Juan Diego Arias
Foto: Martina Abello
Gracias a Carolina Vivas y lxs compañerxs de la Huerta de Dramaturgia 2020:
este texto también es de ellxs.
¿Porque cómo se explica que nunca es la inspiración
lo que empuja a nadie a contar una historia,
sino, más bien, una combinación
de rabia y claridad?
Los niños perdidos, Valeria Luiselli
Personajes
SANDRO, el patrón
NIDIA, su esposa
ANTONIO, su hijo
STELLA, su hija
RODRIGO, su empleado y sicario
PERRO, su sicario
BRUJA, su conductor
FERNANDO, su abogado (no aparece en escena)
MARÍA MERCEDES, directora de Organización para la Transición del Tráfico de Drogas
SIMÓN, novio de ANTONIO
NICOLÁS TOBÓN, vocero de Organización para la Transición del Tráfico de Drogas
EMMA, madre de PERRO
AUXILIAR DE POLICÍA
VENDEDORA DE TINTOS
Acto I
Escena 1
Año 2020. Piscina en la casa de SANDRO. Es tierra caliente. Están SANDRO, 67 años, y RODRIGO, 33 años, hablando por un celular en altavoz. Al otro lado de la línea está FERNANDO. SANDRO está metido en la piscina. Es gordo. Se peina para atrás y se está dejando el bigote. Revisa un periódico.
SANDRO: (Al celular.) ¡Yo voy a morir de pie, Fernando!
FERNANDO: (Desde el celular.) ¿Qué dijo?
SANDRO: ¿Se lo tengo que repetir?
FERNANDO: (Desde el celular.) Se cortó, perdón.
SANDRO: No me voy a dejar quitar mi negocio. No me lo van a quitar. (Pausa. Mira el periódico. Lee.) “Regular la producción y distribución…” (A RODRIGO.) Nos van a joder.
RODRIGO: ¿Nos van a venir a buscar en serio?
SANDRO: Esto es peor.
FERNANDO: (Desde el celular.) Lo que quieren es que los particulares dejen de tener el negocio y expropiar los laboratorios ya existentes, para usarlos. El Estado quiere controlar el negocio.
SANDRO: Fernando, el negocio funciona así como está, de ninguna manera más.
FERNANDO: (Desde el celular.) Ahora necesitamos estar más bajo perfil que nunca, don Sandro. Seguro todo el país va a estar pendiente de esto.
SANDRO: ¡Cómo es que hasta ahora nos enteramos de esta vaina!
FERNANDO: (Desde el celular.) Me estoy desayunando yo también… Y la cosa es que seguro lo tienen a usted en carpeta…
SANDRO: ¿Cuándo sale esa ley?
FERNANDO: (Desde el celular.) No es una ley, es un decreto. Está en el Senado, pero lo están pasando rápido. Ya hasta una Organización está abonando el terreno para dar ese paso. En uno o dos años podría empezar a implementarse.
SANDRO: (Piensa qué hacer.) Mientras los gringos no legalicen, hay negocio.
FERNANDO: (Desde el celular.) La otra cosa es hablar con esa Organización.
SANDRO: ¿Hablar? Esos tipos le van a bajar el precio a la merca y nos van a poner impuestos, ¿ahí qué digo?: ¿que cincuenta y cincuenta? ¡Que coman mierda!
FERNANDO: (Desde el celular.) Usted tiene tierras. Locales comerciales…
SANDRO: Esa es la tapadera, Fernando.
FERNANDO: (Desde el celular.) Entonces empecemos de cero. Piénsese otros laboratorios. Unos más pequeños. Sólo para ver qué pasa, que venga otra gente y tumbe el decreto. Pero lo que le digo: por ahora, muy bajo perfil.
SANDRO: ¿Más bajo perfil que esto? Usted recomienda que no hagamos tanto ruido, y no lo hacemos. Que no me meta en Bogotá, no me meto. Que no vaya tanto a los laboratorios, y no voy. Y mientras tanto nos fueron quitando el negocio. ¡Perfecto!
FERNANDO: (Desde el celular.) El país no es el mismo de hace cuarenta años, querido Sandro…
SANDRO: Don Sandro, ¡don Sandro!, a mí dígame don Sandro. (Pausa.) Tanto bajo perfil… Creen que ya no existimos. Pero somos los únicos que todavía hacemos bien esta vaina, carajo. (Como una revelación.) Peguémosle un susto a alguien. A un Ministro.
FERNANDO: (Desde el celular.) Pero eso no lo está pasando ningún ministerio.
SANDRO: Podemos dar de baja a uno. Para mostrar nuestro punto.
FERNANDO: (Desde el celular. Incrédulo.) ¡A un Ministro!
SANDRO: Nos creen débiles, Fernando, pero todavía hacemos daño. ¿O no, Rodrigo?
RODRIGO: Nomás tiene que dar la orden, patrón.
SANDRO: ¿Escuchó, Fernando?
FERNANDO: (Desde el celular.) Don Sandro, hoy no podemos hacer eso. Una mala jugada y ahí sí lo pierde todo.
SANDRO: ¿Y el Gobierno qué dice?
FERNANDO: (Desde el celular.) Pues no está de acuerdo… Pero lo está pasando el Senado.
SANDRO: Dígame la verdad: ¿de dónde sacan la plata? ¿Quién se quiere quedar con el negocio? ¿Ah?
FERNANDO: (Desde el celular.) Los que dan la cara son pelados. Pero seguro hay un empresario, o varios, detrás de todo.
SANDRO: ¿Hay algún problema con mandarles al Perro? ¿Tienen mucha escolta?
FERNANDO: (Desde el celular.) No: no tienen nada. Ni equipo de seguridad ni nada.
SANDRO: Consígame algo. Alguien con quien hablar o volamos esta mierda.
FERNANDO: (Desde el celular.) Pero, don Sandro…
SANDRO: Pero nada. Gracias. (Coge el celular. Espicha en la pantalla. Luego de una pausa.) Ese Fernando… entre más viejo más huevón, ¿no?
FERNANDO: (Desde el celular.) No ha colgado, don Sandro.
SANDRO: (A RODRIGO.) Cuelgue esa mierda, ¡carajo! (RODRIGO cuelga. Niega con la cabeza. Intenta salir de la piscina.) ¡Ayúdeme a salir!
RODRIGO: (Le da la mano. Lo ayuda a salir. Mira su reloj de pulsera.) Bonito el nuevo reloj, patrón.
SANDRO: (Ensimismado.) La verdadera cagada es que soltamos. Nunca debimos soltar, Rodrigo. (Coge una toalla. Se seca.) ¿Es verdad que la Bruja se toma fotos en esta piscina? Para el internet.
RODRIGO: Para Instagram, patrón.
SANDRO: Una foto en la piscina… ¿es tarado o qué?
RODRIGO: Está recién llegado. Yo lo corrijo.
SANDRO: No, déjelo: que todo el país sepa que estamos vivos. (Da un paso y se resbala. No cae. Ve que RODRIGO amaga a ayudarlo. Él lo detiene.) Yo voy a morir de pie. (Sale.)
Escena 2
SANDRO entra a su cuarto. Aún en pantaloneta de baño, con una toalla, mojado. Está su esposa NIDIA, 50 años.
SANDRO: Perlita, antes todo era tan fácil. Nos respetaban.
NIDIA: ¿Qué tiene?
SANDRO: Venga y me ayuda a desamarrar esta pantaloneta.
NIDIA: Me estoy pintando las uñas.
SANDRO: (Intenta desamarrarla.) Pantaloneta malparida.
NIDIA: Estamos mejor ahora. (Se le acerca.) Fernando lo dice: lo importante es mantener lo que tenemos.
SANDRO: ¿Usted cómo sabe qué es lo que dice Fernando? (Silencio. Refiriéndose a la pantaloneta.) Dígame qué hago con esta vaina.
NIDIA: (Desamarra la pantaloneta.) Ya.
SANDRO: (La mira.) Me gusta tenerla así cerca.
NIDIA: Prométame que no va a hacer nada. Deje a los muchachos quietos, ellos están bien con lo que hacen: Rodrigo pendiente de los laboratorios, el Perro que nos cuida, Bruja que le maneja. Aquí estamos bien.
SANDRO: Yo soy de los de antes, Nidia, un capo. (Se le acerca. Tierno.) Estoy haciendo diez piscinas diarias. Para usted… (NIDIA se aleja. SANDRO la mira amenazante.) Siento que han pasado años desde que usted y yo… (Pausa.) Claro. Todos prefieren al viejo chocho, ¿no? Quietico en su sillón, muriéndose mientras otros le quieren quitar lo suyo. Pues no, mijita, ese no soy yo. (Mientras se cambia de ropa:) No me dijo quién le cuenta lo que dice Fernando. (NIDIA sale. SANDRO no se da cuenta.) Perlita: yo entiendo que esté preocupada. Pero aquí está conmigo. (Pausa.) ¿Perlita? ¿Nidia?
RODRIGO: (Entra.) Patrón: Fernando le consiguió una llamada con el Consejero de Seguridad del Presidente.
SANDRO: (Desilusionado.) ¿Un Consejero? ¿Ni siquiera un Senador? (Pausa. Nostálgico.) A mí una vez me mandó un gran capo a ponerle una bomba a un Ministro. (Le coge la cara a RODRIGO.) Yo llamaba a presidencia y decía: “No se metan en este pueblo”. Y no se metían. Porque nos tenían miedo. Porque dependían de nosotros. Todavía. ¿Sino quién les da pa’ ganar las elecciones? ¿Quiénes han sido los últimos alcaldes de este pueblo? (Silencio. Lo suelta.) ¿Usted habla con Nidia de negocios?
RODRIGO: No, patrón. ¿Por qué?
SANDRO: Es mejor que ella no sepa nada. Chito con Nidia. Tiene buen corazón… (SANDRO se termina de poner el pantalón.) A ver, ¿cuál es el teléfono que no nos tienen interceptado?
RODRIGO: Creo que ya ninguno, patrón.
SANDRO: ¿Cómo que ninguno?
RODRIGO: Los hemos probado… echando mierda, claro. Desde todos llamo a decirle al Perro: “Vamos a tal lado a quebrar a tal…” Y llegamos a tal lado a esperar. Ni un tombo, patrón. (Le pasa un celular.)
SANDRO: No, no, ese es el de nosotros. Coja otro, uno que no puedan identificar. (RODRIGO saca otro celular, marca y se lo pasa. SANDRO espera que entre la llamada.) No suena nada.
RODRIGO: ¡Mierda! Ese tiene el sonido dañado. Póngase los audífonos. (Se los pasa.)
SANDRO: (Intenta conectar los audífonos. Se escucha que alguien contesta. A RODRIGO.) ¡Ayúdeme, huevón! (Ambos intentan conectar los audífonos y ponerlos en los oídos de SANDRO.) ¡Espéreme, señor Consejero! ¡Espéreme! (Los pueden conectar.) ¿Me escucha? ¿Señor Consejero? (Escucha.) ¿Cómo está su papá? Por ahí leí que estaba malito. (Escucha.) Qué vaina con el General. (Escucha.) Mire, voy a ser claro y breve: me imagino que usted, como yo, estamos muy preocupados por esa ley de legalización… (Escucha.) Exacto. Le propongo algo: dígale al presidente que tumbe esa ley. Le dejo esa vaina a usted. (Le va a colgar. Se escucha un: “No se puede.”) ¿Cómo así que no se puede? (Escucha.) Mire: a mí no me gusta que me digan que no… (Escucha. El interlocutor va subiendo el tono.) ¿Amenazando? No, señor Consejero… (Le cuelgan. SANDRO queda muy molesto y triste. Se coge la barriga con ambas manos. Respira hondo. Eructa un par de veces en las manos. Eso lo calma. Él sufre de reflujo.)
RODRIGO: En internet encontré a la cabeza de la Organización: Nicolás Tobón. Le podemos pegar un susto.
SANDRO: No: denle piso. El país tiene que ver que nosotros somos serios. Vaya con Perro. (Saca un fajo de billetes. Le entrega un par a RODRIGO.) Por si algo. Cuídese: no sabemos con qué nos vamos a encontrar. (Le da un beso en la frente.)
Escena 3
NICOLÁS TOBÓN, 25 años, está haciendo yoga. Es un estudiante de últimos semestres de antropología. Timbran a su puerta. Se asoma a la mirilla.
NICOLÁS: ¿Quién es?
RODRIGO: (Desde afuera.) ¡Abra o…!
PERRO: (Interrumpe. Desde afuera.) Un Rappi, parcero.
NICOLÁS: (Abre la puerta. Entran RODRIGO y PERRO, 38 años, pistola en mano, con pasamontañas. RODRIGO coge a NICOLÁS. Le tapa la boca para que no grite. Lo tira al piso. Está tan asustado que no puede hablar. Se orina.)
PERRO: Parcero, ese pantalón…
RODRIGO: ¿Se meó? (Silencio.) Diga algo. (Silencio. Con rabia. Se le acerca y le pega una patada.) ¿Por qué se metió en un tema que no es el suyo? ¿Ah, huevón? (Silencio.)
PERRO: No diga, ¿se nos fue?
RODRIGO: (Le toca el cuello.) Apenas desmayado.
PERRO: Era más fácil sólo llegar y, ¡pam!, ¡pam!
RODRIGO: Termínelo.
PERRO: No: yo le dije, no vamos a dar papaya. Era un susto y ya. Hacerlo irse del país.
RODRIGO: El patrón tiene razón.
PERRO: Ese man está cucho.
RODRIGO: ¿Cuántas veces no ha hecho esto usted?
PERRO: Pero hace treinta años, cuando era el pan de cada día. Hace quince todavía estaba bien. Hoy, aquí en Bogotá, en este barrio gomelo, a alguien conocido… un suicidio. El man no nos puede poner contra todo el mundo ahora, somos solo usted y yo.
RODRIGO: (Saca su pistola.) Pues prefiero morir valiente…
PERRO: (Lo detiene.) Hay cosas que levanté en estos años que son mías. Que le compré a mi ma’. (Pausa.) Camine que ya le pegamos el susto.
RODRIGO: Pero ni sabe por qué. Va a pensar que somos unos rateros.
PERRO: Doña Nidia tampoco está de acuerdo con esto.
RODRIGO: (Asustado.) ¿Y usted qué hace hablando con la mujer del patrón? (Pausa.) ¡Termínelo! (Silencio.) ¡Quiébrelo! (Silencio.) Cagón. (Dispara. El arma no está cargada. Mira a PERRO. Intenta forcejear con él para quitarle la pistola. No puede.)
PERRO: ¿Qué me cree? (Sonríe.) Ojo con don Sandro. Si pregunta: nosotros hicimos el trabajo. (Salen.)
Escena 4
SANDRO con su hijo ANTONIO, 26 años. En una cancha de golf. Juegan.
ANTONIO: Quiero que me diga Tony.
SANDRO: Pero usted se llama Antonio.
ANTONIO: No. Me llamo Tony.
SANDRO: (Suspira.) Tony, yo quiero que usted empiece con nosotros. Ya estudió, tocaba hacerlo. Estuvo bien. Ahora sí, un poco de mundo real, ¿no?
ANTONIO: Usted sabe que a mí no… A Stella es a la que le interesa todo eso. ¿Por qué no habla con mi hermana?
SANDRO: Usted sabe que ella no puede meterse en eso. Hijo, a su edad yo ya estaba dirigiendo mi primer laboratorio.
ANTONIO: ¿Y eso sigue siendo un buen negocio?
SANDRO: Claro que sí. ¡Cómo va a preguntar eso!
ANTONIO: Como solo venden a los mexicanos, qué gracia. Los mexicanos sí lo venden en Estados Unidos, ahí está el billete.
SANDRO: ¿Usted cómo sabe esas vainas?
ANTONIO: Las leo. Los locales comerciales sí están dando plata. Eso me dice Stella.
SANDRO: Sí, claro, pa’ vivir de agache. Pero el verdadero billete, el que paga por todo esto, no está ahí.
ANTONIO: (Saca el celular.) Papá: el billete ahora está acá. (Pausa.) Me conseguí un partner: Simón. Es un duro con la tecnología. El man quiere que nos vayamos a Corea a mirar un par de vainas, a hacer contactos. Es una vaina grande.
SANDRO: Yo me lo traje de Bogotá porque lo necesito, Antonio. Déjese enseñar de su papá.
ANTONIO: Quiero abrir mi negocio.
SANDRO: No estamos discutiendo eso: usted no se va y punto.
ANTONIO: Ya tengo pasajes.
SANDRO: (Agarrando con fuerza el palo de golf.) ¿Qué?
ANTONIO: Vine a contarle…
SANDRO: Espere lo que le va a hacer su mamá cuando se entere.
ANTONIO: Ella fue la que me convenció. Me dijo que todo se iba a poner violento.
SANDRO: ¿Ella dijo que todo se iba a poner violento? (ANTONIO asiente. SANDRO se coge la barriga con ambas manos. Respira hondo. Eructa un par de veces en las manos. Eso lo calma.) A ver, juguemos un rato para distraernos. ¿Quién iba: usted o yo?
ANTONIO: Yo. (Va a golpear la pelota.) El pasaje es para la próxima semana.
SANDRO: ¿Qué día?
ANTONIO: El jueves.
SANDRO: (Lo mira. Silencio. Herido.) ¿En mi cumpleaños?
ANTONIO: Simón reservó los tiquetes…
SANDRO: ¡Va a jugar o qué putas está esperando! (Silencio. ANTONIO se concentra en la bola de golf.) ¿Usted está viviendo con ese Simón en Bogotá? (ANTONIO se queda quieto. Silencio.) ¿Verdad que no?
ANTONIO: (Duda. Miente.) No.
SANDRO: Mire: lo estoy pensando. Usted no se puede ir en mi cumpleaños. Usted sabe lo importante que es para la familia ese día. Mueva ese tiquete. Acepte que le enseñe mejor cómo son las vainas. Vamos a ser como los capos de antes: lo vamos a tener todo, Antonio. ¿Le parece?
ANTONIO: Deme una semana más en Bogotá.
SANDRO: Este es mi hijo, carajo.
Escena 5
En la mesa comedor están sentados SANDRO, NIDIA y STELLA (24 años). STELLA sufre de asma alérgico. Hay algunas bombas de colores. Hay comida sin terminar en la mesa. De un lado aparecen RODRIGO, PERRO y BRUJA con un ponqué de cumpleaños y velas prendidas.
RODRIGO y PERRO: (Cantan.) En tu cumpleaños e’te e’tu regalo
de tu amigo Chano que te quiere a ti.
Que cumpla mucho má’, don Sandro,
que como un billete llegue ha’ta mil.
SANDRO: (Pegándole a la mesa.) ¡Que este no es mi hijueputa cumpleaños!
NIDIA: Como Antonio no ha llegado…
SANDRO: ¿El chino se fue o no se fue?
NIDIA: No sé nada.
SANDRO: ¿Nada? (Silencio. Con rabia.) Ese no tenía pa’ ser un capo de verdad. Se corrompió.
NIDIA: Como ahora nos creemos un gran capo…
SANDRO: Usted no está midiendo ni lo que dice ni lo que hace conmigo.
STELLA: Mi mamá sólo le está pidiendo que deje la agresividad.
SANDRO: Yo estoy viejo, Stella: no voy a cambiar.
NIDIA: Todo empezó desde que decidió dejarse el bigote.
SANDRO: ¿Usted le dijo que todo se iba a poner violento? (Pausa.) ¿Ah? ¿Nidia?
NIDIA: Tampoco quería que Tony se fuera…
SANDRO: ¡Él se llama Antonio!
NIDIA: ¡Él quiere que le digan Tony!
STELLA: Yo puedo coger lo que dejó mi hermano.
SANDRO: (Con desdén.) ¿Usted?
STELLA: (STELLA usa su inhalador.) Puedo meterme en los laboratorios.
PERRO: (Cambiando el tema.) Patrón: es su cumpleaños. Celebremos. (A BRUJA.) Las fiestas de don Sandro eran famosas. Parecían patronales.
BRUJA: (Siguiendo la corriente.) ¿El vallenato es del patrón?
PERRO: Está en un disco y todo.
SANDRO: (Refiriéndose a NICOLÁS TOBÓN.) Rodrigo, ¿usted por qué no dice nada? ¿Cómo les fue?
RODRIGO: (Mira a PERRO.) Hecho, patrón.
NIDIA: ¿Qué hizo, Sandro? (Silencio.) ¿Qué les puso a hacer este tipo, Rodrigo?
RODRIGO: Nada, doña Nidia. (Deja el ponqué en la mesa.) Al menos pida un deseo.
SANDRO: No. (Todos se quedan en silencio. SANDRO tiene al frente el ponqué con las velas que se están extinguiendo. A NIDIA.) ¿A qué horas sale el vuelo?
NIDIA: No sé nada.
STELLA: Le compramos un nuevo reloj. ¿Lo quiere ver?
SANDRO: (Amenazante.) Usted me va a decir a qué horas sale el vuelo. Ya.
STELLA: ¡Papá!
NIDIA: (Con miedo.) A las cinco.
SANDRO: (Mira su reloj.) Bruja, saque el carro. Nos vamos a Bogotá a traer a ese chino. Hoy es mi cumpleaños. Ese malparidito no se va ningún lado. (Va a salir. Se detiene.) ¿Quieren que cambien? Aquí voy a cambiar: ustedes hicieron lo que quisieron, ahora el que vuelve a mandar en esta casa soy yo. Vámonos. (Sale. BRUJA, PERRO y RODRIGO salen detrás de él.)
Escena 6
En la carretera. Un retén de la policía. En el carro va manejando BRUJA, de copiloto está SANDRO y atrás van RODRIGO y PERRO. El carro está detenido por un AUXILIAR DE POLICÍA.
AUXILIAR DE POLICÍA: (En la ventana del conductor. 19 años) Por favor, los papeles.
SANDRO: (A BRUJA.) A mí nadie en mi puta vida me ha pedido papeles. Baje la ventana y mándelo a comer mierda.
BRUJA: (Baja la ventana. Tímido.) Señor oficial, discúlpenos, salimos un poco de afán…
AUXILIAR DE POLICÍA: Los papeles, si me hace el favor.
SANDRO: (Refiriéndose a BRUJA.) ¿Qué hace este huevón? (SANDRO se baja del carro, acomodándose el pantalón. Encara al AUXILIAR DE POLICÍA.) Explíqueme por qué nos paró.
AUXILIAR DE POLICÍA: Tengo órdenes de pedir los papeles.
SANDRO: ¿Usted ha visto mi foto? (Silencio. El AUXILIAR DE POLICÍA está intimidado.) ¿Ha visto mi foto o no?
AUXILIAR DE POLICÍA: No, señor, no.
SANDRO: (Saca su pistola. El AUXILIAR DE POLÍCIA lo mira asustado.)
AUXILIAR DE POLICÍA: Baje el arma. (SANDRO no la baja. El AUXILIAR DE POLICÍA busca su intercomunicador.)
SANDRO: (Le apunta con el arma. El AUXILIAR DE POLICÍA se queda quieto.) Chite de aquí. (El AUXILIAR DE POLICÍA piensa un momento. Mira la pistola. Sale corriendo en busca de sus compañeros. SANDRO vuelve al carro.) ¡Fuímonos! ¡Fuímonos! (El carro arranca. A lo lejos se escuchan sirenas. Van en silencio, procesando lo que acaba de pasar.) Estamos en guerra otra vez. (Pausa. Aplaude.) ¿No les hacen cosquillitas las huevitas? (Ríe. Espera respuesta de los otros. No hay.) ¡Esos nuevos tombos! No me reconoció el pobre chino. (Ríe. Ríe solo. Pausa.) ¿Qué es ese silencio? ¡Es que no van a decir nada, carajo!
RODRIGO: ¡Muy bien, patrón!
PERRO: (Mira para atrás.) La tomba nos está siguiendo…
SANDRO: Ojo con lo que va a decir…
RODRIGO: Lo que quiere decir mi negro es que de pronto si le pasábamos al pelado un billete… yo aquí tenía uno de veinte mil…
SANDRO: Debería pegarle un tiro a cada uno de ustedes. Por cobardes. Por hijueputas. (Pausa.) Rodrigo, ¿cómo les fue con Nicolás Tobón?
RODRIGO: (Sin dudar.) Ya le dije, patrón.
SANDRO: Vuélvamelo a decir.
RODRIGO: Bien: dos pepazos y ya, el almita se le fue volando.
SANDRO: ¿Comprobaron?
RODRIGO: (Mira a PERRO.) Sí, patrón.
SANDRO: ¿Entonces por qué ahora están tan cagados? (Silencio. Las sirenas se oyen más cerca.) ¿Saben qué? Me voy a echar un sueñito. Si nos cogen, el único que va a tener un abogado soy yo. (Mira su reloj.) Y en dos horas sale el vuelo de Antonio, así que échele chancleta a este carro. (Pausa.) A ver si se acuerdan de quiénes son ustedes, malparidos. (Se recuesta y cierra los ojos. Los otros se miran entre sí. BRUJA empieza a manejar a más velocidad.)
Escena 7
A las afueras de la pista de aterrizaje del aeropuerto. SANDRO está parado. Contemplando los aviones. Solo. Pensativo
BRUJA: (Entra. Se hace detrás. Le habla en voz baja.) Ya chao a los dos carros. El de la carretera y el que cogimos en la ciudad. Rodrigo y el Perro están en el nuevo.
SANDRO: Todavía se acuerdan, ¿sí ve? Manejó muy bien, Brujita.
BRUJA: Gracias, patrón.
SANDRO: (Saca su fajo de billetes.) A ver, diga “hijueputa”. (Silencio.) Diga algo, huevón de mierda. Por eso es que anda tan constreñido.
BRUJA: Yo no digo groserías, patrón.
SANDRO: (Ríe.) Estos niños de hoy día. (Le da un par de billetes.) Vaya y compre mecato. (Le da un beso en la cabeza. BRUJA sale. Entran RODRIGO y PERRO. SANDRO señala.) Ahí está el avión. Ya embarcaron.
RODRIGO: Llegamos tarde.
SANDRO: Dos tipos verracos se suben, encañonan al capitán y sacan a Antonio de una oreja.
PERRO: Patrón, hoy no…
SANDRO: No me diga nada, no me diga nada. (Los tres ven despegar al avión.)
Escena 8
ANTONIO se está midiendo vestidos ante un espejo. Está en Corea.
SIMÓN: (Fuera de escena.) 그리고?
ANTONIO: No le voy a contestar.
SIMÓN: (Entra. Tiene 22 años. Se le acerca.) 기분이 어때요?
ANTONIO: 아주 안 좋아요.
SIMÓN: 우리가 네 아빠를 두려워해야 할까?
ANTONIO: (Lo mira.) 우리는 그에게 위험해 보입니다.
SIMÓN: (Ríe.)
ANTONIO: El morado es el que más me gusta. (Se miran en el espejo. Hacen como monstruos.)
Juan Diego Arias (Bogotá, Colombia) es candidato a un máster en Performance Studies en NYU, literato de la Universidad de los Andes con un curso en guion cinematográfico en la Escuela de Cine y Televisión de la Academia de Artes Escénicas (FAMU) de Praga, República Checa. Desde 2013 ha trabajado en el sector teatral de Bogotá en sus tres áreas: la administrativa, la artística y la académica. En 2018 se publicaron tres de sus obras originales.