Por: Camila Urioste
Personajes:
Alicia
Detective
Detective II
Escena 1.
Alicia: Cuando alguien me pregunta cómo perdí la virginidad me invento cualquier cosa. Generalmente relato mi segunda vez como si fuese la primera, y ya. Si es una persona a quien le debo sinceridad, prefiero evitar el tema. Es difícil, porque “cómo perdiste tu virginidad” es una de mis preguntas favoritas. La respuesta casi siempre revela algo muy profundo sobre la persona. Por eso evito el tema. Evito siquiera pensar en él porque no sé, no estoy segura de qué dice de mí el hecho de haber pedido la virginidad de la forma en que la perdí. Por internet. Vía chat, específicamente. En mi defensa, el chat es cosa fuerte. ¿Alguna vez ha chateado? Es lo más parecido a vivir una obra de teatro, es un medio cuyo potencial creativo no ha sido explorado. Entre otras cosas, es una vía literaria para hacer el amor. Es el poder de la palabra escrita, pero con la teatralidad del transcurso del tiempo, del presente, del silencio vivo que la literatura puede solo tratar de imitar. Es que una mujer en China escriba “mi mano toca tu mano” y que un hombre en Argentina sienta en ese instante su piel erizada. Magia. Su Nick era Porto, como el mosquetero. Desde ahí, desde el hecho de que todos en el chat usaran apodos le daba a la situación un toque teatral. Era como estar en una mascarada en la que cada palabra revelaba algo sobre los personajes. Solo la palabra. A veces el silencio. Y la acción narrada. Y el tono y la descripción y el lenguaje, la ortografía, el vocabulario….
Detective: No ha respondido mi pregunta.
Alicia: Le estoy respondiendo. Le estoy respondiendo. De veras. Es fácil chatear. La cosa es que entras, eliges un nickname, te conectas, eliges la página a la que quieres entrar y ya. Entras en medio de una conversación en curso. A un ladito tienes la lista de las personas que están en la página chateando y tratas de ubicar de qué están hablando para meter tu cuchara sin sonar como una estúpida. Es peligroso. Hay que entrar despacio. Un comentario aquí, un jajaja allá. Y observas. Como en toda situación social, observas primero para ver quién es quién. Yo entraba siempre a una página llamada “literatura”. Mi nick era La Maga y estaba por cumplir los dieciocho…
Detective: Disculpe.
Alicia: ¿Si?
Detective: ¿Cree que esto es un juego?
Alicia: No.
Detective: ¿Usted se ha mirado?
Alicia baja la mirada, se observa detenidamente las manos, la ropa ensangrentada.
Alicia: Sí. Qué desastre.
Detective: Por última vez. ¿De quién es la sangre?
Escena 2.
Alicia: “Si es la luna quien rige las mareas, ¿qué raro astro llama las sangres de nuestros dos ajenos cuerpos?” Es un poema. No lo escribí yo, pero me lo sé de memoria. Se llama “Sangre”.
Detective: No me gustan las cosas complicadas. Si una mujer entra a mi estación, cubierta de sangre, quiero saber por qué. Si dice que tiene un crimen qué confesar, la esposo, la invito a sentarse, le sirvo un café y espero que responda mis preguntas.
Alicia: ¿No tiene lechecita? Para el café.
Detective: No tengo tiempo para esto. Vaya a pasar la noche en la celda y hablamos mañana.
Alicia: ¡No, no se vaya! Puedo tomar sin leche. ¿Ve? Mmm. Qué rico.
Detective va saliendo…
Alicia: ¡La sangre es de Martín!
Detective: ¿Dónde está el cuerpo?
Alicia: ¿No quiere saber quién es Martín?
Detective: Necesito un cuerpo, una escena del crimen y un arma homicida. Empiece por el principio.
Alicia: Es lo que estaba haciendo, pero usted se impacientó….
Detective: Entonces empiece por el medio. Pero empiece de una vez, y concéntrese en lo importante: escena, cuerpo, arma homicida.
Alicia: No sé cómo acabamos como acabamos, Porto y yo. Es raro, porque tengo una memoria impresionante. Lo recuerdo todo. Recuerdo tantas cosas que me cuesta a veces pensar. Pero no sé… Creo que fue mi culpa. Empecé a jugar con la escena. Supongo que empezamos a hablar. Digamos que nos hicimos amigos. Supongo que una noche nos encontramos en la página de literatura, que él me invitó al privado y empecé a jugar. Digamos que puse: *La Maga se sienta en una silla, cruza las piernas y abre la mano. De la mano sale una llama azul. La Maga enciende un cigarrillo con la llama azul y cierra el puño. Un hilo de humo se escapa entre sus dedos. La Maga fuma. Supongamos que entonces la cosa se fue poniendo intensa. Digamos que él escribió: *Porto toma la mano de La Maga suavemente y le besa la punta del dedo índice. Digamos que yo no podía quedarme atrás y escribí: *La Maga roza los labios de Porto con el dedo índice. Luego se lleva el dedo a la boca y se lo chupa. Así siguió la cosa, hasta que Porto empezó a escribir con faltas de ortografía, a comerse los espacios entre las palabras. Supongamos que le pregunté qué le pasaba y respondió que era difícil escribir con una sola mano.
Detective: Este Porto es Martín.
Alicia: Al principio no supe a qué se refería. ¿Se habría lastimado? Como una ingenua me preocupé por su salud. Pero al ratito entendí por dónde iba la cosa. Así, supongo que una acción llevó a la otra, una palabra llevó a la próxima y… perdí mi virginidad sola, en mi cuarto, frente a una computadora. A la noche siguiente entramos directo al privado. Y a la siguiente. Cada quién tenía su papel: él me guiaba en la logística de los miembros y las lenguas y yo cuidaba la calidad literaria. Nos turnábamos para elegir el lugar, la escena: un día la playa, al otro un parque, al siguiente el baño de un cine. Años después, de hecho estaba con un chico en el baño de un cine y mientras mi espalda se congelaba contra la pared mugrosa yo pensaba: esto no es como me lo había imaginado…
Detective: Este tal Porto. ¿ES MARTIN?
Alicia: No, claro que no.
El detective toma la mano esposada de Alicia y mira su palma.
Detective: Esta sangre es de Martín.
Alicia: Sí.
Detective: Entonces hábleme de Martin.
Alicia: Martín es el del baño del cine.
Detective: El baño del cine.
Alicia: Sí. Pero como comprenderá, no podía empezar por ahí. Hubiera sido de mal gusto.
Suena el celular del detective. Lo contesta.
Detective: Qué hay, Ramírez. Todavía no. Tienes la dirección. Bien. Entonces aplícale un Cuatro Seis bien a fondo, vos ya sabes…
Sigue hablando y sale de la escena. Pasa un momento. Regresa.
Escena 3.
Detective: Alicia Jiménez.
Alicia: Sí. Detective: Nacionalidad Boliviana. Domicilio en Av. Ballivián # 49, Calacoto.
Alicia: Correcto.
Detective: 34 años. Soltera.
Alicia: Qué.
Detective: De qué.
Alicia: Qué es ese tono cuando dice “soltera”. Ese tonito.
Detective: Ningún tono.
Alicia: Ese tonito de condescendencia, ese tonito…
Detective: Ya le dije que no hay ningún tono, no sea susceptible. Profesión…
Alicia: Detesto ese tonito.
Detective: Profesión…
Alicia: No es cierto, por si acaso. Eso que dice mi carnet. Lo de la profesión. Está mal.
Detective: Dice “estudiante”.
Alicia: ¿Usted me ve cara de estudiante?
Detective: 25 de enero de 2007. Arresto por agresión con arma corto punzante.
Alicia: ¡Era un tenedor!
Detective: La víctima presentaba heridas en el cuello.
Alicia: La jailona esa no se quería mover para que yo buscara mi palabra. Se me había caído una palabra en el restaurant, una palabra escrita en un papelito que voló hasta debajo de la mesa de esa tipa. Le pedí que se recorriera para darme campo. Se lo pedí educadamente, por favor párese un momentito para que yo recoja mi palabra. Pero ella no quiso, ni cuando se lo pedí con amabilidad, entonces la empujé y se cayó patas arriba, silla y todo. Me metí debajo de su mesa y encontré mi palabra, pero ella me atacó por detrás y me jalaba el pelo, unas garras tenía la mina, así que yo tomé un tenedor y empecé a darle y darle para que me soltara.
Detective: La víctima decidió no presentar…
Alicia: Cuál víctima, cual víctima, por Dios. La jailona malcriada, la degenerada esa…
Detective: La víctima no presentó cargos y usted fue liberada.
Alicia: Pagué una multa.
Detective: Debo decirle que mi compañero está yendo a su casa. Está buscando pistas del crimen. Así que pronto no necesitaré su confesión.
Alicia: ¿A mi casa? ¿No le parece un exceso? Digo, yo vine aquí por mi cuenta. Vine a confesar. Justamente para ahorrarles a ustedes el trámite de una investigación. Pero usted se pone impaciente, envía a su tal compañero…
Detective: Alicia. ¿Usted sabe lo que dice mi carnet?
Alicia: ¿Casado?
Detective: Detective. Dice detective. Y los detectives no solemos pasar veinte minutos de nuestro tiempo escuchando balbuceos incoherentes de una sospechosa. Los detectives investigamos. Y cuando encontramos pruebas, las confesiones pasan a segundo plano, ¿me explico? Usted puede confesar ahora. Sin vueltas. Y entonces la llevo a su celda y le doy las buenas noches. Usted dormirá más tranquila sabiendo que su sentencia será reducida. Y yo me iré a mi casa con mi mujer. Y mañana el jefe me felicitará por haber resuelto un asesinato sangriento en menos de 24 horas. Lo más probable es que me ascienda.
Alicia: Eso es bueno.
Detective: Eso es muy bueno, Alicia. Eso es más del doble de sueldo. Eso haría muy feliz a mi mujer. Muy feliz. ¿Ve?
Alicia: Veo. Claro que veo. (Larga pausa.) Perdón. Es que estoy nerviosa y cuando estoy nerviosa…hablo. Creo que estoy en shock. Acabo de matar a un hombre. Debo estar en shock.
Detective: Nerviosa, tal vez. Usted habla demasiado como para estar en shock.
Alicia: Me siento shockeada.
Detective: Créame, he visto muchas personas en shock. Usted no presenta ninguno de los síntomas.
Alicia: ¿Estrés post traumático, tal vez?
Detective: Solo está nerviosa. Se sorprendería de saber cuántos asesinos tan solo se ponen nerviosos luego de matar. ¿No quiere más café? ¿Un cigarrillo?
Alicia: No crea que me gusta estar aquí, que vine porque me gusta la idea de ir a la cárcel. No es así. A mí me gusta mucho, mucho mi libertad. Creo que vine por eso, porque ¿qué clase de libertad tendría allá afuera viviendo como una fugitiva? Ninguna.
Detective: Está bien Alicia. Todo tiene solución. Respire hondo. Hábleme del arma homicida.
Alicia: Si quiere que le sea franca, creo que hasta me gustaba un poquito la idea de confesar. Como cuando te confiesas con un cura. Toda la ceremonia del pecado. Siempre me ha parecido…estética.
Detective: EL ARMA HOMICIDA.
Alicia: El arma homicida… es un arma, como usted dice… corto punzante.
Detective: ¿Un tenedor?
Alicia: Un cuchillo de cocina.
Escena 4.
Detective: ¿Dónde está el cuchillo?
Alicia: Era de esperarse, ¿sabe? Que algo que empezó en un baño termine en una cocina.
Detective: ¿Cuál baño?
Alicia: El baño del cine. No me está prestando atención. Lo conocí en el baño del cine. Era temprano en la mañana un día de semana. Yo había ido al cine. Sin querer entré al baño de hombres. Ahí estaba él. Fumando. Me antojé. Me invitó un pucho y empezamos a charlar. Una cosa llevó a la otra y de repente su boca en mi boca y mi espalda congelándose contra la pared mugrosa. ¿Le parece antiestético?
Detective: ¿Antiestético?
Alicia: Sí. Ese principio. Para una relación. ¿Le parece antiestético? Porque el final fue hermoso. No este último final, sino el primero. El adiós. ¿Usted sabe algo de teoría feminista? La teoría feminista dice que las mujeres absorben de su entorno los mitos construidos por la literatura alrededor del amor. Que la literatura y el cine nos transmiten patrones y expectativas que, de hecho, determinan nuestra concepción del amor. Esto es una mierda para las mujeres, que no aprenden nunca a establecer relaciones basadas en la realidad, y viven siempre en la fantasía.
Detective: Usted me está diciendo que asesinó a Martín a causa de su incapacidad de vivir en la realidad.
Alicia: ¡No! Para nada. Ojalá fuera mi caso. Ojalá tan solo hubiera absorbido patrones y mitos y los aplicara a mi vida amorosa. En mi caso fue peor. Para mí amar ha sido siempre un hecho literario. ¿Me entiende? Siempre viví el amor con una sola guía ética: la estética. Y no solo el amor. Toda mi vida ha girado en torno al concepto del valor estético. No me enorgullece, ¿sabe? Solo se lo confieso ahora porque, francamente, no tengo nada qué perder. Verá: siempre hay dos formas de hacer las cosas.
Detective: Con plata o sin plata.
Alicia: Bueno, puede haber mil formas, pero todas entran en una de dos categorías: con o sin valor estético. Decir adiós, por ejemplo. O morir. Con morir hay un problema: uno no elige la forma de morir. Incluso el suicidio suele perder valor estético si no se cuidan minuciosamente los detalles. Para muertes bellas son insuperables las de la ficción. La de Romeo y Julieta. La de Carmen. La de Antígona.
Detective: La muerte solo puede ser útil o inútil. Hay muertes que sirven y muertes que no sirven. La muerte accidental es un asco, no sirve de nada. Suicidio peor; completamente inútil. Homicidio culposo…hasta por ahí nomás. Asesinato segundo grado, igual….hasta por ahí nomás. Asesinato en primer grado sirve bien si se resuelve; si no se resuelve es una mierda; no solo no sirve sino que perjudica.
Alicia: Bueno, ya. Estoy de acuerdo. No es fácil elegir una muerte con valor estético. ¿Pero un adiós? Es mucho más manejable. Decirle adiós a un amante, por ejemplo, puede ser estético o antiestético. Despedirse, volver, despedirse, volver, despedirse, volver; antiestético. Decir adiós de una vez por todas con dolor, con valentía; bellíssimo. Cuando el adiós es inevitable, yo corto de raíz, por lo sano, sufriendo. Si el adiós no es inevitable evalúo el valor estético de despedirse versus el de quedarse y así tomo la decisión. Esto se aplica también a otras áreas. Por ejemplo: el miedo es estético; la cobardía es antiestética; el llanto es estético; suplicar es antiestético; perder es estético; lamentarse es antiestético; la soledad es estética; la verdad es estética; la estética de la mentira ha de juzgarse caso por caso.
Detective: ¿Usted me está mintiendo, Alicia?
Alicia: Claro que no.
Detective: Acaba de decir que la mentira es bonita.
Alicia: Dije ha de juzgarse CASO POR CASO.
Detective: Acaba de decir que le parece bonito mentir. ¿Sabe lo que creo? Creo que Ramírez tiene razón.
Alicia: ¿Quién es Ramírez?
Detective: Mi compañero. Dice que no hubo un crimen. Cree que usted se cubrió de sangre de pollo, se alborotó el cabello y vino aquí a burlarse…
Alicia: ¡Para nada! Esto es sangre humana. Y yo soy una criminal. ¿Qué no ha leído mi expediente?
Escena 5.
Suena el celular del detective. Contesta.
Detective: Ramírez. Uta, excelente. Ya, hermano. No, no todavía. Es cuestión de tiempo. Y con esto más… Ya, ya. (Cuelga). Alicia.
Alicia: ¿Sí?
Detective: ¿Cuál es su profesión?
Alicia: Yo diría…escritora.
Detective: Escritora. ¿Qué libros ha publicado?
Alicia: Publicado, publicado, ninguno. Pero tengo un cuaderno. Una caja de cuadernos, de hecho…
Detective: Ramírez encontró el cuchillo en su casa. Cubierto de sangre.
Alicia: En la cocina.
Detective: Sí. En la cocina. No encontró el cuerpo.
Alicia: Es que no está ahí.
Detective: Pero encontró otra cosa.
Alicia: Estaba cortando tomates.
Detective: En el garaje.
Alicia: ¿Entró a mi garaje? ¿Para qué entró a mi garaje?
Detective: Ramírez es meticuloso. No deja un trabajo a medias. Siempre llega hasta el fondo. A veces más allá.
Alicia: Me parece una exageración.
Detective: Ramírez encontró algo interesante en su garaje.
Alicia: No sé a qué se refiere.
Detective: Yo creo que sí. ¿Cómo se gana la vida, Alicia? Digo, si no publica libros…
Alicia: Mis padres…
Detective: Si…
Alicia: Que en paz descansen. (Pausa. Se persigna.) Me dejaron una herencia.
Detective: Herencia.
Alicia: Pequeñita. Pero…digna.
Detective: Alicia.
Alicia: ¿Sí?
Detective: ¿Usted vende ropa?
Alicia: ¿Yo?
Detective: Ropa. De contrabando. Ropa argentina de contrabando.
Alicia: Me está llamando… ¿vendedora?
Detective: La estoy llamando contrabandista.
Alicia: Bueno, sí. A veces. Traigo ropa de argentina. Pongo un aviso en el periódico y vienen jailonas en manadas a mi casa a comprarse ropa de última moda de Buenos Aires. Debería verlas, parecen hienas sacándose los ojos por una blusa. Por favor no se lo diga a nadie. Me muero si alguien se entera.
Detective: ¿Sabía que es un crimen?
Alicia: Es solo…comprar y…vender.
Detective: Contrabando es contrabando. Es como robar en su propia casa.
Alicia: Suena horrible cuando usted lo dice.
Detective: Es muy horrible. Muy horrible. Pero…no tan horrible como el asesinato. Francamente, yo me cago en su contrabando, no me sirve de nada su contrabando. Soy detective de homicidios. El jefe no me va a promover por arrestarla a usted por contrabando.
Alicia: No.
Detective: No.
Alicia: Por asesinato…sí.
Detective: Alicia, ¿usted tiene hijos?
Alicia: ¿Me ve cara de hijos?
Detective: No. Para nada. Mi esposa, en cambio, ella sí. Ella tiene cara de hijos. Tiene toda la pinta de tener hijos. Pero no tenemos. Intentamos unos años y nada. Ahora la única es hacer la cosa esa…el procedimiento in vitro. ¿Sabe lo que cuesta ese procedimiento in vitro?
Alicia: No.
Detective: Es mucha plata, Alicia. Mucha plata. Pero yo me la presto. Por ella. Porque tiene toda la cara de hijos y no tiene hijos y le duele, Alicia. Pero el tema es que hay que pagar. Los tipos que me prestaron la plata son jodidos… Los intereses nomás me están comiendo. ¿Me entiendes?
Alicia: Entiendo. El tema es…ahora que estoy aquí…no sé si quiero quedarme.
Detective: ¿Perdón?
Alicia: Eso. Que no sé si esto de estar en prisión sea para mí.
Detective: Ya es tarde para eso. Tengo una cantidad considerable mercancía ilegal en su garaje y un cuchillo cubierto de sangre y con sus huellas digitales. Es cuestión de tiempo hasta que Ramírez encuentre el cadáver. Así que le conviene confesar, Alicia. Si quiere reducir en algo su sentencia, le conviene confesar.
Escena 6.
Detective: Hábleme del cuerpo.
Alicia: ¿El de Martín?
Detective: Sí.
Alicia: El cuerpo de Martín es…era… infinito.
Detective: No me refería a…
Alicia: No porque fuera gordo. No lo era. Sino porque era liso y largo y de vez en cuando un lunar o una cicatriz pequeña y toda esa piel suave pero…pero firme. Creo que tiene que ver con los músculos. Sus músculos eran bien definidos, pero no groseros, alargados…sustanciosos sin ser exagerados. Y el olor. Ese olor de su cuerpo se me grabó en el cerebro. Tsssssss. Era un olor como a cuerda y corteza, justo aquí, en el cuello, y debajo del ombligo…era como muy penetrante sin ser agresivo, penetrante pero sutil y luego yo encontraba ese olor en mi ropa y en mis manos y en mis toallas y… ¿Puede creer que él no me recordaba? Cuando nos encontramos de nuevo en la plaza por casualidad, después de unos años, él no me reconoció. Tuve que decirle: soy yo, Alicia, la de los cuadernos, Alicia, la de los tomates, la del baño del cine, la de las trufas, la del lunar en la espalda, ¡Alicia, estúpido! ¡Alicia! (Pausa larga) El olvido debería ser un crimen. ¿Ve esto?
Alicia Extiende la palma frente a la cara del detective.
Detective: Sangre.
Alicia: Debajo de la sangre. La cicatriz.
Detective: La veo.
Alicia: Martín me hizo esa cicatriz. Estábamos en la cocina y él cortaba tomates, unos tomates maduros, grandotes, recuerdo que el jugo se esparcía por todo el mesón y me acerqué por detrás suyo y dije algo, algo sobre el cilantro, y él se dio la vuelta de pronto con el cuchillo en la mano y sentí un dolor terrible y la sangre comenzó a chorrear y esparcirse sobre el mesón aprovechando el cauce del jugo de tomate y en segundos estaba todo cubierto de rojo. Nos asustamos tanto, jamás lo había visto tan asustado. Yo también lo estaba, pero respiré hondo mientras él me lavaba la herida, mientras derramaba agua oxigenada donde brotaba la sangre, me mordí los labios mientras él soplaba suavecito, mientras me vendaba con cuidado y conteniendo el pánico. ¿La ve? Era profunda pero sanó rápido. Me gusta. Me gusta cómo cruza toda la palma, todas las líneas de mi mano sin pena, sin pedir permiso. Zás. Tóquela. Vamos, tóquela, es una cicatriz con textura. Me gusta cómo es larga, recta, no sé…definitiva.
El detective duda. Está por tocar la palma de ella con el dedo, pero se arrepiente.
Alicia: Tiempo después, cuando Martín se había ido, yo trazaba la cicatriz de mi palma y me acordaba de él. Y deseaba haberle dejado yo también una cicatriz. Le causé varios moretones…y un hombro dislocado. Pero me arrepentía de no haberle hecho una herida. Hubiera sido algo así como… un acto de poesía de facto.
Detective: ¿Dónde está el cuerpo de Martín?
Alicia: Con un poco de planificación hubiera parecido un accidente y él no se hubiera enojado. Yo lo habría curado, lo habría mimado mucho y habría cuidado esa herida para que se sanara, para que dejara una cicatriz linda y clara, con algo de textura. Imborrable.
Detective: El cuerpo, Alicia. ¿DÓNDE ESTÁ EL CUERPO?
Alicia: Se tropezó. Cuando sintió el cuchillo y vio la sangre se tropezó hacia atrás y se golpeó la cabeza contra el borde de la mesa…y se quedó ahí. Tieso.
Detective: ¿Dónde está?
Alicia: En el montículo. Lo llevé en mi auto y lo dejé acostado sobre el pasto…
El detective sale rápidamente.
Alicia: En el lugar exacto en que nos volvimos a encontrar. Lo puse de nuevo donde lo encontré. Parecía un chango durmiendo la borrachera… pero estaba muerto. Había tanta sangre… Subí a mi auto y partí. De pronto me encontré aquí. Y entonces, ya que estaba… entré. A confesar.
Escena 7
El detective entra.
Alicia: ¿Y?
Detective: Ramírez encontró a Martín.
Alicia: En el parque.
Detective: En el hospital. Está vivo.
Alicia: ¿Qué? ¡Es imposible!
Detective: ¿Qué clase de asesina es usted? Dígame: ¿siquiera se tomó la molestia de verificar que estuviera muerto? ¿Le tomó el pulso, siquiera?
Alicia: ¡No! ¡Pero a leguas se veía que estaba muerto!
Detective: Carajo…
Alicia: ¡Parecía muerto! ¡Había mucha sangre y me asusté! Yo solo quería dejarle una cicatriz, lo planifiqué hasta el último detalle; invitarlo a cenar por los “viejos tiempos”, cocinar espagueti al tuco para cortar tomates y luego…ZÁS, ¡un accidente! Pero él se tropezó, se quedó tieso… y la sangre… ¡Está vivo! Y está muy… ¿lastimado? Digo, ¿Cómo está?
Detective: ¿Martín? Martín está estupendo. Una contusión en la cabeza y un tajito de mierda en el…
Alicia: Eso no me suena estupendo.
Detective: Comparado con muerto, es estupendo. Carajo…
Alicia: Qué alivio. Qué alivio. Mi Dios, ¡qué alivio! Mire, estoy temblando de emoción. Esto de estar en la cárcel realmente no era para mí. ¡Soy libre! (Pausa) ¿Y habló con él? ¿Está muy enojado?
Detective: No sé. Se queda en observación en el hospital unos días. ¡Maldita sea, carajo! Acabo de perder la noche investigando un caso de ¡CONTRABANDO! Ni siquiera homicidio culposo, carajo. Esito aun que sea, pero no. Y Ramírez, un hombre como Ramírez desperdiciando su talento en una…
Alicia: No sabe cuánto lo siento.
Detective: ¡Debí saberlo, mierda! ¡Pensé que esta era, que con esta… pero NO…usted lo bota por ahí, SIN SIQUIERA TOMARLE EL PULSO, los vecinos llaman a la ambulancia y todo se va a la…!
De repente el detective se queda en silencio. Se queda quieto, calmado, mirando a través de Alicia.
Alicia: Bueno, sí. Supongo que me apresuré. Yo nunca había visto un cadáver. Debí haber chequeado su pulso, lo admito. Es que cuando vi la sangre se me pasaron mil cosas por la cabeza, pero sobre todo me entraron unas ganas incontrolables de confesar…
Detective: No hay problema.
Alicia: ¿De veras?
Detective: Sí. Todo tiene solución.
Alicia: ¿Solución?
Entra un hombre vestido de uniforme. Detective II.
Detective II: Buenas noches.
Detective: Buenas noches.
Alicia: Buenas noches.
Detective: Esta es la sospechosa. Alicia Jiménez. Alicia, el Detective Santos. Aduanas.
Alicia: ¿Qué?
Detective: (Al detective Santos) Suerte. (Suena su celular. Contesta) ¡Ramírez! ¿Sigues en el hospital? Ya. Escúchame. Vamos a aplicar un Cinco Dos. Si hermano. No hay de otra. Estoy yendo, esperame.
Sale.
Detective II: A ver. A las 20 horas del día de hoy, dos toneladas de mercancía de contrabando de procedencia argentina fueron encontradas en el garaje de su casa.
Alicia: ¿Esto es por lo de la ropa?
Detective II: Quiero saber quién es su contacto en Buenos aires. Desde cuándo operan, cómo ingresan la mercancía por aduanas; todo.
Alicia: ¿Qué es un cinco dos?
Detective II: No tengo idea. No me cambie de tema, por favor. No tengo toda la noche.
Alicia: Está bien, está bien. (Pausa larga.) ¿Puedo empezar por el principio?
FIN