ANIMALES POÉTICOS: EL MUNDO QUE COMPARTIMOS
Nuestro antropocentrismo a menudo nos hace olvidar que no estamos solos; somos parte de algo más grande, un ecosistema con miles de seres vivos que (sobre)viven a nuestro alrededor. En este dossier tres poetas nos recuerdan a esos seres y nos hacen ver que en ellos la poesía también fluye. Javier Fonseca García-Donas (España) nos reduce al tamaño de un insecto para recordarnos que nuestra fragilidad es igual a la de cualquier ser viviente del mundo, incluso los más pequeños. Por su parte, Nadia Sol Caramella (Argentina) nos muestra en los animales un espejo explicitando ese secreto vínculo que tenemos con ellos. Finalmente, Alfonso Valencia Badillo (México) nos habla ya no de cualquier animal sino de uno en específico; su perro, quien, sin palabras, le dice al poeta más de lo que el mismo poeta puede transcribir en nuestro lenguaje. En fin, tres encuentros con eso tan ajeno y tan propio como lo es el reino animal.
Bestiario Íntimo
Madrugada
Esta vida,
última hasta ahora,
duermo con mariposas grises como nieve pisoteada.
Llegan antes que el sol
y desovan en mi cama sus larvas,
brillantes y sin pelo.
Yo me defendía
mientras ellas bailaban
esquivando los embates
de mis molinos de viento.
Hoy,
que empiezo a comprender
a estos oscuros lepidópteros,
bailo con ellas.
Y cuando amanece
desayunamos migas de paz
entre aleteos.
Mi casa. Gatos II
Mi casa ya no tiene ropa sucia
amontonada en el pasillo,
ni plantas,
ni garbanzos en remojo.
Tampoco bajo la basura todos los días.
El gato pasea por su frío afilado
y la membrana que le separa del vacío
es permeable.
Lo sabe
o, al menos,
se mueve como si lo supiera.
Supongo que al final
todo es cuestión
de
ser
vivo.
Todo se explica
La esperanza -antes tan diligente-
no viene a visitarnos hace tiempo.
Ángel González
Madrid.
Abro la ventana y entra el frío.
Un pájaro
aletea sin voz cansado de cansarse.
La nieve le desnuda sin prisa,
le abre de par en par el pecho.
El sol lame sus llagas
y derrite la cera de sus plumas.
Se deshace el pájaro sin voz
antes de tocar el suelo.
La Madre,
mientras acaricia los retratos,
mete el pescado en el horno.
En dieciocho minutos
la carne blanca
se separará sin esfuerzo de la espina
y el hijo,
en ese tiempo de desierto,
volverá al epitafio que soñó
la noche del reencuentro:
“Eliges morir,
no te engañes,
no muere la esperanza.”
Cierro la ventana.
El frío se acurruca junto al gato.
Lo que tiende a perderse
De La maleza del jardín
*
un pájaro voló
hasta un techo alto de tejas azules
y se estrelló
su cuerpo todavía con vida
cayó al suelo
pude ver el momento justo
en que su corazón dejó de latir
fue extraño
no sentí pena
solo curiosidad por la muerte
*
esta noche
parece insinuarme algo
miro al cielo
las nubes me arrebatan un pedazo
de luna y con ella su luz
es curioso
mi gata juega entre las plantas
casi no puedo distinguirla
por un instante
me sorprende la belleza
de lo que tiende a perderse
en la oscuridad
De Federación de cazadoras
*
un ciervo busca su sombra en el hilo de un río
al otro lado del bosque dos ramas hacen su sombra
dos amantes ven la distancia
pero a ningún ciervo duplicándose en el bosque
*
los ciervos de Siberia
y sus colmillos
cómo puedo confiar
en su belleza
si están malditos
como los tigres
los lobos
y otros depredadores
hay inviernos
que duran eternidades
y hay seres
que jamás
conocen la inocencia
Un poema para Amash
Fragmento
Mi perro era corriente,
pero dejaba un corazón por huella
Abigael Bohórquez
Amash tiene nueve años
y siento que mira el mundo
con la paz de quien lo ha visto
destruirse
con la paz de quien lo ha visto
arder en el horizonte de una avenida desierta
y renacer con la lluvia
y el granizo.
Tal vez
en su sabiduría
Amash sabe que morirá pronto
y con su calma de años perro
se tiende a mi lado
me llama tocando mi mano con su nariz
brinca a mi regazo
y respira lento e intenta contagiarme
su certeza:
No importa, humano,
también morirás.
Y es bello estar vivo
vale la pena
sólo para ver al sol alimentar la orquídea
de la sala
o sentir el olor de los arbustos bajos
o mirarte dormir
mientras te cuido de los demonios.
No estés triste:
también morirás
y eso está bien.
Y le respondo:
Amash,
no quiero que seas tú
quien me entrene
en el dolor
de la muerte.
*
Mi perro mira el cielo
y no sé qué tan cierto sea
pero supongo
que todo
lo ve
gris.
Pero sabe que hay
luz
y hay
sombra
y un brillo que vaticina el calor
que lo invita a echarse
boca arriba
sobre el charco de sol en la estancia.
Y Amash se baña
en la misma luz que la orquídea
y no lo sabe
pero ambos
florecen.