Ilustración: Juan Martín
Sobre los pies de la cama deshecha descansa una colcha color hueso cosida a retales desparejos, zurcidos torpes que atraviesan su pellejo. Las sábanas blancas beben de un charco de sangre. Sacian una sed antigua, genealógica. Un trago que aguardaron pacientes. Años de presentir su humedad, de respirar lo ferroso del otro lado de la piel, de las paredes vasculares. Las arrugas del percal, diminutos canales, son trampas en las que agoniza la sangre estancada (fuera del cuerpo no hay escapatoria, fuera del cuerpo ya nada la bombea). Ella, único testigo de lo que acaba de suceder, grita en vano un nombre que le pertenece desde el laberinto de estrías donde se descompone. Todo en la habitación está impregnado de su aliento metálico, hediondo. Un hálito pesado y viscoso sobre las paredes, sobre el techo que traspira gotas de suero denso, sobre el cuerpo de la mujer que reposa junto al lecho, arropado por la colcha atestada de cicatrices. El mausoleo pútrido en que se ha convertido el dormitorio se expande y comprime al ritmo de la respiración fatigada que precede al estertor.
El cuerpo viste un pijama blanco de algodón. Sobre los pantalones, un puñado de gotas de sangre, circunferencias perfectas. En la espalda, la simetría del estampado a cuadros del pijama está atravesado por seis incisiones profundas y afiladas de puro caos. Otras tres en el cuello. El puñal atravesó Atlas, los brazos que sostenían al cielo sobre la tierra cercenados de un corte limpio y letal. Cuatro más en la cabeza. El cráneo perforado regurgita una masa amarillenta. Trece puñaladas sembradas en la parte posterior del cuerpo. Ninguna en la anterior. Quien lo hizo, no la miró a los ojos. Alrededor del cuello, una marca abrasiva y la ausencia de una cadena. Una mancha roja nace en la nuca y empapa la espalda hacia el coxis.
Decúbito prono. La cabeza, ladeada hacia la izquierda, los ojos cerrados, los brazos extendidos en paralelo al cuerpo. Parece dormida. La postura fue modificada. Los otros cuerpos, fuera de la habitación, no están así. Un reguero de incisiones por todos lados, la marca del mango del arma homicida como un cuño alrededor de las heridas, los ojos abiertos, congelados, apuntan al techo. La mirada que ya no les pertenece, el rostro cubierto de sangre. Pero este no. El mar rojo, denso, sobre el que descansa, lo acuna con un contoneo de aguas tranquilas. Desde debajo de la cama una voz inaudible entona una nana. Es un susurro grave, de fondo abisal, de profundidades satisfechas que reclamaron y obtuvieron lo suyo. El sacrificio está consumado. La huella de una suela del cuarenta y tres vulnera el océano que mece al cuerpo. A su lado, se lamenta el pestillo de metal que no pudo contener el ataque. La puerta del dormitorio, astillada a la altura de la manivela y, del otro lado del umbral, otra impresión del cuarenta y tres impregnada en sangre sobre la madera lacada. En el marco, el rastro rojo y difuso de los dedos que se deslizaron hacia el dormitorio.
Alba Pérez Rojo Española reseteada en Buenos Aires. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, un posgrado en Periodismo Internacional y otro en Periodismo de Investigación. Es miembro de la Asociación de Periodistas de Investigación (API), España. Pasó 3 años inmersa en las villas miseria argentinas para investigar cómo trabajan mano a mano los narcos con policías y fiscales corruptos. Lo cuenta en su primer libro y en un documental. Es periodista desde hace quince años y ha trabajado en España y Latinoamérica. Durante un año, fue coordinadora editorial y digital content manager. En medios gráficos, ha publicado en medios españoles y latinoamericanos como Etiqueta Verde, diario Clarín, diario El Confidencial, diario Perfil, Playboy, revista Noticias o revista Interviú, entre otros. En TV, ha trabajado para televisiones y productoras españolas y argentinas, como América TV, C5N, LaCoproductora, The Facto y Cuerdos de Atar TV. En teatro y guión, se formó en el Estudio Internacional para el Actor Juan Carlos Corazza en Madrid y en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica -ENERC- y con Julio Chávez en Buenos Aires. Como creativa, trabajó 4 años como copywriter digital para marcas líderes como Studio Universal Latam, Universal Channel Latam, Telemundo Internacional, Philips o L´Oréal. De aquella etapa aprendió a generar conceptos y a desarrollar y aplicar ideas. Como cronista, le interesan el periodismo narrativo y la realidad internacional, en especial en Latinoamérica. Algunos de sus focos de interés son los derechos humanos y el medio ambiente. Sigue creyendo en que el rol del periodismo es fundamental para proteger los intereses de las sociedades y sus ciudadanes. En el último tiempo, está profundizando en la ficción y retomando el teatro. Nació en Alicante, donde empezó a estudiar medicina. Ha vivido en Londres, Madrid, Buenos Aires, Cancún y, ahora, Nueva York.