Por: Sara C.A. y Alexander Castillo Morales
La agencia Carmen Balcells nació hace más de sesenta años en Barcelona con la intención de profesionalizar la labor de los escritores. Su papel ha sido relevante en la representación de muchos de los autores fundamentales de la literatura contemporánea, desde el fenómeno del boom hasta nuestros días. Hablamos con la agente literaria Maribel Luque sobre la importancia del papel de los agentes en la industria y de la situación editorial en mitad de la pandemia.
Maribel Luque es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Se incorporó a Agencia Literaria Carmen Balcells, S.A. en 1987. En la actualidad forma parte del equipo directivo de la agencia desempeñando la labor de agente para autores españoles en todo el mundo al tiempo que coordina y supervisa el departamento de representaciones extranjeras de la agencia.
Empecemos hablando sobre Carmen Balcells y la agencia
Carmen Balcells inició su andadura en la agencia ACER de Madrid, fundada por el escritor rumano Vintilă Horia y ahí estuvo hasta que él decide vender su agencia después de ganar el Goncourt y volverse a su país. Posteriormente trabajó con Carlos Barral – el escritor mítico de los sesenta y del boom – llevando los derechos extranjeros de los autores que Barral publicaba en España, entre ellos Vargas Llosa, Juan Marsé o Luis Goytisolo. Carmen detectó la importancia de esos nuevos escritores y se dio cuenta de que no tenía ningún sentido trabajar para los autores, estando del lado del editor. Era algo que iba contra natura. Fue entonces cuando decidió separarse de Barral y montar su propia agencia para representar los derechos de estos autores. Ella apostó por ese joven Vargas Llosa que estaba trabajando como profesor universitario en Londres y lo ayudó para que pudiera instalarse en Barcelona y vivir de la escritura. Ella creyó, enormemente, en ese talento. Fue su apuesta. Pasó lo mismo con García Márquez y con tantos otros escritores para los que consiguió unas condiciones contractuales que nada tenían que ver con las que encontró al inicio de su carrera, totalmente draconianas. Ese es el gran legado de Carmen Balcells, que llevamos todos incorporado en el ADN. Gran parte del equipo llevamos en la agencia más de treinta años, nos hemos formado con Carmen Balcells.
¿Cómo funciona la agencia? y ¿Qué conexiones tiene con el autor y con la editorial?
Un agente es el intermediario entre el escritor y el editor, así de simple y así de complejo. Complejo porque esa relación tan simple está basada única y exclusivamente en algo tan intangible como la confianza del autor hacia su agente y viceversa. Sin esa confianza, no hay relación que valga. Nosotros firmamos un contrato de representación con ese autor, un contrato sencillísimo. Cualquier especialista en derecho mercantil se llevaría las manos a la cabeza al leer ese contrato nuestro porque es un compromiso escrito que se rompe tan pronto una de las partes quiere. Igual de intangible que esa confianza es nuestro único patrimonio: la profesionalidad.
La relación con el autor se inicia muchas veces antes de la primera lectura. La novela puede no estar acabada, el autor puede tener solo una idea en la cabeza, pero siente la necesidad de compartirla porque no sabe si su enfoque es el adecuado, si es el momento. Posteriormente el escritor manda unos capítulos, un parcial o el texto completo, depende, para nuestra lectura. Somos sus primeros lectores. La posición del agente es muy privilegiada porque estamos en contacto directo con el talento literario.
En la agencia hay un departamento de lectores que tienen esa capacidad de desempeñar la labor del editor de mesa. A la par que leemos, en la agencia trabajamos el editing de los textos. Detectamos en estos últimos tiempos que las editoriales han abandonado un poco esa labor del editor. En especial los grandes grupos. Algunas editoriales pequeñas, independientes sí que lo trabajan muy bien, pero los grandes grupos llevan otra mecánica y otro ritmo. Ya cuando se ha acabado la lectura y tenemos en nuestras manos la mejor versión, pues, ya salimos a la jungla, al exterior, al mercado y vamos a buscar al mejor editor.
Los lectores de mesa ¿suelen ser escritores?
Son personas que se dedican única y exclusivamente a la lectura profesional. Tenemos un lector en plantilla, Jorge Manzanilla, uno de los mejores lectores de España en palabras de Vargas Llosa y varios externos, freelance. Muchas veces precisamos de una segunda y tercera lectura para acabar de valorar un texto. Al fin y al cabo se trata de lecturas subjetivas y el lector que ha redactado el informe puede no ser el lector ideal para ese texto.
Cuando os sentáis a conversar sobre un manuscrito, ¿Qué variables son importantes?
Calidad literaria. Carmen Balcells solo pedía calidad literaria en los informes de los lectores, del valor comercial ya se ocupaba ella. Hoy día todo es objeto de puntuación. Algunos informes editoriales parecen exámenes escolares con nota: Trama: 7.0; Personajes: 8.2; Argumento: 5.7; Estilo: 4.0. Un informe así no necesariamente nos lleva a lo esencial; como tampoco nos interesa mucho un manuscrito de una novela llena de tópicos o un autor que ha estudiado muchísimo las tendencias de ese momento y ha querido cazarlas para no perder la oportunidad comercial. Ahí no hay autenticidad, siempre se ve algo impostado…
El criterio de selección en la agencia es siempre la calidad, la autenticidad en la voz del narrador y del escritor. Vamos al fondo, al origen, a saber, a descubrir, a través de esa escritura las razones que llevaron al escritor a encontrarse con lo que ha escrito en ese libro.
¿Cuándo crees que un autor necesita un agente literario?
Siempre —independientemente del perfil del autor— pero, me atrevería a decir más: hoy más que nunca. Carmen Balcells luchó por extirpar del todo, unas condiciones draconianas, unos contratos leoninos que daban los editores a los autores. Contratos sin término. Los autores eran esclavos de los editores. Eran unos contratos con todos los derechos por dentro, sin término, para todo el mundo. El autor entregaba su novela al editor y se olvidaba; cobraba un anticipo muy simbólico y ya, ahí se acababa todo. Carmen acabó con eso; acotó temporalmente los contratos, los acotó territorialmente, profesionalizó la labor del escritor. Hemos avanzado gracias a la labor de ella, muchísimo.
Pero, ¿hoy qué nos encontramos? Un escenario novísimo, que no es menos invasivo, sobre todo, para los escritores literarios. Yo creo que estamos asistiendo a la pérdida del poder del escritor frente al mercado, frente a la industria. Eso quiere decir que, por ejemplo, los grandes grupos editoriales se pasan el día analizando tendencias de mercado y encargan libros siguiendo esas tendencias. Y claro, esto deja un espacio cada vez más reducido para el autor literario.
¿Cómo es la relación de la agencia con las editoriales?
Ciertos editores nos ven con ambivalencia porque no dejamos de ser la competencia. Ellos también hacen la labor del agente, representan los derechos de los autores que publican y los venden fuera, en traducciones, etc. Pero el acompañamiento no es el mismo, por supuesto que no lo es. Hay un conflicto de intereses. Un autor no está nunca en el mismo barco del editor. Jamás. Y esto nosotros lo vemos muy claramente, por ejemplo, con los autores extranjeros de la agencia. Representamos a estos autores a través de sus agencias y editoriales originales y vemos las diferencias abismales entre el posicionamiento de unos y otros. Si con el primer libro que el editor publica no se ha tenido éxito, no habrá ni un segundo ni un tercer libro. Se acabó. Mientras que un agente sí que va a procurar remontar eso, reconducirlo de manera que los daños no sean irreversibles. De todos modos, trabajamos para el autor pero no contra el editor: nos aliamos estratégicamente con los editores pues ésta es la mejor manera de defender los intereses de nuestros autores.
¿Y cómo manejan la relación con plataformas cinematográficas o televisivas?
Nuestra batalla actual es la industria audiovisual norteamericana que está presentando contratos, como los que eliminó Carmen hace tantísimos años. O sea, volvemos a librar la misma batalla. Se entiende el interés de esa industria audiovisual, pero hay que buscar el equilibrio con la propiedad intelectual, con los derechos morales del autor. Ellos quieren utilizar una novela para adaptarla a su producto audiovisual, pero quieren esos derechos también para siempre, sin ninguna fecha de caducidad, con todos los derechos incluidos en ese contrato, pagando el mínimo, por supuesto, y dejando al autor fuera de toda esa aventura, de todas esas ganancias que ellos puedan generar. Ahí está nuestro reto.
El sector editorial es de alguna forma hermético ¿Por qué está configurado así?
Es verdad. Es algo hermético, sobre todo, en estos últimos años en los que la concentración es la que es. En España, hay dos grandes grupos editoriales: Planeta y Penguin Random. Ellos engloban multitud de sellos editoriales y no siempre es fácil para el autor acceder directamente a estos grupos. Para abrir esa puerta de entrada también es muy útil el agente ya que las editoriales miran con otros ojos las propuestas ya filtradas procedentes de agencias.
Por otro lado, pienso que las nuevas tecnologías, las redes sociales, la autoedición, están rompiendo de alguna manera esa barrera. La autoedición, por ejemplo, es en muchos casos un escaparate que el autor usa para tener mayor visibilidad y muchas veces se ha dado el caso de que estos autores, que han funcionado autoeditados, han llamado la atención de las editoriales convencionales y estas han ido a buscarlos para publicarlos. No todos, quieren dar el salto: Hay autores a los que les va bien y prefieren hacerlo todo ellos solitos porque tocan y controlan todas las teclas desde la cubierta, la traducción, la edición, el marketing… No tienen que esperar los tiempos de la editorial convencional para ser publicados; ellos controlan su ritmo y su manera de hacer las cosas.
¿Qué papel tiene la intuición para la selección de textos?
Tiene un papel fundamental. Funciona totalmente, la corazonada, la suerte o como se le quiera llamar. Se apuesta por autores noveles, desconocidos, que no son una garantía para nadie pero hay algo que te ha movido en esa lectura y que te hace pensar que ahí hay talento literario con futuro y, por supuesto, quieres acompañar al autor en ese trayecto. Esto Carmen lo sabía muy bien. Apostó por jóvenes escritores que no eran nadie y que, muchos de ellos, fueron rechazados por editoriales. Luego se convertirían en escritores leídos en todo el mundo como Gabriel García Márquez, Isabel Allende o Mario Vargas Llosa.
Nosotros, en este apartado de la agencia, que funciona como sub-agencia (representante de agencias y editoriales extranjeras), hemos representado la obra de Margaret Atwood, a través de su agente inglés. El cuento de la criada lo vendimos en el 2000 a Ediciones B. Vendimos los derechos para lengua española. No pasó nada. Primero salió en “Afluentes”, luego en “Bruguera”, ambos sellos de B, pero pasó sin pena ni gloria. Nos olvidamos. Se canceló el contrato. Luego se vendió a Lumen, después a Salamandra. Hasta que explotó con la serie audiovisual. ¿Fue una mala decisión publicar El cuento de la criada hace veinte años? No. No lo fue porque es la misma obra brillante de hoy, pero probablemente no estábamos preparados, en ese momento, como lectores para esa distopía. Hoy sí. Es una cuestión de suerte; no se sabe cuándo pero está claro que cada libro tiene su momento. En definitiva, no hay una fórmula inequívoca con la que decir esto ahora sí encaja y menos mal porque si la hubiera, sería aburridísimo. Hay que apostarlo todo a la intuición.
Posterior al boom latinoamericano ¿cómo ha buscado la agencia la renovación de voces literarias?
Yo pienso que lo del boom no se ha acabado todavía, la verdad. Es demasiado impactante lo que pasó; cambió la forma de la narrativa, la novela del siglo XX. No se ha replicado ni hay nada que se le parezca. Fue un tsunami. Todavía está la onda en expansión y llevamos ya sesenta años. Ahora estoy gestionando los derechos de traducción de una joya que va a salir en Alfaguara el año que viene, se titula Dos soledades (Columbia UP lo publicará en lengua inglesa en US). Es la primera intervención pública, la primera entrevista de García Márquez y Vargas Llosa en el año 67, en la Universidad de Lima. Ahí se pusieron a hablar, de manera totalmente natural, espontánea, entre amigos, sobre la literatura, la política, el periodismo, Europa… Y salió la palabra boom, por primera vez. Ahí, creo que Vargas Llosa le dice a García Márquez: «¿Qué es esto del boom?» y García Márquez dice: «Debe ser un boom de lectores porque parece ser que nuestras novelas apelan a una conciencia, a un sentimiento más universal que hasta ahora era más local». Lo que se escribía en México no se leía en Colombia y lo que se escribía en Argentina no se leía en Colombia o Perú. Era todo más estanco hasta la llegada de esta generación de escritores.
Que el fenómeno no se haya replicado no quiere decir que no haya voces hoy, latinoamericanas y españolas, de un talento y talla literaria enormes. En nuestra agencia estamos orgullosísimos de representar a Samanta Schweblin en Argentina, a Brenda Lozano en México o a Rodrigo Blanco en Venezuela así como a María Climent o Muñoz Rengel en España, todos ellos con gran potencial e importantes trayectorias que queremos seguir muy de cerca. También hay toda esta hornada de buenas escritoras: Mariana Enríquez, Mónica Ojeda, Valeria Luiselli, Eva Baltasar, Elena Mede, entre otras. Son voces interesantísimas, claro que las hay.
¿Cómo es el inicio de la relación entre el autor y el agente?
Carmen iniciaba esa relación planteando dos preguntas a los nuevos autores: cuál era su enclave en la angustia existencial y si les interesaba más el dinero o la gloria. Luego ya podían hablar de todo lo demás.
¿Qué errores o fallas de los escritores detecta la agencia?
El error más garrafal que puede cometer un autor es escuchar atentamente una conversación sobre dinero o términos contractuales de su editor y no decirle: «Háblalo con mi agente». Ese es el error más descomunal que un autor puede cometer: enfrascarse en esa conversación con el editor sobre asuntos prosaicos, económicos o administrativos. No deberían, jamás, entrar ahí porque es contraproducente para ellos y para su obra.
Sobre la obra de autores ya fallecidos ¿qué porcentaje de voz tiene el agente y la editorial?
La relación del agente y el editor, en este caso, debe ser compartida y coordinada. Es muy importante estar alineados porque al no poder contar con la novedad ni con el autor para la promoción, debemos pensar todo el tiempo motivos y efemérides que pongan a ese clásico encima de la mesa otra vez. Hay que inventar y pensar constantemente. Por ejemplo, algo interesante y efectivo es buscar un autor joven que conecte bien con el público lector más joven, y que sea buen conocedor de ese clásico en cuestión, para que se den la mano. Ponerlos a conversar juntos para que el autor joven nos explique, nos comunique quién es ese clásico y el porqué de su vigencia… Por ejemplo, ahora que estamos celebrando el centenario de Delibes, Sergio del Molino ha escrito un prólogo maravilloso a El Camino, que es una buenísima presentación de Delibes a la gente más joven.
Luego, la agencia también desempeña una labor fundamental como asesor jurídico porque suele haber siempre muchísimos temas relacionados con herencias y Sucesiones. También, a veces nos encontramos con obras de estos autores que en sus días fueron censuradas. Entonces, hay que trabajar las versiones, los textos no expurgados tal cual los concibió el autor y encontrar a un editor para que se haga cargo de esas obras sin censuras o que publique una obra completa. O sea, hay toda una maquinaria detrás muy importante.
¿Cómo va el tema político de Cataluña en la literatura? ¿Qué posición asume la agencia?
En ficción no ha habido ningún interés en este tema. Eso no quiere decir que no salga, pero necesitamos tiempo. Está todo demasiado reciente. Se tiene que asentar para llevarlo a la literatura. Si tiene que pasar, pasará dentro de unos años. No ahora.
Por supuesto que en no ficción hay libros que retratan la realidad del momento. Tanto en catalán como en castellano. Por lo demás, la agencia representa un abanico muy amplio de autores, de todas las tendencias políticas. Por lo tanto, la agencia se mantiene neutral en este tema y no se pronuncia al respecto. Somos profesionales y en la agencia se trabaja lo que es la literatura, lo demás queda fuera.
En tiempos de pandemia ¿hacia qué dirección se dirige la agencia?
Creo que todo el sector va hacia lo digital, por supuesto. Todos hemos hecho una inmersión, estos meses de confinamiento y ha resultado ser efectiva. Nosotros seguimos teletrabajando en casa y estamos más conectados que nunca y el trabajo avanza a buen ritmo. Nos estamos dando cuenta de que tal vez no era necesario el ritmo que llevábamos antes y vamos a manejar algo híbrido, pero profundizando mucho en lo digital. Antes, los editores hacían presentaciones en las librerías e iban cuatro gatos. Eran presentaciones convencionales y se vendían tres libros. Ahora, hacen la presentación virtual y tienen 2.000 visualizaciones. No se venden 2.000 libros, por supuesto que no, pero ojalá más de tres sí. Entonces, hay cosas que nos está aportando el digital que no podemos perder luego. No podemos volver a lo de antes cien por cien. Habrá que saber dónde nos quedamos, de qué forma combinamos lo mejor de antes con las ventajas detectadas recientemente.
¿Cómo ves el e-book?
Se ha reforzado en estos meses que hemos estado encerrados, pero no es más importante que el libro de papel en España y, de hecho, en el mundo. El e-book no ha despegado como esperábamos. El audio sí lo está haciendo. Antes, el audio solamente era importante en Estados Unidos porque la gente lo iba escuchando en el coche. Pero ahora, con los smartphones, podemos escuchar una historia mientras hacemos otra actividad. Y todo el público de podcast se está yendo hacia el audio ahora. Ahí sí que se está experimentando una revolución. El e-book está más estancado. De hecho, en los meses de confinamiento, el libro papel también ha experimentado una subida contra todo pronóstico así que me atrevería a decir que, ¡podemos ser optimistas en cuanto al estado de salud del libro!