[Fragmento]
Un lavabo. ALEX se lava los dientes de manera metódica frente al espejo mientras EL NARRADOR lo observa atentamente.
EL NARRADOR.– El baño de la habitación de un hotel de Pattaya. Estamos a ciento treinta kilómetros de Bangkok y a escasos metros de la Walking Street.
ALEX se aclara la boca y, tras mirarse al espejo, se dirige hacia la extra-escena.
EL NARRADOR.– Deben de ser las once de la noche. Las cortinas están cerradas y la luz de la habitación es fría y amarillenta. Eso que escuchan es el ventilador de techo. Alex no lo apaga nunca, ni siquiera para dormir. Es una habitación estándar de dos camas. Supongo que a estas alturas del año es difícil conseguir una doble, o pudiera ser que a Alex no le guste dormir en cama grande. Desde que Laura se marchó de casa se le ha avinagrado el carácter. Pero eso no lo percibe nadie, salvo él mismo. Para sus compañeros de trabajo, sigue siendo el mismo de siempre. Como digo, hay dos camas. La que está más cerca de la ventana soporta el peso de una maleta cerrada. En la otra, en la que está junto al armario, hay ropa. Unos… (Acercándose para observar mejor). Unos… Pantalones blancos y una camisa de manga corta. Alex coge los pantalones, los conduce hasta el armario, saca una percha de pinzas y, con sumo cuidado, los cuelga. Eso es; primero un extremo y después el otro. Ahora se acerca de nuevo a la cama, coge la camisa, camina hacia el armario, huele la camisa por la parte de la axila derecha y… sí, la lanza al suelo. (Pausa. Observa). Alex retira la fina colcha de la cama. La retira por el lado izquierdo, el que está más cerca del armario. Flexiona sus rodillas, extiende su brazo y coge un libro de la mesita. No distingo el título desde aquí, pero es gordo. Son, seguro, más de doscientas páginas. Lo abre. Va más o menos por la mitad. Vuelve a extender su brazo y coge unas gafas. Alex tiene hipermetropía y astigmatismo, así que no ve bien ni de cerca ni de lejos, pero sólo se pone las gafas para leer y para trabajar delante del ordenador; el resto del tiempo se apaña bien sin ellas, aunque, cuando va en el coche, tiene que guiñar los ojos para enfocar los avisos de la carretera. (Pausa. Lo observa). Está respirando tranquilo. Creo que este viaje le va a venir bien. Últimamente, estaba estresado. ¿Quién no lo está en estos tiempos? Pero él fue siempre un tipo nervioso. De pequeño, en el colegio, le llamaban “El Mosca”. Tenía un pequeño tic, así, en el cuello, lo movía como en círculos pequeños… (Reproduce el tic). Sí, este viaje le va a sentar bien. Lo que me sorprende es que haya elegido un destino tan exótico. Él es poco aventurero. Nunca acampó al aire libre, nunca se ha subido a un barco y, por supuesto, los deportes de riesgo se alejan mucho de sus aficiones. A él le gusta la tranquilidad, le gusta leer el periódico en el bar de la esquina, echar la quiniela en la administración de Pedro, correr en la cinta del gimnasio y quedar con su hermano para tomar un vermú el domingo por la mañana. Es un hombre de costumbres. Previsor, diría su madre, previsible, su exmujer. Quizá por eso, cuando nació Jorge, se sintió abrumado, sobrepasado, se sintió… Sinceramente, no creo que estuviera preparado para ser padre. No por nada, es una sensación mía y, desde luego, nunca le dijo a Laura algo parecido. No. Con ella se mostraba feliz. Con ella y con el bebé. Nunca le confesó que le daban arcadas después de cambiarle el pañal, ni le ha comentado que cree que el crío tiene labio leporino. (Pausa. Observa). Se está quedando dormido. Tiene que abrir mucho los ojos para seguir con la lectura. Es normal. Han sido unas quince horas de viaje. Yo también estaría cansado. ¡Qué extraño esto de viajar! Te levantas en tu casa y, al cabo de unas horas, en otra parte del planeta. Otro idioma, otro… Alex se las ha apañado bien hasta ahora. Al salir del aeropuerto ha cogido un… ¿Cómo le llaman a ese invento? Un… Bueno, un cacharro de esos que es como un taxi, pero que en realidad es una especie de motocicleta… Ha cogido uno de esos y le ha hablado en inglés al conductor… Un tuk-tuk, eso, un tuk-tuk. Aquí, en la recepción también les ha hablado en inglés y le han entendido sin problemas. Me resulta curioso que pronuncie tan bien. Hace cinco años le llamaron para una entrevista de trabajo y tenía que hacerla en inglés. No le cogieron. Yo tampoco lo hubiera hecho. Llegó sudando: la frente, las manos… Balbuceó… Y cuando le preguntaron por su experiencia profesional, le volvió el tic de la mosca. A Laura, eso sí, le dijo que las condiciones no le parecían buenas. (Pausa. Observa). Ya se ha dormido. Ni siquiera ha apagado la luz, pero duerme plácidamente con la mano derecha junto a su oreja, como cuando era un bebé. Estoy seguro de que dormiría toda la noche del tirón si no fuera porque ahora alguien va a llamar a la puerta.
Se escucha un toc, toc.
EL NARRADOR.– Alex se despierta sobresaltado, coge el móvil de su mesilla, mira la hora, se levanta de la cama, parece algo desconcertado. Camina hacia la puerta. La abre un poquito, el espacio suficiente como para descubrir quién hay al otro lado.
ALEX.–(Off) Pasa, pasa, come in.
EL NARRADOR.– Entra una niña. No sabría decir de qué edad, pero seguro que no pasa de los diez. Es morena, con el pelo largo y lleva un vestidito azul celeste. Creo que… (Pausa. Observa) Sí, tiene una brecha en la frente. Está sangrando. Dios mío, pobre chiquilla.
ALEX entra en el baño, abre el botiquín, busca entre los productos.
EL NARRADOR.– (A ALEX) Date prisa, está sangrando bastante.
ALEX coge alcohol y algodón y sale hacia la habitación.
EL NARRADOR.– Alex se acerca a la niña. (A ALEX). ¡No seas tan…! Normal. A los chiquillos esas cosas les dan miedo. Tú también llorabas de pequeño cuando te curaban las heridas.
ALEX (Off. En inglés de andar por casa).– Hey, wait, it’s only alcohol, it doesn’t hurt.
EL NARRADOR.– La niña se ha escondido debajo de la cama. Alex se agacha y le habla desde el suelo.
ALEX.– (Off) Look, it’s just a little of alcohol. It isn’t bad. Look.
EL NARRADOR.– Alex vierte un poco de alcohol en el algodón y se lo restriega sobre el brazo. ¡No te fastidia! ¡Así claro que no duele! Si no tienes herida, no duele, jodío.
ALEX.–(Off) It stings a bit but it goes quickly.
EL NARRADOR.– La niña saca la mano. Él impregna de alcohol un trozo de algodón y se lo ofrece. (Pausa). La niña lo está cogiendo.
Se escucha un leve quejido procedente de la extra-escena.
EL NARRADOR.– Creo que eso ha sido un pequeño quejido. (Pausa). Alex sigue agachado, justo al lado de la cama. Estoy viendo… Sí, la niña está sacando el brazo por debajo. Se ha debido de frotar con el algodón porque está lleno de sangre. Alex coge el algodón manchado y viene…
ALEX entra y tira el algodón al váter. EL NARRADOR continúa observando la extra-escena.
EL NARRADOR.– (A ALEX) La niña ha salido de su escondite.
ALEX regresa a la habitación (en la extra-escena).
ALEX.– What was your name?
EL NARRADOR.– La niña no contesta.
ALEX.- Why have you come to the hotel?
EL NARRADOR.– Yo diría que está perdida.
ALEX.– How old are you?
EL NARRADOR.– La niña no contesta. Ya no parece asustada. Tiene las manos muy pequeñas y las uñitas pintadas de rojo. Yo le echo unos ocho años. Alex se está acercando lentamente a la niña. Está frente a ella. Le retira el pelo de la cara. Inspecciona la herida.
ALEX.– (Off). It doesn’t bleed.
EL NARRADOR.– La niña sonríe.
ALEX.– (Off). Someone have hit you?
EL NARRADOR.– La niña se ríe. Alex le acaricia la cara y se acerca a la mesilla para coger un vaso de agua. Eso está muy bien, seguro que tiene sed. Sí, mira cómo se la está bebiendo. Ahora le devuelve el vaso a Alex y se… se… La niña… La… Se está… La niña… ¿Qué…? Alex…
Pausa larga.
La cama rechina al otro lado de la habitación. También se escucha la respiración agitada de ALEX.
Titubeos de EL NARRADOR.
EL NARRADOR.– Alex está acunando a la niña. Le acaricia el pelo. Le dice: “tienes los ojos del color de las hormigas”. Le dice: “dile a tu madre que ha tenido suerte esta noche, dile que has encontrado cuna blanda, que es su manto el que te envuelve, dile que estás a salvo, que te espere despierta, que no se preocupe, que cante, que no llore, que se ponga el vestido de flores. Dile, dile eso a tu madre, niña”. La niña no responde, está como embobada mirando el ventilador. “Gira”, le dice. La niña se ríe y mueve sus brazos imitando las aspas. “Sí, pequeña, todo gira; el ventilador, el mundo, los yoyós. ¿Tienes yoyó?”. “No”, responde. “Deja que te muestre uno. ¿Te gusta? Metes la cuerda por aquí, lo lanzas y… Es bueno para pasar el rato. Yo lo uso habitualmente. Me descarga. Me relaja. Hay personas que se relajan de otra manera. Yo prefiero el yoyó”. (Saca un cigarrillo). “¿Fumas? Perdona, no debí preguntarte eso. Claro que no. Uno empieza por la tontería, ya sabes, por aquello de parecer mayor. ¡Qué manía con parecer mayor! Tú no tengas prisa por crecer. Tú sigue jugando a la comba. ¿Quieres que juguemos a la comba? No, tienes razón. Es cansado. Ya no tengo edad. Mejor el yoyó. ¿Quieres que te regale el yoyó? ¿Te ríes? Debo de parecer un tonto con este chisme. Escucha, tienes los ojos del color de las hormigas. ¿Te lo han dicho alguna vez?”.
La respiración de ALEX aumenta en agitación.
EL NARRADOR.– “¿Oyes eso? Es el soplete de una chimenea. Y la leña cruje. No debes acercarte al fuego, no debes poner tu mano sobre la llama. ¿Ves como quema? ¿Por qué lo has hecho? Déjame ver tus manos. Enséñame la palma. Están negras. ¿Lo ves? Sacúdete, sacúdete despacio para que se vaya la ceniza. No tengas miedo, es sólo ceniza. La ceniza no quema. El fuego, sí. ¿Tienes frío? Ven que te arrope. Agárrate a mi cuello con fuerza. Te voy a llevar a otro sitio, a otro país: el país de los niños. Allí el fuego no quema y de las nubes cuelgan yoyós. Eso es. Agárrate fuerte a mí. No mires a tu alrededor. Estamos cruzando un bosque y es de noche. Los árboles nos miran. No digas nada. Schhh. Sólo nos miran. Nosotros miramos al suelo. Nosotros no podemos desafiar a los árboles. Son más grandes, son más altos, son robustos. Nosotros solos no podemos, niña. Así, miremos al suelo. Sólo hasta que atravesemos el bosque. Después llegaremos al país de los niños. Ahí no hay árboles con ojos. Tampoco ventiladores que giran. En el país de los niños sólo los yoyós lo hacen. Allí sólo giran los yoyós y los corros de los niños. ¿Sientes la brisa? Ya estamos cerca”.
La respiración agitada de ALEX cesa.
EL NARRADOR se lava la cara y se seca con la toalla. Después, como si estuviera obligado a hacerlo, vuelve a mirar hacia la extra-escena.
ALEX.– (Off). Take this money.
EL NARRADOR.– “Tienes los ojos del color de las hormigas. ¿Te lo han dicho alguna vez?”.
La puerta de la habitación se abre y se cierra.
Pausa larga.
EL NARRADOR.– El armario sigue abierto. Alex todavía no ha deshecho su maleta, pero ha tenido tiempo de colgar algunas camisas. La verdad, no sé por qué se ha traído tantas de manga larga. Éste es un sitio con mucha humedad y, en esta época del año, las temperaturas rondan los treinta grados. Va a pasar calor, va a sudar de lo lindo. Menos mal que, a pesar de ser modesto, el hotel cuenta con servicio de lavandería. Sí, tranquilo. Incluso en esta parte del planeta hay servicio de lavandería.
EL NARRADOR vomita.