Nunca el mapamundi ha permanecido quieto, sin tachaduras, sin líneas que indiquen movimientos de población continuos, más intensos en ciertos periodos que en otros (la posguerra durante el siglo XX, por ejemplo, y sin precedentes en el XXI por la crisis de refugiados en Europa), aunque es cierto que nunca el nomadismo forzado ha sido tan intenso y trágico. La nuestra es una época diaspórica, donde ya las categorías fijas fluyen y transgreden, donde el concepto de identidad está dinamitado en una consecuencia lógica del fenómeno migratorio: los géneros se entrelazan, los cuerpos se transfiguran, las miradas han dejado de ser frontales para convertirse en colindantes, las tradiciones artísticas se fusionan con las propuestas emergentes, los lenguajes exceden sus límites para adaptarse a nuevos contextos.
Pensando en la experiencia migratoria, una que no deja de ser traumática y formativa en tanto obliga a cuestionar los lindes del reconocimiento personal (¿quién soy yo aquí, qué marcas me definen y cómo la experiencia del exilio voluntario borra en mí esas marcas?), los estudiantes del MFA a través de la revista Temporales hemos querido reunir, en este dossier, una serie de textos cuyo signo es el desplazamiento. Sabemos lo abarcadora que puede ser la palabra y la carencia de límites para discernirla, pero los límites competen a la geopolítica, la propiedad privada y el pensamiento oligárquico, mientras que el propósito de la escritura es el opuesto: ¿dónde si no en la escritura acometer a favor del cruce de imaginarios, del choque entre lenguas, de la discusión antagónica, cuanto más antagónica mejor, para desmontar los dogmas y romper con las conclusiones esquemáticas?
Migrar de territorio, de cuerpo, de género, de un estado mental a otro, exige vivir en tensión continua. La escritura (y todo lo competente a este trabajo solitario pero siempre social), demanda por igual su cuota de esquizofrenia y exacerba las contradicciones cuando el lenguaje se pone en marcha. Ambas, experiencia migratoria y escritura, no exentas de angustia, son una dislocación espacial y temporal que cuestiona la comprensión unívoca de la realidad porque lo más propio y familiar se convierte, a raíz del desplazamiento, en lo más ajeno.