Por Luis Romani
Ximena Escalante. Ediciones El Milagro, Universidad Autónoma de Nuevo León, 2018. 193 páginas.
La cuarentena vino a replantear la manera en la que nos deleitamos y entretenemos en cuanto al consumo de arte se refiere. Ante la situación de confinamiento que se lleva a cabo en gran parte del mundo, uno de los sectores más afectados (como muchos otros) es el de las artes escénicas: el teatro, la danza, la ópera, los espectáculos circenses. En este contexto particular, recurrimos a Encierro, pasión y desesperación, nombre que no podría ser más idóneo para nuestra realidad inmediata; y título que bautiza la trilogía dramática escrita por Ximena Escalante (Ciudad de México, 1964), una de las dramaturgas más importantes de habla hispana en la actualidad.
Los textos reunidos: Colette, Las relaciones (sexuales) de Shakespeare (y Marlowe), y Tennessee en cuerpo y alma, tratan sobre los distintos procesos, tormentosos y creativos, de la escritura teatral. Las obsesiones que invaden la mente de un creador encerrado, donde la palabra escrita o las hojas de un libreto se presentan como el origen mismo del teatro. Cabe aclarar que estas tres obras llenas de erudición, intriga e imaginación no son aptas para aquellos que estén demasiado contaminados del mundo real.
En Colette, Ximena Escalante cuenta la polémica vida de la escritora francesa Sidonie-Gabrielle Colette (1873-1954), y el martirio al que la sometía su marido Henry Gauthier-Villars, “Willy”, quien se asimilaba como el dueño y gestor del intelecto de ella. Colette era famosa, seguida por un grupo de actores, actrices y novatos escritores que pretendían siempre alcanzar un éxito similar al suyo, o ser la siguiente prima donna que personificara a Claudine, su personaje más cautivante. Las infidelidades consensuadas de Willy y los furtivos encuentros que Colette mantenía con hombres y mujeres se entrelazan en una trama donde la vida fuera de los escenarios parece ser más sorprendente que la invención ficticia. Ya que de por sí, la cotidianidad está llena de mucho teatro.
Por su parte, Las relaciones (sexuales) de Shakespeare (y Marlowe) se narran desde un universo donde la realidad está en constante cruce con la ficción. ¿William Shakespeare y Christopher Marlowe son los protagonistas de la pieza? Sí, a pesar de que ninguno de los dos aparece como tal, sino que son evocados a través de litúrgicas recitaciones de otros personajes. La trama va sucediendo con un grupo de peculiares figuras, que al mismo tiempo son nobles caricaturas de arquetipos shakesperianos: el amante, el amado, el amado herido, la amada, la esposa despechada, un par de soñadores frustrados y otros envidiosos. Todos habitantes de una arena surrealista y erótica, en el que una bruja con caldero es el medio por el cual las partituras extraviadas de un autor reencarnan a la vida.
Finalmente, en Tennessee en cuerpo y alma la historia transcurre durante las noches de bloqueo creativo. El famoso dramaturgo sureño de los Estados Unidos, Tennessee Williams (1911-1983), debe lidiar con el reclamo de su más icónico personaje: el desastre etéreo llamado Blanche DuBois, protagonista de Un tranvía llamado deseo (1947). Blanche ha regresado del mundo de la ficción para exigir a su creador escribirle un final feliz. “No hay amor en todos los planos de la existencia tan profundo e incondicional como el que tiene un personaje por su autor”. La alegoría a la crisis creativa posee un planteamiento bastante sugestivo, empero, la obra podría no estar al mismo nivel que las anteriores, puesto que su resolución culminante carece de profundidad. La idea de confrontar a dos míticas personalidades del teatro como Williams y DuBois supone un reto extra: lograr que el desarrollo de la historia sea igual de poderoso que los protagonistas. A diferencia de la disputa entre Shakespeare y Marlowe, o la discusión entre Colette y Willy, en Tennessee en cuerpo y alma la satisfacción producida al final se siente un poco desnivelada.
Sin embargo, esa ligera percepción no nubla para nada la calidad estilística y dramática presente en cada una de la piezas de Escalante. En estas historias se demuestra que, para concebir obras maestras, el talento no basta; se requiere disciplina y un gozo transgresor se trata de un paraíso de encierro, obsesión y largas jornadas de trabajo. “Las páginas escritas son semillas. Las semillas se rompen y hacen crecer cosas”, dice Colette a su adversario.
En Todo sobre mi madre (1999), película de Pedro Almodóvar que rinde homenaje al clásico de Williams, la protagonista de dicho film lee a su hijo un breve fragmento del libro de Truman Capote, Música para camaleones (1980). La cita condensa, en un solo prefacio, la raíz fundamental de los personajes que Ximena Escalante hace vibrar en sus páginas: “cuando dios le entrega a uno un don [la escritura], también le da un látigo, y el látigo es únicamente para autoflagelarse”.
Las producción dramatúrgica de la autora mexicana, traducida a diversos idiomas como inglés, francés, alemán, griego, italiano y portugués, la consolidan como una escritora comprometida con su arte y oficio; que sabe perfecto que escribir no se trata únicamente de escribir. En el año marcado por una pandemia que nos obliga a buscar distintas opciones para no sentirnos encarcelados, el arte más que nunca reafirma su capacidad liberadora. Encierro, pasión y desesperación de Ximena Escalante es un testimonio (teatral, onírico e iracundo) de ese desbordante, pero fascinante antídoto que es la ficción y el drama.