haré con esto’
Santodomingo
‘¿Por esto?’
Cura
‘También es fuerte’
Santodomingo
‘No igual a un negro’
Cura
‘Lo arrojo frente al Palacio’
Silencio.
Santodomingo
‘Adiós’
Cura
‘Espere’
Reticente,
toma la bolsa.
Santodomingo se acerca.
Golpe.
Oscuro.
Nada.
Puerta
Despierta en la habitación de una pensión descuidada.
Un espejo, una puerta, una cama, un escritorio y una ventana.
Cuatro paredes blancas.
Se levanta. Se viste.
Se dirige a la puerta.
Se devuelve y se desviste.
Repite, repite.
No sabe. Se viste.
Va a la puerta, voltea.
Sobre el escritorio, una cabuya
Las tuberías están a plena vista debido al techo destrozado.
Se sube a la mesa, toma la cabuya y la amarra con paciencia.
Se dirige a la puerta, voltea. Se desviste.
Arroja la ropa y se acuesta en el piso.
No puede permitirse perder la fuerza en mitad de la calle.
‘Quiero caer’
Sus ojos se cierran del cansancio.
José
‘¡A trabajar!’
Un hombre lo despierta. Está de nuevo en ese lugar polvoriento.
Le arroja un pan a los pies.
‘El Señor Santodomingo manda. Para ti hoy solo es esto’
Él se queda en silencio, sentado en el piso, cabizbajo.
El hombre lo toma por el cuello del suéter de trapo.
Él le quita el brazo y se levanta solo.
Se acerca al otro. Sus narices casi se tocan.
‘No te olvides de nuestro lugar’.
Sonríe.
‘No somos iguales’
‘¿Cuántas veces comiste aquí en el piso antes de trabajar allá?’
El hombre se queda pensando mientras él sale.
‘Ey,
un momento’
De sus bolsillos saca unas hojas arrugadas, tinta y pluma
‘Mi nombre es José’.
Espejo refleja infinito
Parpadea.
Cuatro paredes blancas.
Mira al espejo por un rato. Se toca la cara y el resto del cuerpo con cariño.
Después, con ira en un frenesí que se apodera de él.
Para y respira.
Amarra sus manos.
Grita. Habla consigo.
Estamos quietos
pensando en todo lo que no se puede cambiar.
El vidrio se disuelve y a través del marco aparece otro lugar.
Lo absorbe.
La cabuya se rompe.
Afuera
Hablan.
Habla.
Hablan.
¡Alguien te habló!
¿Qué dijo?
Respira… Respira…
Quiero vomitar.
Sonríe, respira…
Se me cierra el pecho…
No puedo pedir ayuda.
Alguien me toca,
Enfoca, despierta, responde ¡responde!
Quiero vomitar.
Sigo sin respirar.
Quiero acostarme,
no, no quiero.
No puedo tocar la cama.
¿Quién quiere escuchar dos veces?
Difícilmente lo hago yo,
Por la maldición
Porque me tocó.
Alguien habla
¡Responde carajo!
Sonríe, enfoca, respira, sonríe, abraza, respira, sonríe, asiente.
Eso, eso… Así.
No vomites,
¡no!
Estando sano,
nadie recuerda estos estados.
Se olvidan.
¿Qué hago aquí?
No escucho la música.
No siento tu mano
No siento mi voz.
¿Qué es esto?
Debo seguir dormido…
¿Tienes sueño?
¿Qué dices?
¿Qué tienes?
Nada..
.
¿Qué tienes?
Nada.
¿Qué tienes?
Yo no tengo nada.
Debo estar dormido.
Quiero vomitar.
El piso se ve tan cómodo…
Se me escapa la energía,
La siento huir en la punta de mis dedos…
Solo faltan 6 horas,
Solo 6 horas,
Solo 6,
Solo 6 horas para irme.
Quiero estar solo,
Solo lloro en soledad,
No quiero ver mi espejo.
Estoy cazándolo,
Matándome,
Pero corre y se escabulle entre las sombras de la noche,
Entre fogatas, danzas, desnudos y ramas secas.
¡Sh! ¡Deja de pensar!
¡Que te calles! ¡Cállate!
Me duele la cabeza,
tengo sueño.
¿Qué horas son?
Solo faltan 6 horas para irme.
¡Cállense, no quiero escuchar una palabra más!
Me siento cansado, no quiero ser yo.
Pero lo seré, mañana, el día siguiente…
No sé qué hacer.
Lágrimas de sangre.
Fuegos
Despierta.
Santodomingo grita:
‘¡Sal!’
‘¿qué? ¿no escuchaste? ¡que salgas!’
Él despierta moribundo. Mira por la ventana.
En una fogata a mitad del campo, arden las hojas de un diario.
Corre.
‘¡Quieto! nada de eso es tuyo.
Que inmundicia.
¿Quién te enseñó a escribir?
¡¿ah?!’
Destrozado, se arrodilla.
‘Ni siquiera usé tu nombre’.
Camas navegan la noche
Se levanta agitado. La fuerza de su cuerpo lo abandona.
Camina entre el espejo y la cama, la cama y la puerta, y otra vez al espejo. Sigue y
progresivamente crece de la calma a la desesperación y de la desesperación al caos.
Su cuerpo pesado trata de ir a la cama pero él no lo desea. No quiero. No quiere.
Lo sabe, sabemos que si llego a su cama, perderá el día, la semana, el mes, el año, sus
amigos, su familia, el arte y la vida…
Todo lo que le permite un día más.
‘¡Mierda!’, grita.
Va a escapar
pero su cuerpo retrocede.
Lo sabe, va camino a otra batalla.
Vuelve al espejo, mira al vacío.
Suena una melodía.
Se deja llevar, abre los ojos, hace una pausa
‘No quiero ser yo. No quiero volver a ser yo’.
Continúa bailando.
Para y dice:
Estoy bien (se golpea la cara)
Mi corazón late ( Continúa cada vez que habla)
Estoy vivo.
Siempre alegre.
Amigo de todos.
Madre
Te amo
Padre
¿dónde estás?
No tengas miedo, sigue adelante, la vida es hermosa.
(Ríe mientras continúa golpeándose )
Baila. Para. Sube el volumen.
‘Aquí dice. En estas hojas está escrito. Que llora. Que siente que el mundo se le derrumba y ya no existen vendas, abrazos o un lugar donde poner los pies. Que quiere irse a dormir. Que pone música en muy alto volumen y grita. Grita hasta desterrar toda la tristeza que carcome sus huesos y no se acaba de ir. Siente que se ahoga, grita, siente que cualquier cosa que haga no va a terminar con esto, cree que no existe solución, solo el escape momentáneo. Siente que lo único que puede hacer es tirarse al suelo y llorar. Gritar y morir. Que se muere como yo. Él se está muriendo y yo también’
Un chorro de sangre cubre su boca y su pecho.
Se derrumba.
Un quejido abandona su ser mientras se arrastra hacia a la cama.
De repente, corre hacia la puerta pero las cadenas lo detienen. Lo intenta sin resultado alguno.
No puede salir y ya no queda alternativa. Voltea y se acerca a la cama. La acaricia. Suena otro canto. Parecieran dos viejos amantes a los que la vida aparta, pero que al toque se encienden sus almas:
Se extrañan,
Sienten,
Odian.
La Cuna de Judas
Despierto desnudo en el aire y ya sé qué pasa.
Cuatro argollas me sostienen los brazos, dos me amarran los pies y una punta me esperadebajo.
No puedo respirar. Dos cinturones de cuero aprietan mi pecho.
Mucha gente me mira en silencio.
José está lejos, amarrado en un potro.
Santodomingo
‘Buenas tardes, Señor’
Torquemada
‘¿Son suyos?’
Santodomingo
‘Uno de ellos. El otro es un ladrón.
Yacían juntos anoche, Señor’
Torquemada
‘Sacerdotes’
José me mira a los ojos y sonríe despidiéndose pero yo no logro decir nada. Dos curas
comienzan a tirar de los rodillos.
Nos tiembla el cuerpo entero.
Torquemada
‘Oremos’
Rezan pero nadie cierra los ojos.
Un susurro ensordecedor se expande y
José grita cosas que no puedo escuchar,
todo lo que escucho es ese ruido.
Un brazo vuela.
Una pierna.
Yo también quisiera gritar pero
no puedo mover un solo dedo.
Un sacerdote tira de una palanca.
Caigo.
Me sube.
Caigo.
Me levanta.
Caigo,
Caigo,
Caigo.
Algo se rompe dentro.
Más sangre.
Oscuro.
Menguante
Somos
Uno, otro y otro
Sin tiempo, un cuerpo
Mirando lejos en la noche,
Cazado, encerrado
Cargando esta angustia pesada,
Remanente del grillete y la bola acero,
Aún esclavizado,
Desde hace quinientos años.
Se golpea en la cabeza.
Se revuelca, grita, solloza.
Sonríe. Ríe a carcajadas.
Se queda quieto.
Una convulsión toma su cuerpo.
Convulsiona pero solo muero por dentro.
Caos a luz de luna.
Resiste pero no puede llevar la contraria.
Canta para crear una posibilidad fuera de todo esto.
Lucha.
Cree que nada saldrá bien,
tal vez caiga en el próximo minuto;
pero en este efímero instante,
le importa un carajo.
En sus ojos
habita el miedo
de sobrevivir al caos cada día.