INSTRUCCIONES PARA UNA INFANCIA IDÍLICA EN EL CAMPO
I
(Para hacer una guerra de piñas)
De poco sirve ser
un gran guerrero
en las guerras de piñas.
No hace falta
tener mucho valor
ni ser muy rápido.
Tampoco es necesario
ser muy listo.
En una guerra
de piñas lo que hace falta
es recolectar
muchas piñas
y alguien a quien lanzarle
aquellas piñas
con miedo a hacerle daño.
II
(Para matar bichos sin pena)
Eras un asesino despiadado.
Lo erais todos. Algunos, lo recuerdas,
merecían el nombre mucho más.
Pero cuando la muerte entró en escena,
blanca y joven, vestida
con la chaqueta negra de un amigo,
matar lagartos con el tirachinas
ya no te parecía una manera
perfecta de matar el tiempo. Pronto
te resultó imposible acompañarlos.
Pero ellos continuaron. A pesar
de ser dos menos, porque eran dos menos
continuaron, y a veces les oía
desde el jardín de casa, y otras veces
pasaba muchos días sin oírlos
y me acordaba mucho de ese amigo
y sentía que todas las cosas me observaban.
III
(Para esconder revistas pornográficas)
Para esconder revistas pornográficas
hay que buscar un bosque mal cuidado
y un puñado de amigos excelentes.
Nota: si bien es cierto
que hoy en día un teléfono le basta
a los adolescentes hormonados
(pantallas personales en cuartos en penumbra)
dejo aquí estos tres versos instructivos.
Porque nuestra pequeña
cooperativa guarra en aquel bosque
y el secreto vibrante del arbusto
tupido que escondía la mochila
son también mis tesoros cuando, solo,
cierro los ojos para recorrer
de nuevo el bosque y todo me resulta
familiar y cercano.
Pero ya no me acuerdo de las fotos.
IV
(Para saber que es hora de volver)
Que la señal te alcance en el crepúsculo
aunque estéis en el río, al otro lado
del valle. Recomiendo una campana.
Eso usaban mis padres,
una campana en tierra que podría
habernos recordado
a una iglesia si hubiéramos sabido
lo que eran las iglesias, o un gran buque
en medio de la niebla, pero no;
nos hacía pensar en el regreso,
en patatas calientes, en dejar
atrás el salvajismo de la tarde
para volver a ser los que creían
nuestros padres que éramos.
V
(Para dejar el campo para siempre)
Aunque no te lo creas, siempre es tarde
para volver al campo.
Porque es verdad el tópico:
antes todo esto era campo, pero
antes todo esto eras también tú,
niño fiero del bosque de las piñas,
antes todo esto eras también tú,
y tu cuenta corriente eran canicas
y tu único temor
era tardar tantísimo en crecer.