Estaban Catalán y Constanza Gutierrez
Nacida en 1990 en la isla grande de Chiloé, más de mil kilómetros al sur de Santiago de Chile, Constanza Gutiérrez ganó a los 21 años el premio Roberto Bolaño con el cuento “Arizona” y publicó a los 24 la elogiada novela Incompetentes (La Pollera Ediciones), la historia de un grupo de adolescentes inútiles que toman su colegio. Aunque se siente “muy al principio” de su formación, con apenas 27 años publicará su segundo libro: el volumen de cuentos Terriers (Hueders-Montacerdos), un nuevo acercamiento a una juventud sin épica ni grandilocuencias.
En tu novela se cuenta la toma de un colegio pero privilegiando a personajes que parecen apáticos y buscan refugio. ¿Cómo llegaste a ese enfoque?
Creo que no lo pensé, lo di por sentado: son adolescentes, están en un colegio para echados, ergo, son apáticos. Lo que sí recuerdo es que pensé desde el principio que no podían ser personajes ejemplares o queribles, no quería que nadie pensara “Oh, los niños de los colegios para echados en realidad son buenos y estudiosos y simplemente necesitan una oportunidad”. Quería que fueran tan estúpidos como cualquier adolescente, con buenas o malas notas.
El uso del sentido del humor en Incompetentes es marcado y me parece que se aleja de la solemnidad habitual con que se escribe de estos movimientos. ¿Qué te llevó a eso?
Yo quería escribir una historia adolescente y graciosa y nunca pensé en escribir un libro que se hiciera cargo del testimonio o registro del movimiento estudiantil. De haber sido así, creo que hubiese hecho que fuese más verosímil: los adolescentes habrían tenido sexo todo el día durante un par de semanas y luego hubiesen vuelto a sus casas cuando les incomodara la ropa sucia. Tampoco hubiese hablado de un colegio para echados porque sé que nadie valoraría su testimonio; se supone que quien pide educación gratuita y de calidad debe ser alguien que triunfa en el sistema que quiere abolir, por eso se les presta tan poca atención a los dirigentes estudiantiles de las universidades privadas, por ejemplo.
Resumiendo: ni siquiera lo pensé, solo lo hice. Es mi primer libro, pensé muy pocas cosas.
Te he leído en varios lados definirte más como lectora que escritora. ¿En qué parte del proceso de formación te sientes?
No es que me la pase leyendo, en realidad, sino que me parece muy difícil verse a uno mismo como escritor. No solo por la comparación (por pensar que nunca seré como Dostoyevski o Dickens), también porque, al final, escribir y las cosas que pasan alrededor de publicar ocupan muy poco tiempo en la vida, o al menos en la mía. Me refiero a que si un día sale en el diario una reseña amable, esa alegría me dura lo que dura el café que me estoy tomando y luego se me olvida, no porque no me importe, sino porque tengo que trabajar, contestar mails, hacer trámites y aseo, no sé, lo mismo que todo el mundo.
En cuanto al proceso de formación como escritora, me siento en el mismo lugar que en el proceso de “formación lectora”: al principio, muy al principio. Es un poco terrible porque llevo muchos años escribiendo, pero tampoco tengo una meta más que hacerlo lo mejor que pueda, así que está bien.
En el proceso de preparar tu segundo libro, después de un primer paso que se podría considerar exitoso, ¿qué crees que cambió en tu escritura? (método, expectativas, miedos).
Lo primero que aprendí fue que hay que corregir mucho. Apenas corregí Incompetentes, lo escribí y a los tres meses estaba publicado, y al poco tiempo de hacerlo se me fueron ocurriendo muchas maneras de arreglarlo, pero ya estaba hecho, así que me propuse no seguir pensando en eso. En cuanto a las expectativas o miedos, antes de las reseñas pensaba que una mala reseña o comentario iba a afectarme mucho, pero después no pasó nada. Fue como lo que te dije antes de las buenas reseñas: lo piensas un rato y después se te olvida con el trajín del día.