Una de las facetas de esta pandemia es el interminable cúmulo de desilusiones que cargamos en nuestras espaldas. Los periódicos dan cuenta de las grandes tragedias, la cifra de personas contagiadas, las más que lamentables muertes, las enormes pérdidas económicas, todo desde el anonimato de la masa y los rostros de los poderosos. Del otro lado de la moneda, cada uno en nuestra casa, con nuestro nombre y apellido, lo vivimos como podemos, con la desilusión de las cosas que no fueron y de las cosas que no serán.
Una de ellas fue el DramaLab 2020, que se organiza en el King Juan Carlos Center de NYU en el semestre de primavera, bajo la dirección de Alejandro Moreno, profesor de teatro en el MFA de Escritura Creativa en Español, y Laura Turégano, directora del KJCC. El DramaLab es una muestra de lo que los alumnos de Escritura Creativa en Español generaron durante el taller de teatro en el otoño. No se trata simplemente de una lectura dramatizada, sino de encontrar nuevos caminos para explorar la creación de textos teatrales. En esta edición de Temporales, la sección de dramaturgia decidió honrar lo que no fue con algunos fragmentos de las obras.
El hombre libre
(Escena 2)
Camarote del Almirante Zheng He. El Almirante está sentado ante un bureau de caoba adornado adornos de perlas y plata. De pie, al otro lado de la mesa, está el enviado imperial
ENVIADO IMPERIAL – Su magnífica alteza, tristes noticias me traen al esplendor de la ciudad flotante.
ALMIRANTE – Cuénteme de su travesía.
ENVIADO IMPERIAL- Fue, en la mayor parte, agradable y rápida, gracias a sus incesables esfuerzos en la exterminación de piratas y otros parásitos.
ALMIRANTE – ¿Y qué misiva me trae?
ENVIADO IMPERIAL- Perdone si un impulso de lágrimas trunca mis palabras. Vengo a informarle que el viejo emperador ha muerto.
El Almirante baja la vista, apoya la barbilla en los dedos por unos momentos.
ALMIRANTE – No sin motivo fue la zozobra que sentí al ver las velas azufre de su barcaza agrandarse a nuestras espaldas. Muy bien, los arreglos están hechos para acomodar su tripulación. Hoy cenaremos juntos sobre la popa de este barco. Mientras tanto, imagino que un descanso está en orden para los dos.
ENVIADO IMPERIAL – El amparo de su excelencia es admirable y regio. Debo, antes de retirarme, transmitirle una misiva adicional.
ALMIRANTE – ¿Qué es?
ENVIADO IMPERIAL – Nuestro nuevo Emperador, el beatífico Hong Xi, desea el retorno inmediato de la armada a China, y la suspensión de cualquier viaje futuro.
ALMIRANTE (un aparte) – Es la voluntad inescrutable del misericordioso Alá poner a un menguado inhábil en el trono del Imperio Celestial. Temía su padre, con validas razones, que su temperamento yacente paralizaría nuestras fronteras. ¿De qué semillero he de colegir voluntad para la adhesión? Doblar de nuevo la rodilla, besar el piso, escuchar frases sin sentido, un curso nuevo donde seré como el fondo recién volteado de un reloj de arena.
ENVIADO IMPERIAL (un aparte) – Hombre soberbio. Mitad hombre, más justo seria decir. Creías que en las aguas añil del océano evadirías el mandato del Emperador Celestial. Elevado por encima de tu condición natural, es la hora de tu regresar.
ALMIRANTE (un aparte) – Este recadero vanidoso. Su mera existencia no es más que transportar papeles y oprimir los caminos de esta tierra. Pero ahí está, expandido de contento al verme perturbado. Sorbiendo el deleite grato de la desgracia ajena. Dirigiéndose al Enviado Imperial – ¿Asumo que trae usted las instrucciones del Emperador por escrito?
ENVIADO IMPERIAL – Así es, su magnífica alteza.
ALMIRANTE – Acerca aquí las cartas del bendecido Hong Xi para examinarlas. Acércalas a las velas.
El Enviado Imperial se acerca al Almirante con las cartas en la mano. El Almirante extrae un puñal de una gaveta del bureau y lo clava en el pecho del Enviado Imperial. Este cae sin hablar. El Almirante limpia el puñal en un pañuelo de seda, y lo deja sobre el bureau. Camina hacia una escotilla, la abre, y se sienta sobre un baúl mirando hacia el mar.
ALMIRANTE – Lila, casi sólido, transcurre en calma bajo olas sin espuma. ¿Olvidar el olor salobre de su libertad? ¿Transmutarlo por el hedor y el estrepito de las ciudades? ¿No es acaso mi existencia la ola sin espuma que apenas altera la superficie de un ente insondable? Su abismo, inmutable, nos trasciende, mientras que, agitados y exhaustos, arrugamos su perímetro con nuestro estruendo. ¡¡Capitán!!
Entra el Capitán
CAPITAN – ¿Su Alteza?
ALMIRANTE – El Enviado Imperial era un truhan y un traidor. Se atrevió a ofender el nombre del nuevo Emperador en mi presencia. Dispongan de su cuerpo sin honores. Y asegúrese que su tripulación sea bien atendida.
CAPITAN – ¿Algo más su Alteza?
ALMIRANTE – No. Por ahora.
El Almirante observa como el Capitán y dos soldados sacan el cuerpo del Enviado Imperial, y luego cierran tras si las puertas del camarote.
ALMIRANTE – Aflicción, recompensa ineludible de las pasiones. Esta muerte insignificante no cambiará las ordenes que he recibido. Décadas sin sentir el tórax de un hombre crujir bajo el acero que lo penetra, el aliento escapándosele inerme. No era necesario.
Vuelve a mirar el mar.
ALMIRANTE – Si el Emperador es el enviado celestial, solo le sobrepasa el cambiante firmamento, inescrutable en sus designios. El Emperador y el Océano enorme son, en este universo terrenal, los únicos dueños sin reto de la providencia propia.
Niebla y pájaro de humo
(Fragmento)
TAMARA (Parece alucinar): Unos pájaros. Pájaros de luz. Van por todas partes, niña. Van por todas partes sin volar. Están suspendidos y duelen. Los pájaros duelen en mi cabeza. Como cuando era chiquita tenía migraña. Me apretaba la cabeza para calmar el dolor y no ayudaba. Lloraba y no ayudaba. No podía ver la luz… Los ruidos eran muy fuertes…
NIÑA: Aquí no hay luz.
TAMARA: …los ruidos eran fuertes, como el ruido del pájaro que se oyó hace un rato.
NIÑA: Aquí no suena nada.
TAMARA: …Trinaba igual que cuando iba visitar a mi abuela y a las siete de la noche, se oía un canto largo. Muy, muy largo. Un canto que calmaba.
NIÑA (conciliadora): No había pájaros, Tamara. No sonó nada.
TAMARA (sin oírlo): …Luego otro pájaro cantó, con otra voz, con otras notas, más veloces que el primero. Las abuelas dicen que las aves oran antes de irse a dormir. Y el canto ya no calma, porque… porque… (La debilidad la toma) en él se busca fe y en el canto de los pájaros no hay fe, solo claridad. La claridad de su laringe cuando entonan…
Tamara ha perdido la conciencia. El niña lo comprueba. Camina muy despacio hasta el tope del espacio. Le molesta mucho el ojo herido. Da una última mirada a lo lejos.
Sale.
Querida selva
(Fragmento)
Personajes
Mujer-Elena: mujer de 80 años condenada a muerte por haber matado a 30 niños con dulces envenenados el día de Halloween.
Doctor: un hombre inseguro, joven. Poco experimentado en el proceso de inyección letal.
Esteban: el único guardia que muestra compasión por Elena, se mantiene cerca de la camilla.
Animales: dependiendo del tamaño del animal se usaran niños o adultos. Hay una cucaracha, un ratón, dos perros, dos gatos, una jirafa, un elefante, una cebra, un ñu, un leopardo, un oso grizzli, un oso pardo, rinoceronte blanco, rinoceronte negro, un león, un tigre, cabras, ovejas, un gorila.
Voz masculina 1: Personaje que no aparece en escena. El encargado de la Cárcel
Voz masculina 2: Personaje no aparece en escena. El oficial voluntario que aplica las inyecciones.
Guardias: Dos guardias, mujer, hombre que se quedan al lado de la ventana donde los padres observan el proceso
Sacerdote
Padres: Tres pares de padre y madre. Una pareja de lesbianas. Un padre en solitario.
Laylaa: Esposa de Elena, de descendencia iraquí. Falleció de cáncer años antes de que Elena cometiera los asesinatos.
GUARDIA: “Elena Macouzet, you are sentenced to death for the murder of 30 kids. We allow you to make a statement.”
MUJER: Veo pero finjo que no, no les dirijo ni una palabra, tampoco una lágrima o una queja. Soy yo y por eso no le temo a la muerte.
Nací ciega y legalmente lo sigo siendo… pero ahora los veo, a cada uno. De mi madre solo reconocía su olor a lavanda, sus pasos ligeros, sus manos cremosas. Gracias a mi padre conocí el olor de la indiferencia. No los vi en su ataúd, ni el puñado de tierra que tiré en la tumba.
Solo pude sentir las facciones de mi esposa, su olor a pachuli, su transpiración a durazno. Solo sentí y olí su cuerpo podrirse por la quimioterapia. Sus cenizas en mis manos cuando las tiré al mar.
Pensé que moriría con una memoria alimentada de olores y sabores hasta que un día…maté una cucaracha y splash la luz se prendió. (pausa, sonrisa).
Nunca se volvió fácil matar. Aplastar al ratón dentro de su bolsa de cartón, mancharme las manos con la sangre aún caliente, sentir los ojos que se salieron por la presión. Me disculpé con el gato viejo que degollé, con el perro, con el gato que siguió, más bebé, con el cachorro… dispararles no fue distinto.
La cebra, el tigre, el león, el elefante, la jirafa, el rinoceronte blanco, el negro, un oso, otro oso, unos borregos, las cabra, el antílope (pausa).
Están aquí, nadie los ve, ni los busquen. Quieren presenciar su venganza. Este es su momento
[…]
El recuerdo es un volcán la erupción es un olvido
Enrique Delgadillo Lacayo
(fragmento)
[Se escucha el follaje de los árboles removidos por el viento y maullidos de gata en celo]
VOZ DE LA VECINA: Esos malditos pájaros se están comiendo los aguacates, y los malditos gatos en plena cogedera. Hija, amor, recogé un aguacate y servímelo con tortilla… ¡Uf pero qué olor a marihuana!
JORGE: ¿Qué te pasó, hermano?
MARIO: Ya nos escuchó, mierda, va a comenzar a jodernos, ¿podrían tirar el humo para el patio del otro vecino?
JORGE: (Destapa un litro de cerveza y sirve en tres vasos) Mario, ya dejá de joder con lo de la vecina, ¿vas a querer algo de lo que viene a vender? Y vos, Clifford, contanos, qué es lo que te pasa.
MARIO: Nel, casi me mata del corazón esa nota. Todavía tenemos que trabajar, ya debería estar editado el número de poesía alemana (se recoge las mangas de la camisa), seleccioné los poemas de Georg Trakl, ¿los traigo?
JORGE: En este momento vale un zacatal de verga Georg Trakl, (mirando a Clifford) ¿no me vas a contar? Hace años que nos conocemos. ¿Te acordas cuando jugábamos juntos? Este maje era pitcher y yo catcher, maleta el hijueputa.
CLIFFORD: Ya, ¿quieren saber la verdad? Estoy deprimido. No tiene sentido seguir siendo dealer, me siento solo, fracasado.
JORGE: Recordá que tenés una familia, tu esposa…
CLIFFORD: No le intereso más. Esa mujer y yo apenas conversamos, todo sigue igual por los niños, y… (Jorge lo interrumpe).
JORGE: Yo creo que necesitás esto (se pone de pie y le ofrece el ‘masajeador de memoria’), probá.
CLIFFORD: (Recibe el ‘masajeador de memoria’) En fin, ayer finalmente tuvo el valor de confesarme que tiene un año de estar saliendo con otro maje, ¿cómo me pongo esta nota?
JORGE: Negro, pero eso del amante vos ya lo sabías ¿o no? Por otro lado, ella siempre ha debido tener claro que como taxista no alcanza para viajar a Nueva York en su cumpleaños y en navidad.
CLIFFORD: Sí, incluso conozco el nombre de su querido, se llama Alejandro, un actorcito que se mantiene por el parque Las Palmas, un hijueputa hippie (lanza un escupitajo). Pero eso no es un problema, no en este momento.
Mi único deseo está en la luna
(Fragmento)
Gimnasio Luna Llena, abre las 24 horas. Ésta, sin embargo, es la última noche antes de que sea demolido. Un grupo de personas se ha tomado el lugar para impedirlo. A continuación, una conversación entre Néstor (62) –supervisor del turno nocturno en gimnasio–, y Claudia (31) –fisiculturista, que pasaba sus noches en el gimnasio–. Ella le ha declarado su amor. Él le responde que no puede corresponderle.
NÉSTOR. ¿Sabe cuándo prometí amarlos sin diferencias? ¿En plural y por siempre? La mañana en que gané la Pesa Dorada, porque trabajador del año me eligieron.
CLAUDIA. De nuevo no esa historia, Néstor. Por favor.
NÉSTOR. Desde entonces que he dejado mi vida aquí. Bien sabe que llevo años con el turno que comienza a las nueve de la noche y termina a las seis de la mañana.
CLAUDIA. Bien sé…
NÉSTOR. Córrase un poquito (la mueve para que cubra la ventana, que se está volviendo más clara). La luz del día me hace sentir mal a mí también. Y le digo, Claudita, cuando gané –ganamos perdón, la Pesa Dorada, por primera vez sentí que tuvimos algo concreto, palpable.
CLAUDIA. Conozco la historia, Néstor. (mira por la ventana derrotada).
A Néstor no le importa. Toma una de las pesas, como si fuera un premio. Juega con ella mientras habla solo. Andrea, que ha escuchado con atención, intentará sacarse la mordaza.
NÉSTOR. Aún tengo en la boca el discurso que pronuncié. Hablé sobre el turno de la noche. ¿De qué más iba a ser, si no? Con decisión les conté sobre los cientos de borrachos que tuve que levantar antes de que ustedes llegaran acá. Sin asco describí los vómitos que limpié. Con templanza enumeré a las parejas que encontré teniendo sexo en las trotadoras, camarines, y colchonetas donde ese día jugaban los niños. Sin pena hablé del joven que se me murió en los brazos después de jalar quizá cuánta cocaína. Y, por supuesto, declamé que las noches eran mágicas, porque he contemplado la belleza en mujeres pensativas como usted; a viejos y jóvenes adictos como el Keta; panaderos tristes, como Jeremías; doctores millonarios y paranoicos como Miryam; taxistas pervertidos como El Flaco. Somos seres de la noche y no nacimos para amarnos de la manera en que usted busca. El amor debe multiplicarse y con premio en mano me juré que así sería. En este amanecer yo solo puedo pensar en la Pesa Dorada que le dijo al mundo que existíamos, Claudita. Que existíamos y no estábamos solos, y que las noches que atravesamos juntos fuimos familia, hogar, amigos, amantes. Si me quiere, significa que ama a todos por igual. (se acerca a ella, le toma las manos, se miran fijo, de cerca). Y le agradezco… (está a punto de besarla), pero yo solo la puedo amar, amada mía, como parte de algo más grande, porque mi único deseo está en la luna (le besa la mejilla).