(Fragmento)
2. EL VIAJE A ESPAÑA
Regumiel sentada en una silla de ruedas, liando un cigarrillo de marihuana. Se escucha el sonido de una llave en la cerradura y, a los pocos segundos, entra Valentina. Se para en seco frente a Regumiel.
VALENTINA.– ¿No las habías dejado?
REGUMIEL.– ¿El qué?
VALENTINA.– Las drogas.
REGUMIEL.– (Termina de liar el porro) Y las he dejado.
VALENTINA.– Me lo dices con un porro entre los labios.
Regumiel se enciende el porro, aspira el humo y lo lanza hacia Valentina.
REGUMIEL.– Hermanita… la marihuana no es una droga.
VALENTINA.– Ah, ¿no? ¿Qué es?
REGUMIEL.– Ahora mismo no sé cómo definirlo, porque voy fumada… pero no es una droga. Lo sé porque las drogas de verdad las he probado algunas veces.
VALENTINA.– (Con retintín) Algunas veces… sí. (Cruza los brazos) Regumiel… vengo directamente del aeropuerto y no sé qué coño estoy haciendo aquí. ¿Me lo puedes explicar?
Regumiel se quita el porro de entre la comisura de los labios y se lo ofrece a su hermana.
VALENTINA.– (Lo rechaza) No quiero fumar.
REGUMIEL.– (Sigue ofreciéndoselo) Sí vas a querer.
VALENTINA.– Quiero saber la razón por la que me has hecho venir tan urgentemente. ¿Papá está peor?
REGUMIEL.– Ya hace tiempo que papá no puede estar peor. ¿Seguro que no quieres fumar?
VALENTINA.– ¡No! ¡No quiero fumar! ¡¿Me lo vas a contar?!
Silencio. Regumiel sigue fumando.
REGUMIEL.– Tienes que llevarme a España.
VALENTINA.– ¿Cómo?
REGUMIEL.– Al pueblo de la abuela.
VALENTINA.– ¿Me haces venir de Miami a Buenos Aires para llevarte a España?
REGUMIEL.– No es por mí… es la abuela quien quiere que me lleves.
VALENTINA.– ¡La abuela está muerta!
REGUMIEL.– Pero hace quince años estaba viva y lúcida, y contactó con una asociación por la defensa de la memoria histórica para que encontraran los restos del abuelo en España.
VALENTINA.– ¿Y qué?
REGUMIEL.– Que los han encontrado.
VALENTINA.– ¿Y qué?
REGUMIEL.– Que vamos a ir a buscarlos.
Silencio.
VALENTINA.– No… ni hablar… ni hablar… el abuelo está bien donde esté y la abuela está bien donde está. ¡Si apenas se conocían! A él lo mataron con menos de veinte años y la abuela murió centenaria. Vivió toda una vida después, ¿qué pueden tener en común?
REGUMIEL.– A nuestro padre.
VALENTINA.– Él tampoco llegó a conocerle. Es un extraño para todos.
REGUMIEL.– Para la abuela, no.
VALENTINA.– (Se pasea) ¿En España, dónde?
REGUMIEL.– Cerca de Soria.
VALENTINA.– (Niega con la cabeza) ¡¿Sabes el frío que hace allá?! Los muertos están bien donde están… ¡Si no quedarán de él más que cuatro huesitos! ¿Y cómo saben que es el abuelo?
REGUMIEL.– ¿No vas a darle un beso a papá? Está en su cuarto.
VALENTINA.– (Lo piensa) Sí… será lo mejor.
Mutis de Valentina por la derecha. Regumiel da otra calada al cigarrillo de marihuana y retiene el humo, luego lo expulsa lentamente. Regresa Valentina, visiblemente afectada.
VALENTINA.– ¿Por qué está atado?
REGUMIEL.– No está atado… es para que no se quite la sonda. Le molesta.
VALENTINA.– No voy a llevarte a España, Regumiel.
REGUMIEL.– Sí lo harás, Hatshepsut.
VALENTINA.– ¡No me llames así! ¡Me llamo Valentina!
REGUMIEL.– Sí lo harás, Valentina.
VALENTINA.– ¿Y por qué estás tan segura?
REGUMIEL.– Porque a cambio aceptaré vender la casa e internar a papá.
Valentina se sienta en el suelo y queda un instante cabizbaja, reflexionando, luego levanta la cabeza.
VALENTINA.– Regumiel… pásame el porro, por favor.
Regumiel sonríe, se acerca con la silla de ruedas y le tiende el cigarrillo.
REGUMIEL.– ¿Cómo te va en Miami?
VALENTINA.– (Fuma) Bárbaro… (Vuelve a fumar) No es que necesite el dinero para nada, hermana, no es ese el motivo por el que quiera vender, es solo que me preocupa veros a los dos aquí, desamparados. ¿Y tú…? ¿Dónde irías tú?
REGUMIEL.– A casa de mi novio.
VALENTINA.– ¿Tienes novio? (Señala la silla de ruedas) ¿Él está también…?
REGUMIEL.– No, para nada.
VALENTINA.– (No se atreve a decir lo que piensa) ¿Es…? ¿Tiene algo que…? ¿Es muy mayor? ¿Es muy feo?
REGUMIEL.– (Sonríe) Piensas que no puede ser una persona normal y corriente.
VALENTINA.– (Miente) Yo no he dicho eso… (Fuma ansiosamente) Perdona… es solo que quiero protegerte. Este mundo está lleno de pervertidos que se ponen cachondos con una mujer indefensa. (Apaga el porro) ¡Esta mierda me hace decir tonterías! No me hagas caso… ¿a qué se dedica?
REGUMIEL.– Pinta cuadros.
VALENTINA.– Ah… bárbaro… si tú estás segura de él… no quiero que te sientas presionada, ¿eh? Me refiero a lo de vender la casa… no digo que no me interese, claro… voy a tener un hijo, ¿sabes?
REGUMIEL.– ¡Vaya! ¡Felicidades! ¿Y de cuánto estás?
VALENTINA.– De siete meses y medio.
Regumiel mira la barriga de su hermana, que no es la de una mujer en avanzado estado de gestación.
VALENTINA.– (Intercepta la mirada de su hermana) No soy yo la que lo lleva encima.
REGUMIEL.– (Sin entender) Ah…
VALENTINA.– ¿Has oído hablar de la subrogación gestacional? (Regumiel niega con la cabeza) Una mujer me alquiló su vientre, pero el óvulo fecundado es mío.
REGUMIEL.– Dime una cosa, Hat: En estos casos, ¿quién de las dos es más madre? ¿La que pone el óvulo o la que pone la matriz?
VALENTINA.– No me llames ni Hatshepsut, ni Hat. ¡Me llamo Valentina!
REGUMIEL.– Perdón.
VALENTINA.– Biológicamente yo soy la madre, pero técnicamente supongo que lo será ella.
REGUMIEL.– (Señala la barriga de su hermana) ¿Y por qué no…? ¿No puedes?
VALENTINA.– (Algo molesta) Sí puedo… ¡pero no quiero! ¿Pasa algo? Si una puede evitar las caderas anchas, las tetas caídas y la putas estrías pagando una plata, ¿por qué no hacerlo? No voy a ser peor madre por ello, ¿o sí?
REGUMIEL.– Bueno… no sé. ¿Y el padre?
VALENTINA.– El padre es anónimo. (Mira a su hermana) ¡¿Qué?!
Silencio.
REGUMIEL.– No, nada… tienes razón que el embarazo ha de ser un fastidio. Si el ser humano fuera ovíparo sería mejor, porque pones el huevito, lo cubres con una mantita o lo dejas al lado de una estufa y ya. Te olvidas hasta que nazca.
VALENTINA.– Eso pienso yo. Si solo fuera poner huevos, sería otra cosa (fuma). ¡Qué asco de mamíferos!
REGUMIEL.– Hatshe… (corrige) Valentina, hay que poner una condición para vender la casa, y por escrito: El nogal del jardín no se toca ni se tocará jamás.
VALENTINA.– El nogal… ¿Y por qué?
REGUMIEL.– Porque ahí están las cenizas de la abuela… y ahí también pondremos los huesitos del abuelo.
VALENTINA.– El abuelo… qué raro suena llamar así a un desconocido. Lo único que sabemos es que era comunista.
REGUMIEL.– Era anarquista.
VALENTINA.– Es lo mismo… era rojo. Rojo como la abuela. El nogal… el nogal de los rojos… toda nuestra infancia gira entorno a ese árbol, Regumiel. También es justo no tocarlo por ello… el nogal es nuestra infancia.
Valentina se queda un instante mirando a su hermana, luego la abraza y la besa en la frente.
VALENTINA.– Perdona, perdona, perdona, hermanita… ni siquiera te había dado un beso. Si tú quieres ir a España, yo te llevo, si tú quieres ir a buscar los huesitos del abuelo anarquista, yo te llevo…
Valentina empieza a pasear la silla de su hermana por la escena.
VALENTINA.– Iremos juntas, cantando… cantando alguna de aquellas canciones de la guerra que nos enseñó la abuela, ¿te acuerdas? (Levanta el puño y canta) “Negras tormentas agitan los aires, nubes oscuras nos impiden ver, aunque nos espere el dolor y la muerte, contra el enemigo nos llama el deber…” ¡Canta, hermana, canta!
REGUMIEL y VALENTINA.– “El bien más preciado es la libertad y hay que defenderla con fe y valor…”
VALENTINA.– ¿Te acuerdas, Regumiel? Tan chiquitas cantando estas canciones que no entendíamos… y la abuela reía… y lloraba…
REGUMIEL y VALENTINA.– (Siguen cantando) “Alza la bandera revolucionaria que llevará al pueblo a la emancipación…”
VALENTINA.– ¡Venimos a buscar los huesitos de nuestro abuelo, españoles hijos de puta!
REGUMIEL y VALENTINA.– (Siguen cantando) “En pie, pueblo obrero, a la batalla, hay que derrotar a la reacción. ¡A las barricadas, a las barricadas, por el triunfo de la confederación!
Regumiel se levanta súbitamente de la silla de ruedas y quedan las dos en pie, con el puño en alto en el proscenio.
REGUMIEL y VALENTINA.–(Siguen cantando) “¡A las barricadas, a las barricadas, por el triunfo de la confederación!”
OSCURO