Francisco José Casado Pérez
Ilustración por Juan Vázquez
delta de sol
Lucía María
Dharma Books + Publishing · 2020
96 pp.
Pocas veces luchamos contra corriente y cuando nos damos cuenta, con el paso del tiempo, haciendo memoria en primera instancia, lo hecho no parece tan extraordinario. Pero, tras volver los pasos y visto bajo otros ojos, ese ir a contracorriente ha sido un acto extraordinario que nadie más podría haber hecho; augurio del destino en lugar de un golpe de suerte, aunque también los golpes enseñan varias cosas importantes: a saber recibirlos, a saber esquivarlos y sobre todo: devolverlos.
Antes y aún durante la pandemia, el uso de al menos uno de los sistemas de transporte público para trasladarse –ida y vuelta– a la escuela o al trabajo no logró abolir la lectura de libros en los trayectos. Pese a ello, invadidos por celulares, los lectores y sus lecturas de pronto son vistos con gestos de extrañeza a causa de su soltura ante la situación, aunque también por la propuesta exhibida entre sus manos, como ocurrió al llevar en manos delta de sol (2020) de Lucía María.
El #7 de la colección La Palestra de Dharma Books, la fotografía de Anaïs Abreu D’Argence con el diseño de Raúl Aguayo, llamaba la atención un poco más de lo esperado; desafortunadamente nadie hizo comentario en reclamo de por qué estaba leyendo eso en público, menos preguntar con discreción de qué trataba. En cualquier situación gustosamente les habría dicho que en ese pequeño libro podría ver el cálido nacimiento de un segundo amanecer.
Igual que el huevo y la gallina, las y los poetas, ¿nacen o se hacen? En palabras de Lucía “[…] son heroínas y héroes, porque han salvado sus propias vidas de la muerte-en-vida, porque ponen el ejemplo cuando se entregan a la verdadera búsqueda, y no se conforman con sobrevivir, deciden crear y vivir creando” (María, 2020, 73); algo dentro detona pensando que escribir es un analgésico, aunque de pronto parezca más un placebo, porque ciertamente algunos de aquellos dolores que les conducen a escribir, no se van al primer verso. Sin embargo, a medida que se escribe se van conociendo cada vez mejor, al punto que algunos de ellos no son miedos infundados, dejados muy cerca de una gran linterna, haciendo de su sombra una terrible masa oscura, cuyas baterías en algún momento se agotarán.
Escribir tiene un poco del doblar una esquina en contraflujo, al hacerse a la idea de no poder ver lo que viene, aun sabiendo que siempre viene algo; que se recibirán golpes y sufrirá uno que otro tropiezo. No está redefiniendo el orden establecido, al contrario, se inscribe en el orden natural de las cosas: cambiar siempre, partir de lo previo para un nuevo ciclo. Subvertir es cargar con una diana a las espaldas, es la convicción de lo participativo, hacer su voz una prenda cargada de un sentido redentor por el cambio generacional, como se observa en delta del sol:
necesitamos de las palabras que otorgan vida,
para que sea de veras nuestra,
la invitación a ser de veras lo que somos
La osadía (para muchos) de Lucía María por reescribir, apropiarse y florecer desde una voz tan mítica como la del Nobel mexicano, Octavio Paz, en especial de su texto Piedra de sol (1957) no plantea ningún tipo de homenaje. Al contrario, rehabilitar el poema desde las partes ausentes: el contrapeso femenino, lo corporal, un posicionamiento ontológico, social e incluso biopolítico, hecho marcado por la mención testimonial y partícipe durante la marcha feminista del 8 de marzo de 2018 en Ciudad de México:
mi falda de maíz ondula y canta,
mi falda de cristal: tu falta de agua,
mis labios, mis cabellos, mis miradas,
toda la noche lluevo, todo el día
abro tu pecho con mis dedos de agua,
cierro tus ojos con mi boca de agua,
sobre tus huesos lluevo, en tu pecho
hundo raíces de agua
Sin embargo, a pesar de tanto que podría decirse de delta de sol, como el deshacerse de los hombros del gigante, una duda se instala:
los hombres mueren queriendo ser hombres
un mismo nervio muere en todo cuerpo
todos los siglos son un sólo libro
y por todos los siglos de tus siglos
un par de ojos cierra el paso al futuro
Me interesa también enfocar esta pequeña intervención en el hecho de la escritura. Sobre dicho acto, Lucía María abarca, como en un duelo, las fases del duelo: la negación de la escritura le condujo a la ira, a la negociación que eventualmente la llevaría a una depresión, momento en el cual habría la pérdida de la voz y de la convicción de hacer de escribir su medio de vida.
Tolkien atinadamente dijo “No todos los que vagan están perdidos”; cliché motivacional y del fanatismo por El Señor de los Anillos al cual habría que darle algo de cierto, por lo menos en lo que hace delta de sol. Sin embargo, al aceptarse, al aceptar los límites y capacidades, que no llegará a ser Paz porque éste ya no existe como tal, la realidad ya no parece tan abrumadora y solo queda escribir, atravesar ese primer círculo que atrapa a todo entusiasta. Por consiguiente, perderse, sentirse desesperanzada –como relata Lucía María en su epílogo– de incluso considerarse a sí misma un fracaso, fue solo el preámbulo obligado para la escritura.
Entre talleristas y talleres, el ejercicio de escribir imitando al autor predilecto, jugar al pastiche: escribir a partir de un verso o estrofa a manera de diálogo (por ejemplo: “Charles Bukowsky & That woman” de Maricela Guerrero; Sara Uribe y Antígona González; Cristina Rivera Garza; Saúl Ordóñez) un poema co-rrespondiente, ya sea a favor o en contra, establece el estado de la cuestión de la propia tesis: “(todo poema se va llenando de trampas) […] ¿los poemas son sólo principios?”, se pregunta el texto. Un constante entrar y salir, desaparecer a placer de la realidad para entrar al lado invisible del mundo en donde, a vista de los propios Nazgûl, salir y volver, “que hay un siempre estar / un siempre estar viva hasta la muerte / en un cuerpo territorio raíz / buscando la palabra”, técnica precisa para el momento, sensación, idea, palpitación de la cual se quiere adentrar.
La construcción de delta de sol deslumbra con creces, por ello cada vez que avanzaba entre las palabras de Lucía María, menos pudor sentía en mostrar que lo leía durante el viaje en metro o camión, pero sin respuesta directa; solo un par de vecinos se interesaron en lo que subrayaba con esfuerzo de no saltar la línea a pesar de la sedosa uniformidad del trayecto. Y aunque no logré que alguien más lo viera en ese momento, puede que ahora sí, junto a posibles recomendaciones futuras. Al igual que Piedra de sol fue recomendado, es momento de también abrir la cancha a delta de sol, dos corrientes, sí, pero la segunda fluye con cierta fuerza anímica gracias a haber surcado en contra del propio río Paz, que podría dejar de ser el mismo río donde tantos se han agachado a beber.
Francisco José Casado Pérez, (Ciudad de México · 1990) ha publicado en revistas digitales y fanzines latinoamericanos. Mención Honorífica del Premio Internacional Bruno Corona Petit de Poesía 2020; Ganador del I Concurso Literario Eiruku Ediciones 2021; y Premio Internacional de Poesía “Don’t read” 2021. Su primer poemario Para mirar los pasos (2021) fue editado por Escrúpulos Editorial. Aparece en Pandemials. Una antología viral (2021) de Sangre ediciones y próximamente formará parte del tercer volumen Ant[røp]ología del Fuego de Ediciones Palindromus.