Desde que los periódicos dicen que el mundo se acaba,
siento que las canciones son más cortas y los días más largos.
Ray Loriga.
I
ELLA.– A veces la memoria me juega malas pasadas, a veces me gusta que sea así, a veces no, pero no me gusta tener sangre en mis manos y no saber cómo llegó ahí. Tengo un cigarro en la boca, lo sé por el espejo, no recuerdo si fumaba. Según yo sabía de qué color tenía los ojos. Este baño me recuerda a una película de Ewan Mcgreggor, en la que por alguna razón, Ewan traía un supositorio de opio metido en medio de las nalgas, luego se bajaba los pantalones y lo cagaba en un inodoro lleno de caca, no sólo suya, sino de más personas seguramente, y luego se metía al inodoro y nadaba como un pececito… No, como un buzo, o como un niño que se imagina que está debajo del mar cuando sumerge su cara en la bañera y ve animales extraños pasando frente a sus ojos. Creo que me estoy cagando de risa, lo sé por el espejo. Este es el baño más espantoso en el que he estado en toda mi vida, hay un pequeña rendija por donde entra la luz, no sé si la del sol o la de un poste. Lo más seguro es que sea un poste de luz, alguien que esté de día en un baño como estos debe estar realmente jodido, y no quiero estar realmente jodida, aunque seguramente muchas veces lo dije… Una vez le dejé a mi madre una nota de suicidio en su buró, tenía 7 años, mi mamá llegó aterrada a buscarme a mi habitación donde estaba viendo la tele o jugando con Algo, Algo era un perro, nuestro perro, y mi mamá me abrazó muy fuerte y estaba llorando, yo lo negué todo… O Eso creo. Me estoy carcajeando, creo. Por la rendija del baño se alcanza a ver una estrella, o eso parece, que bueno que es de noche, de día no está bien estar en ciertos lugares. De pronto tengo mis ojos fijos en el espejo y de verdad no sé de qué color son, nunca me había sentido tan estúpida, luego vuelvo a reír… Si hay una estrella quiere decir que es de noche, o que estoy tan jodidamente lejos de mi casa, en uno de esos países donde nunca se hace de día. Siempre he querido estar lejos de mi casa, y cuando lo logro, estar lejos de mi casa, siempre quiero volver y luego siempre me quiero ir, tal vez casa es sólo una idea que nos hace sentir seguros, como un abrazo, es reconfortante, pero no quieres vivir abrazado cada minuto de tu vida. Tal vez estoy en medio de la nada, en una carretera. Me gustaría sacar la mano por esa rendija y que mi mano estuviera en otro país, en el país más lejano. Una vez soñé que estaba en mi casa, que abría la venta de mi cuarto y veía Vietnam, no sé si era Vietnam realmente, pero en los sueños uno sabe esas cosas, como cuando sueñas con alguien, por ejemplo tu abuelo, pero ese alguien no tiene la cara de tu abuelo, ni la edad de tu abuelo, pero sabes que es tu abuelo. Me vuelvo a acordar de la escena de la película donde Ewan Mcgreggor nada en el escusado y me vuelvo a cagar de risa. Es una película vieja, la vi en la tele. Si hay una estrella allá afuera quiere decir que estoy en mitad de la nada, seguramente estoy lejos de la ciudad, y si estoy en la ciudad, entonces quiere decir que soy una de las personas más afortunadas del mundo, porque en esta ciudad no se pueden ver las estrellas, al menos no recuerdo haber visto una, la verdad es que casi no recuerdo nada, no me acuerdo bien de cuándo fue la última vez que mire al cielo, que miré hacia arriba. Dicen que un día el mundo va a quedar tan pendejamente iluminado que no se van a poder ver las estrellas desde ningún sitio, nunca, de tanta luz, no vamos a ver las luces que realmente importan en la vida, las que vienen de arriba, y nos quedaremos sin estrellas. Si hay mucha luz, uno tampoco puede ver nada. Creo que escuché un disparo, o eso creo, no sé cuánto tiempo llevo viéndome al espejo, riendo como una desquiciada, y luego quedándome seria mirando mis ojos de colores, creo que sí fue un balazo, no sé si he escuchado un balazo, tal vez nada más en las películas, así que no sé si en verdad lo sea, a lo mejor fue un cohete. Hay más detonaciones, tal vez sí sean disparos. Entonces me quedo quieta, creo vuelvo a reír. Es de esa risa que no para nunca, debe ser una enfermedad reírse tanto. Hay un zumbido en mis oídos, creo que sí fue un balazo, se escuchan ruidos, se abre la puerta y entra un hombre, es cuando miro mis manos ensangrentadas, el hombre se acerca, y me entra una angustia de saber dónde estoy, de saber qué mierda hago aquí, de verdad me entra la angustia, y creo que ya no me río, sería una estupidez reírse de todo esto, a menos que sea una de esas historias que terminan con un buen chiste, pero no creo que haya un buen chiste en todo esto, o tal vez sí, veremos si nos reímos en un rato.
II
ÉL.– Nunca había visto un baño tan elegante y eso que he estado en baños elegantes; el techo, el piso, el inodoro está limpio, siento que podría tomar vacaciones aquí… No, vivir aquí. Creo que nunca he tenido vacaciones… Cuando iba en la primaria sí tuve, no eran vacaciones realmente, era un campamento de la escuela, nos llevaron a un criadero de truchas, pero antes nos llevaron a un río donde se podía nadar, y el río era muy azul. Yo llevaba mi traje de baño y un salvavidas porque no sabía nadar, me quedé con un montón de ganas de meterme a nadar al río, hacía mucho calor, y me dio pena de que se dieran cuenta de que no sabía nadar… Creo que me daba más pena que me vieran usando salvavidas, todos se aventaban clavados, jugaban y yo sólo los miraba como pendejo. Estaba muy encabronado conmigo mismo, y cuando nos llevaron a comer truchas, enterré mi tenedor en el muslo de mi amigo Octavio que estaba a mi lado… Lo recuerdo bien, a mi amigo Octavio aventándose clavados al río, jugando caballazos con los demás adentro del río, las risas, y el clásico “mire maestra” justo antes de tirarse el clavado y la maestra le aplaudió, la maestra Rosalba, mi primer amor, hijo de puta, y luego estaba a mi lado comiendo su trucha, y fue cuando le clavé el tenedor a mi amigo Octavio y se puso a llorar, ya la maestra Rosalba se enojó conmigo, al igual que el maestro de educación física, estoy seguro de que tenían algo esos dos. Todo es automático aquí, eso no me gusta, ¿Por qué todo tiene que tener botones cuando se puede hacer a mano? Esas cosas ya no tienen que ver con la elegancia, o al menos eso creo. Antes nada era automático y casi todo era elegante. Odio los celulares, era mejor hacer todo en teléfonos de la calle, tenías que traer un montón de monedas y si las ponías en un calcetín, servían para varias cosas. Todo lo cambian por máquinas, antes cuando hablabas por teléfono para quejarte de cualquier cosa, te contestaba un ser humano, ahora no, ahora te contesta una maldita grabadora y para llegar al ser humano tienes que apretar muchos botones, muchas opciones, muchos números, y ya para cuando te va a contestar un ser humano, sale otra grabadora que dice: “Lo sentimos, nuestros operadores se encuentran ocupados en este momento”, y luego suena una canción y así te puedes pasar la vida, ya cuando te contesta un ser humano, ya se te olvidó de lo que te ibas a quejar. Escucho una risa de mujer, una risa desquiciada ¿Me habré equivocado de baño? ¿Entré al de las mujeres? Yo no sé por qué me preocupa esto, ni cuando lo del Chococrispis, y eso que fue la primera vez que le disparaba a alguien en la cabeza, no me daban tantos nervios. ¿No sé por qué me preocupo ahora de que si entré al baño de mujeres? Nunca he sido muy listo, por eso generalmente no abro la boca, hago lo que me dicen y ya está, te vas temprano a dormir, o a ver la tele, o las dos cosas, nunca veo un programa completo, me siento y le cambio y le vuelvo a cambiar y paso una y otra vez por todos los canales. La mujer se vuelve a reír. Me asomo por arribita de la puerta del cubículo, aún no me subo los pantalones, apenas le veo la espalda, es un espejo enorme y tengo miedo de que me vea, logro ver de ella lo que se refleja en el espejo, algo de su cara está tapada por su cabello y se vuelve a reír, se mira fijamente al espejo, para de reír y se queda mirando un rato ahí. Se escuchan unos balazos, pero ella no hace nada, luego voltea a todos lados. Me subo los pantalones, estoy a punto de salir, afuera hay algo feo, se vuelven a escuchar disparos, son ráfagas como de metralleta. Corto cartucho, estoy a punto de salir, en ese momento entra un hombre al baño y yo prefiero mirar por el momento, no tengo idea qué habrá pasado allá afuera, al patrón siempre le gusta meterse en problemas, y yo con el estómago rancio… Debería de estar afuera…
III
ELLA.– Concéntrate, enfoca, respira profundo, cierra los ojos, dicen que cuando vas a morir toda tu vida te pasa en un segundo por la cabeza, yo me conformaría con que pasara el día de hoy por mi cabeza, no estoy segura de si voy a morir, pero veo mis manos y tengo sangre, nadie se quiere morir, aunque lo anden diciendo por ahí y por allá, aunque se corten las venas, cuando ya se van a morir, estoy segura de que todo el mundo se arrepiente. Un día decidí no querer acordarme de casi nada, sólo de lo imprescindible, pero nunca he sido muy buena clasificando las cosas, menos lo que es prescindible y lo que no… ¡Concéntrate carajo! Al menos quiero saber por qué me van a matar a balazos, tengo mucho miedo, o como sea, tal vez ese hombre viene a saludarme o tal vez me equivoqué de baño y entré al baño de lo caballeros. ¡Concéntrate carajo! El hombre tiene cara de pocos amigos, de muy pocos amigos. Sonó el despertador, decía 6:30 AM, eso creo, no sé si eso fue hoy o ayer, ya no me acuerdo, a veces me siento muy cansada. Me dolía la cabeza, tal vez ahora me duele un poco, me levanté, no recuerdo si había alguien a mi lado.
ÉL.– ¿A dónde vas?
ELLA.– ¿Qué?
ÉL.– ¿A dónde vas tan temprano? Dijiste que hoy descansabas. Ella piensa que tal vez no sonó ningún despertador, que tal vez sólo abrió los ojos y ya, su despertador biológico que sólo la deja dormir un par de horas.
ELLA.– No estoy tan segura de que este sea mi departamento y no estoy segura de que haya habido un hombre en esa cama. Tal vez sí.
ÉL.– Ella tardó en responder ¿A dónde vas?
ELLA.– A trabajar. Luego entré al baño, no recuerdo si estaba desnuda o no, cuando sólo tienes unos cuantos segundos para recordar un día o varios días o toda una vida que habías decidido olvidar sabrá dios por qué razón, los detalles salen sobrando.
ÉL.– Lo malo es que los detalles en estos casos, suelen ser lo más importante, eso también lo piensa mientras se mira en el espejo del baño, mientras mira al hombre que camina hacia ella de forma amenazante.
ELLA.– Estaba en el baño, creo que sí era mi baño y tomé una ducha.
ÉL.– ¿¡Vamos a ir a cenar en la noche!?
ELLA.– Tal vez le dije que sí, yo siempre digo que sí a todo para evitar discuciones, no me gusta discutir, de eso sí me acuerdo, la vida a veces llega a ser lo suficientemente nefasta como para discutir de algo con alguien, digo que sí y luego se me olvida y no lo hago.
ÉL.– Se metió tres rayas de coca o algo así.
ELLA.– Creo que ya comienzo a recordar las cosas…
ÉL.– ¿¡Vamos a ir a cenar en la noche!?
ELLA.– No.
ÉL.– Dijiste que sí, que hoy descansabas.
ELLA.– Pues no.
ÉL.– ¿Qué te pasa?
ELLA.– Pasa que creo que esto es demasiado.
ÉL.– ¿Qué?
ELLA.– Que ya no puedo más, que esto es demasiado para mí.
ÉL.– ¿Qué te pasó en la cara?
ELLA.– Ahora tengo más cosas de las qué acordarme. Pero es verdad que ya no puedo más, no sé de qué, pero ya no.
ÉL.– Esto lo piensa frente al espejo del baño, ya entrada la noche, mientras se mira sus manos llenas de sangre.
ELLA.– ¿Qué tengo en la cara?
ÉL.– Tienes un golpe ahí.
ELLA.– Entonces me fui a mirar al espejo, al de mi casa, a fin de cuentas sí estaba en mi casa, o eso me parece.
ÉL.– Ella se mira en el espejo del baño de su casa, tiene un pequeño morete, suena su teléfono.
ELLA.– Sonó mi celular, ahora recuerdo que es de esos números que creí que jamás volvería a ver, sin embargo…
ÉL.– Él se le quedó viendo, porque su rostro se veía aterrado, contestó con voz temblorosa.
ELLA.– ¿Bueno?