Ola de CocaCola
Una ola de CocaCola viene avanzando espesa y uniforme
sin reventar en espumas de caramelo
Viene con todo:
certeza azucarada
de un viaje hasta el inframundo del sabor
La ola está arrastrando:
trenes y edificios
en un crepitar leve y empalagoso
abrumadora masa, alquitrán que se desliza lento y voraz
¿Quién viene allí, sobre la ola?
Viejo gordo, traje rojo
la boca llena de golosinas
abre sus encías diabéticas para esbozar una sonrisa pavorosa
miel tumefacta babea
Está metiendo toneladas de chucherías, armas y juguetes
en un saco de dinero
El viejo ríe
y el mundo se sumerge bajo la ola que de pronto
pervirtió hasta la última gota de agua
Festín de moscas
ropa lavada en CocaCola
Pasto negro
crecido bajo el beso dulzón del rocío de CocaCola
El cielo ingrávido de CocaCola zero
está pudriéndole la sonrisa a las nubes.
Pareciera que la tierra vomitara a borbotones los ríos oscuros
y azucarados
que vinieron después de la ola
La vida plastificada por una capa leve e indestructible
de aspartamo, agua carbonatada y benzoato de sodio
La ola de CocaCola no se recoge como el mar
la ola de CocaCola no viene ni llega al mar.
No cedas a amargura alguna, ofrenda paladar, estómago y manos
sumérgete de a poco en el petróleo delicioso de la sed
entrégate gaseoso al reflujo placentero
Ven, sumérgete
Destapa la felicidad
Congénito
A mi primer mes de vida
ya era un licenciado en hospitales
Ernia, incubadora, cesárea y ecografía.
El sabor del suero cayendo a través de los irrigadores de sangre
me fue más próximo que el del pecho de mi madre.
El calor uterino de los pabellones.
La cálida mano de una enfermera
cubierta de guantes antisépticos
me dio mi primera caricia.
A los cinco
postgrado en cicatrices
una caída a la salida del baño
un golpe en la cabeza contra la esquina puntiaguda de un velador
fueron mis tesis de grado.
-¡Qué precoz!-
decían aplaudiendo los médicos de la urgencia
Mientras suturaban mis certificados de título.
Y luego más
-no hay que estar conforme-, me decían
Extirpación de lunares malignos a los doce
apoplejía y falla del pulmón izquierdo a los quince.
Me dijeron que no iba a vivir igual que los otros jóvenes
¡Oye! -les escupí sobre sus mascarillas a ellos-
no me comparen con mozalbetes faringosos, alérgicos o gripientos.
Aneurisma y resfrío son mundos muy distintos.
(Me callé)
Cuando la primera bocanada de sangre me salió junto a la tos disfónica
a los diecisiete.
Me fui entonces al extranjero
especialización en cáncer
agujas y quimioterapia no eran lo mío
me sentí asqueado a la segunda sesión.
El terreno metastásico estaba muy trillado
y yo a mis veintiuno no conocía el amor.
Hemofilia, hemopstisis, hematuria
pero no el amor.
Y con todos mis títulos
mis diplomados
me estaba muriendo
tajante de bisturí
me estaba muriendo.
A mis veintidós
postración y camillas de nuevo
el beso de los catéters no me alegraba como antes
ni me reanimaban los choques fríos de los desfibriladores.
Mi último logro:
Falla multisistémica con epicentro en hígado, pulmón, estómago
Lobotomía, pensé.
Fractura de la moral o falla de los nervios.
Dislocación del miembro cardiaco con principio de autopsia
A mis veinticinco
Cáncer del sueño
No se ha podido dormir el hermano bajo el puente
no se ha podido dormir el fiscalizador del paradero
ni el tío
ni el micrero
ni el obispo
ni el mesero
ni la niña linda en su cama blanca
ni el muerto en beso junto a la muerta tierra
y su cama infinita.
Miles de celulares brillan
sobre los rostros en vela
Nadie sueña
el sueño se va llenando lentamente de malezas y parásitos.
Complejísimas arquitecturas de telarañas
ocupan el agujero desierto
por el que alguna vez cayó Alicia.
Romeo y Julieta
sin lograr el sueño eterno
se emborrachan de tanto tomar veneno
y en la resaca del amor
caen juntos de divorcio,
lujuria, rencor y vejez
sin morir
ni una sola vez.
Acá nadie puede dormir
el día tiene manchas negras
le salieron tumores al cielo
Los ríos del insomnio no avanzan
y su agua estancada coagula
haciendo hielo
Tirita la almohada
porque quedó viuda
los sueños afiebrados palidecen y se estiran
en noches lánguidas y lentas
q u e n o t e r m i n a n d e p a s a r.
Nadie duerme
ni el perezoso
ni el ágil
ni el viejo
ni el nuevo
Todos padecemos en la misma camilla de hospital
sin lograr conciliar este reverso
No se duerme
anestesia
No se despierta
latiendo
ni el tío
ni el micrero
ni el obispo
ni el mesero
ni la niña linda en su cama blanca
ni el muerto en beso junto a la muerta tierra
y la cama sempiterna
siempre deshecha
siempre revuelta por el desvelo
Que vengan a llorar
quimioterapia
inyecciones de coma
vendas para ocultar las cuencas vacías
de un diagnóstico,
de un diagnóstico
Cáncer
del sueño
YingYang
Para Pingüi
Para Blog
que brillan en el cielo de los perros
Ying el de los ojos rojos
Yang el de la sonrisa oscura
se persiguen la cola
afuera de un Mc’ Donalds.
Se recuestan alargados
doloridos
uno al lado del otro
durmiendo con un ojo abierto
para que no llegue noche ni día
sin que lo sepan
caricias ni patadas
sin que sus costillas las reciban abiertas por el hambre.
Ying cojo, atropellado cuando cachorro
Yang tullido y con la carne pegada al hueso
pintando mandalas con el barro de sus patas
regalando su único amor
con la cola entre las piernas
su cariño pelechado
pegado a los pantalones de los transeúntes.
Apareciéndose
visión de niño
bajo cada farol
de la noche
revolviendo bolsas de basura y cajas vacías.
Ying oliendo la cola de Yang
Yang oliendo la cola de Ying
Gruñendo y aullando
que son perros viejos
que la vida parece un remolino inagotable
que los agota
que las pellejerías pasadas
y las que aún faltan por soportar
son el único equilibrio
que se puede llegar a conocer.
Pelean por un hueso
al que no le queda un gramo de carne.
Pelean
y el hueso es sólo una excusa
para jugar al tira y afloja
para armar vueltas y revueltas
con el calor cansado de los cuerpos
en danza espiral.
Asoma la luna
cobijando las soledades.
Ying tuerto de calle
Yang lamiéndole la herida