Laura Rojas y Luis Felipe Fabre
Luis Felipe Fabre es mexicano, ensayista, profesor universitario y poeta. Estuvo de visita en nuestro programa de Escritura Creativa y después de escuchar de su voz algunos de los poemas del libro Sor Juana y otros monstruos, tuvimos la oportunidad de hablar con él y de preguntarle sobre su vida como escritor, sus próximos proyectos y su relación con la poesía. Aquí parte de esa charla, que en sintonía con nuestra edición temática sobre el cuerpo, intentó explorar este aspecto en la obra del autor.
En primer lugar, cuéntame cómo es tu proceso creativo, qué tanto escribes, cómo surge ese deseo de convertir algo en poesía.
Casi nunca escribo. Salvo cuando estoy escribiendo. Que sucede menos de lo que me gustaría. Soy un escritor de temporadas. Y me pasa como cuando terminas la temporada de Games of Thrones o Mr. Robot (que me encantan): la espera de la siguiente temporada se hace eterna. No soy un escritor de iluminaciones súbitas. Casi nunca me ha pasado que me venga de improviso el impulso de escribir o la inspiración. Envidio a quienes les sucede. No sé cómo se va gestando un proyecto pero lo que sé es que sucede muy lentamente. Una vez que tengo claro un proyecto, es maravilloso aunque sea difícil comenzarlo, reconectarse con la escritura, encontrar la forma, el tono. Generalmente mi escritura va acompañada de todo un proceso de investigación. Una vez que encuentro la entrada al proyecto, me puedo sentar todos los días a escribir: para mí eso es la felicidad.
Cuando escribes, ¿piensas en un lector?
No en uno: en muchos. Generalmente en escritores vivos y que conozco y cuyo trabajo me interesa. Entablo diálogos mentales con ellos. También pienso en algún otro escritor enemigo: disfruto imaginarlo escandalizado o molesto con lo que estoy haciendo. Y también suelo pensar en el ex en turno: suelo dejarles mensajes ocultos en mis libros. De hecho, ahora que lo pienso, mis libros suelen ser cartas de amor en clave.
Pensemos tus poemas como cuerpos, ¿hay algún tipo de estructura física en ellos?
Sí, están llenos de bocas y culos: entradas y salidas cuyo sentido y función –me gusta pensar– son intercambiables e inestables, la salida puede convertirse en entrada y viceversa. Como en el sexo.
En la clase hablaste mucho de la imposibilidad de escribir sobre el amor, ¿por qué crees que te cuesta tanto –como tú mismo lo dijiste– poner en palabras esa tortura mental?
Tengo a Saturno en mi Casa 5, en Cáncer. La Casa 5 es la casa de los amores (no de la pareja, que es la 7), los hijos y la creatividad. Saturno es una fuerza represiva, limitativa, castrante, pero también de lo que madura lentamente. Es Cronos. Tenerlo en la Casa 5 es todo un asunto, pero para ser breve, mi astrólogo me dice que lo mío es la expresión enmascarada. Tal vez por eso no soy un poeta lírico que escribe poemas de amor desde un yo profundo, sino más bien teatral que habla a través de personajes. Quién sabe, tal vez en el fondo siempre estoy hablando del amor, o más bien, de su imposibilidad.
También, volviendo al cuerpo, tú dijiste: “Escribo con la boca”. ¿Qué papel juega esta oralidad en tus poemas, la idea de la voz, tu voz, a la hora de hacer un poema?
Digamos que escribo en voz alta. Aunque soy muy mental, en el sentido de que lo mío es la escritura programática, al momento de escribir me guío por el sonido. Leo en voz alta, o tarareo lo que escribo una y otra vez. Entonces, escribo con la boca y corrijo con el oído. Creo que en última instancia, si tuviera que decidir entre el sonido y el sentido de una frase, me decidiría por el sonido.
Mencionaste el libro en el que estás trabajando ahora, muy ligado con el cuerpo y el tema de la caca.
Todo parte de mi fascinación por Salvador Novo: un poeta extraordinario y malévolo y genial y queer y mil cosas más. Tiene una serie de poemas satíricos, obscenos al grado de lo insoportable, que le dieron la coartada textual a Octavio Paz (sumado a sus diferencias políticas y morales) para decir que Novo “escribió con caca”. Esa frase fue, junto con la obra de Novo, un disparador, un pretexto para jugar con la mierda: con lo expulsado del cuerpo individual y social pero también con la creatividad más primitiva, más infantil y primaria. La mierda me parece fabulosa como materia y de una significación polivalente y ambigua. Me interesa mucho también la asociación entre la homosexualidad y lo excrementicio. En resumen: escribí un libro sobre Novo y su obra al que he titulado Escribir con caca.
¿Tienes otros proyectos no relacionados con la literatura?
Sí, proyectos secretos. Más que proyectos, deseos con posibilidades.
Dime el último poeta increíble que leíste.
Siempre estoy volviendo a mis poetas favoritos. Cada vez me da más por releer que por leer nuevos autores. Ha de ser una cosa de la edad. Por ejemplo, ahorita estoy releyendo Memorias de Adriano, de Yourcenar y me vuelve a sorprender esa prosa suya que es tan exacta como la mejor poesía clásica (además de que me da un morbo enorme la sospecha de que dentro de Yourcenar hay un hombre gay buscando expresarse). Pero si se trata de autores que recién haya conocido, el último poeta que supuso una hermosa sorpresa para mí fue Ocean Vuong en las traducciones que hizo Ezequiel Zaidenwerg en su blog.
¿Toda poesía debe ser política?, o mejor, ¿todos los poetas deberían hacerse cargo de su contexto social y político y escribir sobre eso?
En principio te diría que sí. Luego te diría que no. Luego te diría que toda poesía es política y luego me arrepentiría del lugar común que acabo de decir. La verdad es que mi respuesta ante la relación entre poesía y política es variable. Sobre todo, depende de lo que se entienda por política. Creo que en el fondo de ese debate está la relación entre poesía y vida (un vínculo que para mí es indudable) y luego la relación entre poesía y realidad (que es donde ya empiezo a llenarme de dudas, sobre todo en lo concerniente a la “realidad”: de qué realidad estamos hablando). ¡Pero a quién no le gustaría cambiar el mundo con un poema! Y de ahí el drama. El hermoso y trágico drama de la imposibilidad. Lo molesto es cuando eso se convierte un asunto de “deber ser”: un mandato moral (sobre todo cuando lo formula otro, ahí me dan ganas de hacer justo lo contrario nomás por joder). Cuando mi TL se llena de poetas diciendo lo que la poesía “debe o debería ser”, me dan ganas de dedicarme a otra cosa. Luego recuerdo por qué me interesó la poesía en un comienzo: porque ahí tiene cabida aquello que no puede ser o no debe ser. Y me reconcilio un poco con ella. El asunto ciertamente es bastante complicado y podría extenderme mucho más, pero hay prisa…
Y finalmente, el procedimiento que utilizaste en Poemas de terror y de misterio, de apropiarte de otro lenguaje como lo es el del cine para hacer poesía, de dónde se te ocurrió y cómo fue ese proceso de apropiación.
Yo creo que soy más cinéfilo que lector. O al menos en eso me he ido convirtiendo. Por las noches, cada vez más, prefiero ver películas o series que leer libros (tal vez, quizá porque al dedicarme a la literatura ya se me ha vuelto invisible de tan cotidiana: estoy rodeado de textos todo el día). Pero el caso es que siempre, desde niño, me han gustado los monstruos, las brujas, Halloween, el cine de terror y su parafernalia. Y recurrí a ella cuando, en un momento determinado, me pareció necesario intentar articular el horror político y social que estamos atravesando en México y al mismo tiempo imposible. Entonces, en vez de intentar decirlo, opté por trabajar con el fracaso de su articulación. Recurrí a formas fallidas de representar el horror como el cine de serie B y demás. Un gesto de mi propia imposibilidad y mi propio fracaso, pero dando cuenta de ello. Y claro, fue el pretexto ideal para pasarme hasta las madrugadas viendo todas las películas de zombis habidas y por haber y atascarme sin culpa de cultura basura.