Cuerpos
El cuerpo es el territorio que habitamos. La locura y la disidencia –quizás lo mismo– no se encuentran en el alma inmortal anunciada por el cristianismo, sino en el cuerpo, negado desde la antigüedad griega. En el cuerpo, tanto continente como contenido, nos encontramos con nosotros mismo, con nuestras cicatrices y nuestras arrugas, y solo desde ahí podemos hablar, o intentar hacerlo. En este dossier, más que poetas escribiendo sobre el cuerpo, es el cuerpo, o los cuerpos, los que escriben desde las plumas de tres poetas. Primero, Nikol Cala destripa las palabras y nos muestra una masa abyecta que refleja la locura y el encierro encarnados en nuestra piel. Por su parte, Alexandra De la Rosa habla del dolor y de sus manifestaciones corporales, equiparando el desgaste de la mente con el del cuerpo y demostrando que son uno y lo mismo. Por último, Julio Antonio Mollinet hace de Cuba –su patria distante– un cuerpo, tanto propio como ajeno, que muere dentro de la propia carne y escritura del autor.
Encierro
A la tierra árida le crecen angustias
El estrés llega a los dientes,
oigo cómo quie
bran
ca
en
de a pedazos los trago.
Les da miedo salir,
se acostumbraron a estar dentro
que cuando abro la boca,
prefieren desaparecer
Las raíces c
u
e
l
g
a
n
no saben aferrarse.
Me crece un árbol
de desespero en el estómago.
Fuga
Tengo un tic en el ojo
siente el desespero
se quiere volar
pero le ponen comparendo.
las manos me cubren la cara
aprietan
quiero detener mi cuerpo
dejo de respirar
la piel se va escurriente
pies líquidos
se van por la tubería.
¿Qué va a hacer mi mente para salirse de mí?
El encierro lo siento en la cabeza
Osfuscación
No hay cuarentena en casa.
Siento invadir mi espacio.
Estoy sola.
Asilo palpable.
Encierro obligatorio.
No soporto más.
Ya olvidé cómo respirar.
Tengo miedo.
Me veo colgada en medio del apartamento.
No estoy sola.
No me hablan.
No hay nadie.
El computador solo sirve conectado.
Ya no funciona la batería.
Mi mente es así.
Me mando a callar.
No puedo ser libre.
Alguien que me corte la mente.
No parpadeo.
Estoy agotada.
Si me desconectan me apago.
Uno. Dos. Tres.
Se va la luz.
Perorata
Madre
¿Dónde están las playas áridas
donde el humo se revuelca
los desechos bailan
las heces vuelan?
¿Dónde están los verdugos
los que atropellan
despellejan
envenenan
cuerpos diminutos de cuatro patas?
¿En qué basurero encuentro
zapatos rotos
ropas consumidas
comida a medias
indiferencia absoluta
de la que se despojan los privilegiados?
Madre
¿Dónde dejaste al hombre
que un día entró en mi habitación
me despuntó
la infancia
me colocó cicatrices
me despertó la rabia?
¿Dónde están los guayaberos
mentirosos
agrupados en colectivos símiles
los grandes amigos
sabedores de excusas para gastar recurso público
hacedores de mierda?
Indícame qué dirección sigo
para encontrar a las enumeradas
las sin nombre
inexistentes
las de la foto del cartel
las forzadas a la ausencia.
Madre
explícame
¿dónde quedó la miseria
que tragaba al mundo?
porque en esta cama blanca
sábanas blancas
cuarto blanco
atiborrada de paredes
ya no está esa rabia
ya no hay duelo
ni pena,
ya no hay nada
sólo blanco.
Ahogos salados
Repite
Retumba
Otra vez
Mis dedos manchados de agua y arena
tiré una bolsa empapada
atascada de huesos
de suspiros torturantes
de los que arrancan el pecho
en bemoles.
Como Dios quiera
poseo una esperanza
mi renacimiento
ojalá
este sea
este momento necesita revivirme
el preciso ahora
debe darme mi redención
de un manojo de ayeres.
Vaivén de sal
revuélcame los pesares
que me sujetan el cuello.
Libérame.
Lo que no decimos
Sientes que eres fuego
no te sueltas
despegas en azares de equilibrio
los enemigos rondan a centímetros de tu boca.
Andas precipitado
piel de gallina salada
cabello de perro mojado
TOCs quiebran tu cuerpo
das muerte a tus amantes.
Te convertiste en el renegado
de la colonia Infame
amas y odias, una y otra vez
en tu pesado caminar hay roces de adrenalina
deseas desaparecer.
Silencias tu mente
lo más que puedes
atiborras tu cuerpo de ruido
te cansas
ansías gritar.
Pero todo bien, ¿verdad?
Brújula quebrada
Liturgia para desendemoniar el alma
alguien entra
por la boca de mi
cuerpo hala la lengua la anuda
calafatea el paladar las fosas
nasales cuelga su escudo
en los tímpanos atraviesa
con su lanza los globos
oculares trepana las sienes desagua
la masa encefálica alimenta con ella
alguna bestia con nombre de bestia
alguien
a medianoche cierra
la puerta y pone grilletes
hasta esa sombra detrás de mí
cómo no voy a arrojarme al mar
para desendemoniar el alma
Manos gigantescas
mi yo
regresa
después de estar
tantas veces sin tierra debajo
de los pies
regresa
a su propia casa
y pregunta por el nombre
de lo que somos
me tapo
la nariz
la boca
los ojos
los oídos
para no responder
un gato depone
sobre la cúpula del capitolio
paciente terminal
la isla enfermó
mucho antes de mi llegada
al mundo y cada minuto desmejora
con el grito de bienvenida
de sus nuevos hijos
la hemos adormecido
en la porción
izquierda del pecho
sin embargo agoniza
ni siquiera estornuda
para ahuyentar el polen en las manos
de los más pequeños
o para expulsar sus alergias
por los amaneceres
fallece
entre los paños
tibios de los ancianos
se acurruca
debajo de la cama
devuelve las aspirinas
los glóbulos rojos de la última transfusión
quehaceres
con dedal es verdad. pero sin dedal también.
mi madre azota sus dedos, en la máquina de coser,
con la mirada a ras del pisacostura. junto al ovillo
y la bobina zurce
para no olvidar la historia.
Los textos forman parte del cuaderno Brújula Quebrada publicado en 2017 por Neo Club Ediciones y cuyos derechos fueron revertidos al autor.